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viernes, 3 de marzo de 2017

Carlos Ruiz Zafón / 'Cuanto menos recordamos, menos somos'

Carlos Ruiz Zafón

Carlos Ruiz Zafón
'Cuanto menos recordamos, menos somos'
Con 'El laberinto de los espíritus', el escritor español cierra su tetralogía.
CARLOS RESTREPO 

2 de marzo 2017 , 11:49 p.m.


“Para mí, todas las historias empiezan con una imagen que uno comienza a visualizar y a la que le va dando vueltas durante un tiempo. En el caso de estas cuatro novelas, la imagen inicial fue esta gran biblioteca, este gran laberinto de libros del ‘Cementerio de los libros olvidados’ ”.Así explica el exitoso escritor español Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964) la génesis del nombre de su famosa tetralogía, con la cual saltó a la fama mundial y ha vendido más de 25 millones de libros, traducidos a más de 50 lenguas.

La saga está conformada por las novelas La sombra del viento (2001), El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus, que Ruiz acaba de publicar y con la que cierra este ambicioso proyecto literario, al cual dedicó más de 15 años de su vida. Lo interesante, como él anota, es que estos libros son “cuatro puertas de entrada” diferentes a la historia para el lector.



Se trata, como el autor le cuenta a EL TIEMPO en esta charla, de una reivindicación de la belleza de la literatura, con un telón de fondo histórico que lleva al lector desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.

Ruiz enfoca su lente en Barcelona, la ciudad que lo vio nacer en 1964 y la que mejor conoce, para dar vida a una serie de personajes memorables.

Además de compartir curiosidades sobre la estructura de esta especie de rompecabezas literario, que el lector podrá ir armando según por donde ingrese, Ruiz le contó a este diario detalles de esa otra faceta suya como músico, casi desconocida. Esa especie de ‘jardín secreto’ que suele ser su refugio, mientras no está luchando con las teclas del computador en alguna historia.

Usted anota que esa imagen del laberinto de los libros remite a una metáfora. ¿A cuál?

Yo comprendí que ‘El cementerio de los libros olvidados’ no solo era una metáfora, digamos, a todo lo que perdemos en la literatura, sino que era algo más amplio: una metáfora sobre las ideas perdidas, sobre las personas olvidadas y sobre la destrucción de la memoria, de la identidad. Era un tema que me preocupaba y que me llevó a construir una historia que tuviera como centro de gravedad esta idea. Porque creo que somos lo que pensamos. Y cuanto menos recordamos, menos somos y menos capaces somos de entender a dónde vamos y de dónde venimos.

También ha dicho que esta tetralogía en últimas es una reivindicación por el placer de la lectura…

En el origen de este proyecto había la intención por mi parte de hacerles un gran homenaje a la literatura, a la tradición narrativa clásica y a todos los géneros. Y algo que yo quería trasmitir era el placer de la belleza del lenguaje, de la palabra escrita, del estilo, de la atmósfera y de los personajes. La tradición narrativa forma parte de la naturaleza humana desde siempre. Desde siempre nos comunicamos a través de historias, pero en el caso de la literatura, tomamos todos esos elementos e intentamos elevarlos a una forma de expresión artística y de creación.

¿Desde un principio tenía pensada la estructura?

Yo tenía un plan inicial bastante trazado, una arquitectura de todo el proyecto. Algo así como un itinerario de viaje, en el cuál sabes de qué estación sales, a cuál llegarás y en cuáles vas parando. Pero también era consciente de que como esto me iba a llevar años de trabajo, lo interesante de un proyecto de este tipo, aunque uno lo tenga muy diseñado desde el principio, es saber que hay que ser muy flexible. Lo más interesante del proyecto es cómo evoluciona de un modo orgánico. Así se van descubriendo nuevos relieves, nuevos ángulos, nuevas intersecciones.

Y detrás de ese placer por la lectura está también, como telón de fondo, el rescate de la memoria de una época…

Esta historia lo que intenta, sobre todo, era recuperar la esencia y la memoria de un tiempo y una época, que es ese período que va desde finales del siglo XIX hasta quizás un poco pasado mediados del siglo XX. Y que particularmente en el caso de Barcelona, de España y de Europa occidental estuvo marcado por las dos grandes guerras, por el mundo que emerge de la Revolución industrial, que en ese momento era un mundo de gran promesa. Y la gran tragedia de este tiempo es que cuando se cuenta con más medios y cuando se piensa que las cosas pueden ir mejor, ese mundo se sumerge en el siglo más sangriento de guerras, de destrucción.

¿Por qué el énfasis en Barcelona?

Yo me centré en Barcelona porque es donde nací y crecí. Creo que en algún momento de su carrera, todos los escritores sienten la necesidad de volver a casa de un modo metafórico. Uno quiere volver al origen y explicarse a sí mismo cuál es la relación con el lugar del que salió e intentar reconstruir esa memoria propia para compartirla con los lectores. Y yo quise explicar ese momento: la Guerra Civil española empieza en 1936 y termina en el año 39, justo cuando empieza la Segunda Guerra Mundial en el resto de Europa. España está sumida en un momento terrible de represión, de venganza del lado ganador. Todo eso crea unas condiciones sociales e históricas de extraordinaria penuria, de revanchas políticas, de presos. Yo intenté situar la saga de una serie de personajes que tienen que convivir con ese momento histórico y cómo evoluciona. Y también retratar el alma de lo que para mí es la esencia, el alma de Barcelona a lo largo de su evolución y conectar todos estos elementos para hacer una reflexión sobre el destino de las personas. Ver cómo las personas evolucionamos por las circunstancias y por nuestra propia naturaleza, y cómo a lo largo de nuestras vidas acabamos siendo una versión u otra de quienes hubiéramos podido ser.

La crítica lo ha comparado con Dumas, Dickens y otros afines, en el sentido de querer recuperar el folletín de suspenso clásico del siglo XIX. ¿Siente que es así?

Como parte de ese homenaje a la literatura, no podían faltar los grandes maestros de la novela del siglo XIX. Una de mis ambiciones era tomar ese modelo de las grandes novelas de Víctor Hugo, Dumas o Dickens para volverlo a armar, pero reincorporando todo aquello que hemos aprendido en el arte de la narrativa a lo largo del siglo XX. Y que viene de muchos medios, no solo de la literatura y de la literatura modernista, sino de otros lenguajes narrativos, como son el cine, la televisión, el cómic. El siglo XX es un periodo de gran experimentación e innovación.

¿Cómo funciona la estructura de la saga y la idea de las cuatro entradas?

Mi ambición no era tanto crear esa saga lineal de cuatro libros que continúan uno detrás de otro, sino crear un laberinto de historias, de personajes y tramas, que una vez estuviera completo con los cuatro libros, el lector pudiera reordenar a su voluntad. Entonces, mientras unos lectores entraron en la lógica como fueron publicados, otros lectores entraron a través de otro de los libros, que les permitía tener una experiencia diferente, una perspectiva diferente sobre los personajes y sobre la historia. Mi ambición era ofrecer una experiencia caleidoscópica.

¿Cómo fue encajar ese rompecabezas gigantesco para no dejar ningún cabo suelto?

Fue complicado porque, precisamente, cada una de las entregas anteriores eran historias muy intrincadas, pequeños laberintos en sí mismos, con muchas tramas y personajes. Entonces tuve que hacer que encajaran todas estas piezas como en un mecanismo de relojería. A esto se une la propia complejidad que tenía El laberinto de los espíritus. Con lo cual siempre he dicho que este es el libro que más esfuerzo me ha requerido, al ser también la piedra de encaje, la parte más difícil de resolver, pero la más satisfactoria.

¿De dónde viene la afición por la música?

Esta es mi segunda vida. A mí la música es lo que más me gusta en este mundo, desde niño, y le dedico mucho. Para mí es una fuente de disfrute, de belleza. Y como a mí siempre me ha gustado la música para cine, entonces me pregunté: ‘¿y por qué no escribo la música para mis propias historias?’ Empecé a hacerlo como un juego para mí mismo, sin compartirlo con nadie. Con los años, cuando la gente comenzó a oírla, decidí compartirla en mi página web para que los otros pudieran disfrutarla. La vida sin música no vale la pena, es la luz que redime e ilumina todo este mundo terrible que vivimos.

¿Qué compositores lo apasionan?

Me gusta la música clásica y el jazz, aunque oigo prácticamente todos los géneros. Y cuando me he aventurado a escribir, lo he hecho en varios géneros. Uno de mis grandes ídolos, que admiro muchísimo desde niño y que tuve la suerte de conocer, es John Williams. Prácticamente me volví a transformar en un niño de doce años, cuando tuve la posibilidad de estar con él en una grabación de su música. Lo hice en Los Ángeles, fue para la grabación de la última Star Wars. Compartimos tiempo y me dedicó la primera página de la partitura orquestal de la obertura de Star Wars. La tengo en mi casa colgada y cada vez que paso por enfrente tengo que hacer una reverencia. Pero, además de ser un genio, es un hombre muy amable y sencillo. Fue un placer estar sentado detrás de él cuando él estaba en el podio de la orquesta grabando la música. Para mí fue un sueño hecho realidad.

¿En qué momento busca su piano?

En el estudio donde yo trabajo tengo un piano al que acudo en busca de refugio. Luego, tengo también un pequeño estudio musical en el que puedo construir pequeñas miniaturas musicales, orquestándolas. Hace dos años tuve la suerte de que una orquesta sinfónica de Barcelona se interesara en esta música, con la que hicimos una serie de conciertos. Tengo pensado grabar un disco y grabar estas piezas para poderlas compartir con los lectores. Es un privilegio poder de vez en cuando escaparme en algún momento del escritorio de la narrativa al mundo de la música.

¿Por qué no le interesa llevar este libro al cine, como lo ha dicho varias veces?

Lo que ocurre es que para mí estos libros, precisamente por su naturaleza, porque son un homenaje a la palabra escrita, no tienen ningún deseo de transformarse en algo más. Y para mí, estas historias están narradas y escritas precisamente como yo las quería construir. Creo que hay que intentar ser fiel a uno mismo y mantener la integridad de los proyectos. Está bien que los libros sean libros, y no todo tiene que ser una serie de televisión, una película o un videojuego.



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