Julio Cortázar |
III CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA
Cuatro escritores evocan
la modernidad de Julio Cortázar
Nélida Piñón, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez y Juan Luis Cebrián revisitan al autor
FRANCESC RELEA Buenos Aires, 17 NOV 2004
La sala de actos del Museo de Artes Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) estaba abarrotada en el primero de los cuatro foros sobre el escritor argentino que ha organizado en Buenos Aires la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, creada en 1993 por la Universidad de Guadalajara (México) por iniciativa de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.
Nélida Piñón destacó el carácter innovador de Rayuela -"sabía como pocos emprender nuevos espacios narrativos", dijo-, aunque en su intervención eligió el cuento Casa tomada, que describió como "uno de los relatos más emblemáticos" del autor. Recordó la escritora brasileña su primer encuentro con Cortázar a mediados de los setenta, en Nueva York. Le impresionaron "la imponencia física" y el carácter afable del interlocutor, "tocado por la seducción divina".
Cebrián conoció a Cortázar a principios de los ochenta en Madrid, en una cena en casa del académico español que duró horas. Fue una conversación larga y amena, en la que se habló de la revolución sandinista en Nicaragua, la transición española, la Cuba de Fidel Castro que desengañó a Cortázar a raíz del caso Padilla, y, cómo no, de literatura.
Cebrián recordó el boom de la literatura latinoamericana (García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, el propio Cortázar, entre otros) que influyó a protagonistas destacados de la transición española como Juan Carlos de Borbón, Felipe González y al mismo Cebrián, que en aquellos tiempos era el flamante director del diario EL PAÍS, nacido un año después de la muerte de Franco.
El libro elegido por Cebrián para su intervención fue Historias de cronopios y de famas, la primera obra de Cortázar que cayó en sus manos y que describió como "un mensaje absoluto a la inteligencia". "Fue el artífice de un mundo propio y universal, como Kafka y Proust".
"Es el argentino que se hizo querer de todos", dijo de él Gabriel García Márquez, quien en su día no quería dar crédito a la noticia de The New York Times que anunciaba la muerte de Cortázar. Lo recordó Carlos Fuentes en una intervención que reprodujo las palabras de Gabo de aquel 12 de febrero de 1984: "No te creas todo lo que leas en los periódicos".
Fuentes conoció a Cortázar antes de conocerlo, a través de la revistaSur. El encuentro directo fue más tarde en el apartamento de París, donde un joven de aspecto aniñado abrió la puerta: "Pibe, vengo a ver a tu papá". "Che, soy yo", respondió el novelista argentino. Fuentes escogió Rayuela, una obra "de dos espacios: París y Buenos Aires".
Tomás Eloy Martínez empezó a leer a Cortázar antes de los 25 años. Descubrió al novelista en una presentación en Buenos Aires de un libro de José Donoso. Muchos de los asistentes llevaban bajo el brazo un libro misterioso que resultó ser Las armas secretas. Cuando Eloy Martínez fue a por él en una librería, el vendedor le advirtió: "Se parece a Borges". "Rápidamente me di cuenta de que no había entendido nada", recordó.
"Lector devoto" de Cortázar, Eloy Martínez dedicó un recuerdo a aquel diciembre de 1983, cuando el escritor volvió a Buenos Aires, dos meses antes de su muerte: "Felipe González, François Mitterrand, Belisario Betancour, eran sus amigos, pero nunca logró la media hora de audiencia que le pidió al presidente de Argentina. Quizá el mejor elogio de la noche llegó al final, cuando Tomás Eloy Martínez dijo que Cortázar "se lee cada día mejor porque escribe cada día mejor. Tiene 90 años [nació el 26 de agosto de 1914], pero está como un adolescente, destinado a no morir".
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