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lunes, 29 de febrero de 2016

La invitación del escritor Guido Tamayo / Construir un juego literario











La invitación del escritor Guido Tamayo: construir un juego literario
CARLOS RESTREPO
 29 de febrero 2016 , 04:49 p. m.

“Muchas veces pasabas la noche en vela, Fernando, y otras pocas dormías unas cuantas horas. Durante el insomnio pensabas mucho y casi nada de lo que te preguntabas tenía respuesta. ¿Quién era tu padre? ¿Por qué eras como eras? ¿Qué le había pasado a tu cuerpo? ¿Dónde estaba tu madre? ¿Por qué te dolía tanto la cabeza? Tantas cosas que te preguntabas en la noche mientras los demás dormíamos el sueño profundo de los normales”.

Fernando, así a solas, es un niño extraño y enfermo, como lo deja entrever su hermano Miguel en el párrafo anterior. Él es el protagonista de 'Juego de niños', la nueva novela del escritor Guido Tamayo, un interesante ejercicio literario de memoria sobre la infancia.

“Tenía una imagen que me perseguía desde hace mucho tiempo, que era la de un niño viejo, canoso y hasta deforme, que conocí cuando era niño. Estamos hablando de una novela de ese final de la infancia, de los 12 años. Tuve la oportunidad de conocer a esta persona y de hecho compartí con él muchos momentos. Y a mí me sorprendía porque era tan raro y distinto”, explica el autor.

Sobre esa imagen, Tamayo crea una trama sobre dos hermanos de sangre y sus padres, y la llegada un buen día de Fernando, acogido en ese hogar. Un ser que resultará entrañable para el lector, aunque un poco enigmático.

“Cuando hice este esfuerzo de recuperación de la memoria quería conservar y transmitirle al lector la emoción y la intensidad que me producían esos recuerdos y esas vivencias. Así viví yo a Fernando, como un personaje misterioso”, anota su autor.

Y para ello, Tamayo construye una estructura narrativa de relojero, a primera vista sencilla, de capítulos cortos, pero que en el fondo se convierten en pequeñas piezas de un rompecabezas sólido y perfecto. Para armarlo, el lector será invitado de honor a participar en este singular ‘juego de niños’.

“A mí me interesa muchísimo que el texto que produzca esté lleno de sugerencias o imágenes para el lector y que lo hagan leer en ellas otras cosas. Y me parece que esa fuerza que se percibe con la palabra, es una fuerza que proviene de lo poético. En ese sentido estoy dispuesto a sacrificar más lo narrativo, a buscar la fuerza de la imagen y confiar también en que el lector va a participar activamente en la construcción del texto”, dice Tamayo.

Por eso, en este ‘juego’ –como él mismo anota–, muchas veces es más importante aquello que falta, más allá de lo que se cuenta. De allí, que en el arduo proceso de reescritura y edición, sea más lo que su creador terminó sacrificando.

Parte de las pistas de resolución de esta historia están en unos crucigramas a medio hacer, que de paso resulta la única distracción de Fernando. Pero también es un mensaje cifrado que Tamayo manda a sus lectores: “Finalmente, lo que quiero, ojalá, es que el lector juegue conmigo a leer la novela y a escribirla”.

“Me parece que la expresión clave es desciframiento. Fernando está lleno de esas preguntas existenciales que se hace cualquier ser humano. Pero él se las hace porque nota que es distinto. Y como no tiene ninguna interlocución, porque tiene dificultades de comunicación, busca las palabras en el diccionario a ver qué le dicen. Pero, a la vez, como sus hermanos y sus primos juegan en la calle, donde se desarrollan las infancias, y él no puede, su verdadero juego es el crucigrama”, comenta el autor.

El telón de fondo son los años finales de la década de los 60, en el barrio La Soledad de Bogotá. “Es un intento de acercarse a lo que era Sears y hoy es Galerías. Ese era el pequeño espacio en donde nos movíamos los niños de ese barrio y en donde teníamos nuestras aventuras. En ese sentido, también es una novela que rescata un lugar y un momento”, concluye su creador.

EL TIEMPO


Carlos Orlando Pardo / Güido Tamayo

Güido Tamayo recupera en esta novela los juegos de la infancia

La invitación del escritor Guido Tamayo / Construir un juego literario

Güido Tamayo / «El diccionario nos salva de vivir en silencio»



Güido Tamayo / El último lector

Esteban Carlos Mejía / Güido





Leonardo DiCaprio ya tiene su Oscar









Leonardo DiCaprio
Los Angeles, 28 de febrero de 2016

Leonardo DiCaprio, ya lo tienes

El actor gana por fin su ansiado Oscar tras cuatro nominaciones infructuosas



GREGORIO BELINCHÓN
Madrid 29 FEB 2016 - 03:36 COT


La historia la contó así George Clooney en 2013: pachanga de baloncesto en Cabo San Lucas, la ciudad turística de la California mexicana. A un lado Clooney y sus amigos. Años y años de jugar juntos al baloncesto. No son el actor y otros, sino que George es uno más. Al otro, Leonardo DiCaprio y su corte. Aquí sí hay clases: el séquito se comporta como tal. Leo es el más grande, Leo es el mejor. El partido empieza y la paliza que le mete el equipo de Clooney al de DiCaprio es de órdago. Algo que no se refleja en cómo se comportan los amigos de DiCaprio, que siguen como si ganaran de calle liderados por una estrella rutilante. “La discrepancia entre el partido y cómo hablaban ellos del partido me hizo pensar sobre la importancia de que en tu vida haya alguien que te diga las cosas como son. Y no estoy seguro de que cerca de Leo haya alguien así”.

Oscar 2016 / Los ganadores





Obra maestra en rojo
Charlize Theron
Los Angeles, 28 de febrero de 2016

Los ganadores de los Oscars 2016

'Spotlight' y Leonardo DiCaprio protagonizan la lista de vencedores de los Premios Oscar


Salinger / Un joven enamorado




Salinger, un joven enamorado

Frédéric Beigbeder novela la relación del engimático autor con Oona O’Neil, hija del dramaturgo


ANA PAZOS
BARCELONA, 29 DE FEBRERO DE 2016

Frédéric Beigbeder (Neuilly-sur-Seine, 1965) decidió en algún momento seguir el consejo que J. D. Salinger daba a los noveles, aunque él, un poco enfant terriblede las letras francesas al menos desde 13,99 euros, no lo es: “Escribe el libro que te gustaría leer”. El resultado, con toda probabilidad, hubiera hecho que el norteamericano se lo pensara dos veces antes de repartir sabiduría. “Creo que me odiaría profundamente”, puntualiza Beigbeder. Porque su última novela, Oona y Salinger (Anagrama, en castellano; Amsterdam, en catalán) se mete de lleno en la intimidad siempre celosamente protegida del autor de El guardián entre el centeno; y más concretamente, en su relación fallida con Oona O'Neill, celebrity de la época y hija del dramaturgo Eugene O’Neill. La historia es de fracaso: tras un breve romance a principios de los cuarenta, ésta le reemplazó por Charlie Chaplin, con quien se casó cuando Salinger se fue a Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
La historia lo tenía todo: amor arrebatado, guerra, cine, literatura (Oona se codeaba con Truman Capote, Hemingway y demás literatos de la época). “No me podía creer que nadie la hubiera escrito ya”, dice Beigbeder. Y se puso manos a la obra.
Beigbeder incide en lo “ridículo” que es promocionar en prensa un personaje como Salinger, que siempre evitó el contacto con periodistas y jamás concedió una entrevista. Por el contrario, Oona O’Neill era una personalidad social de la noche neoyorquina. En biografías se la describe como inteligente, bella y traviesa: “Era una it-girl, de esas que se hace famosas sin hacer nada en concreto”, define Beigbeder. Fue musa de muchos, incluyendo a Orson Welles y Capote, quien se inspiró en ella para su Desayuno con diamantes. Eso debió dificultarle a Salinger reponerse del desengaño: “Veía su cara a menudo en revistas y programas de variedades”.
Beigbeder sostiene que Oona y Salinger no es ni novela ni libro de no ficción, sino un híbrido entre ambos: “El 90% de los hechos son reales, el resto me lo inventé”. Eso es así porque buena parte del material que hubiera necesitado para reconstruir las personalidades de O’Neill y Salinger, así como su atormentada relación epistolar, está totalmente blindado. Los diarios íntimos de ella los guarda bajo llave la familia de Chaplin, y las cartas escritas por Salinger las conservan sus allegados, quienes respetan la voluntad del autor de no hacerlas públicas.
Así pues, Beigbeder tiró de especulaciones e imaginación: “Allí donde los periodistas han de detenerse yo me dejé llevar, y fue fantástico”. Para ponerse en la piel de Oona O’Neil y de grandes como Salinger o Capote, Beigbeder usó el viejo método del what if (¿Y si?) que tanto gustaba al norteamericano Philip Roth: “Uno lee muchas biografías, diarios de personas que vivieron la Segunda Guerra Mundial... Y luego lo olvida todo para tratar de entrar en la cabeza de ese Salinger joven, que está tirado en el barro de una trinchera, esquivando bombas y enamorado de una mujer que está muy lejos”. Y a fe que lo consigue.




DE OTROS MUNDOS
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Salinger / El miedo a hacerse adulto
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El cine cuenta la vida de Salinger
David Trueba / Sin salinger
Salinger / La ternura entre el centeno
Dulce y desconocido señor Salinger
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Frédérick Beigdeber / El escritor que odia a los viejos
Salinger / Un joven enamorado



domingo, 28 de febrero de 2016

Oscar 2016 / Todas las nominaciones

Rooney Mara como Theresa Belivet
Carol, de Todd Haynes
Adaptación de "El precio de la sal", de Patricia Highsmith

Todas las nominaciones a los Oscar 2016

'El renacido' es la favorita con 12 nominaciones, seguida de 'Mad Max: Furia en la carretera'




Este jueves se han revelado los nominados a los Premios Oscar 2016. En un evento retransmitido desde el Teatro Samuel Goldwyn de Beverly Hills, los cineastas Guillermo del Toro y Ang Lee, el actor y director John Krasinski, y la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, han anunciado cuáles son las películas que competirán por una estatuilla en la ceremonia del próximo 28 de febrero.

Oscar Wilde / El ruiseñor y la rosa


Oscar Wilde
EL RUISEÑOR Y LA ROSA

-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.
El ruiseñor lo escuchó desde su nido, en la encina y, asombrado, miró por entre las hojas.
-¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.
Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.
-¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.