miércoles, 6 de septiembre de 2000

Rosa Montero / "La pasión amorosa es la única ambición permitida a la mujer



Rosa Montero: "La pasión amorosa es la única ambición permitida a la mujer"

Un libro recopila las 18 historias de parejas famosas publicadas en EL PAÍS



LUCÍA ARGOS

Madrid 26 SEP 1999


Hombres y mujeres han sucumbido por igual a la pasión amorosa a lo largo de la historia. Contra ella no hay antídotos, sólo redes. Pero mientras ellos la han podido compartir con otros intereses públicos y privados, "a la mujer no se le ha permitido otra ambición en la vida que la amorosa, lo cual ha contribuido a obsesionarlas más con un sentimiento de por sí obsesivo", dice la escritora Rosa Montero en Pasiones (Aguilar). La autora recopila 18 historias de parejas famosas que publicó en El PAÍS entre 1997 y 1998.
¿Han dado ellos siempre amor buscando sexo y ellas sexo pretendiendo amor, como ha hecho creer el tópico? Las historias elegidas, desde Juana la Loca y Felipe el Hermoso hasta Liz Taylor y Richard Burton, dan pie a Montero para reflexionar sobre las diferencias de género a la hora de amar, si es que las hay al margen de las costumbres impuestas por la cultura. Lo cierto es que las heroínas del amor romántico no tenían muchas otras cosas con las que llenar sus días. Para ellas, las redes del amor eran trampas de rinoceronte en las que quedaban ancladas hasta el paroxismo. Y no consiguieron con ello un papel muy creativo en el arte o la literatura. En opinión de Montero, los creadores, "hombres en su mayoría", han jibarizado los sentimientos de la mujer presentándolos como simples "atributos femeninos" muy a menudo. "En cuanto hay una situación literaria que vive el hombre se trata de algo importante, de un trasunto de la realidad humana. Si la protagonista es una mujer, se ve como algo exclusivamente femenino, que no trasciende. Y esto sigue pasando con el 80% de la crítica actual".En las relaciones de hoy día, la diferencia es mucho más borrosa, opina la autora. "Nuestras pasiones serán menos patológicas en tanto que nuestras condiciones sociales sean menos enfermizas. Porque", asegura, "cuando una sociedad victimiza a un grupo social lo convierte en enfermo". En cualquier caso, la pasión amorosa es para Montero ya de por sí una enfermedad, "un invento de la imaginación que consiste en crear al otro; un sueño dañino". Pero, "¡pobre del que no lo haya conocido!", advierte a renglón seguido. Quien lo dice es una apasionada declarada.
El ser humano lleva siglos y miles de páginas escritas intentando explicar esta locura transitoria. Un intento vano. "Todos queremos controlar lo incontrolable, lo cual es impermeable al aprendizaje".
El motor, si no es común a todas las culturas, ha adquirido desde el romanticismo una dimensión que Occidente exporta hoy al resto del planeta: un intento de compartir el pánico. "Se ama contra la muerte, como una manera de escapar de ese despeñarse hacia la nada que es la vida", escribe Montero.
Pánico o perdición. Así debieron vivir su pasión algunos de los personajes que ha rescatado. La lectura de las horas perversas que se dedicaron mutuamente los poetas Rimbaud y Verlaine o el relato de los golpes que recibía Lillian Hellman de su adorado Dasshiell Hammett reflejan en toda su crudeza la cara y cruz de la pasión: la cara del sueño inventado y la cruz que surge cuando la realidad acaba por corroerlo.
Desmitificar el amor
Estos ejemplos servirán a unos para desmitificar el amor. A otros para reconocerse. Porque entre los extremos novelescos vividos por las parejas célebres hay toda una gama de situaciones que cualquier mortal ha experimentado en sus momentos de pasión.
Rosa Montero se ha metido en el pellejo de los personajes elegidos. Quería saber cómo veían su mundo, "hasta intentar imaginar qué pesadillas tendrían por las noches". Observar el comportamiento de algunos de ellos "era como entrar en las fronteras del ser". La escritora dice haberse asomado "a una negrura que te estremece, porque de hecho la conoces". Sin renunciar a los sobresaltos y vaivenes de la pasión, éste no es el único tipo de amor, quiere subrayar la autora de Pasiones. "Hay otro, el heroico, el que consiste en conocer al otro y, pese a ello, persistir en amarlo". Está convencida de que merece la pena intentarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de septiembre de 1999

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