Páginas

jueves, 6 de septiembre de 2018

Balthus / Cuando hablo de pintura


Balthus

Balthus
CUANDO HABLO DE PINTURA

Balthasar Klossowski de Rola –este era su auténtico nombre– nació en 1908 en París. Era hijo de un matrimonio de origen polaco, residente en la capital francesa, formado por Erich Klossowski –destacado historiador de arte– y por Elisabeth Dorothea Spiro, conocida como Baladine Klossowska. Ambos formaban parte de la élite cultural de la Ciudad-Luz. El hermano mayor de Balthus, Pierre Klossowski, fue un conocido filósofo muy influido por los escritos del Marqués de Sade. Esta peculiar familia sirvió de inspiración a Jean Cocteau, que los visitaba asiduamente, para su conocida novela Les Enfants Terribles. Balthus murió, como correspondía a su condición social, en una aristocrática mansión situada junto a la ladera de una montaña cercana a los Alpes suizos.


Balthus, que se definía a sí mismo como ”el rey de los gatos” (su único autorretrato lleva precisamente ese título), era una persona bastante introvertida aunque muy relacionada con los grandes artistas de la década de los 30. Su trabajo comenzó a ser admirado por muchos intelectuales y artistas parisinos –entre los que se encontraban André Bretón y Pablo Picasso. El gato, por supuesto, fue siempre el animal preferido de este excepcional artista. Rilke llegó a escribir un breve prefacio para un librito que Balthus escribió siendo casi un niño. Era la historia del seductor, inquietante y misterioso gato “Mitsou”, que aparecía de la nada y desaparecía en la nada. Las tranquilizadoras palabras del poeta, al final de su breve prefacio, aclaran: “El gato no, pero Balthus existe".

Y por supuesto que existía: era dueño de una serie de castillos en Francia y Suiza, y siempre afirmó que poseía un antiguo título nobiliario —el de Conde Klossowski de Rola– con raíces familiares en las Highlands escocesas. Afirmaba también ser pariente directo de Lord Byron, y poco importa comprobar si era cierto o no. Lo que verdaderamente interesa es su extraordinaria obra pictórica. Los rasgos que mejor definen sus lienzos son –además de la perturbadora belleza de sus trazos intemporalmente clásicos, alejados de las modas y vanguardias imperantes en aquellos años– la rigurosa ordenación compositiva y su pasión por unos pocos artistas auténticamente importantes, que de alguna u otra manera influyeron en su concepción del arte, especialmente Piero della Francesca y Masaccio.

Fueron muchos los que injustamente calificaron a Balthus de pintor ‘voyeurista’ y algo impúdico al que le atraían las adolescentes. El primer cuadro que llamó la atención del crítico de arte Wilhelm Uhde y de Adré Breton fue “La calle”, de 1933. Dos aspectos convierten esta tela en una obra maestra: su estructura compositiva y una escena inquietante que aparece camuflada en la zona izquierda de la obra. Y es que el erotismo, para Balthus, siempre estará subordinado a la pintura. En el año 1934 expuso en la Galería Pierre de París “La lección de guitarra”, un cuadro que inicia uno de los temas más habituales en su pintura, el de las nabokovianas “lolitas”. Las adolescentes de Balthus, presentadas frecuentemente en posiciones insinuantes, se encuentran en espacios cerrados, dedicadas a la lectura, abandonadas al sueño o enfrascadas en sus pensamientos. Ciertamente, constituyen la mejor prueba del significado más puro y último de su pintura: la imposible recuperación del único paraíso perdido en la vida del hombre, es decir, la infancia.

Pero basta de presentaciones enojosas y aburridas, y dejemos que el autor nos hable de su obra, con sus propias palabras.

The Card Players, 1966 – 73
Balthus


FRASES DE BALTHUS

"Pintar es dirigirse cada día hacia la fuente a buscar el agua: la luz. Pintar es salir de sí mismo, olvidarse, preferir el anonimato y arriesgarse a no estar d’acuerdo con el siglo, con las modas y con los semejantes. Pintar es, principalmente, querer conocer y hacer todo lo posible por conseguirlo."

"Pintar del mismo modo que se reza: camino de silencio, acceso a lo invisible en el mundo (...) Atrapar lo que te puede ofrecer, como una gracia. Cuando hablo de pintura, no me puedo apartar del lenguaje religioso, es el que más se aproxima a aquello que quiero expresar, cuando me quiero referir a la sacralidad del mundo, a aquella actitud de ponerse uno mismo como en disposición, humildemente, modestamente, como en una ofrenda, queriendo encontrar lo esencial. Para pintar, haría falta estar siempre en esta desnudez"

"Tengo gran admiración y respeto, un gran afecto por Giacometti. Era un hermano, un amigo. Por esto conservo esta fotografía suya en el taller, no sé de dónde me vino. Trabajo a su sombra, bajo su mirada atenta, benevolente. Haría falta explicar a los pintores de hoy, que todo se juega en el taller, en la lentitud de su tiempo. Amo estas horas pasadas mirando la tela, meditando ante ella. Contemplando. Horas incomparables en su silencio. Ofrecerle todo el tiempo, predisponiéndose a la posible revelación. En estado de espera. Polarizado en esta disposición. (...) La pintura es un medio de acceso al misterio de Dios. Medio para atrapar algunos vislumbres de su Reino. No hay vanidad en esto, más bien humildad. Ponerse en situación de poder capturar un fragmento de luz."

"... aprecio mucho la pintura de los primitivos italianos, y la de los maestros chinos y japoneses. Es una pintura sagrada, que busca más allá de las apariencias, más allá de las formas visibles, lo invisible, el secreto que anima la realidad. En esto no hay ninguna diferencia entre Piero della Francesca y un maestro del lejano Oriente (...) el mismo movimiento de eternidad."

"... el cuadro se desarrolla lentamente, día a día, en el silencio y en la paz. Es el cuadro el que me enseña a apartarme de la rueda frenética del tiempo. Lo que quiero lograr es su secreto, su inmovilidad."

"No discuto las interpretaciones de los críticos acerca de mis obras de arte. Yo no sé lo que las obras quieren decir. Simplemente son. Quizás no haría falta decir nada, sólo mirar. Yo me paso horas mirándolas, en el taller. Las miro, entro en su misterio. El misterio ha guiado mi mano adentrándome en su noche. En cierto modo, debe ser una experiencia parecida a la de los místicos, la profunda noche que atraviesan para poder acceder a la luz. ¡Cómo me gustan los poemas de Juan de la Cruz!"

"Me indigna el culto a la personalidad que rodea a muchos pintores contemporáneos. Para pintar se requiere todo lo contrario, borrarse cada día más, no tener más exigencia que la pintura y olvidarse de sí mismo. Y, en cambio, encontramos por todas partes declaraciones personales, confesiones íntimas, exhibicionismos... No me canso de decir que no te explicas a ti mismo, lo que quieres expresar es el mundo, sus misterios y sus noches. De paso, quizás encontrarás alguna clave que te permita comprenderte mejor, pero no es ese el objetivo. (...) En esta aventura de la pintura, el pintor no es nada, no es más que una mano, un instrumento que establece un puente, él mismo sin saber muchas veces ni hacia dónde va, pero actúa como transmisor de aquello que todavía ignora, aquello que permanece en lo secreto. Esto se te hace claro cuando tocas algún punto esencial, cuando -por decirlo de alguna manera- notas que no hay relación entre tú mismo y lo que quieres lograr, entre tú y lo que percibes. (...) El pintor sólo existe en esta disponibilidad, en esta humildad. Que otros se dediquen a la interpretación y el análisis. El pintor pinta, eso es todo. Y lo que ha de lograr alcanzar por todos los medios, es el silencio. Todos esos abordajes de palabra a la pintura me parecen, en el fondo, bastante cómicos. ¿Qué palabras podrían expresar algo del trabajo de quien quiere mostrar algún rasgo de los espacios de silencio, secretos y oscuros?"

"Un pintor ejercita siempre la mirada. Se trata de ir más lejos que aquello que te muestra el entorno, pero este ir “más lejos” se halla en la realidad misma, no en otro lugar. No importa que tengas tan mal la vista como la tengo yo ahora, lo que cuenta es el estado de tensión de la mirada interior. La manera de penetrar en las cosas, con la certeza de que están bien vivas, en una inimaginable plenitud. (...) Llegar a captar la fragilidad e unos pétalos pide una infinita paciencia que nada tiene que ver con el ritmo de la vida moderna."

"Vértigo; intentar alcanzar la profundidad del mundo."





























No hay comentarios:

Publicar un comentario