Álvaro Mutis Fotografía de Daniel Mordzinski |
Álvaro Mutis
'Tengo una relación muy difícil
con mi obra.
Y es cada vez peor'
MIGUEL MORA Madrid 29 ENE 2002
Álvaro Mutis (Bogotá, 1925) recibirá el próximo 23 de abril en Alcalá de Henares el Premio Cervantes 2001. Será en un acto presidido, como siempre, por los Reyes, lo cual hará feliz a este gran escéptico, que siempre se ha definido como 'gibelino, monárquico, legitimista y anarquista', y que no descarta que su afecto por la realeza se deba, entre otras cosas, a que vio la luz un 25 de agosto, 'día de san Luis, Rey de Francia'.
Mutis ha venido a España, como prometió antes de que le fuera concedido el premio en diciembre pasado. Tenía un compromiso con la Casa de América: la Semana de Autor dedicada a su figura, en la que hay una exposición de sus libros, cine inspirado en su literatura (hoy se proyecta Ilona llega con la lluvia, de Sergio Cabrera, y mañana, La mansión de Araucaíma, de Carlos Mayolo) y tres encuentros literarios.
Mutis inauguró las actividades con humor y generosidad, y habló de todo, incluso de su antigua estancia en la cárcel, aquella que García Márquez explicó así: 'Estuvo por un delito del que disfrutamos muchos escritores y artistas, y que sólo él pagó; permaneció los 16 meses que él considera los más felices de su vida'.
Como es habitual, Mutis dejó varias frases sabrosas: 'En América Latina, la popularidad de algunas dictaduras hace que parezcan la viva demostración de la democracia'. 'Nunca he pensado en la identidad. Pero en mis 40 años de poesía y los demás de novela siempre aparece el mismo paisaje: la Tierra Caliente, los cafetales, los cámbulos florecidos, los ríos torrentosos'. 'Tengo una relación muy difícil con mi obra. Y cada vez es peor. Cuando termino algo, no me quedan sino dudas. Tantas dudas, que cuando las críticas son malas pienso que pueden tener razón'. 'Hago una autocrítica muy aguda sobre la justeza de cada palabra y el ritmo de cada frase. Escribo una y otra vez, y rompo mucho. Quemé dos novelas completas. Una, sobre los últimos días de Bolívar, la otra, sobre un episodio de violencia en Colombia. A la chimenea'.
Pregunta. ¿Así que se puede ser monárquico y anarquista a la vez?
Respuesta. Ser monárquico con esa convicción en este mundo es una prueba evidente de anarquía. Quisiera eliminar todo tipo de gobierno e instaurar la monarquía en el mundo: eso es anarquía. Hubo bastantes anarquistas en mi familia, así que serlo me conecta con mis raíces. Y monárquicos: en mi niñez se hablaba del reinado de Alfonso XIII como de una cosa inmediata, que sucedía muy cerca.
P. ¿Y de dónde le viene esa pasión confesa por Bizancio?
R. Desde joven me llamó mucho la atención la posibilidad histórica de una capital de Occidente a las orillas de Asia Menor. ¿Qué habría pasado si la capital del cristianismo hubiera sido Bizancio en vez de Roma? Bizancio era fascinante, una mezcla muy inusual de caos y sentido estético de las cosas. Su historia de crímenes e intrigas en la corte es extraordinaria.
P. ¿Por eso dice que el último acontecimiento político que le importa es la toma de Constantinopla por los turcos en 1453?
R. Sí, el 29 de mayo de 1453. Pero también he dicho alguna vez que aún no me repuse del funesto viaje de Enrique IV a Canossa para rendir pleitesía al papa Gregorio VII en el año 1077.
P. Creo que Rafael Alberti publicó uno de sus primeros libros.
R. Sí, cuando dirigía, con Guillermo de Torre, la colección Poetas de España y América en Losada publicó Los elementos del desastre.
P. ¿Conoció a Alberti?
R. Sí, era un ser extraordinario.
P. El primer poema de Maqroll decía: 'Su uso cotidiano es un antídoto eficaz contra la incredulidad y la dicha inmotivada'. ¿Sigue vigente eso? ¿Es ése el mensaje de Maqroll?
R. Absolutamente. No te alegres, que las cosas no son así. Y acepta las cosas como vienen.
P. O sea, que el hombre ha fallado como especie.
R. Mire el mundo. No hay más que mirar el mundo. Un cuarto de la Amazonia ha sido arrasado, destrozado, convertido en desierto. Y eso que dar tres pasos allí cuesta un esfuerzo enorme.
P. ¿Sigue escribiendo poesía?
R. Nunca dejé. Cuando escribo novelas manejo los mismos elementos y las mismas obsesiones.
P. ¿Y es posible que siga sintiendo inseguridad por lo que escribe?
R. Cada vez peor. Siempre siento que debería haber agregado algo. Pero no quiero hablar de ello. Me produce angustia. Por eso casi nunca abro un libro mío cuando se ha publicado.
P. ¿Entonces los premios no se los dan a usted?
R. Los premios se los dan a los libros tal y como están, lo cual me produce cierta satisfacción porque supongo que si los premian querrá decir que no están tan mal.
P. ¿Qué puede salvar el mundo? ¿La amistad? ¿El amor? ¿La cultura tal vez?
R. Salvarnos lo veo difícil. La amistad, desde luego, puede ayudar. Pero necesitamos recuperar la piedad por nuestros hermanos, que se acabó. Y una especie de conciencia de saber que no somos estas sombras en las que nos estamos convirtiendo.
P. Pero usted ha vivido una vida plena, ¿no?
R. Sí, aunque nunca he podido vivir de mi vocación literaria. Siempre me acuerdo de Epicuro, que dijo: 'Huye, afortunado, con todas las velas desplegadas, de cualquier forma de cultura'.
P. ¿O sea, que la cultura puede llegar a perjudicar?
R. No saquemos conclusiones precipitadas. Epicuro también dijo: 'Vive secreto'.
P. La cárcel en la que usted estuvo preso, Lecumberri, en México DF, ha sido convertida en archivo. ¿Qué le sugiere eso?
R. Me parece bien.
P. ¿Cómo fue su experiencia?
R. Me enseñó muchas cosas que antes sólo intuía. Fue un periodo muy formativo. Pero no quisiera volver. Claro, que tampoco volvería al colegio.
P. Por eso no sacó el título de bachiller...
R. No podía perder el tiempo estudiando porque estaba leyendo Los orígenes de la Francia contemporánea, un libro muy interesante.
P. También porque le interesaba más el billar...
R. Es que el billar es mucho más inteligente que el álgebra.
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