viernes, 21 de octubre de 2016

Emily Blunt / Reina del talento


Emily Blunt, reina del talento

La actriz comparte pantalla con Meryl Streep en la nueva película de Disney, 'Into The Woods', tras trabajar juntas en 'El diablo viste de Prada'.

Criada en la alta sociedad británica, conserva aún ese aura de elegancia. Esta es la historia de una "mosquita muerta" de Hollywood que ha hecho carrera a base de oficio y discreción.


ROCÍO AYUSO
10 MAR 2015 - 18:00 COTAmpliar foto





Para no tener, según su propia versión, delirios de grandeza, uno de los primeros papeles protagonistas de Emily Blunt fue el de su compatriota británica la reina Victoria. Aquel papel escondía muchas de las virtudes de esta intérprete de 32 años. Es de las pocas que convencen tanto con corpiño en dramas de época como haciendo de esclava pelota de Meryl Streep en El diablo viste de Prada. Y a pesar de la rotundidad de sus papeles, es capaz de plantarse en la alfombra roja de la pasada edición de los Globos de Oro vestida de blanco radiante con un vestido de Michael Kors, pero escondida detrás de su marido, el también actor John Krasinski. ¿Una estrella que preferiría pasar desapercibida a la sombra de su esposo? “Los Globos de Oro son la fiesta que más me gusta, sobre todo cuando Emily es nominada”, dijo Krasinski, conocido por su trabajo en la versión estadounidense de The Office, mientras sacaba las entradas del matrimonio del bolsillo interior de su chaqueta sin soltar la mano de una Blunt enmudecida entre tanta algarabía.

A pesar de la aparente timidez, la mosquita muerta de Hollywood también vino a la gala de los Globos de Oro a divertirse. Con esta última han sido cinco las veces que ha aspirado a este galardón. En esta ocasión, gracias a su trabajo en Into the Woods. “¡Cómo no me va a gustar que me inviten al baile!”, comenta días más tarde entre una de sus características carcajadas. “Por mucho que adore mi trabajo, no recuerdo nunca haber tenido una gran ambición. Actuar es el único trabajo que piensas con el corazón y no con la cabeza”.

La candidatura al Oscar también le ha sido esquiva, pero no por falta de apoyo. Su actuación en el musical de Stephen Sondheim no hizo más que subrayar lo que muchos ya pensaban antes: Blunt sirve para todo y además lo hace bien. Aunque nadie parezca notarlo. “No es fácil robarle un musical a Meryl Streep”, recordaba el diario The Wrap, publicación que incluyó a Blunt entre los que habría querido ver en los Oscar. Es una tónica habitual entre los críticos del género: la adoran. Para Andrew Saffir, presidente de la Sociedad Cinematográfica de Nueva York, Blunt dejó hace tiempo la liga de los nuevos talentos para acercarse a la clasificación de consagradas como Kate Winslet: “Versátil y maravillosa en todo lo que hace, además es alguien natural en la distancia corta”. Incluso la feroz crítica británica, tan dada a dejar por los suelos a sus propias estrellas, parece unánime. Comparando a Blunt con las leyendas británicas de antaño que triunfaron en Hollywood como Audrey Hepburn, Deborah Kerr o Jean Simmons, el crítico John Patterson asegura que el único problema de esta londinense es que no le asignan galanes a su altura. “Y son muchas las películas que ella ha salvado”.





Tráiler de Into The Woods. / Youtube

Un apoyo que incluso se manifiesta en las aguas turbulentas de Twitter, donde la actriz no tiene cuenta oficial. Sin olvidar la adoración que le profesa la comunidad de gais y lesbianas. Desde su heterosexualidad, Blunt se ha convertido en un ídolo del colectivo gracias a sus trabajos, confirma la revista The Advocate. 
Sobre su personalidad, The New York Times habla de un “cierto aire de Kensington” en referencia a esa crianza en la alta sociedad británica que exuda la actriz. Jennifer Aniston ejerce de íntima amiga, y le piden consejo antes de los rodajes colegas que van desde Anne Hathaway, su compañera y rival en El diablo viste de Prada, hasta Matt Damon. Este último le consultó por teléfono cómo manejarse con los exoesqueletos que les tocó a ambos utilizar en recientes filmes: a Emily, en Al filo del mañana; a Matt, en Elysium. 
Ante tanto halago, Blunt ejerce de perfecta británica tirándose a sí misma por tierra. “Con esto del acento siempre me están diciendo eso de suenas tan maja, muy divertida, que si el estilo que tengo… Y yo no lo veo. Será cuestión de gustos”. Sobre las razones que le llevaron a jugar a vivir otras vidas en el cine, explica: “A los actores no les suele gustar mi respuesta, pero me metí a actriz para ver qué pasaba. Por probar. No recuerdo un momento de ambición, de envidia, de idolatría. Simplemente me puse a actuar. No lo puedo describir de otra forma. De hecho, ni tan siquiera he estudiado arte dramático. Sé que a muchos actores les funciona, que así encuentran sus herramientas. Te dan técnica, aunque sinceramente no sé si con ello no eliminan de tu interpretación todo lo que eres tú. Para mí lo que cuenta es el viaje personal y estoy muy a gusto sin ninguna preparación”.


No recuerdo si he tenido una gran ambición. Actuar es el único trabajo que piensas con el corazón y no con la cabeza”

Se convirtió en actriz como cura a su timidez. En su infancia tartamudeaba, algo que le trajo problemas. “Los niños pueden ser muy crueles”, recuerda sobre esos años. El remedio contra esta tartamudez mal diagnosticada se lo aportó uno de sus profesores cuando se dio cuenta de que la pequeña Emily hablaba de un tirón en cuanto imitaba a alguien. Hija de un abogado y una profesora de inglés, criada junto a sus cuatro hermanos en un hogar acomodado y en una familia con algún representante en el Parlamento británico, Blunt concluyó sus estudios superiores en Hurtwood House, centro exclusivo conocido por su programa en artes escénicas. Y allí empezó “un proceso de absorción”, como llama a su aprendizaje. Primero con Judi Dench, con quien trabajó en teatro en la producción de Peter Hall The Royal Family. Y luego, al otro lado del charco, con el papel que le situó en el mapa en El diablo viste de Prada. El personaje estaba escrito para una chica estadounidense y Blunt recuerda haber hecho una prueba nefasta porque tenía miedo de perder su avión. El resultado fue un memorable trabajo junto a Streep y Hathaway que le abrió las puertas de Hollywood. “Meryl no es de las que dan consejos. Lo que importa no es lo que te dice porque es demasiado modesta como para aconsejarte”, cuenta Blunt sobre una consagrada con quien ha vuelto a compartir escena en Into the Woods. “A su lado me siento como una esponja. Veo lo meticulosa que es con su trabajo, lo en serio que se lo toma, el cariño que le pone y lo que le preocupa el equipo. Creo que todo eso es lo mejor que me ha enseñado”. Streep es para Blunt “mamá oso”, por lo pendiente que estuvo de ella durante su embarazo.



Parece que todo el que se acerca a esta belleza clásica de ojos grandes y amplia sonrisa quiere repetir. Susan Sarandon lo intentó y la recomendó para otra película tras concluir su trabajo juntas en Irresistible. Blunt podía haber sido la Black Widow de Los vengadores de no haber existido un conflicto de fechas. La factoría Marvel lo intentó de nuevo invitándola a formar parte de Capitán América: El primer vengador. De nuevo, conflicto con otro rodaje. Ahora hay rumores de su posible trabajo en Capitán Marvel, algo no oficial, pero con una campaña de apoyo friki en la Red en defensa de su nueva heroína de acción. Cruise nunca dudó de que esta era su chica y Blunt tampoco vaciló en ponerse en sus manos. “Dicen que el personaje que interpreto en Destino oculto [2011] es al que más me parezco”, admite la actriz. Esa fue el papel que le interesó a Cruise, seguro tras ver esa cinta de que quería contar con ella para Al filo del mañana. La princesa encorsetada pasó a ser la chica guerrera dispuesta a matar para sobrevivir. “De Cruise aprendí a no darle importancia a lo que los demás piensen de ti”. Otras cosas que aprendió es que las grandes películas de acción no son solo cosa de hombres. Al respecto cabría afirmar que ella es una bocazas. No hace mucho dijo en una entrevista que prefería trabajar en teatro sin cobrar “antes que llevar una lanza en una película de Tom Cruise”. Ahora se tiene que comer sus palabras.



También ha llegado a decir que no sabía cantar, negándose a hacerlo delante de su marido, a pesar de haber grabado un disco junto a su anterior novio, el cantante canadiense Michael Bublé. “Siempre dije que yo no era esa persona. Cuando me invitaron a las pruebas para Nine, para Mamma Mia!, dije eso de ‘antes muerta”. Hoy no sabe decir qué la poseyó para desoír sus propios consejos en el caso de Into the Woods. Quizá el hecho de trabajar en familia. Ya conocía a Rob Marshall, su director; a Meryl Streep e incluso a su compañero en la mayoría de sus escenas, el también actor y cantante James Corden. “Nos conocimos de la forma más británica, tomando fresas con nata y champán en un partido de polo al que nos habían invitado los príncipes Harry y Williams. Uno no dice que no a esas invitaciones. Y allí, entre los efluvios del alcohol, nos pusimos a cantar”, recuerda Corden. También influyó el estado de buena esperanza que hizo de Blunt la madre de la pequeña Hazel mientras interpretaba a esa frustrada e infiel esposa del panadero capaz de cualquier cosa con tal de quedarse embarazada. 
Ella se casó en el italiano lago de Como gracias a la ayuda de su amigo George Clooney y con el propio Clooney, Damon y Streep entre los asistentes a una boda íntima de la que no existen apenas imágenes en la Red. Con los pies bien asentados en Hollywood desde hace cerca de cinco años, ha sabido encontrar el equilibrio con los paparazis. “Me niego a cambiar mi vida porque estén ahí fuera. Voy al gimnasio, salgo de compras y quedo con mis amigos. A mí no me va a detener una mala foto robada”. El que sí cuenta cómo se conocieron es Krasinski, su marido, que habla de una chica decidida que le invitó a una copa incluso cuando él se hacía el enfermo para evitar lo que fue inevitable. “Soy su admirador número uno. No solo de su trabajo, sino de su persona, siempre positiva, siempre contenta. Una verdadera inspiración”, añade el actor. Para no quedarse al margen del halago, la intérprete deja atrás por un momento la flema británica y suelta: “Mi carrera no me define. No hay momento más feliz en mi vida que cuando respiro el mismo aire que respiran mi esposo y mi hija”. 
EL PAÍS


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