Raymond Carver
DE MAÑANA, PENSANDO EN EL IMPERIO
Traducción de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich
Oprimimos nuestros labios contra el borde enlozado de las tazas
y sabemos que esta grasa que flota
sobre el café un día nos detendrá el corazón.
Los ojos y los dedos caen sobre la vajilla de plata
que no es de plata. Más allá de la ventana, las olas
baten contra los descascarados muros de la vieja ciudad.
Tus manos se alzan del rústico mantel
como para profetizar. Tus labios tiemblan...
Deseo decir al demonio con el futuro.
Nuestro futuro está profundamente enterrado en la tarde.
Es una calle estrecha con un coche y un cochero,
un cochero que nos mira y que vacila,
después sacude la cabeza. Mientras tanto,
con toda frialdad casco el huevo de una hermosa gallina Leghorn.
Tus ojos se velan. Dejas de mirarme y miras el mar
por encima de los techos. Hasta las moscas están quietas.
Casco el otro huevo.
Sin duda nos hemos disminuido uno a otro.
y sabemos que esta grasa que flota
sobre el café un día nos detendrá el corazón.
Los ojos y los dedos caen sobre la vajilla de plata
que no es de plata. Más allá de la ventana, las olas
baten contra los descascarados muros de la vieja ciudad.
Tus manos se alzan del rústico mantel
como para profetizar. Tus labios tiemblan...
Deseo decir al demonio con el futuro.
Nuestro futuro está profundamente enterrado en la tarde.
Es una calle estrecha con un coche y un cochero,
un cochero que nos mira y que vacila,
después sacude la cabeza. Mientras tanto,
con toda frialdad casco el huevo de una hermosa gallina Leghorn.
Tus ojos se velan. Dejas de mirarme y miras el mar
por encima de los techos. Hasta las moscas están quietas.
Casco el otro huevo.
Sin duda nos hemos disminuido uno a otro.
Raymond Carver
Diario de Poesía No. 12
Otoño de 1989
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