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miércoles, 10 de marzo de 2021

Mussolini según Malaparte

 

Benito Mussolini

Mussolini según Malaparte


David Paradela López
18 marzo 2013


Malaparte - Muss

Benito Mussolini fue para Malaparte un padre político, un gobernante incómodo y un antagonista despreciado, más o menos en ese orden; el padre padrone al que el hijo adoptivo trata de matar a golpe de pluma para compensar de algún modo las ofensas que de él cree recibir. Así describe la relación entre ambos, y la describe bien, Maurizio Serra en su reciente biografía del de Prato (de la que ya hemos hablado aquí y aquí). Para 1931, año en que Malaparte empieza a escribir las prosas más o menos dispersas que hoy conocemos como Muss, las relaciones entre ambos se precipitaban al abismo: en 1928 se ha confiscado la publicación de Don Camaleón, otra sátira sobre Mussolini que no verá definitivamente la luz hasta 1946; en 1931, se ha publicado el incómodo Técnica del golpe de estado; Curzio está enemistado con el ministro Balbo y desprecia a la cúpula del régimen; en 1933, escribe resentido: «Si tuviera algo sobre mi conciencia, si hubiera robado como todos esos canallas que Mussolini lleva en los escudos, también habría un lugar para mí en Italia»; el 7 de octubre de ese mismo año, Malaparte es arrestado, y el 13 de noviembre, condenado a cinco años de confinamiento.

Muss, presentado por Sexto Piso en la trabajada y elegante traducción de Juan Ramón Azaola, llevaba trazas de ser un gran ensayo malapartiano al estilo de la Técnica: un escrito apasionado, militante, y, a la vez, lúcido, ágil e inteligente, una mirada a la «vida moral y social» de un país y una época. Lamentablemente, jamás llegó a adquirir aspecto publicable: el texto empieza como un estudio sobre Hitler y como una demostración de la tesis de que el fascismo es la prolongación última de la mentalidad contrarreformista. Mussolini es el precursor, y Hitler, el introductor de su estilo en tierras germánicas: «sólo un alemán de Austria, un católico de una provincia del antiguo Imperio de los Habsburgo, podía introducir el fascismo en Alemania. El fascismo, en esencia, no es sino el conjunto de los defectos de la civilización católica, el último aspecto de la Contrarreforma». Tirando de ese hilo, Malaparte se adentra en un estudio declaradamente freudiano sobre la psique italiana; habla de los condotieros renacentistas, de Garibaldi, de Mussolini y desemboca en una serie de consideraciones sobre la piedad de Cristo ante la muerte del Duce (efectivamente, la redacción del texto se prolongó hasta 1943-1945 y aun posiblemente 1953-1955). Pero el hilo no vuelve a Hitler y nos quedamos con un texto embrionario que, pese a su indudable interés para el connaisseur, queda algo cojo. (De desarrollar todos los temas que apunta, muy posiblemente habría alcanzado el doble de su extensión actual.) El texto que completa el volumen, El gran imbécil, es una sátira de tono algo más grueso que también transmite cierta sensación de escrito inconcluso y huérfano (de hecho, tampoco llegó a publicarse en vida del autor).

mussolini-hitler

El libro contiene pasajes memorables y sabrosísimas «notas al pie» de algunas escenas que aparecen en las obras mayores de Malaparte, como el alucinado capítulo undécimo de La piel. Se tratan temas caros al autor: la piedad hacia el vencido, el turbamiento ante la humillación ajena, la relación entre hombres y animales, el heroísmo, el absolutismo, la libertad de conciencia («la señal de la dignidad de un hombre no es la de vivir libre en libertad, eso que todos saben hacer, incluso las fieras, sino libre dentro de una prisión»). Una vez más, vale la pena recordar a quienes lo desapachan como mero arribista que a Malaparte no le tiembla el pulso a la hora de escribir, en 1931, cosas como que «se podría creer que Hitler no es sino un hombre grueso, de mediana estatura, bigote ridículo […] cuya única fuerza consiste en la capacidad de hacerse pasar una especie de Julio César de origen tirolés». Hay audacia, ingenio y algunos pasajes dignos del mejor Malaparte, pero falta algo que galvanice el conjunto.

Tal vez habría sido un buen libro para publicar una vez recuperado en castellano Don Camaleón (lo publicó José Janés en 1952, en traducción de Maria Bages), e incluso como apéndice a éste. Hay que aplaudir la labor de zapa que desde 2009 vienen realizando distintos editores (Galaxia GutenbergAlfama, ahora Sexto Piso), pero no debemos cansarnos de repetir que los grandes libros del polémico toscano (El Volga nace en EuropaEvasiones en la cárcelDiario de un extranjero en París) siguen ausentes de las librerías españolas.


[Ficha: Curzio Malaparte, Muss. El gran imbécil, trad. Juan Ramón Azaola, pról. Francesco Perfetti, nota al texto de Giuseppe Pardini, Barcelona, Sexto Piso, 2013.]


MALAPARTIANA

La piel, de Curzio Malaparte / La grandeza de aquellos que pierden la guerra




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