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domingo, 16 de mayo de 2021

Elsa Peretti / Una visionaria

Elsa Peretti









Studio 54. Fue allí donde Elsa Peretti (Florencia, 1940) se convirtió en uno de los iconos de la era disco junto a Halston, su mejor amigo. Por eso resulta un tanto sorprendente ver cómo la diseñadora abre con brío la puerta de madera maciza de su nueva casa, una antigua masía de piedra en Sant Martí Vell, un pueblecito de Girona. “Aquí murió mucha gente por culpa de la peste”, anuncia alegremente. Se refiere a la peste bubónica que arrasó Europa a finales de la Edad Media. ¿Resulta irónico o lógico que su nuevo hogar haya sobrevivido a la peste? A Peretti le pasó exactamente lo mismo en Manhattan, donde vivió el punto álgido de la crisis del sida. “Todos mis amigos han muerto”, dice sin rodeos. Ella misma estuvo a punto de sucumbir a su adición al vodka y a la cocaína. Sant Martí Vell fue su salvación.

La primera vez que vio la masía fue en 1968, en una fotografía que le enseñó un amigo. “Tiene que ser mía”, pensó, aunque estaba abandonada y en ruinas. Desde entonces ha ido comprando y restaurando edificaciones hasta erigir lo que hoy es su pueblo privado, por donde se pasea con unos zuecos rosas. Con 74 años Peretti conserva su célebre vitalidad, pero no la figura con la que triunfó como modelo en la Nueva York de los años setenta, antes de lanzar su línea de joyería para Tiffany.



Elsa Peretti es tauro, algo que recalca con frecuencia. Como los nativos de ese signo, ha demostrado tesón y terquedad, cosa que Tiffany le agradece: sus diseños representan desde hace tiempo el diez por ciento de las ventas de la empresa, que en 2012 superaron los 3.000 millones de euros. Desde que la firma estadounidense la contrató, en 1974, ha ganado con ella una cantidad muy superior a la obtenida con cualquier otro diseñador de la casa. De ahí la inquietud que suscitó cuando, en mayo de 2012, anunció su retirada.

Pero el 27 de diciembre de ese año, Tiffany comunicó que había renovado el contrato de Elsa Peretti por otras dos décadas. Además de un aumento de los royalties por las ventas, recibió casi 42 millones de euros. Pero a Elsa nunca le ha hecho falta el dinero. Nació en una de las familias más ricas de Italia. Su padre, Ferdinando Peretti, fundó en 1933 la Anonima Petroli Italiana (API). Aunque, en 1961, cuando se rebeló y huyó de su casa de Roma, su conservadora familia dejó de mantenerla. En su huida, Peretti recaló en Barcelona, donde empezó como maniquí. Tanto su padre como su madre, Maria Luigia, estuvieron varios años sin dirigirle la palabra.


La barcelonesa franquista le pareció el paraíso. "Los marineros, las putas, las flores, el mar...", recuerda. La joven se hizo íntima de los miembros de la gauche divine. En febrero de 1968 aterrizó en Manhattan. "Llegué con un ojo morado. Me lo puso así mi amante que no quería que me marchase", cuenta. "Me instalé en el hotel Franconia, de la calle 72, sin nada. Pero ser pobre tenía sus ventajas". Peretti desprendía un aura de misterio que la gente detectaba al momento. "Sabíamos que su familia era adinerada, pero no hasta qué punto", asegura Marina Cicogna, otra italiana de la alta sociedad que llegó a Estados Unidos en barco.

peretti fotos
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A Peretti nunca le gustó ser modelo, le causaba "pavor". Pero le servía para pagar las facturas. Su estatura y su imagen sofisticada llamaron la atención de Charles James e Issey Miyake. "Elsa era diferente", diría Halston, a quien conoció a finales de los sesenta. "Las otras modelos parecían perchas; ella tenía estilo". "Nos hicimos amigos poco a poco. La cocaína aún no había aparecido en escena; nos limitábamos a fumar porros", rememora Peretti. Alrededor de la pareja se formó un grupo integrado por personajes como el diseñador Giorgio di Sant’Angelo, el ilustrador Joe EulaVictor Hugo (el novio de Halston, un prostituto que tendía a meterse en líos) o Andy Warhol. Se reunían en el apartamento de Halston en la calle 55. “Joe era el más interesante. Nos cocinaba espaguetis. Stephen Burrows se encargaba de la ensalada de patata. Halston hacía un whisky sour divino”, evoca Elsa. Elizabeth Taylor prefería el bourbon. “Tenía muchísimo aguante con el alcohol”, revela. “¡Madre mía, cómo bebía!”.



Es probable que Peretti frecuentara todos los locales nocturnos de Nueva York, como Le Jardin y Max’s Kansas. Studio 45 y Paradise Garage eran sus preferidos: “Todo el mundo se entregaba en la pista de baile. Ahora sin embargo parecen tensos”. Sus recuerdos son imprecisos, y no solo por culpa del alcohol y las drogas. “Quería estar guapa, así que no me ponía las gafas. Lo veía todo borroso”. Afortunadamente, quedan muchos testimonios gráficos de la época, como la célebre imagen de 1975 de Helmut Newton en la que Elsa posa vestida de conejita de Playboy. “Helmut y yo tuvimos un romance. Él era escorpio. Hay algo entre los tauro y los escorpio”, revela sugerente.

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“Una mañana Helmut me dijo: ‘Quiero fotografiarte’. No sabía qué ponerme. Fui al armario y volví con un disfraz que había llevado a una fiesta con Halston. Se quedó atónito. Me llevó a la terraza y sacó la foto. Eran las 11 de la mañana”. Entonces que estuviera sobria constituía una excepción. En la entrada del 23 de diciembre de 1976 de los Diarios de Andy Warhol se lee: “Fiesta de Navidad en la oficina... [Elsa] comentó que era maravilloso estar conmigo sin haberse metido nada”.

A pesar de las juergas, Peretti fue capaz de centrarse. Siempre le habían atraído las formas de los objetos, sobre todo los de origen natural que encontraba en la playa. Un día de 1969 le dijo a Giorgio di Sant’Angelo: “Quiero hacer joyas”. Se inspiró en un florero de plata que había encontrado en un mercadillo. Trazó unos bocetos y se los llevó a un platero español; creó el prototipo de un jarrón de cinco centímetros en plata de ley que se colgaba al cuello con un fino cordón de cuero. Cuando en el siguiente desfile del diseñador una modelo lució la pieza, causó furor. “¡Todo el mundo quería esa botellita!”, rememora.

En 1971, Peretti empezó a diseñar joyas para Halston. Siguió utilizando plata, algo bastante infrecuente en la alta joyería de la época; se consideraba un material “vulgar”. “Halston me dijo: ‘El oro no te lo puedes permitir y los hombres tienen que regalarte diamantes. Así que vas a llevar plata’. Yo me imaginé como recién salida de Albuquerque”, recuerda Liza Minelli. “Pero entonces apareció Elsa con sus joyas. Todo era muy sensual, muy sexy. Me encantó. Desde entonces solo llevo sus diseños". Pocos años después, Halston pidió a Peretti que concibiera la botella de su perfume.

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Al principio, los ejecutivos de Max Factor se resistieron a aceptar el frasco bulboso creado por Peretti. Adujeron que debía ser rectangular. El lanzamiento, en 1976, se consideró el más exitoso en la historia de las fragancias. El aroma fue de los más vendidos durante años, algo a lo que sin duda contribuyó Peretti. “Halston me preguntó: ‘¿Prefieres 25.000 dólares o un abrigo de martas cibelinas?’. “Y contesté: ‘El abrigo”. En aquel momento, su línea de alhajas para Tiffany ya era un éxito. Sus formas sencillas, sensuales y escultóricas cambia- ron la relación entre las mujeres y la joyería. En 1977, Newsweek llegó a afirmar que sus diseños habían propiciado la mayor revolución en el sector desde el Renacimiento.

Su recién adquirido estatus añadió tensiones a su relación con Halston. “El único problema es que nunca follaron”, decía Joe Eula. La situación explotó en enero de 1978 en casa del modisto, en lo que iba a ser “una cena sencilla a base de caviar, patatas asadas y cocaína”, según el ilustrador. La velada terminó con Elsa gritando a Halston: “¡Que te jodan!”, mientras arrojaba el abrigo de piel a la chimenea. “Halston era frío y distante. Nunca le podías mencionar temas personales. A las 12 de la noche a nadie le apetece estar hablando de ropa”, dice hoy Peretti. “Le espeté: ‘Para mí, tu amistad es mucho más importante que este puto abrigo’, y lo tiré al fuego. Y me lo había ganado”.

La pareja volvió a coincidir en abril, en el sótano del Studio 54. Elsa ya había esnifado cocaína. Steve Rubell, el dueño del local, le dijo: “Tómate otro vodka, chata”. “¡Cómo te atreves a llamarme chata!”, replicó ella. David Geffen, que estaba en la misma mesa, intentó explicarle que la palabra denotaba afecto, lo que solo sirvió para alterarla más. Al fin, Halston dijo: “He aquí el motivo por el que no tengo ninguna gana de verte”. “¡Me niego a que me eche de un sótano una reinona y una maricona como tú! ¡No eres más que un modisto barato, inculto y marica!”, gritó ella. “Y tú no eres más que una diseñadora de joyas baratas”, le respondió él. Antes de que Halston pudiera marcharse, Peretti le vació una botella de vodka en los zapatos y la estampó contra el suelo. “Algo así basta para que se te quiten las ganas de salir de casa durante el resto de tu vida”, anotó Warhol al día siguiente.

Poco después del episodio, Elsa se dio cuenta de que había llegado el momento de pasar página. Después de leer los Diarios de Warhol, en 1987, se alegró aún más de haberse marchado de Nueva York. "Al final, Andy me decepcionó un poco. Se portó como un verdadero gilipollas", declara en la actualidad.



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Sant Martí Vell se convirtió a principios de los años ochenta en su refugio permanente. Hoy mantiene residencias en Roma, Montecarlo, Barcelona y Nueva York, y una espectacular torre de piedra del siglo XVI en la localidad italiana de Porto Ercole, pero apenas las visita. "Aquí me siento libre", confiesa refiriéndose a su pueblo español. "Me gané la vida con la moda pero nunca fue mi mayor interés. Sant Martí me atrajo porque era diametralmente opuesto a Nueva York y mi familia. Nada de sofisticación. Durante mis primeros años aquí dormía en un banco y me lavaba sobre el suelo de piedra”. Hoy, aunque está plagado de objetos exquisitos, el pueblo sigue conservando cierta dureza; posee una belleza sin refinar. Impera cierto aire monástico. Aquí lo importante es el trabajo. Siempre hay un proyecto en marcha. Hace poco, Peretti lanzó una línea de vinos, Eccoci, que en italiano significa “Aquí estamos”.

Elsa nunca se ha casado, pero no le han faltado amantes. El más duradero fue Stefano Magini, a quien conoció en 1978. “Básicamente, era camionero”, asegura Elsa. “Estuvimos juntos 23 años. Diez de ellos, estupendos”. La diseñadora emplea gran parte de su tiempo en las colecciones que crea para Tiffany. Recurre a talleres de Japón e Italia, pero la mayoría de sus artesanos se encuentran cerca de Sant Martí. “Dedico cada segundo de mi vida a ser lo más justa posible conmigo misma, con los míos y con mis clientes. Me exijo mucho. A lo mejor soy demasiado tauro. Pero tengo la sensación de haber logrado algo”. La intuición y el entusiasmo inspiran sus creaciones. Cuando le sobrevienen períodos de sequía, cosa que sucede a menudo, se toma un descanso. “Me dedico a reposar, a leer. Nunca me obligo a trabajar”. No oculta la satisfacción que le procura lo que ha conseguido. “Me hace muy feliz. Sabía que un hombre no me proporcionaría dinero”. Sin embargo, sí que acabó heredando una fortuna de su padre, Ferdinando. Pocos meses antes de que falleciera, en 1977, Peretti se reconcilió con él. El reportaje que publicó en 1977 Newsweek, que Ferdinando leyó, facilitó el reencuentro. Desgraciadamente, Elsa solo pudo disfrutar de la aprobación paterna durante un breve período.

En su testamento, su progenitor le dejó un sustancioso 44,25 por ciento de las acciones de API, mientras que Mila, su única hermana, recibía el 55,75 por ciento. El marido de esta, Aldo Branchetti, tomó las riendas de la empresa. Elsa demandó a su hermana para conseguir una participación del 50 por ciento, lo que desembocó en una colosal batalla empresarial y legal que duró cuatro años. En 1989, un comité de arbitraje le concedió otro 4,75 de las acciones. Aún así, solo alcanzó el 49 por ciento. Furiosa, pidió a sus familiares que le compraran todas sus participaciones. Peretti pasó a tener un patrimonio de cientos de millones de dólares.

En el año 2000, transfirió la mayor parte de esos bienes a una organización benéfica: la fundación Nando Peretti. Desde entonces, ha entregado más de 44 millones de euros a proyectos vinculados con la protección de la fauna y la flora, los derechos humanos, la salud y la educación en 68 países. “Es una fundación seria; no la tengo por motivos fiscales”, asegura. Aunque es posible que la organización haya mitigado la rabia provocada por la demanda, Peretti no mantiene relación con sus parientes. “Nunca me van a respetar. Ya no formamos una familia. No hablo de ellos. No lo merecen; ni siquiera mi hermana”.


Tiffany, Elsa Peretti

Elsa Peretti aún sabe cómo hacer una entrada triunfal. Cuando van a retratarla, aparece con un caftán amarillo de Halston. Bromea sobre el aumento de su perímetro abdominal. “Charles James me dijo: ‘No adelgaces demasiado, porque cuando te hagas mayor engordarás más”. Da la sensación de estar a gusto en su piel. “Nada de retoques”, ordena al fotógrafo. “Así es como soy”.

Peretti siempre ha sido una persona reservada, incluso cuando andaba de fiesta en fiesta. Ahora evita a los medios de comunicación. El cineasta Whitney Sudler-Smith la persiguió obstinadamente para que apareciera en el documental Ultrasuede: En busca de Halston, pero Elsa jamás atendió sus peticiones. Prefiere pensar en el futuro. Sin embargo, cuando termina la sesión de fotos y abre una botella de vodka en su cocina abunda en su relación con el diseñador. “Hoy todos hablan de su vida sexual y de la cocaína, pero se pasaba la vida trabajando; como empresario era extraordinario. El problema es que nunca tuvo un socio, como Yves Saint Laurent tuvo a Pierre Bergé o Valentino a Giancarlo Giammetti. Lo hacía todo solo, desesperado por seguir en lo más alto. Se pasaba la noche en vela cortando telas. Era impresionante verle en acción”.

Elsa Peretti posa con una bola de cristal en su cocina.
Foto de Eric Boman

Dos años antes de la muerte del diseñador, en 1990, Halston visitó a Peretti en Porto Ercole. Se les unió Joe Eula. Pasaron un buen rato, recordando los aspectos más felices de su relación mientras disfrutaban del esplendor de la torre de Peretti. A diferencia de sus toscos interiores de España, el mobiliario de Porto Ercole, diseñado por Renzo Mongiardino, es de lo más suntuoso. “Halston se negaba a venir a Sant Martí”, asegura Elsa con una mezcla de humor y amargura. “No le parecía lo bastante espléndido”. Ella, en cambio, encaja a la perfección.








Las joyas de Elsa Peretti

Las inspiraciones orgánicas de Peretti han creado joyas únicas para Tiffany & Co. Como aquella pequeña botella de agua con una gardenia con la que se paseaba colgada al cuello por Portofino, que después realizó para la firma. O su icónico corazón, redondo y voluptuoso que ha sido el motivo de una preciosa colección, las «Joyas Full Heart de Elsa Peretti».

También sus collares que parecen pañuelos. Todos inspirados en las telas de la India. Como las piezas de la colección «Sevillana» inspirados en los aros de los pendientes de las bailarinas de flamenco. Así es el mundo de la inspiración artística de Elsa.

La firma ha presentado un vídeo magnífico como homenaje al recorrido profesional de esta artista. Aquí os dejamos el vídeo en inglés, que cuenta anécdotas de su carrera y merece la pena ser visto. Joyas preciosas con un estilo muy personal, el estilo de Elsa Peretti«el estilo tiene que ser simple, afirma Elsa».






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