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lunes, 13 de octubre de 2014

Patrick Modiano / Un circo pasa / Reseña


Patrick Modiano
UN CIRCO PASA
Por Joan Flores Constans

Patrick Modiano es un narrador de lo que podría denominarse “conflicto latente”, esos combates que subyacen, disimulados, en la cotidianidad, como es el caso de esos conflictos eufemísticamente llamados “de baja intensidad” en los que el hecho de que no sean claramente manifiestos no rebaja su importancia (ni sus efectos).
Las traducciones al castellano de las obras de Modiano van sucediéndose con un ritmo pausado pero constante, calando a los lectores en español, sin grandes aspavientos comerciales, y de la mano, en su mayoría, de avispados editores independientes. Un circo pasa (Un cirque passe, 1992) es la apuesta de la reincidente Cabaret Voltaire. Se trata de un Modiano cien por cien, una obra de un autor maduro que tiene tan clara su peculiar estética como esa temática que el lector reconoce, valora y admira.

El protagonista de la obra, a treinta años vista, recuerda cuando era un joven de dieciocho años en un momento vital muy particular: emergiendo de años de internado y con la amenaza del servicio militar a la vuelta de la esquina, estrenando una libertad de adulto en ausencia de su familia, una madre huida al sur de España y un padre exiliado en Suiza, por razones no aclaradas pero con apariencia de inconfesabilidad, que convive provisionalmente en la antigua vivienda familiar con un oscuro personaje al que se supone una especie de testaferro en los asuntos no excesivamente transparentes que llevaron a su padre al extranjero.
En ese momento, conoce a Gisèle, una chica con la que ha coincidido en una comisaría a la que han sido llamados para declarar por un oscuro asunto. Ambos se hacen, en unas horas, inseparables: visitan a ciertos amigos de ella, recorren París haciendo extraños encargos… Pero Gisèle le miente continuamente -eso es, al menos lo que supone el narrador-,
“Cuando eres joven, no piensas que, más tarde, ciertos detalles pueden ser de vital importancia”.
enredándole en una espesa trama de desenlace inesperado.
A medida que avanza la acción, el personaje de Gisèle, en lugar de irse revelando al narrador, suma zonas de oscuridad, se vuelve, para el protagonista, casi onírico,
Hasta la sala del restaurante carecía de la menos realidad, como uno de esos lugares que uno frecuentó antaño y que se vuelven a ver en sueños”.
se hace cada vez más complejo, acentuando el constante miedo del protagonista a la desaparición de su compañera, escamado como se halla por las súbitas desapariciones de las personas de su entorno, como si se tratara de un rompecabezas del que se desconoce la imagen final. La acción avanza, sin embargo, paso a paso pero ininterrumpidamente, hasta un desenlace de contenido coherente con la sucesión de los hechos a lo largo de la novela pero sorprendente por la forma.
Tal vez una de las sorpresas que ofrece el francés a un lector primerizo es la aparente falta de estilo; no existe cal carencia, se trata más bien de la facilidad de Modiano, con una sorprendente economía de recursos narrativos, para poner al lector en situación.
Era Noviembre pero, debido al día soleado, recuerdo el barrio bañado en luz estival. Manchas de sol en las aceras y sombra bajo el viaducto del metro. Un paso estrecho y oscuro, antiguo sendero campestre, serpentea entre los edificios hasta la rue Raynouard. De noche, al salir de metro Passy, las farolas iluminan el follaje con luz pálida”.

Modiano esboza, da sólo los detalles imprescindibles; posteriormente, cuando la acción regresa al lugar o focaliza su atención en alguno de los personajes, ofrece nuevos datos, también incompletos, que crean un peculiar efecto de provisionalidad, un esto que parece así puede que sea así -en cuyo caso el tema queda cerrado y no se volverá a hablar de él- o que no sea así, que esto es provisional, y posteriormente ya se completará o modificará: la acción queda en suspenso mediante un estilo narrativo que parece también suspendido. Modiano envuelve al lector en una complicada maraña de hechos y personajes inexplicables sin dar pista alguna ni de su significación ni de su relevancia, y de los que es imposible deducir desenlace alguno.
Como en la mayor parte de su obra, la ciudad de París -un París en blanco y negro, sensación a la que apoya la estupenda fotografía de la portada, Nadja Tesichen en un fotograma de Nadja à Paris de Eric Rohmer- in extenso, no es sólo el lugar de la narración.
Los detalles topográficos han causado siempre un efecto sobre mí: en lugar de convertir la imagen del pasado en algo cercano y claro, me producen una sensación desgarradora de vínculos rotos, de vacío”.
sino que se erige en un personaje más, el hilo conductor que atraviesa transversalmente toda la acción.
Llegué a la cita con bastante antelación, así que me di un paseo por las alamedas de Luxembourg. Sentí por primera vez la proximidad del invierno, hasta entonces habíamos disfrutado de unos días de otoño muy soleados”.
Un circo pasa concentra, en apenas 170 páginas de generosa tipografía, todas las obsesiones y los lugares comunes -dicho sea sin ninguna intención peyorativa- a los que nos tiene acostumbrados el autor, esos clichés en los que los modianistas reconocemos su mano y que tanto nos placen, razón de más para no perderse esta novela: a los seguidores del francés, un episodio más de su admirable obra; a los que todavía no lo han descubierto, un motivo excelente para acceder al Modiano más íntimo, personal y maduro; salvo excepciones puntuales, es difícil hallar altibajos en el conjunto de la obra del francés, pero, en todo caso, éste es un libro excelente que ningún lector debería perderse.

Joan Flores Constans

http://jediscequejensens.blogspot.com
REVISTA DE LETRAS 


Patrick Modiano
Un circo pasa
Traducción de Adoración Elvira Rodríguez
Cabaret Voltaire, Barcelona, 2013



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