lunes, 11 de agosto de 2014

Mario Benedetti / En favor y en contra

Mario Benedetti

Mario Benedetti
EN FAVOR Y EN CONTRA



José Saramago
EL GRAN CRONISTA DE LOS SENTIMIENTOS
Un amigo, un hermano
El pAÍS 18 MAY 2009

La obra de Mario Benedetti, amigo, hermano, es sorprendente en todos los aspectos, ya sea por la extensión en la variedad de géneros que toca, ya sea por la densidad de su expresión poética como por la extrema libertad conceptual que usa. El léxico de Benedetti ha ignorado deliberadamente la supuesta existencia de palabras "poéticas" y de otras que no lo son. Para Benedetti, la lengua, toda ella, es poética. Leída desde esta perspectiva, la obra del gran poeta uruguayo se nos presenta, no sólo como suma de una experiencia vital, sino, sobre todo, como la búsqueda persistente y lograda de un sentido, el del ser humano en el planeta, en el país, en la ciudad o en la aldea, en su casa simplemente o en la acción colectiva. Son muchas las razones que nos llevan a la lectura de Benedetti. Tal vez la principal sea ésa, precisamente: que el poeta se ha convertido en voz de su propio pueblo. O sea, en poeta universal.



Juan Abreu
HA MUERTO 
UN POETA DEL MONTÓN
Ha muerto Mario Benedetti, un poeta del montón. Benedetti fue un hueleculo de los Castro y por lo tanto cómplice de tantos crímenes y tantos abusos y tantas celdas tapiadas y tantas torturas y tantos ahogados en el mar y tantos tiroteados tratando de huir de la dictadura de la que Benedetti fue servil empleado.
Benedetti, cómplice del martirio de escritores cubanos mucho mejores que él. Benedetti funcionario de la dictadura mientras pateaban a Reinaldo Arenas, humillaban a Padilla y la policía recetaba electroshocks a René Ariza. Benedetti que nos llamaba delincuentes en 1980 mientras nos lanzábamos al mar.
En El País ya van por cuatro páginas enteras que incluyen apologías de la Caguama Nobel, el ex sandinista Ramírez que dice que “la leyenda se hace carne entre nosotros” y otras sandeces, y una crónica corintellanesca de Juan Cruz. Un desexiliado, dice Cruz qué cruz. Vaya con estos izquierdistas que siempre pueden regresar de sus exilios y terminan ¡en el Panteón Nacional!
El poeta del compromiso, puaf, y la conciencia, puaf. Su alma estaba herida, la voz de su pueblo, puaf, puaf, puaf.
En El Mundo titulan: ¡Un poeta preocupado por el prójimo! Ja, ja, puaf. Siempre y cuando no fueran prójimos cubanos machacados por su amado Fidel. ¿Alguien hablará del daño que tanta poesía vendida, que tanto ripio populachero hizo apuntalando asesinatos y atropellos siempre y cuando se cometieran en nombre del amado Fidel?
La progresía española, tan burra, tan canalla, está de luto.
Hoy es uno de esos días en que me encantaría que existiera el Infierno para que al desembarcar allí Benedetti lo estuviera esperando Arenas y le propinara una merecida patada en el culo.



Alberto Chimal
CONTRA LA POESÍA DE BENEDETTI

Ha muerto, hoy domingo, Mario Benedetti. Nacido en 1920, tenía 88 años y una historia ya larga de padecimientos.
Y ahora mismo, muchas personas desentierran sus versos más famosos y le hacen pequeños homenajes por toda la red: durante décadas (quién sabe si seguirá pasando ahora, que la poesía está tan maltrecha), Benedetti perteneció a la extraña categoría de los escritores verdaderamentepopulares, y sus textos amorosos y políticos sirvieron a millones de jóvenes de habla española para articular y declarar sus afectos y aversiones o hasta para cantarlos, siguiendo las versiones de Nacha Guevara y otros numerosos intérpretes.
Esta fama dio a Bendetti, como a Jaime Sabines, la recompensa de ser un escritor que no necesitó de la validación de los críticos, pero también lo volvió sospechoso de excesiva complacencia, de sentimentalismo, de simplismo. Y fue culpable con una frecuencia alarmante. Peor aún, su obra poética, que se fue recogiendo en ediciones sucesivas llamadas siempre Inventario, deja ver cada vez menos poesía a medida que pasan los años y cada vez más fórmulas, más lugares comunes, más prédicas a admiradores ya convencidos. El padre espiritual de sus poemas pudo haber sido, entre otros, Bertolt Brecht, pero tiene entre sus hijos a Ricardo Arjona y otros todavía peores.
A esto se suma el desgaste de sus ideas políticas, que en su día también fueron popularísimas pero no sólo se atoraron en lo sentimental, sino también en lo dogmático, a medida que se diluían las luchas ideológicas que le inspiraron sus mejores trabajos.
Por otro lado, aun si la totalidad de su poesía termina por ser olvidada o reducida a los equivalentes actuales del cancionero (las cadenas de correo electrónico y los videos de cantautores aficionados en YouTube, tal vez), tarde o temprano habrá que volver, para darle su justo valor, a esa parte mejor de su obra, que está –sospecho– en la narrativa, y concretamente en un puñado de sus cuentos y en dos novelas: La tregua y Gracias por el fuego. La primera es una extensión más dolorosa y melancólica de los temas de su poesía amorosa, centrada en un hombre mayor y (además) lejos de la imagen idealizada del “hombre libre” que el propio Bendetti ayudó a construir en el ideario latinoamericano del siglo pasado. La segunda es su obra más arriesgada: la narración de la vida y la muerte de un uruguayo aplastado a la vez por el poder político que oprime a su país y por los conflictos, imposibles de resolver, con su padre. Una y otra pelea, con el telón de fondo de la crisis moral de un país que no supo oponerse al poder (el libro estuvo censurado en los años setenta, durante lo peor de las dictaduras sudamericanas), compiten en el texto y terminan, literalmente, por destruir al personaje que intenta librarlas y fracasa en las dos.
Tal vez el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor como Benedetti, que tantas veces se dejó llevar por lo simple y lo cursi, es recordar sus textos menos sentimentales y más difíciles. Los mejores momentos de Gracias por el fuego, por ejemplo, son los que muestran a los personajes abandonando su pose de víctimas inocentes y examinando su responsabilidad en los males (íntimos y sociales) que lamentan. La mayoría de nosotros no realiza nunca, en toda su vida, un acto de sinceridad semejante.
mariobenedetti
(Entre paréntesis: es muy fácil criticar a quien confunde saberse una canción de amor con tener conciencia política –o una verdadera idea del amor–, pero son peores quienes utilizan la canción para recordar sus “tiempos de rojillos” mientras practican todo lo contrario de lo que su autor favorito defendía.)


ALBERTO CHIMAL 
Mario Benedetti (1920-2009), Las Historias, 17 de mayo de 2009 




Vilariño y Benedetti
COINCIDENCIAS Y CONTRASTES
Por José Miguel Oviedo
Perú 21, 26 de mayo de 2009
La poeta uruguaya Idea Vilariño (1920) murió el 28 de abril de este año, y su compatriota y coetáneo Mario Benedetti dejó de existir el 17 de mayo. Estas son dos grandes pérdidas para la literatura de su país y para las letras de toda Hispanoamérica. Aunque no es fácil encontrar dos escritores más distintos que ellos dos –y la primera mucho menos conocida que el segundo–, se trata de dos de los más importantes miembros de la llamada 'generación del 45’, una brillante promoción de escritores uruguayos a la que pertenecían también los críticos Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama, el narrador Carlos Martínez Moreno, entre otros. Este grupo, llamado también la 'generación crítica’, trajo a las letras uruguayas un gran rigor conceptual y formal, una inteligente asimilación de modelos europeos y una profunda preocupación por la realidad y el destino histórico de América Latina. Estos rasgos se reflejaron en las paginas del célebre semanario Marcha, que, lamentablemente, desapareció durante la dictadura uruguaya, que por varias décadas reunió a un gran conjunto de escritores, periodistas, artistas y comentaristas culturales, quienes dieron un valioso testimonio de la actualidad nacional e internacional. Conocí a ambos en La Habana, en 1967, y poco después de haber comenzado a leer sus respectivas obras. Ese contacto me permitió ampliar y continuar frecuentando sus obras y, sobre todo, me permitió disfrutar con ellos horas de un diálogo enriquecedor. Idea era callada, discreta y tímida, una mujer encerrada en su oscuro mundo interior; Mario era sencillo, efusivo, afectuoso y fácilmente accesible, un hombre muy querible que amaba el directo contacto humano. A Idea no la volví a ver más, pero con él tuve encuentros fugaces en Madrid, México y otros lugares donde su largo exilio lo llevó. Idea Vilariño creó una rara poesía de la desolación y exigüidad verbal, en la que cada palabra omitida vale casi tanto como la emitida. Es un gesto radicalmente antirretórico que se basa en una condición escéptica de la condición humana o femenina –aunque no solamente femenina–, donde no hay una presencia divina que consuela ni salidas posibles sino una terca y agria realidad de días parecidos sin sentido, y parecidos unos a otros. El amor es el gran tema de Vilariño, pero como una pasión fría y cruel a la que se le ha arrancado toda su belleza y exaltación, aunque no su intensidad trágica: el deseo conduce a una certeza del desamparo y de la fragilidad irrisoria de todo. La autora publicó más de una decena de libros de poesías. Su producción puede dividirse en dos etapas: la primera, de menor interés, que se inicia con La suplicante (1945), y la segunda –que comienza con Nocturnos (1955)–, que es la que verdaderamente importa, ya que en ella alcanza una máxima concentración verbal gracias a un lenguaje al que se le ha quitado todo lo que no sea imprescindible: un esqueleto o un esquema mínimo para decir lo indecible usando metros breves, versos escuetos y, frecuentemente, una frase larga y acezante . Es difícil encontrar paralelos a la extrañeza y hondura de la obra poética de esta autora. La versatilidad y fecundidad de Benedetti son tales que no es exagerado llamarlo un polígrafo, pues escribió en todos los géneros posibles: desde los habituales (poesía, narrativa, teatro, ensayo) hasta los marginales (humor, traducción, letras para canciones), en muchas décadas de infatigable producción literaria y periodística que desborda sus numerosos libros y anda dispersa por periódicos y revistas de todo el mundo. Benedetti se define, pues, como un escritor que reacciona de manera inmediata a los acontecimientos que ha vivido, a veces con la riesgosa facilidad de un cronista. Su punto de vista es el de un observador lúcido de la clase media urbana, a la vez como parte de ella y como un crítico acerbadamente distanciado de sus mitos, cegueras y conformismos. En su primera etapa –destaca La tregua ( 1960 )– quiso ser un escritor latinoamericano que responde a las cuestiones urgentes de su historia, no importa dónde ocurran. Eso se aprecia en su novela Gracias por el fuego (1965), en la que utiliza su breve experiencia estadounidense para hacer la crítica de los modelos asumidos por la burguesía nacional. El asunto político cobró progresivamente más fuerza en su obra, adoptando muchas veces un corte militante y esquemático. Su activismo continental hizo que seguir viviendo bajo la dictadura de su país le resultase muy riesgoso y tuvo que exiliarse y buscar refugio en otros países, pasaje que él llama “desexilio” y del que ha dado testimonio en su novela Andamios, publicada en 1998. Al lado de sus indudables méritos, sus mayores defectos fueron su tendencia a prodigarse demasiado, a escribir y publicar con excesiva facilidad, y a caer en el mismo simplismo ideológico que celebran algunos pero que ha nublado la visión critica de tantos escritores latinoamericanos. Sea esto dicho sin dejar de reconocer, simultáneamente, que fue un hombre de letras cuya ausencia será lamentada por una gran multitud de lectores.


Juan Cruz


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Tuve incidentes con él, cómo no, pero no tuvieron que ver con los libros; le organizamos viajes, y a algunos fui con él. Lo peor que llevaba era la vida en los hoteles grandes, "donde a uno se le enfría el café si se lo traen desde la cafetería a la habitación", y era muy meticuloso con el pescado: odiaba las espinas. No era una manía circunstancial: Mario lo exigía, era muy preciso en eso: 
-Juan, y recuerda que no quiero espinas.

Y no habría espinas. Y si por casualidad aparecía alguna en el pescado, Mario levantaba la mirada, enfurecido. Era asmático, ya digo, y los que somos asmáticos sabemos que eso confiere al ser humano unas manías que cualquier otro no tiene.

(...) Iba a los sitios con su maletita de cuero, sacaba de ella algunos papeles donde guardaba apuntes con cuestiones pendientes, y elaborábamos proyectos o nos reíamos un rato de lo que estuviera pasando; había un tema tabú, Cuba; tenía mucha gratitud a la Revolución cubana, que le acogió en el punto culminante de su exilio, y no soportaba las críticas a Castro. Pero ese asunto no se trataba, mejor lo dejábamos.


Juan Cruz Ruiz
Egos revueltos




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