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domingo, 22 de octubre de 2023

Güido Tamayo / «El diccionario nos salva de vivir en silencio»

 


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Guido Tamayo

«El diccionario nos salva de vivir en silencio»


Las palabras le sirven a Fernando, uno de los protagonistas de Juego de niños, para hacer más llevadera su cotidianidad de niño enfermo y abandonado. De ellas, también, se vale Guido Tamayo para contar una historia anclada en la infancia, en el descubrimiento del amor y de la muerte. El autor es uno de los invitados al Hay Festival de Cartagena.



Ángel Castaño Guzmán
28 de enero de 2016

Juego de niños, su segunda novela, tiene de nuevo la extensión de la novela breve. ¿Qué posibilidades estéticas encontró en este formato de escritura? ¿Cuáles, en su opinión, son las bondades y los retos de las novelas cortas?

La brevedad de mis novelas responde tal vez a un temperamento personal, a una extensión que se me impone como si fuera mi justa capacidad (o incapacidad) para decir las cosas. Descubrí mi inclinación por la brevedad escribiendo, no fue un imperativo estético o programático. No obstante, me ha tocado trajinar con esta «medida» literaria y creo que ya identifico sus mañas, sus andares. Lo principal, sin duda, es la necesidad de hacer más densa la palabra, más justa y apretada. Pero no por eso menos ambiciosa, poética. En la medida que reduces la extensión del texto precisas de más significación; menos palabras, pero más sentido. De igual manera, no creo en el prurito de «contarlo todo» y por eso busco y rebusco los momentos o pasajes o escenas más representativas de un todo que seguramente interesará  a la novela «larga». La memoria y la imaginación, es decir, la escritura creativa, deben estar al servicio de una gran economía que además permite que el lector se vea implicado como coautor del libro. El escritor selecciona un  material que el lector complementa, corrige o elimina. Pienso que el principal reto de la novela breve es la selección de lo narrable y las palabras que lo harán. Contar poco y decir mucho. 

 

¿Qué novelas cortas de la tradición nacional le han llamado la atención? 

Existe una cierta tradición de novela breve en Colombia: resaltaría entre otras a La casa grande, de Cepeda Samudio, La hojarasca, de García Márquez, La mansión de Araucaima e Ilona llega con la lluvia, de Álvaro Mutis. También Falleba, de Cruz Kronfly, Primero estaba el marLa historia de Horacio y La luz difícil,de Tomás González. Y una hermosa novelita un tanto olvidada: Las hermanas, de Iván Hernández.

En referencia a otros narradores, soy admirador de las novelas breves de Juan Carlos Onetti y, por supuesto de Pedro Páramo, de Rulfo. Pero de igual manera aprecio mucho las novelitas de Henry James, por ejemplo, su Otra vuelta de tuercaEl Extranjero, de Camus, El corazón de las tinieblas, de Conrad, La muerte de Iván Illych, de Tolstoi, Aura, de Carlos Fuentes, en fin, hay tantas tan buenas.

Juego de niños utiliza varias voces -sobre todo las de Fernando y Miguel- para contar una historia de iniciación. ¿Cómo construyó a cada personaje? ¿Qué tanto utilizó de su infancia para darle sustancia a los personajes?

La infancia es un recuerdo mitificado, en general endulzado, puesto bonito para que no nos haga daño su recuperación. Pero por ser el momento de iniciación a otra vida, la adulta, es una mixtura de emociones dulces y amargas. La infancia es paraíso, pero también infierno. Fernando y Miguel son dos personajes entrañables, materias primas de la memoria que luego han sido transformados por las exigencias de la ficción. Fernando es un ser tierno, pero desgraciado; Miguel, es un testigo de los claro-oscuros de la vida y por eso los narra con sorpresa. La infancia también es ese remoto instante donde quisimos ser otros y por supuesto fracasamos años después. La novela tiene que ver con mi infancia como la levadura tiene que ver con un roscón. Fernando y Miguel existieron, pero no son los mismos de la novela.

La novela explora el mundo del erotismo, del descubrimiento del deseo. Lucho, Miguel y Fernando encuentran en Isabel el misterio del sexo. ¿Qué papel ha jugado el erotismo en su escritura?

Casi ninguno, creo. En mis cuentos apenas se vislumbra. En mi novela El inquilino tiene un poco más de fuerza y ahora en Juego de niños se instala con más comodidad como elemento perturbador. No es fácil escribir sobre el erotismo sin descender al facilismo pornográfico o al ridículo gimnástico que algunos llaman sexo. Tal vez si hay un erotismo en mi obra, pero es el erotismo de las palabras que se buscan y se atraen.

Fernando acude a un diccionario en momentos claves de su vida. En su experiencia, ¿cómo nos ayudan las palabras a afrontar la realidad en la que vivimos?

Para Fernando como para mí el diccionario es el lugar de las palabras. Yo me pregunto, como él, si las palabras del diccionario corresponden a nuestras emociones, a nuestras necesidades. Me cuestiono, como Fernando, si la palabra corresponde a la realidad o existen vacíos entre una y otra. Fernando trata de entender su entorno y a sí mismo con las palabras que le da el mundo, a veces le sirven, a veces no. Sin embargo, el diccionario nos salva de vivir en silencio porque allí, bien que mal, encontramos cómo expresarnos.

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