Blanco es la segunda parte de la denominada “Trilogía de los colores”, y su significado de trasfondo es la igualdad, esa igualdad un tanto utópica que todo ser humano anhela.Krzysztof, sutilmente, nos demuestra la relación que hay en las tres cintas, con pequeñas escenas que mantienen coincidencias más que captables, y con una intención fresca y metafórica que vuelve a reflexionar sobre los colores de la Revolución Francesa.
Kieslowski, en esta segunda parte, utiliza un tono más cómico para abordar los problemas conyugales de sus personajes. El mismo día en que Julie (la protagonista de Azul) entra a los juzgados parisinos para aclarar una duda sobre su difunto esposo, Karol (Zbigniew Zamachowski), un inmigrante polaco que no maneja muy bien el idioma, celebra el divorcio con su mujer francesa: Dominique (Julie Delpy). Karol cuenta con problemas de impotencia sexual, los cuales lo atormentan a la hora de consumar el placer con su mujer. Esto ha derivado en diversos problemas matrimoniales, por los cuales Dominique ha tomado la decisión de separarse, despojando a Karol de sus bienes y dejándolo en la calle. Karol no es más que un inmigrante sin derechos, y pierde el juicio quedándose ilegal en un país donde el idioma y la idiosincrasia lo marginan. Ha perdido todo, y solo le queda una maleta con un instrumento muy poco convencional: un peine para el cabello, con el cual logra improvisar algo de música para subsistir.
Al realizar estas tonadas polacas en los suburbios de la ciudad, Karol se encuentra a un compatriota llamado Mikolaj (Janusz Gajos), quien reconoce las melodías de su país natal. Mikolaj le ofrece un trabajodespiadado: hay un polaco dispuesto a pagar para que lo maten. Karol se encuentra en un estado crítico debido a sus problemas sentimentales, más aún después de hablar por teléfono con Dominique, en el momento justo en que ella está teniendo relaciones con otro tipo, gimiéndole descaradamente y rompiendo el corazón de su ex marido. Karol acepta la propuesta de Mikolaj y logra salir del país con la ayuda de él. Al no poseer pasaporte ni dinero, la única forma de salir es en su gran maleta, y luego de un par de percances, logra su objetivo. Pero su próximo plan, al llegar a Polonia, y luego de recaudar una gran fortuna, es vengarse de su gran amor.
Kiewsloski nos entrega principalmente el mensaje de igualdad desde la desigualdad que ejercenlos personajes y el entorno que gira cerca de Karol. Empezando por la “justicia-injusta” francesa que no lo toma en cuenta al no manejar a cabalidad el idioma. Gracias a ello, no puede expresarse ni defenderse dignamente. Porotra parte, al ser inmigrante no recibe la misma atención que su esposa francesa, y esto desencadena un lote de situaciones embarazosas que van convirtiendo a Karol en un personaje mucho más inseguro de lo que ya era, sintiéndose cada vez más insignificante. Es así como el director plantea el problema de la desigualdad desde el propio individuo, como un síntoma social causado por las malas experiencias de Karol, que radican en su continua marginación.
Simbólicamente, el color blanco, al ser una tonada común, no se refleja en demasía como en las otras películas, pero el capitalismo que prima, el vil dinero que manda, la venganza y el giro rotundo de sentimientos/emociones son cautivantes para el espectador.
Una historia de contradicciones, con un final abierto donde primará el amor (para algunos imposible), el orgullo o el poder… juzgue usted.
Algunas personas consideran que es la más floja de la trilogía al no seguir la línea de las otras dos, puesto que el humor es lo fundamental en Blanco, pero no sé si catalogarla como “humor”. Tal vez para algunas personas no logra cautivar como tal género. Personalmente, creía lo mismo al principio, pero al verla nuevamente la he ido valorando cada vez más.
Por otro lado, es imposible dejar aparte la gran banda sonora de Zbigniew Preisner, pieza fundamental en el trabajo del director Krzysztof Kieslowski.
“Blanco es una película sobre la Igualdad entendida como
contradicción. Entendemos como concepto de “Igualdad” que todos queremos ser
iguales. Pero pienso que esto es absolutamente falso. No creo que nadie quiera
realmente ser “igual”. Todo el mundo quiere ser “más igual”. Hay un dicho en
polaco: Están aquellos que son iguales y aquellos que son “más
iguales”.
Krzysztof Kieslowski, en “Kieslowski on
Kieslowski”, ed.Faber and Faber, 1993.
Krzysztof Kieslowski
Escéptica. Con Tres Colores:
Blanco (Trois Couleurs: Blanc, 1994), segunda película de la trilogía
“Tres Colores”, un escéptico Krzysztof Kieslowski lanzaba un dardo
envenenado de cinismo respecto a las buenas intenciones occidentales en la
formación de una nueva Europa igualitaria. Al igual que en la película anterior
de la trilogía, Tres Colores: Azul (Trois Couleurs: Bleu, 1993) y la
posterior Tres Colores: Rojo (Trois Couleurs: Rouge, 1994), Kieslowski
continua explorando las constantes contradicciones de la sociedad actual
expuestas sobre los ideales revolucionarios, Libertad, Igualdad y
Fraternidad; ideales que la trilogía “Tres Colores” parece desmontar
desde su uso hipócrita como simple base de una unión de culturas, subordinadas
siempre por un poder inaccesible, al que todos parecen aspirar.
Desde esta mirada, Blanco es la más cruel de las tres películas de la
trilogía con el concepto, en este caso, de la “Igualdad”. Un término
contradictorio y controvertido donde los haya, desde cualquier ángulo de visión.
Observando Blanco desde los 17 años que separan a la actualidad de su
estreno, no se puede más que corroborar las palabras de Kieslowski en la cita
inicial, en una Europa donde todo el mundo quiere ser “más igual” que otros, y
todos ellos, a su vez, mucho “más iguales”, que el resto del mundo. Tal vez, la
mirada escéptica de Kieslowski a principios de los 90, puede parecer demasiado
pesimista para algunos y aún optimista para otros. Lo cierto es, que el valor
añadido de la propia mirada y elementos contradictorios, tanto en la filmografía
como en la figura del propio Kieslowski, es uno de los motivos más
característicos de la supervivencia de su discurso; y en el caso de
Blanco, no podía ser menos. De nuevo, el azar y la causalidad hacen acto
de presencia en el relato de la historia de Karol Karol (Zbigniew Zamachowski),
en su caida y renacimiento de las cenizas de la nueva Europa, entre Francia y
Polonia. Sin embargo, en el otro eje motor del destino de los protagonistas se
encuentra siempre lo trascendental; elementos como la fe o el amor, desde cuyo
cruce de caminos con el eje, a priori contradictorio, de lo predestinado
naturalmente, surge una paradoja alrededor del ser humano, tan característica de
la filmografía de Kieslowski, abierta a especulaciones de todo
tipo.
Tres Colores: Blanco es una chaplinesca tragicomedia
repleta de analogías contradictorias alrededor del concepto o ideal de Igualdad
en la sociedad europea, particularmente, con varios puntos de partida y llegada,
a partir de la separación de la pareja protagonista, Karol (Zbigniew
Zamachowski) y Dominique (Julie Delpy).
Blanco, comienza
contando la historia de Karol, un peluquero polaco afincado en Paris, cuya
impotencia sexual, al parecer repentina, desemboca en la petición de divorcio de
su mujer, Dominique, alegando que su matrimonio “no se ha consumado”.
Tras el fugaz divorcio, y evidente humillación pública de Karol ante la justicia
francesa, Karol es de nuevo humillado socialmente al serle embargados sus bienes
materiales y económicos tras el divorcio.
La imagen tragicómica de un chaplinesco Karol (Zbigniew
Zamachowski) en una estación de metro de
Paris.
En este primer bloque, Kieslowski presenta a varios
de los elementos protagonistas en esta alegoría socio-económica alrededor de la
igualdad, tan ambiguos como paradójicos, desde la burocracia capitalista hasta
la cuestiones de género , La presentación no es sutil como en anteriores
películas, sino más bien fría y directa, sin tiempo de reacción; Blanco,
es un film construido a partir del ritmo directo de la tragicomedia, de sus
placajes emotivos, a partir de los conceptos de fugacidad económica, en todos
los sentidos. De todos los conceptos presentados en esta primera parte del film,
quizá el más repetido, es el de la humillación. Kieslowski alude constantemente
a la humillación a la que es sometido Karol, ya desde los primeros planos del
film, como detonante de los posteriores juegos de poder alrededor de un concepto
de igualdad, que finaliza totalmente desmontado.
De la noche a la
mañana, Karol es humillado por todo lo que le rodea y su “sueño
americano” a la francesa, aniquilado. El kafkiano y sutil sentido del humor
de Kieslowski, es evidente en varias de las primeras escenas de Karol, quien,
por ejemplo, incluso antes del juicio ya es cagado encima literalmente por una
paloma en las escaleras del Palacio de Justicia de Paris; es simplemente, una
simbólica declaración de intenciones. La humillación de Karol no parecerá tener
remisión.
Karol Karol es humillado constantemente desde el
comienzo de "Blanco", incluso por las palomas del Palacio de
Justicia.
Sin pasaporte, con
sólo dos francos y prácticamente sin dignidad, Karol es relegado al metro de
Paris como músico ambulante, en una secuencia mucho más alegórica y cómica que
dramática. De hecho, la fugacidad con la que se intercalan los conceptos de
“nuevo pobre” y “nuevo rico” en la película recuerdan al mejor
Charles Chaplin y su “humana” visión de las relaciones sociales. Karol, como su
nombre indica, es Charlie, es la figura del vagabundo chaplinesca rescatada para
Kieslowski en Blanco. Kieslowski afirmó que para dirigir la
interpretación de Zbigniew Zamachowski como Karol, sólo le indicó dos palabras:
“Charlie Chaplin”.
Pero, como es habitual en la filmografía
de Kieslowski, siempre aparece un elemento que parece tener conexiones de
complicada naturaleza, redentores de la fe o del destino. En este caso, el
personaje de su compatriota Mikolaj (Janusz Gajos), quien reconoce a Karol como
compatriota, tras escuchar la triste melodía polaca que esboza Karol con un
peine y un pañuelo como instrumentos. Tras este encuentro “casual” -pues en el
cine de Kieslowski nunca sabremos que es casual o que está predestinado-,
Mikolaj, que comparte la frustración y tristeza de Karol pero por motivos
diferentes, empatiza con su compatriota tras verle en la estación y le propone
volver a Polonia para deshacerse de un hombre “cansado de vivir”, bajo una
suculenta recompensa.
El encuentro "casual" con el resignado Mikolaj supone
la posibilidad de una segunda oportunidad para
Karol.
La clave cómica de la
película se torna progresivamente feroz a partir de entonces, en la disociación
de polos sociales, políticos, económicos e incluso sexuales, que apalean
absolutamente cualquier concepto adquirido de la Igualdad tras estos elementos.
Un concepto que tras el velo tragicómico de la cinta, es desmantelado como
infantil y estúpido. Y más, tras avanzar la película hasta la definitiva
expresión de la idea, la Igualdad de estupidez social a la hora de ser “más
igual” que el resto.
En esta segunda parte del relato, Karol acepta
la extraña invitación de Mikolaj y decide volver “sea como sea” a su país de
origen. Y lo hace de la manera más kafkiana posible, como polizón en una maleta
de equipaje, hacia su propio país. Francia no solo lo humilla, sino que le niega
la repatriación en una divertida alegoría de los sinsentidos burocráticos de la
todavía en construcción Nueva Europa de inicios de los 90.
A la
llegada a Polonia, Karol sigue recibiendo más de lo mismo, más humillación si
cabe incluso por su propio País. La maleta fue robada y Karol recibe la paliza
de unos desgraciados como bienvenida a su “nuevo” país, donde todo parece estar
en venta, incluso su propia dignidad y la de los suyos.
Esta es una
de las analogías históricas más interesantes de la película. El vacío político y
social existente en la apertura económica de la Europa del Este tras la caída
del socialismo, significa para Karol, la pérdida de la identidad personal; el
último de los resquicios individuales al que aferrarse en la búsqueda de
superación personal. Tras la pérdida de identidad, el motor vital de Karol
comienza a mostrar su controvertida existencia.
¿Cuál es el motor
principal del posterior auge (milagro económico) de Karol? A priori, puede
resultar sencillo responder que la identidad de Karol se ha transfigurado; ha
mutado finalmente hacia lo que le humilla, incluso superándolos en potencial
–elemento con el que se ironiza simbólicamente durante todo el film-, y
asimilando la pérdida de valores personales en la reconstrucción de un nuevo
ser, dirigido por un motor de intereses absolutamente económicos. Sin embargo,
la respuesta puede resultar en todo lo contrario, paradójicamente. Y hay muchos
elementos que así lo indican, partiendo del simbólico desprecio a cualquier
elemento económico como salvador, sino más bien como medio de
supervivencia.
Karol rechaza deshacerse de su compatriota, en una
secuencia de “vital” importancia para comprender la analogía entre la pérdida de
una identidad anquilosada y el renacimiento de una identidad reforzada. Mikolaj,
personaje altamente simbólico y redentor de Karol, admite finalmente la
contradicción de los viejos valores, al ser consciente de la especie de
purgatorio político y social en el que siempre ha vivido.
A partir
de esta tercera parte del relato, la historia se voltea a favor de Karol, cuya
nueva identidad parece estar mucho más reforzada tras la humillación anterior.
Karol consigue enriquecerse, alegórica y cómicamente de nuevo, tras ser más
astuto que los mafiosos personajes con los que entabla relaciones y conseguir
venderles un terreno sumamente prolífico económicamente por un valor diez veces
superior al que lo compra. Ahora Karol, parece o tener escrúpulos en su obsesión
por recuperar la dignidad.
El rostro de Julie Delpy sintoniza perfectamente con
el perfil de Dominique.
Ya en la
última parte, la historia parece transfigurar cualquier idea de identidad. El
motivo principal de Karol, parece ser entonces la venganza y el orgullo –si no
es que lo ha sido durante todo el film-. En la cumbre de lo sardónico respecto
al poder del dinero en la apertura económica, Kieslowski muestra una Polonia que
parece ser una tierra sin dueño, una mera prostituta de Europa capaz de vender
nuevas identidades bajo el síntoma del falsamente “nuevo rico”, de ambición
desorganizada. Karol consigue comprar un cuerpo fallecido para falsear su propia
muerte y conseguir así una nueva identidad.
La analogía casi
freudiana económico-sexual entre Karol y Dominique, Polonia y Francia, la Europa
del este y la occidental, es evidente a partir de la impotencia sexual de Karol,
desde el comienzo de la película. Desde luego, es una analogía mucho menos sutil
que el sentido de “vendido” de la Europa del Este a la nueva Europa.
Dominique viaja a Polonia, tras conocer la “muerte” de Karol, como parte del
astuto plan de Karol para atraerla, siempre con el motivo económico de por
medio, tras testamentarle a favor todos sus bienes. De nuevo, Kieslowski muestra
sutilmente cual es el auténtico motor compulsivo de las situaciones de todo el
relato. Karol recupera su potencia sexual y en el reencuentro de la pareja en un
hotel, Karol es un nuevo hombre, mucho más atractivo para Dominique. Tras
recuperar su dignidad, o hacer uso de su nueva dignidad, Karol desaparece y
Dominique es encarcelada acusada de la muerte de la muerte de Karol.
"Blanco" es una alegoría sobre la naturaleza contradictoria del concepto de Igualdad en la sociedad europea. La relación amor-odio de la pareja protagonista es una analogía directa a las tensiones socio-económicas a principios de los 90 entre Europa del Este y Europa occidental.
Sin embargo, a pesar
de todo lo anterior, la excepcional secuencia final del film demuestra que
Kieslowski sabe contradecirse, siempre dejando puertas abiertas a poderes
trascendentales al ser humano. Como en toda la trilogía, es el amor, el que
finalmente parece ser el motor principal de cualquier acción, causante de todos
los cruces de caminos y predestinación de los personajes. En Blanco,
Karol parece recuperar su anterior identidad a partir del momento en el que es
consciente de que ama a Dominique, en los últimos planos del film. Un giro
inesperado, bruscamente impuesto por una idea capaz de voltear de nuevo
cualquier guión sin retorno. De nuevo, el amor es la principal respuesta a todas
las acciones en el film. Cabe recordar que Kieslowski, es el cineasta de las
segundas oportunidades, y así lo evidencia en Blanco, y lo reforzará en
la secuencia final de “Rojo” y de la trilogía, con la breve aparición de la
pareja.
Formalmente, Blanco es un film estéticamente menos
interesante que “Azul” o “Rojo”. El color blanco, no parece tener las
exuberantes connotaciones emotivas de los colores azul y rojo de los otros Films
de la trilogía. Al contrario, Kieslowski y el director de fotografía, Edward
Klosinski, consiguen una tonalidad neutral acorde con la ironía principal del
film. El blanco, o ausencia de color en el método sustractivo, es decir, de
ausencia de pigmentación de color, es irónicamente a Blanco, lo que el
negro a cualquier película de tintes “noir”. Blanco puede ser el negativo
de la misma película en clave dramática, sólo que esta vez, es una comedia, y no
hay sombras donde Karol pueda esconderse. Kieslowski parece ironizar con la
neutralidad, o la pureza del blanco, sobreexponiendo varias veces la película e
incluso utilizando la luz en Karol, como si los focos le iluminaran
constantemente. Estas connotaciones irónicas también están presentes en la
secuencia sobreexpuesta de la boda, en el rostro de la angelical, pero fría,
Dominique, o en el frágil busto que Karol observa constantemente y que le
recuerda a Dominique. Sólo hacia el final del film, el tono se torna más oscuro,
evidenciando la paradoja del anterior uso del blanco como símbolo de lo neutral,
de lo igualitario, y sin embargo, de la ausencia de los mismos.
Trailer de "Tres Colores: Blanco (Trois Couleurs: Blanc,
1994)"
Karol consigue no tan solo ser igual, sino “más
igual” que muchos otros de su país y puede ya optar y circular libremente fuera
de Polonia. Por lo tanto, una de las ideas principales, y parcial respuesta a la
pregunta sobre el motor principal del renacimiento de Karol, es la idea de la
falsa teoría de la igualdad en cualquier sistema político. Un sistema político,
de naturaleza piramidal, donde ser “igual” significa poder ser humillado por más
individuos, e incluso por una sociedad al completo, si hablamos de la base del
sistema. O el anterior sistema socialista, donde ser “igual” significaba no
aspirar libremente a “no ser igual”. Así pues, la mutación de Karol, viene
determinada principalmente por la mutación de su propio país hacia el nuevo
sistema económico, en un simil de la contradictoria condición humana, donde,
como decía Kieslowski, nadie quiere ser igual a los demás.
Sin
embargo, a todos nos gusta hablar de Igualdad.
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