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domingo, 7 de junio de 2020

Paco Ignacio Taibo II / Marc Behm



MARC BEHM
Paco Ignacio Taibo II

La preparación de Etiqueta Negra significó un año de lecturas y más lecturas, negociación de contratos, revisión de traducciones, interminables conversaciones con Silverio Cañada sobre diseños y campañas de promoción y lanzamientos. Cuando salimos a la calle en el 87 teníamos cerca de 50 títulos preparados. 

Allí estaban Westlake y Jim Thompson, Chester Himes y Manchette, Ross Thomas, David Goodis, Van de Wetering, Julián Ibáñez y Juan Madrid. Pero sobre todos estaba el número 15, La mirada del observador de Marc Behm. 

Era todo un descubrimiento. El gran descubrimiento. Un año antes había leído el ómnibus publicado por Maxim Jakubowski en Inglaterra donde junto a La mirada del observador se encontraban La doncella de hielo y La reina de la noche. Contratamos las tres, las dos últimas para las colecciones paralelas de Júcar. 

Behm resultaba un narrador atípico al margen de todas las corrientes al uso y su novela era brillante. Usando los códigos y las claves de la novela negra, descendía a una exploración del infierno absolutamente fascinante. Su novela se volvió una de mis favoritas después de aquel año de estar leyendo enloquecidamente y siempre pensé que su inclusión en Etiqueta Negra daba sentido a la colección. 

Behm era un innovador que rompía los géneros haciendo buena la frase de Manolo Vázquez Montalbán de que si algún sentido tenía practicar la literatura de género era llevarla a los límites y violarlos. Behm era un brillante provocador, un antipuritano fervoroso. 

Muy pronto se volvió un autor de culto. Pero así como avanzaba lentamente en el gusto de una minoría de lectores cada vez más entusiastas, que no dudábamos en afirmar que era uno de los mejores escritores del fin del milenio, menos se sabía sobre el personaje. 

En esos momentos la literatura de Behm no estaba siendo publicada en Estados Unidos y sus últimas novelas no estaban siendo editadas ni siquiera en Inglaterra; el único país donde parecía estar presente era Francia, en la colección Rivages, que dirigía François Guérif. 

Traté a través de Guérif de averiguar algo sobre el escritor norteamericano y descubrí que su biografía pública se podía resumir en una cuartilla: Había nacido en Trenton, Nueva Jersey en 1925. Fue combatiente durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo en el desembarco de Normandía, en la playa Omaha, conoció a una francesa enfermera de la Cruz Roja que habría de ser su mujer y con la que tendría 7 hijos. 

Tuvo un exitoso paso por el cine, fue autor y coguionista entre 1963 y 1965 de Charada de Stanley Donen y la extraña película de los Beatles Help de Richard Lester. Entre 1966 y 1974, fue autor de los guiones de Trunk to Cairo, The Party’s Over, La Blonde de Pekin, Someone Behind the Door, The Mod Bomber y Piaf.

Y entonces dejó el cine hollywoodense, se estableció definitivamente en París y volvió a la literatura. Mientras sus libros se publicaban en Francia, con cada vez mayor éxito y La mirada del observador era llevada al cine en ese país como Mortelle randonnée, dirigida por Claude Miller, permaneció sin publicar en Estados Unidos y en otros países angloparlantes y se decía que ni siquiera enviaba sus manuscritos a las editoriales norteamericanas y se limitaba a entregárselos a François Guérif en Rivages. 

Hombre poco comunicativo, rehuía los festivales, no solía dar entrevistas. Una de las pocas fue para el documental de Olivier Bourbeillon, Chasing Marc Behm de 1995, en el que declaró: Escribir no es doloroso, es suficiente querer contar una historia. Lo importante es que el lector no se llene de mierda. Es por eso que decidí acabar de una vez por todas con el personaje del detective, que era totalmente una basura

Nunca perdí del todo a Behm. Etiqueta Negra se murió pero al paso de los años, dirigiendo la colección de literatura negra de Thassàlia, pude darme el gusto de editar otras tres de sus novelas: Un hombre al margen, una de las más extrañas y divertidas novelas negras que he leído y las dos novelas de la serie de Lucy, hedonista y lectora de Moby Dick que se dedica a la recuperación de cuerpos de aquellos que han vendido su alma al diablo y que no quieren pagar: No pretendas saber más y Crab

Nos vimos sólo una vez, en la terraza de una cafetería en el Saint Germain a unas cuantas calles de la editorial Rivages. El mítico Marc Behm, un hombre delgado y con una sonrisa triste, simpático, tranquilo. Poco antes de nuestra reunión Guérif me contó que tenía detrás de su mesa un armario lleno de guiones de cine y proyectos de novelas, que de vez en cuando sacaba uno, lo retrabajaba y se lo daba. 

Por más que lo intento no recuerdo nada de aquella conversación. Sólo sé que no duró mucho y que Behm nos dejó ahí. En la cabeza y vaya usted a saber si se trata de una falsa memoria, lo veo al alejarse con una baguette y un paraguas bajo los brazos. 

Durante los últimos siete años lo llamé para invitarlo a la Semana Negra. Se resistía, la enfermedad y posterior muerte de su esposa lo impidió dos años. Cuando casi lo teníamos convencido (viajaría con su editor François Guérif en el vuelo directo de París a Asturias), una nueva enfermedad, o un pretexto, lo hizo echarse para atrás. No le gustaban los festivales, viajar, salir de su refugio parisino. 

Traerlo a Gijón no podía, pero en cambio a fines de 2002 Guérif me preguntó si quería escribir un libro de cuentos a medias con Marc Behm, la idea me entusiasmó, Behm estaba de acuerdo. Así nació Ladrar a la luna, que sería publicado un año más tarde

Yo insistía, formaba parte de mis rutinas de mayo: repasar una lista de escritores que quería que ese año nos acompañaran en la Semana Negra. Quedamos finalmente en que para el año 2008 no se podría librar de Gijón. Poco después de finalizar la XX Semana Negra nos llegaron las noticias de su muerte, un 12 de julio en Fort Mahon Plaguet, que habría de pasar casi desapercibida. Con cierto retraso aparecieron un par de notas necrológicas en dos diarios franceses. Una de ellas terminaba así: Su último trabajo Hurler à la lune (2003) con Paco Ignacio Taibo II, uno de sus fans, que tercamente insistía en invitarlo al festival de Gijón. Invariablemente, Marc respondía: El año próximo, quizá, recuerda François Guérif, y el siguiente año, Paco volvía a la carga... Lástima, Behm hubiera estado en casa No lo logramos, pero tampoco olvidamos. 

Paco Ignacio Taibo II



Un detective fracasado recorre Estados Unidos tras la pista de una asesina, una mujer que liquida maridos tan pronto le llenan la cuenta bancaria y que podría ser su hija. Tal vez para expiar sus propias culpas, el hombre se dedica a borrar cualquier huella que pueda inculparla. La historia transcurre ágilmente a lo largo de tres décadas y narra en detalle más de cien asesinatos, que dan sustancia a una de las novelas policiales más perturbadoras que se hayan escrito jamás. Y sin duda una de las más originales, considerada por Le Monde en 1983 como la mejor novela del género publicada en Francia en una década. 





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