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jueves, 30 de abril de 2015

Eduardo Galeano / Conciencia abierta de América Latina

Eduardo Galeano

Eduardo Galeano
CONCIENCIA ABIERTA 
DE AMÉRICA LATINA
Por Óscar Collazos
El Tiempo, 15 de abril de 2015


La obra de Eduardo Galeano es a la literatura lo que el tango a la música: está hecha de dolores y golpea sensiblemente y directo al corazón humano. Periodista precoz –a los 20 años era editor del semanario Marcha, de Montevideo–, alcanzó su primer éxito con un libro ya clásico en el idioma: Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971. Uno de esos libros que iluminan y ensombrecen a un escritor porque parece ser el único grande de su obra.
Esta historia social, económica cultural y política de América Latina fue escrita desde la fluidez de la crónica y las licencias metafóricas de la literatura novelesca. Con Memorias del fuego(1984), fue la obra que definió a Galeano como un ícono de la izquierda intelectual del siglo pasado. Uno de los últimos, gracias a las pasiones que despertaban su persona y sus libros.


No se puede leer el libro mayor de Galeano sin pensar en un clásico de la new left norteamericana e inglesa: Los bienes terrenales del hombre, de Leo Huberman, de 1936. Su enorme popularidad descansa en la adopción de un estilo fluido, en presentar la historia de la riqueza con los ingredientes de una novela que atraviesa las edades del hombre por las estaciones de la economía política. La comparación no es azarosa. Galeano colaboró con The New Left Review, la revista de la nueva izquierda fundada en Londres en 1960.



El escritor –toda una generación de escritores, periodistas e intelectuales uruguayos– debió salir al exilio entre 1972 y 1973. La dictadura empujaba con ferocidad. De esta primera oleada de exiliados salió la ingeniosa y macabra frase: el último que salga, que apague la luz. Eduardo y otros escritores –entre ellos, Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti– buscaron refugio en Buenos Aires.



Fue un refugio provisional. La bestia de las dictaduras militares que despertó en Chile y en Uruguay tenía su destino trazado en la Argentina, como respuesta a los planes de seguridad hemisférica concebidos por Estados Unidos de América. Galeano iniciaría pronto su exilio hacia Europa, donde su obra era traducida a diversos idiomas y la presencia del autor, reclamada en recintos universitarios. Fui testigo del interés casi clamoroso que despertaba su presencia en Berlín, Barcelona y otras ciudades europeas. Lo mismo sucedía entre nosotros: Galeano hablaba por los enmudecidos del mundo.



El autor de Las venas abiertas de América Latina –carismático y recursivo expositor– empezó a llenar auditorios en toda América Latina y el mundo. La lucidez y la ironía. Sin la ironía, sería un escritor realista. A esto se sumaban sus dotes escénicas. Sabía que la pasión de sus escritos necesitaba la pasión histriónica del orador.



Galeano escribió sobre los vencidos, los débiles, los humillados, los “condenados de la Tierra”, las víctimas, los masacrados y los desaparecidos en la larga noche suramericana, cuando las dictaduras militares apagaron la lucidez del Cono Sur. Había un elemento que faltaba en su obra: la amenaza ambiental. El uruguayo lo incorporó con vehemencia, como casi todo lo suyo.



Entiendo a quienes se resisten a considerarlo un gran escritor, pero prefiero a quienes lo admiraron y leyeron como una voz insustituible de la América Latina que habla de espaldas al poder y por las víctimas. Y aquí está el equívoco: suponer que, por estar hecha de pueblo, la obra de Galeano es populista. No lo es. Popular, sí: como el tango, como el fútbol.

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