martes, 28 de marzo de 2006

Muere a los 84 años el escritor polaco Stanislaw Lem, autor de 'Solaris'


Stanislaw Lem

Muere a los 84 años el escritor polaco Stanislaw Lem, autor de 'Solaris'



El escritor, que falleció en Cracovia, era uno de los grandes maestros de la ciencia-ficción

JACINTO ANTÓN
Barcelona 28 MAR 2006

El escritor polaco Stanislaw Lem, uno de los grandes maestros de la ciencia-ficción y una enorme voz de la literatura europea en general, falleció ayer en una clínica de Cracovia a los 84 años a causa de problemas circulatorios. Lem nació en 1921 en Lwow (Polonia), actualmente Lviv (Ucrania), y estaba considerado como uno de los grandes intelectuales contemporáneos polacos. Ha sido traducido a 40 idiomas y ha vendido más de 27 millones de ejemplares de sus libros, entre los que se cuentan títulos como Ciberiada y, sobre todo, Solaris,llevado al cine y al teatro.
Lem, que padecía una fuerte sordera, se caracterizó por su amplia cultura, su humor negro y su interés de raíces filosóficas por el desarrollo de la humanidad.
Con la muerte de Stanislaw Lem desaparece la gran referencia de la ciencia-ficción centroeuropea, un maestro de la especulación científica, filosófica y política que contribuyó a dignificar el género y a difuminar las fronteras, a menudo tan absurdas, que lo separan de la corriente general de la literatura.
Lem ha sido traducido a 40 lenguas, entre ellas el castellano, al que desde hace años se vierten regularmente sus obras, editadas por Minotauro, Edhasa y Alianza, y ha vendido más de 27 millones de ejemplares de sus libros. Es Lem una figura mayúscula cuyo nombre cabe situar, por su interés por la sociedad y el ser humano, junto al de H. G. Wells. Se le ha relacionado por su espíritu crítico y mordaz con Swift o Voltaire. Ese espíritu le hizo ser expulsado de la asociación de escritores de ciencia-ficción norteamericanos, de la que era miembro honorífico, en 1973 por señalar que el género en EE UU era de muy baja calidad.
Pese a que comúnmente se le califica de escritor de ciencia-ficción, es difícil circunscribir sus libros, en los que hay humor, pero también crueldad y un sentido muy polaco de lo grotesco, a géneros y temas (escribió poesía y ensayos). Dos de sus obras más interesantes, La investigación y La fiebre del heno, pueden adscribirse a algo así como una mezcla de policiaco y metafísico. Ambas novelas se centran en la pesquisa sobre extraños casos -desaparición de cadáveres en una morgue, en el primero, y extrañas muertes coincidentes en la otra-, que ponen en tela de juicio la visión racional comúnmente aceptada de la realidad e invitan a apasionantes reflexiones epistemológicas.
Seguramente, la imagen que primero le vendrá a la gente al recordar a Lem es la del mar pensante de Solaris (1961), su novela más conocida, llevada al cine de manera sumamente poética por Andrei Tarkovsky -ganó un premio en Cannes en 1972- y luego otra vez, con menos fortuna, en 2002, por Steven Sodenbergh, con George Clooney. La novela fue llevada al teatro en Polonia, donde Lem era muy popular.
El tema del contacto entre humanos y extraterrestres lo trató también en otra de sus grandes novelas, El invencible, asimismo con una visión problemática de esa relación: los alienígenas matan a todos los humanos de la nave espacial del título.
Las maravillosas y absurdas historias del cosmonauta Tichy -recogidas en los volúmenes de Diarios de las estrellas o en Congreso de futurología- constituyen otra de las obras más populares de Lem. Es difícil que alguien olvide, después de leerla, la hilarante aventura en que Tichy, atrapado en una paradoja espacio-temporal, se va encontrando con diferentes versiones de sí mismo: uno de los grandes momentos de la ciencia-ficción. Pirx, el piloto, es otro de sus grandes personajes.
La vida de Lem, que él mismo relató en una obra autobiográfica, Wysoki Zamek (1966), ofrece algunas claves sobre su producción. Estudió Medicina, pero la II Guerra Mundial y la ocupación nazi le obligaron a dejar esos estudios y a trabajar como mecánico. Aunque de ascendencia judía, Lem y su familia pudieron evitar la deportación y el exterminio. Tras la guerra, su ciudad pasó a formar parte de la Unión Soviética y fue repatriado a Cracovia. Su labor en instituciones científicas como ayudante de investigación fomentó en Lem el interés por la metodología de la ciencia, mientras que su obligado contacto con el comunismo totalitario le inclinó a escribir sobre utopías, a cultivar una mirada ferozmente satírica sobre las burocracias y a desarrollar una visión pesimista y determinista sobre el ser humano. Summa technologiae es otra de sus grandes obras. Una de sus ideas más curiosas fue la redacción de prólogos y críticas de libros inexistentes, recogidas en las deliciosas Un valor imaginario y Vacío perfecto, respectivamente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de marzo de 2006


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