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martes, 9 de abril de 2019

Cuatro canciones imprescindibles para recordar a Billie Holiday




Billie Holiday cantante jazz
FOTO: GETTY

Cuatro canciones imprescindibles para recordar a Billie Holiday

Hoy se cumple un siglo del nacimiento de la mejor cantante de jazz de todos los tiempos. Homenajes y eventos se suceden en todo el mundo.

RITA ABUNDANCIA 
07 ABR 2015 17:33

La música y la literatura rendirán su especial tributo a la maravillosa cantante de vida tortuosa. Para empezar, se espera la publicación de una nueva biografía, firmada por John Szwed y titulada Billie Holiday: The Musician and the Myth.
La cantante de jazz Cassandra Wilson saca este año un álbum titulado Coming Forth by Day, realizado con la colaboración del guitarrista Kevin Breit. En él, revisa algunas de las canciones más populares de Holiday, aunque las coloca en un plano musical algo distinto, con arreglos cercanos al rock. Cassandra actuará también este viernes en el teatro Apollo de Nueva York, en un concierto que tiene por título A Celebration of Billie Holiday; mientras Cécile McLorin Slavant ofrecerá, un día después, otro recital con la música de Holiday, en el Lincon Center neoyorquino.
El último trabajo de José James, el cantante norteamericano de jazz y hip-hop, titulado Yesterday I had The Blues, se inspira también en Billie, una de las artistas favoritas de James, con la que creció y aprendió mucho de música. El pasado marzo salió a la calle A Billie Holiday Songbook, un albúm de temas de la diva entrepretados al piano por Lara Downes y arreglados por el compositor y pianista Jed Distler. Y Legacy Records acaba de lanzar Billie Holiday. The Centennial Collection, con algunas de las mejores grabaciones de la cantante. Es hora de volver a escuchar viejas canciones o descubrir otras. En S Moda hemos querido rememorar a Lady Day, como la llamaban sus fans y compañeros músicos, a través de cuatro de sus temas más emblemáticos, que bien podrían ser un compendio de su biografía.
1. Strange fruit. Una denuncia contra el racismo
“Puedes ir vestida de raso, con gardenias en el pelo y no ver una sola caña de azúcar en varios kilómetros a la redonda, y aún así seguir trabajando en una plantación”. Así definía Holiday en su autobiografía, Lady sings the blues, la situación de la comunidad negra en EEUU. Status que ella vivió con los agravantes añadidos de ser mujer y drogadicta. Holiday tocó en orquestas de color y blancas. En el año 37, cuando se incorpora a la banda de Count Basie le piden que se oscurezca la cara porque su piel es demasiado blanca. Más tarde, cuando ya es una leyenda, la segregación racial, el apartheid americano, la obligaba a utilizar las puertas y escaleras de servicio cada vez que iba a teatros, hoteles o clubs a cantar.
La primera vez que Holiday interpreta Strange fruit –considerada en 1999 como la mejor canción del siglo XX, por la revista Time– tiene tan solo 23 años, pero el tema le afecta tanto que al acabarla debe correr a los baños del Café Society, de Nueva York, para vomitar. En su autobiografía cuenta el efecto demoledor que le producía, siempre, interpretar este tema, “cantarla me afecta tanto que me pone mala. Me deja sin fuerzas”. El impacto emocional de esta melodía era también visible en la audiencia: el silencio era sepulcral, se oía la respiración y los camareros dejaban de servir las mesas como hipnotizados por la música. De hecho, muchos repertorios la prohibían, por lo que Holiday, a veces, la incluía como parte de la cláusula del contrato.
Strange Fruit, considerada por muchos como la primera canción protesta de la historia, fue antes un poema escrito por un blanco judío, Abel Meeropol, que militaba en el partido comunista, había crecido en el Bronx neoyorquino y era profesor. El poema se publicó por primera vez en el periódico del sindicato de profesores de Nueva York, pero Abel consideró prudente usar un seudónimo para evitar problemas. La letra, inspirada en las imágenes de los linchamientos de dos hombres de raza negra, colgados de un árbol, en Marion, Indiana, en 1930, era merecedora de toda esa carga emotiva que producía cada vez que se interpretaba, y Holiday era experta en hacer que al público se le erizara el vello. "De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. Sangre en las hojas, y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. Extraña fruta cuelga de los álamos ".
2. 'My man'. El drama de sus relaciones amorosas.
Como en todos los aspectos de su desdichada vida, la faceta amorosa de Billie Holiday fue un viacrucis que la llevó de maltratador en maltratador. Durante sus inicios en el mundo de la canción tuvo amoríos fugaces, generalmente con músicos como el trompetista Buck Clayton o el pianista Sonny White. Pero sus verdaderos problemas comenzaron cuando empezó a ganar dinero y se convirtió en una billetera, lo que atrajo a hombres sin escrúpulos. El primero de todos, Jimmy Monroe era un proxeneta y apostador, que a parte de vivir a expensas del dinero de Billie la golpeaba a menudo. Como cuenta Diego A. Manrique en un artículo publicado en El País y titulado La vida perra de Billie Holiday, “todo lo que sabíamos -o imaginábamos- sobre Billie Holiday parece un pálido reflejo de la realidad. Criada en la calle, se dedicó a la prostitución y quedó marcada por las leyes de aquel negocio: solía casarse o emparejarse con proxenetas violentos y ladrones. La grabación clandestina de una conversación telefónica con su último marido, Louis McKay, revela que era considerada como una caja registradora: "Todas las mujeres que he tenido eran grandes personas, buena gente. Y ella va por ahí regalándole el coño a cualquiera… Yo no trabajo así. ¡Yo me dedico a vender!".
Joe Guy, un consumidor de estupefacientes, fue el que la introdujo en el mundo de la droga. Años más tarde su adicción sirvió a John Levy para controlarla y manipularla. En 1947 Billie pasó un año en un reformatorio de mujeres en Alderson, Virginia; pero en 1948 se le negó su licencia para cantar, lo que implicó que no pudo actuar más en ningún club neoyorquino que vendiera alcohol, es decir, se le privó de su principal fuente de ingresos y se la obligó a estar en permanente gira.
Louis McKay le consiguió muchos conciertos, pero especulaba con su dinero y se quedaba con todas las ganancias de Billie. Se casaron en 1957, el mismo año en de su última gran presentación en el especial The sound of jazz de CBS, junto a Lester Young y Coleman Hawkins.
Holiday declaró abiertamente su bisexualidad y se dieron rumores de su aventura con la actriz Tallulah Bankhead, pero está se apresuró a desmentirlos. Nadie quería tener mucho que ver con alguien a quién las autoridades exigían que se declarara como "delincuente" cada vez que entraba o salía del país. En los últimos dos años de su vida Billie vivió sola, acompañada de su perro en su apartamento de Nueva York. Tal vez entonces ya había perdido la fe en los seres humanos. Canciones como My man (“tiene dos o tres chicas que le gustan como yo, pero yo lo amo. No se por qué estoy con él. Él no es fiel. Me pega, además. ¿Qué puedo hacer?”) narran a la perfección su tortuosa relación con el género masculino.
3. 'Gloomy sunday'. La leyenda de una canción maldita
Gloomy sunday es una triste canción compuesta por el Rezsö Seress y escrita por Lászió Jávor, ambos húngaros, en 1933. Su letra cuenta los anhelos de una persona desesperada, que ha perdido a su amor y sus pensamientos de reunirse con su amante en el más allá. El tema jamás hubiera pasado a la historia si no se hubiese convertido en canción maldita dada la ola de suicidios que, según cuenta la leyenda, provocó; empezando por el de su propio compositor, Seress, que se mató saltando por la ventana de su casa. Antes de llegar a EEUU, la melodía había acabado ya con la vida de 17 personas en Hungría y se cuenta que en Norteamérica se llevó a otras 100 más.
Evidentemente nunca se pudo relacionar las muertes con los perniciosos efectos de Gloomy sunday, pero se citan casos de personas que se dispararon tras escuchar a unos gitanos tocar la melodía; el episodio de un hombre que entró a un club nocturno, pidió a la banda que interpretara el tema y después, sumido en la melancolía, salió y se reventó la cabeza de un disparo; o el del niño italiano, que tras escuchar la canción, dio todo su dinero a un mendigo y se suicidó. Ante estos terribles sucesos muchas emisoras de radio húngaras y estadounidenses prohibieron la canción, al igual que la BBC, y en Francia se llevaron a cabo investigaciones parapsicológicas.
Cuando el tema llegó a EEUU tuvo varios intérpretes pero fue Billie Holiday la que popularizó la canción, que salió en 1941. La dama del jazz, ejercía un poder hipnotizarte, nada recomendable para las personas aquejadas de tristeza, aunque los suicidios en los años 30 y 40, en plena depresión económica, estaban a la orden del día y no siempre eran causa de la perniciosa influencia de esta canción maldita.
4. 'Good bless the child'. La pobreza que le rondó toda su vida
Cuentan que Holiday escribió esta canción inspirándose en las penurias de su madre, pero God Bless the child se centra sobre todo en la pobreza, en no tener nada; un panorama muy familiar para la dama de la gardenia. Cuando Billie llegó al mundo en 1915, en Baltimore, su madre tenía tan solo 13 años y su padre, un pianista de jazz, las abandonó muy pronto. A partir de entonces la pequeña Eleanora debió convivir con diferentes parientes, de muy mala reputación, mientras su madre trataba de buscarse la vida. Fue en esa época cuando sufrió abusos sexuales. En 1972 madre e hija se trasladan a Nueva Jersey y luego a Brooklyn. En Nueva York Billie empieza a ejercer la prostitución –“me convertí en una fulana de a 20 dólares el polvo”, cuenta en sus memorias– y es en los burdeles donde, curiosamente, empieza la única formación musical de su vida. Escuchando canciones en un Jukebox y cantándolas por encima.
El éxito no le trajo nunca el desahogo económico. Por un lado estaban los dueños de los locales, que escatimaban horarios y le prohibían mezclarse con el público blanco, una vez que había bajado del escenario. Por otro sus maridos y parejas, para las que Billie era, sobre todo, la que pagaba las facturas y al proveedor de drogas de turno.
El 30 mayo de 1959 tuvo que ir de urgencia al hospital, pero no fue admitida por su problema de drogadicción. Fue derivada a otro centro médico, que sí aceptaba pacientes adictos, pero una enfermera encontró polvo blanco a un costado de su cama y llamó a la policía. Fue arrestada en el mismo hospital y continuaba en calidad de detenida cuando murió el 17 de julio de ese mismo año. A su entierro acudieron 3.000 personas, en su cuenta corriente solo había un dólar.

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