Tres nuevas escritoras italianas
Italia es nombre de mujer
Tres escritoras protagonizan el relevo literario transalpino
Llegan cargadas de premios y de elogios. Comparten un cierto interés por analizar relaciones familiares problemáticas y una tendencia a describir ambientes alejados de los focos, tristes, melancólicos. También las une una actitud poco acomplejada hacia el país del que proceden, extraño y caótico. Maravilloso e incomprensible. Son mujeres y además son jóvenes, lo cual es una noticia, siendo su país un lugar en el que, en la mayoría de los casos, las chicas aparecen en la prensa sólo por haber tenido alguna relación con un famoso o con el primer ministro. Traen aire fresco. Son tres autoras que acaban de ver traducidas al castellano (y dos al catalán) sus primeras novelas y de las que en Italia se ha hablado mucho. Cada una con un estilo diferente, se han transformado en embajadoras de una especie de naciente Edad de oro de las letras transalpinas. ¿Estamos ante una ola de nuevas voces italianas? ¿Ha calado el mensaje de Roberto Saviano? ¿Existe un filón femenino que conecte con el fenómeno Paolo Giordano? Veamos quiénes son los “números primos” de este otoño literario “all’italiana”.
Por DULCIA ESPUNYMICHELA MURGIA
Las palabras como armas
Es la más madura de las tres autoras que aparecen en este reportaje. Michela Murgia nació en 1972 en Cabras, un pueblo de poco más de 9.000 habitantes en la costa occidental de Cerdeña. El hecho de haber nacido en una isla es para ella un legado y un reto importantísimo. Su visión de la sociedad -definida por algunos en Italia, a su pesar, como “periférica”- busca una narración con trasfondo ideológico. “Doy un gran valor político a las historias que escribo y que leo”, dice Michela, que no tiene problemas en definirse como intelectual en el sentido gramsciano del término: “Un mediador entre la gente y la comprensión de la realidad”. Estudió filosofía y teología mientras se ganaba la vida trabajando como teleoperadora. De esa experiencia surgió un blog que pronto se transformó en su primer libro, Il mondo deve sapere (“El mundo tiene que saber”), un diario sobre las nuevas formas de explotación laboral que fue trasladado con éxito a la gran pantalla, en 2008, de la mano del director Paolo Virzí (Tutta la vita davanti). Pero es con La acabadora, novela que en junio publicaron en castellano Salamandra y en catalán Proa, que Michela Murgia se ha ganado la atención del público y de la crítica. Publicada en Italia por la exquisita editorial Einaudi, estuvo durante meses encabezando la lista de los libros más vendidos allí y se ha traducido también al holandés, al inglés y al alemán. Con esta historia mágica que cuenta la problemática relación entre una niña y su “segunda madre”, Murgia ganó el Campiello en 2010, entre otros premios.
“La acabadora -dice Michela- nació como un acto de rebeldía contra la retórica de la familia natural”. Muchos la catalogaron como una novela sobre la eutanasia, pero para su autora es, sobre todo, un fresco que parte de una historia personal. Michela ha sido, como la protagonista de su novela, fill’e anima, nacida en una familia y criada en otra. La “adopción del alma” es una tradición muy arraigada en Cerdeña, sin ser legalmente aceptada. Porque, dice la autora, “a veces la voluntad puede valer más que la sangre”. Tampoco el trabajo de la acabadora es legalmente reconocido, pero en toda sociedad rural, como la de la Cerdeña de los años 1950 descrita por Murgia, existe una figura que se encarga, bajo petición, de acompañar a los agonizantes hacia una muerte “digna”. El estilo de Murgia es duro y poético a la vez. Ella misma admite comparaciones con el realismo mágico latinoamericano, sin perder de vista el objetivo: narrar una historia que también pueda ser un arma. Quizá esto suceda debido a la pasión política que la mueve y a su dicotomía identitaria: “Tardé años en aceptar mi bilingüismo y en sacarle provecho. Por ejemplo, en sardo no usamos afirmaciones categóricas, somos muy posibilistas, y esto nos lleva a fiarnos poco de los demás”. En su blog revela esta faceta más comprometida, la de la mujer que ha tenido un éxito y una exposición poco habituales y que, desde su guarida en la costa de Cerdeña (que comparte con un marido tímido y mucho más joven), sabe utilizar las palabras para mover masas. ■
Silvia Avallone |
SILVIA AVALLONE
El origen del “boom”
Lo de Silvia Avallone y su fulgurante debut De acero (publicado en castellano por Alfaguara y en catalán por Edicions 62) es el fenómeno literario-mediático que toda editorial quisiera orquestar. Y ha salido redondo, sin trampa y sin que nadie, incluida la misma autora, se lo pudiese imaginar. Tiene todos los ingredientes: una historia bien tramada, una relación algo morbosa entre dos adolescentes tremendamente guapas, una ambientación polémica y original en la ciudad industrial de Piombino (abandonada de la mano de Dios), una pizca de picardía, unas cuantas cucharadas de denuncia social (las relaciones familiares, el rol de la televisión, el modelo berlusconiano…) y una autora tan joven y tan bella que haría prescindible el trabajo del mejor de los jefes de prensa.
Todo empezó en enero de 2010, cuando la gran casa italiana Rizzoli lanzó los primeros book-trailers anunciando la salida de un debut arrollador que dejaría boquiabiertos a millones de lectores. Y así fue: por esos días, la poetisa Silvia Avallone, nacida en 1984 en la provincia piamontesa de Biella y licenciada en filosofía por la Universidad de Bolonia, empezaba a dar sus primeras entrevistas. Todos se quedaban estupefactos frente a su inteligencia y familiaridad con los medios. La autora perfecta con el romanzo perfecto por fin había llegado al gran público. En pocos meses se vendieron más de 400.000 ejemplares y todavía no habían aparecido los premios: Campiello, Flaiano, Fregene…
Su carrera parecía interminable y en la prensa ya se empezaba a hablar de una digna sucesora del “fenómeno Paolo Giordano”, el autor que en 2008, con La soledad de los números primos, había pulverizado todos los récords de premios y ventas con tan solo 26 años. El 2 de julio de 2010, sin embargo, Silvia Avallone y sus centenares de miles de fans tuvieron la primera y única decepción tras tantos meses de protagonismo: De acero se quedaba, por un puñado de votos, en el segundo escalón del podio del prestigioso Premio Strega. El ganador fue Antonio Pennacchi, que a sus 60 años dejaba claro que a una generación entera de escritores veteranos no se les podía dejar en la cuneta como si nada. Silvia no parece haber salido tocada de ese revés; es más, en los días de promoción que pasó en España apareció más entusiasta y optimista que nunca, relatando cómo incluso la adaptación cinematográfica de la obra le trae, honestamente, sin cuidado: “Ése no es mi trabajo, tengo total confianza en el director y el guionista”, decía.
Avallone ha sido comparada con autores como Vladimir Nabokov, Émile Zola, Pier Paolo Pasolini o Roberto Saviano. Y es justamente a este escritor, condenado a vivir bajo escolta por las amenazas de la Camorra, que Silvia se encomienda cuando le preguntamos sobre la supuesta nueva ola de escritoras sociales que llegan del país transalpino. “Roberto ha sido el que ha dado el empujón para que todos empecemos a enfrentarnos a la realidad más escondida. Ahora lo que queremos es contarla. Italia no es lo que se ve en la tele, pero tampoco es lo que aparece en los medios internacionales”. De acero ha sido traducida en muchos países europeos. En Italia sigue despertando debates y, sobre todo, sigue creando escuela. ■
Viola Di Grado |
VIOLA DI GRADO
La nueva promesa
La autora que parece haber tomado la herencia de las dos historias anteriores es una jovencísima siciliana de pelo rubio, ojos misteriosos y un extraño look entre lo gótico y lo oriental. Viola Di Grado es el contrapunto que llega para dejar claro, una vez más, que de todo se aprende y de todo se puede uno aprovechar. Literalmente, ya que, como Camelia, la protagonista de su primera novela (Setenta acrílico treinta lana, publicada en castellano por Alpha Decay), Viola es una coleccionista de prendas de segunda mano. Las corta, las pega, las transforma y las colorea. La moda le apasiona, pero sólo para hacerla suya de la manera más original. Es así como se introduce Viola Di Grado en el panorama actual de las letras italianas. Su novela, publicada por la indie E/O a finales de 2010, ha sido saludada por la prensa como una revelación total. Sobre ella se publicaron reportajes bajo el titulo de “La nueva Avallone, versión dark”. Y es que, como lo joven estaba de moda, editores y agentes se habían lanzado a la desesperada búsqueda de nuevos talentos a explotar. Con Viola Di Grado dieron en la diana. Algunos de los más respetados críticos literarios italianos la encumbraron como el hallazgo más prometedor del año, sobre todo por la originalidad de su estilo. Efectivamente, Viola retrata con una madurez precoz la difícil relación entre una hija, obsesionada con las lavadoras, y una madre en estado de shock por haber perdido al marido en el accidente que le reveló la existencia de una amante.
Los ingredientes que la han llevado a ganar prácticamente los mismos premios que Murgia y Avallone (Campiello, Rapallo, finalista del Strega, etc.) son, si cabe, más sofisticados. El éxito de la novela reside en la mirada, extraña y “extranjera”, que la autora arroja sobre un mundo que no le pertenece. El acto mismo de destripar los vestidos es, para Camelia-Viola, una señal de rebelión masoquista hacia una sociedad de la que se siente excluida. Hay dolor y fuerza en la exploración de las relaciones humanas que, tanto el personaje como la escritora (ambas con nombre de flor), practican en una ciudad ajena como es la británica Leeds, “donde el invierno empezó hace tanto tiempo que ni el más viejo del lugar sabe qué hubo antes”.
¿Nuevos talentos para nuevos tiempos? Hija de una escritora reconocida y de un profesor de literatura italiana, Viola nació en Catania hace poco más de 24 años, pero ha vivido en China, en Japón y en el Reino Unido, donde actualmente estudia filosofía oriental. Allí ha forjado su punto de vista, alejada de un país extraño, maravilloso y caótico, en el que la literatura últimamente parece tener que estar ligada a la denuncia social y al compromiso ideológico. No hay mensajes ni polémicas en la historia que ha venido a contar Viola, sólo la personal experiencia de una chica que ha salido a dar un paseo por el mundo y ha vuelto para contar lo duro que puede ser el viaje. Ha sido comparada con Elena Ferrante, Amélie Nothomb, Elsa Morante e incluso con el cine de Takeshi Kitano. Pero a ella tampoco parece afectarle tanta expectación. Los ideogramas chinos son uno de los elementos clave de la novela. Dibujándolos, Camelia descubre la manera de comunicar lo incomunicable. Curiosamente, el ideograma favorito de la escritora Viola es el del vacío: “Representado con la llamas que queman un pajar”. ¿Una catártica hoguera de las vanidades? ■
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