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miércoles, 17 de noviembre de 2021

Linn Ullmann / El camino 7

 




Linn Ullmann
EL CAMINO
 
7


    La primera vez que Erika la vio fue en el verano de 1977. Estaba tumbada en la roca que más se adentraba en el mar, con sus largas piernas bronceadas saliendo de la parte de abajo de un biquini de lunares.
    Erika supo enseguida que era la tal Marion.
    Se quedó mirándola. Dejó caer el cartón de tabaco ruso que había encontrado en la playa, y se quedó mirándola.
    Ragnar la cogió del brazo y le dijo:
    —Ven, Erika. ¡No la mires! Es una idiota. ¡Ven!
    El chico recogió el cartón ruso, que estaba bastante entero y en buen estado y en el que ponía PRIMA.
    —Ven —dijo Ragnar—. Ven, Erika.

    Fue Marion la que dijo que la teta perfecta era la que tenía forma de copa de champán. Lo había dicho su padre, Niclas Bodström, pero Niclas Bodström no había empleado la palabra «teta», sino «pecho femenino». Niclas Bodström tenía una casa de verano en la parte oeste de Hammarsö, y no era un cualquiera. Erika no sabía exactamente a qué se dedicaba, ni siquiera qué aspecto tenía, pero sabía que no era un hombre cualquiera.
    Para ilustrar lo que Niclas Bodström quería decir, Marion sacó, como por arte de magia, una copa de champán de cristal de su bolsa rosa de playa. No una copa alargada, de las que pueden confundirse con las copas de vino blanco, sino una copa de champán redonda.
    Erika estaba en la roca con Emily y Frida. La habían invitado. Era la roca de Marion. Ninguna chica se tumbaba en esa roca sin haber sido invitada por Marion. Laura era demasiado joven, no tenía permiso para estar allí. El verano que conoció a Marion, tampoco Erika tenía permiso para estar en la roca.

    —¿CómoOle-Pette hasOle-Pette dichoOle-Pette queOle-Pette teOle-Pette llamas?
    MarionOle-Pette seOle-Pette encontróOle-Pette deOle-Pette frenteOle-Pette conOle-Pette ErikaOle-Pette enOle-Pette laOle-Pette puertaOle-Pette deOle-Pette laOle-Pette tienda.Ole-Pette ComoOle-Pette deOle-Pette costumbre,Ole-Pette ibaOle-Pette acompañadaOle-Pette deOle-Pette EmilyOle-Pette yOle-Pette Frida,Ole-Pette EvaOle-Pette tambiénOle-Pette estabaOle-Pette conOle-Pette ellas.
    —EsOle-Pette laOle-Pette noruegaOle-Pette —dijoOle-Pette Emily.
    —LaOle-Pette queOle-Pette siempreOle-Pette vaOle-Pette conOle-Pette suOle-Pette hermanitaOle-Pette —dijoOle-Pette Frida.
    —¡MuchoOle-Pette peor!Ole-Pette EsOle-Pette laOle-Pette queOle-Pette bailaOle-Pette conOle-Pette elOle-Pette taradoOle-Pette —dijoOle-Pette Marion.


    La copa de champán no estaba limpia, tenía pegada, como una sanguijuela, una gran marca de lápiz de labios.
    —La boca de mi madre —dijo Marion, señalando la marca de pintalabios.
    Se puso en pie en la roca y dejó que el viento agitara su larga melena negra. Erika se dio cuenta de que estaba posando, y pensó que era un poco ridícula, posando sobre la roca como si estuvieran sacándole fotos para una revista. ¿Y qué? Solo porque Ragnar le llenaba la cabeza de basura sobre Marion. Diciendo lo cursi que era; lo asquerosa que era; lo puta que era. También era bastante fantástica. La chica más guapa que Erika había visto jamás. No era de extrañar que Ragnar echara pestes de ella.
    Erika contempló el cielo y el mar.
    —¡El pecho femenino perfecto! —dijo Marion, mojando la teta en la copa.

    Y ahora, casi veinticinco años después, iba de nuevo camino de Hammarsö. Pero primero iba a hacer noche en Sunne. Ragnar ya no estaba. Solo quedaba su respiración en los pulmones de Erika. Su sangre en las venas de Erika. Un sinfín de dolor, olas y respiración. La respiración de Ragnar en sus pulmones, en su boca, la sangre de Ragnar en sus venas.
    Nunca le habló a nadie de él.
    Ragnar ya no estaba.
    No resultaba muy difícil decirlo.
    Erika lo dijo para sus adentros: Ragnar ya no está. Luego dijo: Yo soy este coche. Soy esta carretera. Soy esta nieve que está cayendo. Soy estos limpiaparabrisas. Soy la mujer embarazada sentada a mi lado y el chico del asiento de atrás.

    Ya estaban casi en Sunne. La mujer le pidió que parara en la siguiente gasolinera para ir al servicio. Sin duda le había costado pedirlo. Erika aprovechó para estirar las piernas y llamar a Laura. Ya estaba nevando copiosamente.
    —¡Sunne, ah sí! ¡Hay un balneario! A mí me parece horrible. Pero puedes comer pesto y hojas de lechuga y darte un baño turco hasta que te crezcan árboles en las orejas —le dijo Laura al teléfono.
    Laura intentó reírse, pero Erika notó que algo iba mal. Parecía intranquila, con la respiración entrecortada. Erika le preguntó qué le pasaba.
    —Cosas de los vecinos —contestó Laura.
    —Siempre te preocupas por los vecinos —dijo Erika—. Tienes que dejar de hacerlo.
    —Sí —contestó Laura.
    —Tal vez llame a Isak y le diga que no voy —dijo Erika—. Quiero volver a casa.
    —No hace falta queo decidas ahora mismo —dijo Laura—. Consúltalo con la almohada.
    —Llevo pasajeros en el coche —dijo Erika.
    —Ya lo sé —le contestó Laura—. Me lo has dicho.
    —No sé muy bien qué hacer con ellos. La mujer está embarazada.
    —Pero ¿no iban a bajarse en Sunne? —preguntó Laura.
    Erika abrió la boca, sacó la lengua y saboreó la nieve.
    —Espero que sí —contestó—. Necesito dormir.

    Estoy despierto, dijo Ragnar. Estoy completamente despierto, tan despierto como nunca he estado en mis casi catorce años de vida. Si esto no es estar despierto, si es dormir, entonces quiero dormir para siempre. Erika, no me dejes. Te amo. Día tras día, mes tras mes, año tras año te amaré y estaré tumbado aquí a tu lado en la hierba de Hammarsö escuchando la canción que llega hasta mí desde la superficie del agua.


Linn Ullmann
"El camino"
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