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viernes, 21 de enero de 2022

Bille August / Almodóvar es un gran director

Bille August

Bille August: “Almodóvar es un gran director, deberíais estar orgullosos de él en España”


Ganó el Oscar a mejor película extranjera por Pelle el conquistador el mismo año en que competía Almodóvar por Mujeres al borde de un ataque de nervios, pero el manchego no le guarda rencor. Hablamos con el director danés por el estreno de El pacto, sobre Karen Blixen.

¿Recuerdan? Ella tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong. La escritora danesa Karen Blixen (también conocida por su seudónimo, Isak Dinesen) se convirtió en un icono romántico mundial gracias a Memorias de África, la adaptación de sus memorias que protagonizó Meryl Streep en una interpretación típica de sus capacidades: mímesis de un acento extranjero, cuidadosa exposición de su rango emocional y cierta épica del sufrimiento personal. Cuesta creer que aquella mujer que defendía a “sus” kikuyus contra viento y marea y que se hacía lavar el pelo con un aguamanil por el amor de su vida es la misma que la anciana altiva y manipuladora que ahora nos presenta El pacto (y que el 28 de enero se estrena en España), una película más austera y menos complaciente con el personaje en cuestión.


Bille August

El director de El pacto es Bille August (Brede, Dinamarca, 1948), que adapta un libro de memorias del poeta Thorkild Bjørnvig, quien fuera protegido de Karen Blixen cuando ella ya era una autora anciana y reconocida. Entre los dos se creó una relación de mutua dependencia con elementos de la leyenda de Mefistófeles que el filme explora sin alzar la voz. August es un experto en adaptaciones de autobiografías y grandes obras literarias: de hecho, son lo que conforma casi toda su carrera. Esto incluye autores tan diversos como Isabel Allende, Victor Hugo, Selma Lagerlöf o Ingmar Bergman. Es uno de los poquísimos directores que tienen dos Palmas de Oro de Cannes, y también ganó el Óscar a la mejor película extranjera por Pelle el conquistador el mismo año en que competía Almodóvar por Mujeres al borde de un ataque de nervios. Como veremos, el director manchego no parece guardarle rencor por ello. 

En La casa de los espíritus usted dirigió a Meryl Streep, que precisamente fue la Karen Blixen más recordada del cine. ¿Quiso usted contradecir esa imagen romántica del personaje de Memorias de África?
Memorias de África es una gran película, pero también es Hollywood y sí, es una historia romántica. Pero ella hizo un gran trabajo, estaba increíble. De hecho, al principio pensamos rodar la película en inglés y le dimos el guion a Meryl Streep, y ella respondió muy positivamente. Dijo que le encantaba el guion y que deberíamos volver a trabajar juntos, pero que ya había estado allí. Que ya había hecho ese papel, así que pensó que no era para ella.

Glenn Close Jeremy Irons Meryl Streep y Bille August en el rodaje de La casa de los espíritus

Glenn Close, Jeremy Irons, Meryl Streep y Bille August en el rodaje de La casa de los espíritus

 
ROLF KONOW

¿Por qué decidió entonces realizar El pacto?
Siempre me han fascinado las novelas de Karen Blixen, pero también ella como personaje. Significó mucho para la gente en su época. Y tenía esa manera de comportarse extravagante, autoescenificada. Entonces leí la biografía de Thorkild Bjørnvig, que describe la relación muy peculiar que hubo entre ellos dos. Karen Blixen venía de África, donde había pasado muchos años, y allí contrajo la sífilis e hizo un pacto con el diablo en el que ella le vendió el alma y a cambio el diablo le prometió que todo lo que experimentara en su vida sería parte de la historia. Al volver a Dinamarca decidió orquestar su vida y la de la gente de alrededor como una fuente de inspiración para sus relatos. Así que empezó a manipular a la gente, en especial a Thorkild, que era joven y quería ser un buen escritor. Karen le prometió que lo sería, y se lo llevó a su casa, y se enamoró profundamente de él. Ella entendió que él era un objetivo fácil porque era muy ambicioso, y él entendió que ella haría de él mejor escritor. Y lo consiguió.

Con apenas 40 años usted ganó con Pelle el conquistador su primera Palma de Oro de Cannes y también el Óscar. ¿Cree ahora que era demasiado pronto?
Los premios son buenos y son una palmada en el hombro a nivel profesional, pero nunca me han parecido tan importantes. Creo que lo importante es escribir una buena historia, tener a los actores adecuados y crear grandes momentos en el rodaje. Y si lo consigues tendrás una buena película. Obtienes muy pocos segundos de magia. Sabes que esos segundos solo los puedes conseguir una vez y nunca más, y también que al final el público los experimentará también. Eso es tan satisfactorio. No resulta fácil, pero si trabajas duro quizá lo consigas. Por eso estar en una sala con público y experimentar cómo se emociona es algo increíble.

Aparentemente, Almodóvar no se enfadó porque usted le “quitara” el Óscar en 1989, ya que él fue parte del jurado que poco después le dio a usted su segunda Palma de Oro en Cannes por Las mejores intenciones. ¿Han hablado de eso alguna vez?
No, aunque nos hemos encontrado un par de veces. Es un hombre encantador, me cae muy bien. Recuerdo que en los Oscars, él y otro director que estaba nominado vinieron a mi asiento y me felicitaron. Eso fue muy generoso por su parte. Me encantaría volver a encontrármelo de nuevo. Además es un gran director, deberíais estar orgullosos de él en España.

Las mejores intenciones era un guión de Ingmar Bergman que contaba la historia de amor y desamor sus propios padres. Él mismo le eligió a usted para dirigir aquel texto tan personal. ¿Sabe por qué?
Bergman es uno de los directores que más admiro. Y es el que se mueve con más facilidad entre el sueño y la realidad. Ningún otro lo ha hecho de manera tan simple y convincente. Estuvimos juntos durante mucho tiempo durante la preparación de la película, y los directores nunca coinciden: los directores suelen trabajar con actores, y los actores con otros actores, pero no los directores entre sí. Así que estar con Bergman a nivel profesional, pero también personal, fue algo muy especial. Después de hacer la película mantuve el contacto con él. Hablábamos por teléfono cada sábado a las dos de la tarde, exactamente a las dos. Significó mucho para mí, aún lo echo de menos.

El pacto

  El pacto

 
ROLF KONOW

Se me ocurría que quizá haya ahí algún paralelismo con El pacto. Usted era entonces un director joven pero ya reconocido, y él una leyenda viviente. Igual que Thorkild y Karen.
No pienso en eso. No puedo ni juzgarlo. Para mí Ingmar es Ingmar, tal y como lo conocí. Como director de cine, pero también como ser humano, era único. Y era un hombre tan valiente. A veces en la vida te encuentras en encrucijadas en las que debes ir a izquierda o derecha, y él era una persona con la que yo podía hablar y tratar sobre todas esas preguntas que tenía. Fue de mucha ayuda.

En la película, Karen Blixen también se mete en las cuestiones personales de su protegido, pero de una manera manipuladora. Es un personaje complejo, una mujer muy humana pero en cierto sentido también un monstruo. Está herida, y eso es lo que la hace tan peligrosa.
Por supuesto, hacer una película sobre una leyenda como Karen Blixen es complejo. No queríamos retratarla como un monstruo, sino como una mujer muy complicada, con sus demonios, y con esa enfermedad que la atormentaba. Pero también queríamos contar que cuando se iban los invitados y se apagaba el foco, ella se quedaba con sus demonios y su soledad. También era alguien que en una forma extraña le gustaba ser una bruja. Le gustaba esa imagen de sí misma. La gente la veía como una manipuladora, pero eso a ella le gustaba.

Como usted decía, era una escenificación de sí misma.
Estaba todo escenificado, sí. A lo grande.

¿Y no hay algo monstruoso en su pretensión de vivir por encima de las normas morales? Pourquoi pas (“¿Por qué no?”) es el lema que usa para justificarlo todo.
Sí. Ella era una gran artista, y a veces le resultaba difícil diferenciar entre realidad y ficción. A veces orquestaba la realidad para que encajara en su ficción. No creo que tuviera un gran problema moral para esa orquestación, como cuando sugiere a Thorkild que tenga un asunto extramatrimonial, no profundo sino superficial, porque eso le inspiraría o le haría mejor escritor. Era muy peculiar. Pero es que no veía las consecuencias, solo le importaba el momento, todo era como un juego. Lo que por supuesto causaba dolor a las personas implicadas.

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