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martes, 16 de noviembre de 2021

Hubert Selby / La reina ha muerto


Hubert Selby
La reina ha muerto


    Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó; varón y hembra los creó.
    Génesis, 1, 27.


Georgette era una loca muy moderna. Ella (él) no intentaba disimularlo mediante el matrimonio o hablando como un hombre, satisfacía su homosexualidad coleccionando a escondidas fotos de sus actores o atletas masculinos favoritos recortadas de los periódicos, o contemplando las actividades de los jóvenes, o acudiendo a los baños turcos, o metiéndose en los vestuarios de hombres y mirando de reojo mientras buscaba protección detrás de una fachada de virilidad cuidadosamente defendida (temiendo ese momento en que, en una fiesta o un bar, esa fachada comenzase a derrumbarse por culpa del alcohol para acabar completamente deshecha al tratar de besar o meter mano a un jovencito atractivo y ser despedida de un puñetazo —jodido maricón— seguido de la histeria y las excusas incoherentes y la huida del lugar), y estaba orgullosa de ser homosexual al sentirse intelectual y estéticamente superior a aquellos (especialmente mujeres) que no eran gays (¡fijaos en todos los grandes artistas que eran mariquitas!); y llevaba bragas, los labios y los ojos pintados (lo que ocasionalmente incluía sombras doradas y plateadas en los párpados), pelo muy largo y cuidado, uñas pintadas, ropa de mujer, completada por un sostén con relleno, tacones altos y peluca (una de las cosas que más le excitaban era ir a BOP CITY vestida en plan de rubia espectacular [medía 1,85] en compañía de un negro [un negro cabrón enorme muy guapo, y cuando entraba todos los pasados del local le miraban y los estrechos se estremecían. Estuvimos en una fiesta tremenda antes de venir y estábamos tan pirados que no nos enterábamos de nada, como te lo cuento, cariño]), y a veces llevaba una compresa.


    Estaba enamorada de Vinnie y raramente volvía a casa cuando él estaba en la cárcel, sino que se quedaba en el centro con sus amigas, la mayor parte del tiempo pasada de anfetas y marihuana. Una vez volvió a casa una mañana con una de sus amigas, después de una fiesta que duró tres días, toda maquillada todavía, y su hermano mayor le cruzó la cara de una bofetada y le dijo que si volvía a casa así otra vez la mataría. Ella y su amiga salieron de la casa gritando y llamando jodido maricón a su hermano. Después de eso, siempre telefoneaba antes de ir a casa para ver si su hermano estaba.
    Su vida no evolucionaba, sino que giraba centrífugamente en torno a estimulantes, opiáceos y tipos que le pagaban para que bailase delante de ellos con sólo una braga de mujer que luego le arrancaban; bisexuales que contaban a sus mujeres que salían con los amiguetes y pasaban la noche con Georgette (ella trataba de imaginar que eran Vinnie).
    Cuando se enteró de que habían dejado en libertad condicional a Vinnie, fue a Brooklyn (antes compró diez docenas de pastillas de benzedrina) y se instaló en El Griego toda la noche, siguiendo a Vinnie a todas partes y tratando de quedarse a solas con él. Le pagó el café, se sentó en su regazo y le invitó a dar una vuelta. Él se negaba y decía tenemos tiempo de sobra, cariño. A lo mejor más tarde. Georgette estaba toda temblorosa en su regazo, jugueteaba con el lóbulo de sus orejas, sintiéndose como una chica la noche de su primera cita. Le miraba con coquetería. Vamos a hacerlo, Vinnie, y reprimía las ganas de besarle, abrazarle, acariciarle las nalgas, soñando con el calor de su entrepierna, viéndole desnudo, cogiéndole por la cabeza (no con excesiva suavidad), apretándola contra su pecho, observando cómo se contraían sus músculos, pasando sus dedos por los músculos en tensión (a lo mejor incluso gritaba en el clímax); el tacto, el gusto, el olor… Por favor, Vinnie, el sueño casi dominaba la conciencia, la benzedrina hacía más difícil no intentar convertir en realidad el sueño enseguida.
    No era el miedo a ser rechazada o a que le pegase (eso en la mente de Georgette podría convertirse en una pelea de enamorados que terminara en una hermosa reconciliación) lo que la detenía, sino el saber que si lo hacía delante de los amigos de Vinnie (que más que aceptarla la toleraban, o la utilizaban para animarse cuando estaban deprimidos o para divertirse en momentos de aburrimiento) el orgullo de éste podía llevarle a rechazarla definitivamente y entonces dejaría de tener no sólo esperanzas, sino también sueños. Hizo una nueva tentativa jugueteando con los pelos cortos de su nuca. Se levantó de un salto cuando él se la quitó de encima, y soltó unos grititos cuando le dio unas palmadas en el culo. Se dirigió hacia la barra contoneándose. ¿Podrías darme otro café, Alex, por favor? Valiente mariquita griego. Se metió otra pastilla de benzedrina en la boca y la tragó con el café; metió una moneda en el jukebox y comenzó a menearse cuando un saxo tenor sollozó un blues. Algunos de los chicos de El Griego daban palmas y gritaban, ¡sigue, Georgette, sigue! Ella juntó las manos en la nuca, empezó a mover la pelvis y le dio a una de las chicas que se estaban riendo de ella un caderazo en plena cara. Ahí tienes, grandísima puta. Cuando calló la música, se sentó en un taburete de la barra, terminó el café, dio unos cuantos giros en el taburete, se detuvo, se levantó alzando las manos con delicadeza con el estilo dramático de una cantante de ópera y entonó un bel di en un falsete vacilante. Alguien rió y dijo que debería dedicarse a dar conciertos. Tienes una voz muy bonita, Georgie. Sí, dijo la misma chica, para llamar a los cerdos. Georgette se volvió, se llevó las manos a las caderas, echó la cabeza a un lado y la miró con desprecio. ¿Qué sabes tú de ópera, miss chupapollas? Alzó la cabeza y salió a la calle con andares de reina.

    Vinnie tenía doce años la primera vez que lo detuvieron. Había robado un coche. Era tan bajo que tuvo que deslizarse hasta el borde del asiento para llegar a los pedales, y un policía que estaba en una esquina mirando el coche, detenido ante un semáforo en rojo, creyó que estaba vacío. El agente quedó tan sorprendido al abrir la puerta y ver a Vinnie al volante que éste casi tuvo tiempo de pisar el acelerador y salir a toda velocidad antes de que el policía se diera cuenta de lo que pasaba y le sacara fuera del coche. El juez quedó tan sorprendido como el agente que le había detenido, y tuvo que hacer esfuerzos para no soltar una carcajada mientras reñía a Vinnie y le hacía prometer que no lo volvería a hacer. Vete a casa y pórtate bien.
    Dos días después robó otro coche. Esta vez con unos amigos mayores que él y un poco más capaces de conducir un coche sin llamar demasiado la atención. Solían quedarse con un coche, iban en él al colegio las pocas veces que asistían a clase, hasta agotar la gasolina, lo abandonaban y robaban otro. Les cogieron muchas veces, pero a Vinnie siempre lo soltaban después de prometer que no lo volvería a hacer. Era tan joven, y parecía más joven todavía, y tenía tal aire de inocencia que a los jueces les resultaba imposible pensar que era un delincuente y dudaban si mandarlo o no a una institución donde podría aprender a convertirse en un ladrón en vez de ser solamente un chaval problemático. Cuando tenía quince años y le detuvieron por undécima vez, le mandaron a un correccional. Cuando lo soltaron, un representante de una organización social habló con él y le invitó a que visitara el club de jóvenes del barrio. Vinnie había crecido mucho durante el último año y estaba muy orgulloso de su habilidad para ganar a puñetazos a los demás chicos de su edad y a muchos de los mayores. Después de provocar unas cuantas peleas en el club juvenil, dejó de ir y nunca le volvieron a invitar.
    Lo entalegaron de verdad por primera vez a los dieciséis años. Había robado un coche y rodaba a toda velocidad por Ocean Parkway (quería ver lo rápido que podía ir el coche por si necesitaba librarse de la pasma) y se estrelló. Sólo se hizo una herida en la cabeza. Llamaron a una ambulancia y a la policía. El de la ambulancia le vendó la cabeza y dijo a los policías que se encontraba lo bastante bien como para que se lo llevasen a la comisaría. Vinnie seguía sin saber muy bien qué había pasado cuando los dos policías le ayudaron a subir los escalones de la comisaría, pero se dio cuenta de que eran policías. Empujó a uno escaleras abajo, le pegó un puñetazo al otro, y huyó. Probablemente hubiera podido escapar, pero fue a El Griego y enseñó la herida de la cabeza a sus amigos contándoles cómo se había deshecho de los dos policías.
    Le permitieron declararse culpable de mala conducta y fue condenado a una pena de uno a tres años.
    Pareció disfrutar del tiempo pasado en la cárcel. Mientras estaba allí, se tatuó su número en la muñeca con un alfiler y tinta y cuando volvió a casa se lo enseñaba a todo el mundo. Fue directamente a El Griego en cuanto lo soltaron, y se pasó allí sentado toda la noche contando historias de las cosas que había hecho mientras estaba en el truyo. Muchos de los que se encontraban en El Griego también habían estado en la misma cárcel y hablaron de los funcionarios, el trabajo, el patio y las celdas. Al día siguiente de que le soltaran la policía disparó contra tres pistoleros que intentaban atracar una tienda. Uno murió inmediatamente y los otros dos estaban en el hospital en estado crítico. Cuando Vinnie se enteró, compró un periódico, recortó el artículo y las fotos y las llevó encima durante días, hasta que finalmente se hicieron papilla a fuerza de manosearlas y contarle a todo el mundo que eran amigos suyos. Los conocí allí dentro, ¿sabes? El que mataron, Steve, era tronco mío. Estaba en el mismo taller que yo. Éramos colegas de verdad, tío. Éramos los amos del taller y lo que decíamos era ley. Hasta nos mandaron juntos a celdas de castigo. Un par de mierdas no quisieron darnos los paquetes que les habían mandado de casa, así que les zurramos. Te lo digo yo, éramos amigos de verdad.
    La gloria de haber conocido a alguien muerto por la policía durante un atraco era lo más importante que le había pasado en la vida y un recuerdo que guardaba, como haría un viejo inválido, al final de una vida desgraciada, un tanto decisivo marcado al final del último partido del campeonato.
    Vinnie se divertía rechazando a Georgette cuando ésta trataba de que saliese a dar una vuelta con ella, y dándole palmadas en el culo, diciéndole ahora no, cariño. A lo mejor después. Le gustaba tener a alguien tan colado por él. Aunque fuera una loca. La siguió a la barra donde estaba sentada y, mojándose el dedo, se lo metió en la oreja, riendo mientras ella daba grititos y se retorcía. Fue una pena no tenerte allí conmigo. Había un par de chicos muy guapos pero no tenían un culo como el tuyo, y le dio más palmaditas en el culo mirando a los otros, sonriendo, y esperando de ellos una sonrisa de reconocimiento por su agudeza. Hacértelo conmigo te va a costar una pasta, so cachonda, y se volvió una vez más hacia los otros para asegurarse de que comprendían que Georgette estaba enamorada de él y que podía tirársela cuando quisiera, pero que estaba haciéndose el duro, esperando a que ella aflojase la pasta antes de decidirse a follarla; se sentía superior a los otros porque conocía a Steve, el que había liquidado la pasma, y porque Georgette era lista y podía ganarles dándole al pico (al tiempo que aborrecía a todo el que pudiera utilizar palabras complicadas y pensaba que todo el que había ido al colegio era un mamón), pero (considerando equivocadamente con su mente obtusa, nunca madura, que la soledad de ella era respeto hacia su fuerza y virilidad) Georgette nunca trataría de liarle con palabras.
    Siguió a Georgette a la calle volviéndose para reírse de la chica a la que Georgette había insultado y que estaba sentada tratando desesperadamente de encontrar algo que contestar, con la rabia dibujada en su cara y la lengua paralizada. Escupió y le llamó maricón hijoputa. Georgette se dio la vuelta, con un pitillo entre el medio y el índice de la mano derecha, con la palma hacia arriba y medio caída, y la izquierda en la cadera, y miró desdeñosa aquel rostro lleno de rabia. ¿De qué te quejas, palurda? ¿Es que el pelo de la dehesa te impide tener buen humor?
    Vinnie rió aparentando entender lo que había dicho Georgette (sólo vagamente consciente de que podía haber algo en sus palabras que no entendía) y dio un empujón a la chica volviendo a sentarla en la silla de la que trataba de levantarse, y salió, le dio a Georgette un pellizco en la mejilla y luego cogió un pitillo del paquete de ella. ¿Qué hay de ese paseo que decías? A lo mejor hasta dejo que me hagas lo que quieras. Oh, ya veo que no eres tan duro, ella esperaba que no estuviera hablando en broma y trataba de comportarse del modo más delicado y femenino que sabía. Sólo te cobraré cinco pavos, y se apoyó en el parachoques de un coche aparcado mirando por la puerta abierta a los que seguían en El Griego para asegurarse de que le veían y oían. Tu generosidad me abruma, Vincent, y sonreía. Me llamo Vinnie y eso de Vincent apesta. Ella quería hacérselo con él aunque tuviera que pagar, pero no quería que la cosa fuera un negocio. Le daría dinero si quería, pero no en aquel momento; si lo hacía, no sólo mataría, o cuando menos chafaría, su sueño, sino que lo convertiría en su chulo y eso le parecía insoportable, especialmente después de haber esperado tanto. Sabía que no se iría con ella mientras los demás estuvieran allí delante, por miedo a las bromas de que era maricón, conque estaba obligada a esperar a que los demás se fueran. Razonando así, aunque pensando con su mente disparada por la benzedrina que a lo mejor estaba equivocada y debería cogerle del brazo y apartarle de allí, siguió jugueteando. A ver si te enteras de que tengo docenas de cabritos que me pagan, y no cinco miserables dólares.
    Yo no te cobraré nada, Georgie, dijo uno de los chicos, y la cogió por una oreja. No me pongas la mano encima, Harry, eres un monstruo, y le apartó la mano dándole una bofetada. No voy a follar contigo. Harry sacó su navaja automática del bolsillo, la abrió, tocó el filo de la hoja y se dirigió hacia Georgette mientras ella reculaba agitando las manos lánguidamente. Quédate quieta y te convertiré en una mujer de verdad sin que tengas que ir a Dinamarca. Él y Vinnie rieron y Georgette continuó reculando, con las manos delante como para protegerse. No te hace ninguna falta esa salchicha, sólo te molesta, Georgie. Deja que te la corte. Haz el favor de dejarme en paz, y trataba de imponerse a su miedo considerándose una heroína.
    Harry agarró la navaja por la punta haciendo ademán de lanzársela y gritó ¡cuidado, Georgie! Ella levantó ligeramente la pierna izquierda, se tapó la cara con las manos, se dio la vuelta y lanzó un agudo UUUUUY cuando la navaja pegó en la acera, rebotando en la pared que tenia detrás y deteniéndose a menos de un metro de distancia. Harry y Vinnie se reían, Vinnie se acercó a por la navaja, la cogió, Georgette se alejó sin dejar de insultar a Harry. ¡Eres una bestia! ¡Animal! ¡Hombre de Neanderthal! ¡Maricón de mierda…! Vinnie lanzó la navaja gritando ¡cuidado, Georgie! Georgette saltaba para evitar la navaja gritándoles que parasen (sólo la benzedrina le impedía tener un ataque de histeria), pero ellos reían y su audacia aumentaba con el miedo de ella; lanzaban la navaja más fuerte cada vez y cada vez más cerca de sus pies; la navaja saltaba y rebotaba, ellos la volvían a coger y la lanzaban de nuevo a los pies de Georgette, que parecía bailar (la escena era igual que la de un western serie B); las risas, los saltos, los movimientos para esquivar la navaja se interrumpieron cuando su hoja se clavó en la pantorrilla de Georgette (si hubiera sido madera, no carne, la hoja habría quedado vibrando después de clavarse, haciendo un ruido seco). Georgette miró estupefacta la parte visible de la hoja y el mango de la navaja que salía de su pierna; demasiado sorprendida para sentir deslizarse la sangre por la pierna, para pensar en la herida o el peligro, miraba fijamente la navaja tratando de entender qué había pasado. Vinnie y Harry se limitaban a mirar. Harry murmuró algo sobre su buena puntería y Vinnie sonrió. Georgette levantó la vista, vio a Vinnie sonriéndole, miró de nuevo la navaja y gritó que le habían destrozado sus pantalones nuevos. Los demás que miraban desde El Griego rieron y Harry le preguntó a Georgette qué era aquello que le salía de la pierna. Georgette se limitó a mandarle a tomar por el culo y se dirigió a la pata coja hacia el escalón de la puerta de al lado de El Griego y se sentó. Harry le preguntó si quería que le quitara la navaja y ella chilló que se fuera a la mierda. Doblándose y agarrando con cuidado el mango y cerrando los ojos, tiró con fuerza, y luego poco a poco se arrancó la navaja de la pierna. Lanzó un suspiro y dejó el cuchillo a un lado y luego se echó hacia atrás para apoyarse en la puerta, encogió levemente la pierna y se dobló para quitarse el zapato. Estaba lleno de sangre. Los efectos de la benzedrina casi se le habían pasado y temblaba al vaciar la sangre del zapato, una sangre que salpicó la acera y formó unos cuantos regueros al correr hacia la calzada, mezclándose con la porquería y desapareciendo… Georgette gritó y maldijo a Harry.
    Pero ¿qué es lo que te pasa, Georgie? ¿Es que la pobrecita niña se ha hecho pupa? Ella soltó un alarido. ¡Vosotros me habéis hecho esto! ¡Vosotros, jodidos animales, sois los que me lo hicisteis! Miró a Vinnie, con cierta disculpa en sus ojos, tratando de recuperar algo de compostura (los efectos de la benzedrina ya habían desaparecido por completo y el pánico empezaba a apoderarse de ella), esperando ganarse su compasión mirándole tiernamente como un amante que se aleja irrevocablemente, y Vinnie rió pensando en lo mucho que se parecía a un perro que pide un hueso. ¿Qué te pasa? ¿Te has hecho daño?
    Georgette casi se desmaya de miedo y rabia cuando los demás estallaron en risas. Miró el borrón de caras con ganas de emprenderla a patadas, escupirles, abofetearles, arañarles, pero cuando trató de moverse, el dolor de su pierna la detuvo y volvió a apoyarse en la puerta, ahora totalmente consciente de su pierna y, por primera vez, pensando en la herida. Se levantó la pernera del pantalón hasta la rodilla, temblando al sentirla empapada de sangre, y miró la herida, de donde todavía salía sangre, el calcetín empapado en sangre y el charquito de sangre que había dejado bajo su pie, tratando de ignorar los silbidos y los anda, nena, levántate ya.
    Vinnie había entrado en El Griego y Alex le dio un frasco de yodo; luego salió y le dijo a Georgette que no se preocupara. Yo lo arreglaré enseguida. Le levantó la pierna y le echó yodo en la herida y rió, con los otros, cuando Georgette gritó y se puso de pie de un salto cogiéndose la pierna herida con las dos manos y dando saltitos sobre la otra. Silbaban, daban palmas y uno se puso a cantar. Baila, bailarina. Baila. Georgette cayó al suelo, todavía agarrándose frenéticamente la pierna, y se sentó en medio de la acera iluminada por la luz de El Griego, con una pierna doblada debajo, la otra levantada y con la pernera recogida hasta la rodilla y la cabeza doblada entre las piernas como un payaso imitando a una bailarina.
    Cuando el dolor se calmó se levantó, volvió al escalón a la pata coja, se sentó y pidió un pañuelo para vendarse la pierna. ¿Es que estás loca? No quiero que se me manche el pañuelo. Risas de nuevo. Vinnie se acercó galantemente y se sacó el pañuelo del bolsillo y la ayudó a que se lo atase alrededor de la pierna. Ya está, Georgie. Todo arreglado. Ella no dijo nada pero miró fijamente la sangre; la herida cada vez era más grande; la sangre se le estaba envenenando y el veneno casi le llegaba al corazón; la peste de la gangrena de su pierna podrida…
    Venga, levántate. ¿Qué? ¿Qué dices, Vinnie? Te digo que me des algo de pasta y te buscaré un taxi para que vayas a casa. No puedo irme a casa, Vinnie. ¿Por qué no? Mi hermano está en casa. Entonces, ¿adónde vas a ir? No puedes quedarte ahí sentada toda la noche. Iré al hospital. Me curarán la pierna y luego iré al Mary’s. ¿Estás loca o qué? No puedes ir al hospital. Cuando te vean la pierna querrán saber lo que pasó y la siguiente cosa que pasará será que la pasma llamará a la puerta de mi casa y me volverán a meter en el truyo. No les contaré nada, Vinnie. Te lo prometo. De verdad. No soy una soplona. Te cogerán, te meterán un chute de algo y hablarás como una descosida… Vagos recuerdos de programas de radio oídos y de películas vistas. Cogeré un taxi y te llevaré a casa. ¡No, Vinnie, por favor! No les diré nada. Te lo prometo. Les contaré que unos gamberros me atacaron, y se agarró la pierna con las dos manos, balanceándose adelante y atrás con un ritmo hipnótico, tratando desesperadamente de no dejarse dominar por la histeria e ignorar el intenso dolor de la pierna. ¡Por favor! Mi hermano está en casa. ¡No puedo irme a casa ahora! Mira, no sé lo que te va a hacer tu hermano, me la trae floja, coño, pero sí sé lo que te voy a hacer yo si no mantienes el pico cerrado.
    Georgette le llamó mientras él se dirigía hacia la avenida para buscar un taxi, implorando y prometiendo de todo. No quería reñir con Vinnie; no quería que se disgustase; no quería molestarle; pero sabía lo que iba a pasar en cuanto llegase a casa. Su madre lloraría y llamaría al médico; y si su hermano no encontraba las anfetas (no las podía tirar y eran demasiadas para tomárselas de una sola vez) el médico notaría que había tomado algo y se lo diría. Sabía además que le quitarían la ropa y verían las bragas con perlitas que llevaba. Su hermano podría pasar por alto el maquillaje (cuando viera la pierna y toda aquella sangre, y cuando su madre empezara a preocuparse y dijera a su hermano que la dejase en paz), pero nunca pasaría por alto las anfetas.
    Sin embargo eso no era lo que más la asustaba; no era que su hermano le pegase lo que provocaba sus mayores miedos; lo que casi la hacía desmayarse, lo que hizo que pensase (sólo brevemente) en rezar, lo que le quitaba de la mente el olor de la gangrena, era saber que tendría que quedarse en casa unos cuantos días, puede que hasta una semana. El médico le diría que no anduviese hasta que se le curase la pierna y su madre y su hermano la obligarían a seguir las órdenes del médico; y sabía que no dejarían que sus amiguitas la visitasen y no tenía más que la benzedrina, que probablemente encontrarían y tirarían. No tenía nada escondido en casa; ni modo de conseguir más. En casa una semana o más, sin nada. Me voy a morir. No puedo estar en cama tanto tiempo. Conseguirán que la palme. Dios mío, dios mío…
    Un taxi se detuvo delante de El Griego y Vinnie se apeó y entre Harry y él ayudaron (obligaron) a Georgette a subirse en el asiento de atrás. Ella siguió implorando, suplicando; les dijo que tenía un ligue que trabajaba en la bolsa, en Wall Street, y que iría a verle aquel fin de semana y conseguiría veinte dólares, quizá puede que más. Os los daré. Os daré todavía más. Sé dónde podréis conseguir cientos de dólares sin ningún problema. Conozco a unos mariquitas que tienen una tienda de material de dibujo en el Village. Podréis hacerlo fácilmente. Siempre tienen un montón de dinero; no habrá ningún problema… Vinnie le cruzó la cara de un tortazo y le dijo cierra esa boca, coño, fijándose en si el taxista prestaba atención a lo que Georgette estaba contando y diciéndole algo, de modo casi incoherente, sobre que su amigo acababa de tener un accidente y todavía estaba un poco descontrolado.
    Tardaron menos de tres minutos en llegar a casa de Georgette, que estaba unas cuantas manzanas más allá. Cuando el taxi se detuvo delante de la casa, Vinnie sacó unas monedas del bolsillo de Georgette y tres billetes de dólar de su cartera. ¿Es todo lo que tienes? Te daré mucho más dentro de unos días si me llevas al hospital. Mira, si no entras, te meteremos nosotros y le contaremos a tu hermano que trataste de ligarte a un par de marineros y que te zurraron. ¿Vendrás a verme mañana, solo? Claro que sí. Mañana nos veremos, y le guiñó un ojo a Harry. Georgette trató de creerle y durante un momento olvidó sus miedos anteriores y el viejo sueño se proyectó brevemente en su mente y vio su habitación, la cama, a Vinnie…
    Se dirigió cojeando a la puerta y se detuvo a la entrada; se metió un puñado de anfetas en la boca, las masticó, y luego las tragó. Antes de llamar se volvió y le gritó a Vinnie que no se olvidara de lo de mañana. Vinnie se rió.
    Vinnie y Harry esperaron en el taxi hasta que se abrió la puerta y Georgette entró y su madre cerró la puerta detrás de ella, antes de pagar al taxista. Dejaron el taxi, anduvieron calle abajo camino de la avenida, doblaron la esquina y volvieron hacia El Griego.
    La puerta se cerró. Cien veces. Cerrada. Hasta cuando se abría, ella oía que se cerraba de un portazo. Cerrada. Y ella encerrada. Docenas de puertas como dibujos animados al pasar rápidamente las páginas con el pulgar, cayendo neblinosas como sombras… y el tris-tras, el jodido tris-tras del cerrojo, y el portazo. BANG. Una vez y otra y otra aquel BANG del portazo. Un centenar de puñeteras veces. BANG. BANG. BANG. Siempre el bang del portazo. Ninguna llamada a la puerta. Piensa en eso. Oblígate a ello. Una llamada. Una llamada. Por favor, por favor. Oh, Dios mío, una llamada. Haz que llamen. Haz que llame alguien. Que entre. ¿Por qué no llaman? Goldie con anfetas. Con lo que sea. Cualquiera. Cerrada. Encerrada. Bang. ¡BANG! ¡BANG! ¡¡¡CERRADA!!! ¡Oh, Dios mío, ENCERRADA! Y no puedo salir. Sólo dar vueltas en la cama. Esta asquerosa cama (¡¡¡VINNIE!!!) y ese jodido maricón del médico que no me quiso dar nada. Ni siquiera un poco de codeína. Y esto duele. Claro que duele. Duele y mucho. Noto que me sube por la pierna y que duele. Duele muchísimo. Duele. Duele de verdad. Necesito algo para el dolor. Oh, Dios mío, no lo puedo soportar. Y no puedo salir de casa. Ni siquiera hasta la de Soakie, que a lo mejor tiene algo. Haz que entre. Yo no puedo salir. Ni levantarme… (La puerta se abrió violentamente y su madre la miró y lo primero que observó fue la extraña expresión en la cara de su hijo, la mirada fija; luego la sangre de sus pantalones, y cuando se acercó a él, Georgette se apoyó en el hombro de su madre, llorando, llorando en el hombro de su madre y queriendo que le escuchase y le acariciase el pelo [le quiero, mamá, le quiero y le deseo]; y sabía que necesitaba asustar a su madre para que ésta la protegiese y le diera todo su cariño, y a lo mejor mamá hasta la llevaba a la cama [hubiera querido correr a la cama, pero sabía que debía cojear para impresionarla], sí, que la llevara a la cama antes de que su hermano entrase en la habitación. Puede que hasta consiguiera esconder las anfetas. ¡Tenía que intentarlo! Su madre se tambaleaba y las dos daban bandazos camino de la cama [no debo correr], y quería tener a su madre cerca, y quería que la consolase; y se sentía más tranquila, a salvo, mientras la cara de su madre se ponía pálida y le temblaban las manos; sin embargo, calculaba hasta dónde debía llegar con aquel número para que su madre se sintiera lo bastante afectada como para protegerla de Arthur… y poder esconder las anfetas).
    Por qué no podía salir. Por qué tenía que estar en casa. Si hubiera muerto. Hijaputa, muérete de una vez. MUÉRETE. (Qué le pasa a la niñita de mamá. ¿Te has hecho mucha pupa en la pierna, Georgie? No me toques, maricón. No me toques. Mira quién me llama maricón. Es para partirse de risa. ¡Ja! Monstruo. ¡Monstruo MONSTRUO MONSTRUO MONSTRUO! Jodido gamberro de mierda… Georgette se apoyó todavía más en su madre y balanceaba la pierna herida de izquierda a derecha gimiendo. Por favor, Arthur. Por favor. Deja a tu hermano en paz. Está herido. Ha perdido mucha sangre y se va a desmayar. ¿Hermano? Valiente loca. Por favor… Georgette gritó todavía más alto y empezó a soltarse del cuello de su madre [si consiguiera llegar a la cama y esconder las anfetas. Esconder las anfetas. Esconder las anfetas]. Por favor, no sigas. Ahora no. Llama al médico. Hazlo por mí. Por favor). Si por lo menos él no hubiese entrado. O al menos se fuese a la cocina… Georgie, el cariñito de su mamá… ¿Por qué me hacen esto a mí? ¿Por qué no me dejan en paz? (Arthur miró a su hermano y gruñó enfadado y luego fue al teléfono y Georgette trató frenéticamente de sacar las anfetas del bolsillo pero sus pantalones eran tan ajustados que no conseguía meter la mano y tenía miedo de apartarse demasiado de su madre para poder meterse la mano en el bolsillo. Se dejó caer en la cama y se quedó de lado y trató de sacárselas y de meterlas debajo del colchón o de la almohada [eso, la almohada] pero su madre creyó que se retorcía de dolor y le cogió las manos tratando de consolar y calmar a su hijo, tratando de que se relajase, el médico llegará enseguida y todo irá bien… y entonces volvió su hermano, miró a su madre, luego el pantalón destrozado y la sangre y dijo será mejor que le quitemos los pantalones para poner un poco de mercurocromo en la herida, y Georgette trató de soltarse las manos, pero su madre se las sujetó con más fuerza, tratando de calmar el dolor de su hijo, y Georgette se debatía con furia, tratando de sujetarse el pantalón y evitar que su hermano se lo quitase. Daba gritos y soltaba patadas, pero cuando ya no podía seguir soportando el dolor de la pierna y trataba de morder las manos de su madre, su hermano bajó la vista [¡las bragas rojas! ¡¡¡Las anfetas!!!]. Quieto. ¡Quieto! Fuera de aquí. No le dejes. Por favor, no le dejes. Si no es nada, cariño. El médico llegará enseguida. Nadie te quiere hacer daño. Maricón de mierda. ¡Quieto! Hijo de la gran puta, maricón. QUIETO, pero su hermano le soltó el cinturón y cogió el pantalón por los bajos y Georgette aulló y por la cara de su madre resbalaron las lágrimas mientras suplicaba a Arthur que tuviera cuidado; y Arthur se los fue quitando poco a poco pero soltó el pañuelo que cubría la herida y la sangre volvió a salir y luego a caer pierna abajo y Georgette se dio la vuelta llorando y gritando, y Arthur dejó caer el pantalón al suelo y miró a su hermano… viendo cómo la sangre empapaba la sábana y cómo encogía y estiraba la pierna… oyendo llorar a su hermano y con ganas de reír de gusto, y hasta contento al ver la cara de pena de su madre cuando ésta miró a Georgette y le cogió la cabeza y se la acarició mientras los ojos seguían llenándosele de lágrimas… Arthur hubiera querido agacharse y darle un puñetazo a aquella jodida cara llena de maquillaje, hubiera querido romperle la pierna y escuchar los gemidos de su hermano, aquel maricón de mierda… Se enderezó y se quedó quieto y en silencio a los pies de la cama durante un momento, medio oyendo los sollozos y sus pensamientos, luego se puso a un lado de la cama y trató de arrancar aquellas bragas rojas. Degenerado. Tienes la cara de estar ahí, delante de nuestra madre, con eso puesto. Le arrancó las bragas y le cruzó la cara a Georgette de un tortazo. La madre suplicaba, lloraba, y Georgette daba vueltas en la cama y tiraba con todas sus fuerzas de las bragas, que seguían enrolladas en una de sus piernas, y la madre suplicaba que dejase en paz a su hermano… ¿HERMANO?… pero siguió tirando y gritando más fuerte que ellos hasta que se las quitó y las tiró lejos, a la otra habitación. ¿Cómo puedes abrazarle así? No es más que un asqueroso homosexual. Deberías echarle a la calle. Es hermano tuyo, hijo mío. Deberías ayudarle. Es mi hijo [es mi pequeño, mi pequeño] y le quiero y tú también le debes querer. Acunó a Georgette entre sus brazos y Arthur salió de la casa hecho una fiera y Georgette trató de llegar a su pantalón y coger las anfetas, pero su madre le agarró y siguió diciéndole que pronto estaría bien. Todo se arreglará enseguida).
    Oh, por favor, por favor, por favor, por favor… ¿por qué me torturáis? Putas. Unas putas asquerosas. Dejadme salir. Dejad que entre alguien. No quiero estar sola. Por favor, dejadles entrar. A quien sea. Estoy en las últimas. Dejad que entren. Por el amor de dios. Estoy en las últimas. ¡EN LAS ÚLTIMAS! No puedo seguir en esta habitación. Esta asquerosa habitación. Dejad que entre Vinnie. Dejad que me lleve con él. Vinnie, mi Vinnie querido. Sácame de aquí. Es un sitio espantoso. Espantoso. Pobrecita de mí. Oh, Vinnie… (El médico le miró a los ojos, no dijo nada, luego le examinó la pierna. Limpió la herida, lo hizo con mucho cuidado pero Georgette gimió esperando que le recetase algo, y se dio vuelta en la cama tratando de llegar a los pantalones y el médico murmuró unas palabras; su madre miraba temblorosa, y Georgette la miró implorante, pidiendo caricias y protección, pero no consiguió llegar a los pantalones. Dios mío, ¿por qué no consigo llegar hasta ellos? Dejó de agitarse y se puso a llorar. Su madre le acarició la cabeza y el médico vendó la pierna y le dijo que no se moviese durante unos días y que fuera a verle cuando se encontrara mejor. Cerró su maletín [cerrado, cerrado; bang y estaba cerrado], sonrió y le dijo a Mrs. Hanson será mejor que George no reciba visitas durante unos días. Ella asintió [Georgette se inclinó lentamente hacia el borde de la cama… cuando se dirigían a la puerta] y le dio las gracias. No se moleste en acompañarme a la puerta. Conozco perfectamente el camino)… Ni siquiera un poco de codeína. Nada. Si el jodido Harry no hubiera estado allí. Aquel monstruo. Y aquellas putas asquerosas. Un polvo con ellas no vale ni medio dólar. Sin moverse durante unos días. Días. Días. Días… DÍAS. ¡¡¡DÍAS!!! Las paredes se van a hundir. Me aplastarán. ¿Mamá? Oh, mamá. ¿Mamá? Dame algo. Por favor. Lo que sea. Trata de calmarte, hijo. La pierna se te pondrá bien enseguida. ¿La pierna?… (Quieto, Arthur, por el amor de Dios, quieto. ¿Quieto? ¿Ves esto? ¿Lo ves bien? Es droga, maldita droga. Bueno, pues no la volverás a ver nunca más, hermanito del alma. Dámelas. Dámelas ahora mismo. Mamá, dile que me las dé. O te callas o te mato. ¿Me oyes bien? Juro que te mato. Siempre llorando. Mamá esto, mamá aquello. Y sólo porque te has hecho un rasguño. Arthur. ¡Quieto! Georgette seguía temblando, encogida en la cama viendo a su hermano inclinarse sobre la cama, escondiéndose detrás de su mamá, deseando que la quisiese y la besase… Luego Arthur se guardó las pastillas en el bolsillo, dio media vuelta y vació las cajas del fondo del armario en el suelo… Mamá esto, mamá aquello… Desgarraba y hacía trizas los vestidos de mujer de Georgette, sus bonitos vestidos y medias, pisoteaba sus zapatos… ¿Ves esto? ¿Lo ves, madre? ¿Lo ves bien? Mira. Mira bien estas asquerosas fotos. Oh, Arthur… Míralas. ¡MÍRALAS! Hombres haciendo el amor, unos con otros. Muy bonito, ¿eh? Arthur, por favor. ¿Qué te parecen? ¿Qué piensas de esto? Marranadas. Eso es lo que son, marranadas. ¡MARRANADAS! ¿Por qué no te mueres de una vez, Georgie? ¿Por qué no te largas y te mueres por ahí? Quieto. ¡QUIETO! Por el amor de Dios, Arthur, quieto. No puedo seguir soportando esto. Tampoco yo. Viste esas fotos. Ahora ya deberías saber lo que es de verdad . Un degenerado. ¡Un asqueroso degenerado! Arthur, por favor, hazlo por mí. Lo sé. Lo sé. Deja a tu hermano en paz. Por favor. ¿¿¿Hermano??? )… Me van a matar, dios mío. Saben que no puedo seguir así. Lo saben perfectamente. Nada que ver. Que mirar. ¿Por qué yo? ¿Por qué no me quiere ayudar nadie? No quiero estar sola. No lo puedo soportar. Por favor, ayúdame. Goldie tiene anfetas. No puedo seguir así. Siempre sola. Jesús, Jesús, Jesús… ¿por qué yo? ¿Mamá? ¿Mamá? Oh dios, necesito algo. Esos pobres cabritos que me pagan. ¿Siempre? No quiero cambiar y ser como todo el mundo. Necesito algo o me volveré loca. Lo hacen adrede. Me están matando. ¿Por qué me quieren matar?… Y la habitación casi sin sombras seguía estrechándose y Georgette buscaba rincones oscuros, pero no había ninguno, sólo un poco de penumbra cuando la puerta del armario interrumpía en parte la luz que llegaba del cuarto de estar. Georgette llamó… miró a su alrededor. La cama. Se sentó y llamó de nuevo… Luego, poco a poco empezó a sacar las piernas y tanteó el suelo…, se puso de pie…, fue cojeando hasta la puerta y vio que su madre se había quedado dormida en una butaca. Se vistió, cogió dinero del monedero de su madre y salió. Cuando llegó a la calle se dio cuenta de que no sabía qué día era. Tampoco la hora. Pero el sol se había puesto. Apoyándose en los coches aparcados llegó a la esquina y paró un taxi, rogando al cielo que Goldie estuviera en casa. Le dio la dirección al taxista y pensó en Goldie y en las anfetas.
    Cuando llegó a casa de Goldie una de las chicas la ayudó a subir la escalera y a sentarse en una silla. Pidió que le encendieran el pitillo y se apoyó contra el respaldo, cerrando los ojos, dejando que cuerpo y manos le temblasen, extendiendo la pierna muy tiesa delante de ella y soltando un gemido. Las chicas estaban a su alrededor haciéndole preguntas, disfrutando de la escena y encantadas de que aquello hubiera roto la monotonía; la monotonía de los últimos días que las estaba matando a pesar de las anfetas y la yerba, mientras estaban allí sentadas, sólo sentadas, quejándose del calor como macarras cansinos, recordando palizas propinadas por gamberros, las miradas de los estrechos; pero Georgette se retorcía de dolor, aunque no demasiado, y ellas estaban asombradas y encantadas. Goldie le dio media docena de anfetas y Georgette las tragó con ayuda de café caliente y se quedó en silencio… tratando de pensar intensamente en las anfetas (y de quitarse de la cabeza su habitación y los últimos días); no quería esperar a que se disolvieran y las absorbiera la sangre y las enviara por todo su cuerpo; quería que su corazón latiera de prisa ya ; quería notar los efectos ya ; quería la mentira ya . ¡¡¡Ya!!! Las otras soltaron grititos cuando abrió los ojos sacudiendo trágicamente la cabeza, los brazos pendiendo a los lados… hablando en susurros y eludiendo las preguntas, asintiendo y llevándose el pitillo a la boca muy lentamente y dando pequeñas caladas de asmática. Le dieron más café y entonces empezaron los efectos, el latir acelerado del corazón, y encendió otro pitillo y se enderezó un poco en la silla. Goldie le preguntó si se encontraba bien y ella dijo sí. Un poco mejor, gracias. ¿Quieres un poco de yerba? Oh, ¿es que tenéis? Naturalmente, querida. Goldie le pasó un porro y Georgette tragó el humo negándose, negándose absolutamente, a toser; y las demás miraban esperando a que Georgette terminara el canuto y se maquillase antes de hacerle más preguntas. Bueno, debo confesar que tienes mucho mejor aspecto. Cuando llegaste dabas miedo. Me he pasado en cama unos cuantos días. ¿Unos días? ¿Qué te pasó? Sí, cuéntanoslo todo, querida. ¿Puedes pasarme otro porro, Goldie? Naturalmente. Bueno, por el amor de dios, ¿es que te vas a quedar ahí sentada toda la noche sin contarnos lo que pasó? Por favor, Lee, no ves que la pobre chica está totalmente agotada. Es que me muero por saber lo que pasó, sólo es eso. Está bien, cariño… Gracias, Goldie… me hago cargo. Pero dejad que me recupere un poco. Luego os contaré toda la historia. Fumó el segundo porro y les contó cómo se había herido la pierna; y cómo el monstruo de Harry lo había iniciado todo; y cómo el médico no le había querido dar nada, ni siquiera un nembutal; y cómo la tuvieron encerrada con llave en su habitación sin dejar que la visitase nadie, y cómo había oído a Vinnie un par de veces a la puerta y cómo no le dejaron entrar; y cómo se había enfrentado a su hermano, el monstruo, y cómo se había escapado de casa. Y pasé por delante de él, justo por delante de él, y teníais que haber visto la cara que puso. Estaba fuera de sí. Lo he dejado bien jodido. Fue maravilloso. Simplemente maravilloso. Cómo me hubiera gustado verlo. Cuánto habría dado por ver cómo se la jugabas a ese monstruo. Jamás se me olvidará aquella vez que nos quiso pegar. Jamás. Todos esos estrechos de mierda son iguales. Y aplaudieron, soltaron grititos y decidieron celebrar una fiesta en honor de Georgette y la derrota de Arthur.
    Goldie mandó a Rosie, una loca que además estaba loca y hacía de criada, a por ginebra, pitillos y otra provisión de anfetas. Prepararon una sopa y bailaron alrededor echando algunas pastillas dentro, ahuyentando con cánticos 
el miedo y el aburrimiento y riéndose, tomando anfetas, bebiendo ginebra, brindando a la salud de Georgette: viva LA REINA, y muera Arthur. Habría que matarlo, pero matarlo de verdad, es un monstruo, y cada una mataba mentalmente a todos los estrechos hijos de puta que les habían pegado o señalado con el dedo o que se habían reído de ellas; bailaron por el apartamento hasta caer en las sillas para recobrar el aliento, abanicándose; y Rosie trajo la sopa, hielo y ginebra y hablaron más bajo, todavía riendo, pidiéndole a Georgette que les contase una y otra vez cómo le había arreglado las cuentas a su hermano… Después se calmaron poco a poco, demasiado cansadas para seguir gritando, y se estiraron en las sillas y cada vez se encontraban más pasadas y con conciencia de la falta de hombres, pues en su exaltación y alegría notaban la falta de amor. Conque las súbditas elevaron una petición a la Reina para que hiciese venir a su fogoso marido y a sus rudos amigos, pues aquella noche se sentían audaces y hasta Camille, una débil mariquita de un pueblecito de New Jersey, anhelaba unos brazos fuertes, ya que no querían, no querían de ninguna manera, tener que pagar a nadie. Conque Georgette, volada en su mundo drogado, llamó a El Griego y se ruborizó (oh, mi libido se despierta) cuando oyó la voz de Vinnie y abrió mucho los ojos y pestañeó cuando él dijo hola, guapísima, ¿qué ha sido de ti? Bueno, he pasado unos días con un tipo muy cariñoso, y sonreía a sus amigas demasiado animada para preocuparse, también yo puedo ser muy cariñoso. Pero me tendrás que pagar. Ella le pidió que viniera con algunos de los chicos, diciendo sí entre risas cuando Vinnie le preguntó si estaba pasada y diciéndole que tenían un cargamento de ginebra y que no se preocupase por la gasolina para la vuelta, y Vinnie dijo a lo mejor vamos (a cachondearnos), y Georgette siguió hablando después de que Vinnie hubiera colgado, moviendo las caderas y suspirando, oh, Vinnie, pequeño, y volvió a suspirar al colgar lentamente el teléfono. Le preguntaron si vendrían, y cuántos y cuándo… y Georgette se hizo la interesante volviendo a su trono y diciéndoles a las chicas que estuvieran tranquilas. Se diría que hace años que no habéis visto a un hombre de verdad. Estarán aquí como dentro de una hora o así, si no les sale ningún golpe, así que ya podéis cruzaros de piernas, dijo sonriendo graciosamente. Tomaron más sopa y más anfetas y fregaron los platos. Camille estaba nerviosa, nunca había conocido a un expresidiario. En mi pueblo no hay tipos así. En realidad la primera loca moderna que había conocido era Goldie. Todos los mariquitas de su pueblo eran mirones o disimulaban, así que estaba muy excitada, daba saltitos por el cuarto, preguntaba cosas sin parar y Georgette le contaba historias de narices partidas, cuellos rajados y Camille soltaba oooos y lanzaba grititos, disfrutando de la tirantez del estómago y del miedo en sus tripas. Dijo que se iba a desmayar y que tenía que tomar un baño. Las otras se rieron y le gastaron bromas, y Georgette interrumpió con un gesto los ¿pero cómo puedes? mientras Camille llenaba la bañera y sacaba sus cepillos: uno para la espalda, otro para el estómago, otro para el pecho, otro para los brazos, otro para las piernas, otro para los pies, otro para las uñas de los pies, otro para las manos, otro para las uñas de las manos, y una crema especial para la cara. Los alineó con los mangos hacia ella, y empezó por la izquierda con el cepillo para la espalda. Le dijeron que se diera prisa o la atacarían mientras se bañaba y, oh, estoy tan asustada, no deberíais decir esas cosas. Estaba tan nerviosa que casi se tiró un pedo.
    Camille había terminado su baño, recogido los cepillos y se contoneaba por el cuarto de baño cuando sonó el timbre. Georgette casi corrió a la puerta, pero se contuvo, se echó hacia atrás, inclinando un poco la cabeza a fin de que la luz le iluminase la cara del modo adecuado, y esperó a que alguien abriera. Cogió su pitillo con cuidado tratando de disimular su excitación. Había pasado más de una hora desde que hablara por teléfono y aunque Camille, mientras estaba en la bañera, le había proporcionado la oportunidad de parecer relajada y segura, durante el tiempo transcurrido desde que terminó de bañarse Camille, se había visto obligada a mantener el tipo, y a ser el centro de atención distrayendo a las demás con historias, poniendo verde a éste o aquél, mientras las chicas celebraban su ingenio; hablaba sin parar y esperaba que sonase el timbre antes de que demasiados segundos de silencio la obligaran a pensar en lo que diría después o hicieran que las otras tomasen conciencia del tiempo y le preguntaran por Vinnie (¡¡¡VINNIE!!! Vinnie tenía que venir) o dejaran que sus miedos volvieran a salir a la superficie… Pero el timbre sonó y Georgette tragó otra anfeta, terminó la sopa y volvió a instalarse en su trono.
    Goldie abrió la puerta y los chicos entraron despacio, mirando a su alrededor, y se quedaron un instante en la cocina, mirándolo todo, hasta que Vinnie avanzó hasta el cuarto de estar. ¿Qué tal, Georgie? ¿Cómo va tu pierna? Oh, bien, bien, gracias, y ladeó un poco más la cabeza, soltando una bocanada de humo a lo Bette Davis. Los otros chicos se dispersaron por la habitación, sentándose aquí y allá. Harry abrió mucho los ojos cuando vio a Lee. Parecía una de esas artistas que salen en las portadas de las revistas (el pelo le llegaba hasta los hombros y era rubio platino y sabía imitar perfectamente a una mujer), un auténtico bombón. Harry seguía mirando, sin comprender. Nunca antes había estado en casa de Goldie y pensó que a lo mejor era la loca de Rosie, de quien le habían hablado los chicos, pero tío, no parecía una loca. Parecía una tía buena de verdad. Goldie preparó unas copas, añadiendo una anfeta en cada una y se movió por las habitaciones repartiéndolas, sonriendo y rebosante de alegría. Lee le dijo a Rosie que le trajera otro paquete de pitillos y cuando Rosie le dijo no, Lee la señaló con el dedo y le dijo: o me lo traes inmediatamente o te echo a la calle, so mamona. (Harry miró a Lee, todavía asombrado, luego se dijo que debía de ser una de las locas. Pero todavía seguía siendo una tía buena). Rosie le tiró los pitillos a Lee y corrió al cuarto de baño y dio puñetazos en la puerta hasta que Camille abrió, luego se sentó en el suelo entre el lavabo y el bidé. ¡Oh, Rosie, es terrible!, susurraba Camille, peinándose una vez más, mirándose al espejo, dirigiéndose a la cocina y después haciendo su aparición lentamente en el cuarto de estar esperando que le sentara bien el maquillaje (aquella luz del espejo del cuarto de baño era sencillamente terrible); entró en la habitación y poco a poco se agachó al lado de Goldie y, como hacían las otras chicas, examinó a su posible pareja. Los ojos casi se le salían de las órbitas de excitación. Tenían un aspecto tan duro. Miraban como si te desnudasen, ¿por qué? Pestañeó levemente. Pero es maravilloso. Pero ¿qué debía hacer? Claro que nunca había dejado entrever la verdad a las otras chicas, pero era virgen. Había hablado con algunos de los mariquitas de su pueblo y le habían contado cómo se hacía, avisándole de que nunca, pero nunca, nunca, se la sacase de la boca cuando se corrían porque podría entrarte en los ojos y, ¿sabes, cariño?, te dejaría ciega, y de todos modos es el momento en que todo explota y no querrás dejarlo entonces, ¿no?… Pero ¿por dónde empezar? ¿¿¿qué decir??? Oh, espero que todo salga bien.
    Goldie preguntó si querían otra copa y ellos dijeron sí, pero no con tanta soda mierdosa. Esto está bien para vosotras, chicas, pero me gustan las cosas fuertes, conque Goldie fue rápidamente a la cocina, mirando a Malfie al pasar, preparó otra ronda con sólo un poco de soda y añadió otra anfeta, repartió los vasos y les preguntó si les apetecía una anfeta. Claro, por qué no. Así que les pasó la caja, diciéndoles que cogieran dos, y luego se sentó mirando tímidamente a Malfie de vez en cuando.
    Georgette ya no trataba de controlar la conversación, sino que se concentraba en Vinnie, aparentando, claro está, que no le interesaba y deseando que sus amigas vieran que le pertenecía. Intentó coquetear con Harry, esperando provocar los celos de Vinnie, pero Harry la cogía por las orejas continuamente y se frotaba el sexo y le decía aquí tienes una buena salchicha que chupar, y Georgette volvió a instalarse en su trono y con la cabeza inclinada a un lado le dijo que no le interesaban los chicos, luego se inclinó hacia Vinnie al ver que estaba mirando a Lee. A Vinnie le gustaba Lee, pues seguía pareciéndole una chica maravillosa y creía que era una mujer. Lee disfrutaba con la idea de que la mirasen, pero volvió la cabeza para hablar con Goldie o Camille o con los de la habitación en general. Después de todo, había trabajado en algunos de los mejores bares de maricas y había posado para revistas y sería rebajarse confraternizar abiertamente con unas personas tan vulgares (aunque reconociese que disfrutaba con ellos en la seguridad del apartamento). Eso estaba bien para Georgette y las demás, pero alguien de su clase no se podía permitir que la vieran con aquella canalla, y sus modales resultaban francamente repulsivos… Pero sería divertido jugar con ellos… Camille continuaba mirando, preocupada y esperanzada.
    Goldie le preguntó a Malfie si quería otra copa y él dijo claro, guapísima, llénala hasta arriba, y Goldie llenó el vaso de ginebra con sólo un poco de soda, sin anfetas (demasiadas podían terminar resultando perjudiciales), le gritó a Rosie que fuera a buscar más ginebra como una buena chica. Rosie sonrió, ¿te gusto, Goldie? y Goldie le acarició la cabeza, claro, Rosie. Pero ahora sé buena chica y tráenos ginebra. Cuando Goldie le dio la copa a Malfie se apretó levemente contra su pierna y sonrió. Malfie alzó la vista y Goldie le preguntó si le apetecía un poco de yerba. ¿Quieres decir mierda? Claro, cariño. Sí. Se dirigió al dormitorio (él no había movido la pierna), volvió con una caja metálica de galletas e hizo circular los porros. Georgette inspiró profundamente dejando que la ceniza se acumulase en la punta y luego dio otra larga chupada y soltó lentamente el humo. Se rió muy alto, volviéndose y señalando para asegurarse de que todos se enteraban de que se estaba riendo, y miró a Harry que luchaba con el porro y se burló de él al ver que se tapaba nariz y boca tratando de no toser. Tenías que habernos dicho que te enseñáramos, Harold . No tiene sentido desperdiciar una buena yerba con aficionados. Georgette se volvió a reír y se sentó y dio una larga chupada a su petardo y señaló a Harry que continuaba luchando con su porro y notaba que los ojos se le nublaban un poco… Georgette se encogió de hombros y miró a su Vinnie y luego se volvió hacia Harry que había dejado de toser y decía cierra la boca, mamona de mierda. Soy experta en ese campo, querido. Nadie chupa las pollas mejor que yo. ¡¡¡Pero tú!!! ni siquiera eres un ladrón de verdad. Sólo eres un aficionado, y dio caladas al porro hasta que sólo quedaron milímetros y luego se sacó la colilla de la boca y sonrió desdeñosamente, inclinándose y cogiendo el canuto parcialmente fumado por Harry. Éste tenía el cuerpo tan relajado como la imaginación y sólo llegó a ponerse en pie a medias; volvió a sentarse y trató de ignorar las sonrisas de los chicos y las risitas de las locas, intentando decir algo, pero sólo murmuró, maricones. Cerrad la boca y tragaos las pastillas, drogadas de mierda. Lee estalló en risas y le dijo a Georgette que le sorprendía que sus amigos fueran tan estrechos. No todos, querida, y realizó un giro de
muñeca y le dio un golpecito en la rodilla a Vinnie. Lee siguió burlándose de Harry, pero éste empezaba a ponerse peligroso y Lee se puso nerviosa y le dijo a Goldie que encendiera la radio para oír un poco de música. Goldie localizó un programa de jazz y todos se relajaron lentamente con la yerba y la música. Harry quería abrir una ventana, pero los chicos dijeron de eso nada, y las locas alzaron las cejas, conque se sentó muy quieto, bebiendo su copa y mirando a Lee. Goldie miraba a Malfie cuyos ojos se nublaban, luego se fijó en su pecho que palpitaba con cada latido del corazón, le dijo que debería quitarse la camisa y luego contempló su piel que se movía y brillaba de sudor; desde luego, le gustaba mucho la pequeña mata de pelo entre sus pechos y el sudor que iba a hundirse en esos pelos. Rosie llevaba llamando a la puerta más de un minuto antes de que Lee, a quien molestaba el modo en que Goldie miraba a Malfie, se levantase bruscamente y abriera la puerta. Le quitó la ginebra a Rosie, la puso en la mesa del cuarto de estar, tomó cuatro anfetas más y un vaso de caldo caliente y se sentó, disgustada, tratando de mantenerse aparte de aquella fiesta tan sórdida. Ni siquiera pueden tomar unas pocas anfetas y fumar unos petardos sin perder la compostura. Eran ridículos. Georgette, debo decirte que no sabía que estos hombres amigos tuyos fuesen así. Creí que serían más modernos. Goldie la oyó pero no se molestó en mirarla y continuó con la vista clavada en Malfie, pensando en lo maravilloso que era que los chicos no estuvieran colgados de la anfeta (excitada por la idea de que ellas los iniciaban), y esperando que el tiempo pasara volando, como ocurre cuando se toman anfetas, y se detuviera sólo para ella y Malfie. Georgette fue a la cocina, volvió con un cubo de hielo y una botella de soda, y llenó su vaso y el de Vinnie. No merece la pena que te preocupes, Lee. Ellos no quieren tener nada que ver con gente como tú. Vinnie seguía la conversación pero estaba atontado por la yerba y no se molestó en decir nada, limitándose a coger el vaso que le dio Georgette y a mirar por encima de él a Lee, dejando que el humo le saliera lentamente por la nariz. La miró de modo terrible hasta que Lee volvió la cabeza. Luego Vinnie le tiró de los labios a Camille y sonrió, disfrutando del miedo que leía en sus ojos. No te preocupes, guapa, nadie te va a hacer daño. Lo más que puede pasar es que te follen… Georgette le pidió un pitillo y él dijo fuma de los tuyos, y ella titubeó un poco hasta estar segura de que había terminado de hablar con Camille.
    Rosie bebía un vaso de ginebra, sentada a los pies de Goldie, y a Georgette le preocupaba que Vinnie se fuera con una de las otras chicas y lo que dirían si se iba… Luego dejó de preocuparle lo que dirían y se limitó a mantenerlas lejos de él. Quería que creyesen que era su amante, pero más que eso, quería que lo fuera de verdad. Aunque sólo fuera una vez. Sólo eso. Tomó otra anfeta con la ginebra y escuchó la música. Tocaba Bird [1] . Inclinó la cabeza en dirección a la radio y escuchó los duros sonidos que se apilaban unos sobre otros, pero sin mezclarse, con ganas de coger a Vinnie de la mano. Unos sonidos muy hermosos y extraños (lo mismo que las anfetas, la yerba y la ginebra) que la llevaban a pensar en un extraño romance donde el amor nacía del afecto, no del sexo; quería compartir sólo eso, sólo esos tres minutos de Bird con Vinnie, tres minutos de espacio y tiempo en los que estar solos, acaso cogidos de la mano, sin hablar, pero sabiendo… Ser completamente con el otro y para el otro, no como hombre y mujer o dos hombres, no como amigos o amantes, sino como dos seres que se aman… Esos tres minutos juntos en un mundo de belleza, un mundo donde ni siquiera existirían recuerdos de chulos o cabritos, de bujarrones o de Arthur, sólo el ahora del amor… Y los extraños ritmos de Bird desgarraban el aire, los sonidos se apilaban para caer luego exacta y articuladamente en el lugar preciso; y Bird seguía tocando amor.
    Terminó el solo y entró la música de fondo y Georgette levantó la vista y se fijó en la maligna mirada de Harry clavada en el sexo de Rosie. Ésta tenía las piernas dobladas delante de ella y apoyaba la cabeza en las rodillas mirando un punto de la alfombra, esperando, como siempre, que Goldie dijera algo para obedecerla. Georgette volvió la cabeza y trató de pensar en Bird otra vez, pero volvió la cabeza de nuevo incapaz de ignorar a Rosie, o de evitar pensar en ella. Rosie siempre había sido admitida porque sí…, nunca había pensado en eso. Ni siquiera en que estaba un tanto loca o que hacía de criada: alguien que cambiaba las botellas vacías, compraba las anfetas, conocía a los camellos… Georgette miró el punto de la alfombra, luego de nuevo la cara de Rosie. ¿Quién era Rosie? ¿Y qué hacía? ¿Pensaba? Debía de sentir algunas cosas, ¿si no, por qué estaba con Goldie? ¿Se había enamorado alguna vez? ¿Podría amar? Georgette leyó el deseo en la cara de Harry. Si Rosie hacía un gesto Harry se le echaría encima y se la follaría allí mismo… La agarraría de los brazos, se inclinaría sobre Rosie con la cara llena de deseo (saliéndole saliva por la boca) y se la metería aunque tuviera que pelearse… Georgette levantó la cabeza para dejar de ver aquella cara. Si Harry quería hacer sexo, ¿disfrutaría de ello? ¿Sentiría algo Rosie? ¿Había pensado en eso antes? ¿Había pensado en enamorarse alguna vez? Empezó a formarse una analogía en su mente y Georgette tuvo que luchar contra ella, tenía que luchar o no sería capaz de ignorarla o negarla. Tomó más anfetas con la ginebra. Casi vomitó por culpa de la ginebra y encendió un pitillo asustada y se quedó sentada muy quieta, fumando, hasta que se le pasaron las náuseas (la analogía empezó a desvanecerse), luego puso la radio más alta y se concentró en la música, llevando el ritmo con los dedos, mirando a Vinnie y deseando que los efectos de las anfetas se impusieran a los de la yerba y que Vinnie pudiera soportarlo.
    Camille preguntó a Georgette el nombre del tema que estaba sonando, diciendo que le gustaba muchísimo, y Georgette se lo dijo, y quién tocaba y Camille empezó a moverse lentamente al ritmo de la música y Lee se volvió hacia ella y le dijo que dejara de menearse como una perra en celo. La verdad es que no entiendo cómo puedes escuchar esa basura de música, Georgette. Tú, que tanto te gusta la ópera. Pues ya ves, querida… Camille se sentó muy quieta…, para descongelar un poco el culo. Vinnie rió y Georgette se volvió hacia él tímidamente, subiendo el volumen un poco más y metiéndole un gol a Lee; tomó un trago de ginebra y cuando se acabó el disco y empezó otro le preguntó a Camille si aquel le gustaba también, mirando a Lee muy satisfecha… Bueno, chica, no me mires así. La que tiene mal gusto eres tú, no yo… Y a Camille le hubiera gustado saber qué decir, si le gustaba o no (¿le gustaba?), miró a Sal y se estremeció otra vez. Está bastante bien, me parece (¿sería tan duro como aparentaba?).
    Sonó el teléfono y Goldie le dio un golpecito en la cabeza a Rosie y ésta se levantó y contestó, luego se volvió hacia Goldie y le dijo es Sheila. Goldie se puso al aparato, dijo sí, y colgó. Va a venir con un cabrito a pasar la noche así que tendremos que bajar a casa de Tony. Es un sitio espantoso. Muy bien, Lee, siempre te puedes ir a tu casa, si es que la tienes. Rosie, calienta la sopa. Creo que vivir con una mujer es horrible. Lo que pasa es que tienes envidia, Lee. ¿Por qué no te ocupas de tus asuntos, Georgette? De verdad, Goldie, no entiendo cómo lo puedes soportar, por mucho que te mantenga y te proporcione anfeta. Creo que sí es asunto mío, Lee. Pero ¿qué coño está pasando aquí? Que bajamos a otro apartamento. Siempre que tú estés de acuerdo, Harold. De verdad, no entiendo cómo puedes hacer el amor con ella, Goldie. ¿O sólo le comes el coño? Bueno bueno bueeeno. Goldie salió de la habitación corriendo y Rosie escupió a Lee y corrió tras ella. Por el amor de dios, no seas tan quisquillosa. Los chicos empezaron a inquietarse aunque les divertía la escena, pero no entendían nada, así que se encogieron de hombros y Georgette se puso a buscar a Goldie y le preguntó si estaba bien y Camille estaba totalmente desconcertada, después de todo, aquello no era propio de unas señoras. Y se suponía que Lee era elegante. Este tipo de cosas nunca pasaban en su pueblo. Pero es tan excitante y él tiene un aire tan masculino; y Lee dijo que lo sentía muchísimo, no te quería molestar, guapa. Lo que pasa es que la casa de Tony es tan horrorosa, con la luz cortada y todo, y me parece que esta noche estoy un poco pasada, conque se besaron e hicieron las paces, y todas ayudaron a terminar de preparar la sopa (con unas cuantas anfetas más) y recogieron la ginebra y la anfeta y bajaron la escalera, con los chicos tambaleándose detrás, no muy seguros de lo que estaba pasando pero excitados y demasiado pasados para reaccionar, y entraron en el apartamento de Tony.
    Estaba durmiendo, así que Goldie encendió unas cuantas velas y le dijo que Sheila tenía un ligue, así que nos hemos tenido que bajar aquí, estoy segura de que no te importa, y le dio unas anfetas diciéndole a Rosie que preparase café. Rosie encendió el infiernillo de petróleo de la cocina y puso encima una cafetera. Cuando estuvo listo, lo sirvió en tazas de plástico y luego volvió a la cocina y preparó otra cafetera, y siguió preparando una cafetera tras otra, viniendo entre una y otra a sentarse a los pies de Goldie. Los chicos despertaron poco a poco del letargo producido por la yerba, y la anfeta les desató la lengua y todos se pusieron a hablar como descosidos. Goldie dijo que nunca se había sentido tan bien. Supongo que necesitaba llorar, y volvió a pegarle a la anfeta y todos tomaron más anfetas y café y Goldie se sentó junto a Malfie y le preguntó si lo estaba pasando bien, y él dijo claro, lo paso cojonudamente; y Goldie flotaba en una blanda nube púrpura, sintiéndose maravillosamente y bastante satisfecha de sí misma: un tipo muy guapo al lado, unas amigas maravillosas, y un magnífico contacto para aprovisionarse de anfetas en la farmacia de la esquina donde siempre podía conseguir una docena de pastillas por cincuenta centavos. Oh, esto es divino. Me refiero a las velas y a todo esto…, me recuerda a Genet. ¿Genet? No veo qué relación tiene. ¿Quién es ese yinei? Un escritor francés, Vinnie. Estoy segura de que no le conoces…, de hecho no veo cómo te puede recordar a Genet este ambiente. (Georgette miró a Lee mientras hablaba; también miró a Vinnie y suspiró. Después de aquella observación Vinnie no querría tener nada que ver con Lee). Quiero decir que todo es tan agradable. Bueno, pues eso mismo es lo que quería decir yo, querida. Genet crea tanta belleza a partir de las torturadas tinieblas de nuestras almas… Ah, sí, es cierto. Totalmente cierto… y me siento tan bien. ¡Oye! ¿dónde está el jodido retrete? Georgette se levantó de un salto (Camille estaba asombrada y miraba de reojo) y dijo que estaba fuera. Yo te lo enseñaré. Vinnie la siguió dándole palmaditas en el culo. Está bien, guapísima, pero puedo encontrarlo solo. Georgette se dio la vuelta y se sentó, sonriendo y cogiendo otro vaso. Oh, sería tan maravilloso… dentro de un rato. Rosie sirvió más café y Harry le preguntó si le gustaba chupar pollas y ella se sentó sorprendida y derramó un poco de café. Goldie le dijo que tuviera más cuidado, vas a quemar a alguien, y Rosie se echó a llorar y enterró la cabeza en el regazo de Goldie y Goldie le dijo que no se preocupase. No has quemado a nadie. Puedes seguir sirviendo café, y Rosie soltó una risita de alivio, y volvió a ponerse de pie y sirvió más café; y Georgette miró las lágrimas que se deslizaban lentamente por la cara de Rosie y brillaban en la habitación color sepia; y Harry pensó que sería una estupidez pagar por una maricona como aquélla. ¿Qué te pasa, Rosie? ¿Te doy miedo? Rosie salió de la habitación y Harry se rió y les preguntó a los chicos si se habían fijado en su cara. Tío, está como una cabra, de verdad. ¿Dónde te la has ligado? Goldie dijo que la había encontrado por ahí y Camille fue a la cocina a ver si Rosie estaba bien, pensando que Harry era terriblemente cruel y que Goldie no debería permitir que le hablaran así. No distinguió a Rosie de inmediato y se quedó mirando la llama azul del infiernillo de petróleo, y el café que hervía como la poción de una bruja. Luego vio a Rosie sentada en el rincón, con la cabeza apoyada en las rodillas. Camille estaba nerviosa, pero consideró que la debía consolar. Dijo su nombre suavemente y luego se quedó callada un rato oyendo hervir el café…, el potente ritmo, roto cada tres o cuatro compases por un redoble…, luego volvió a mirar hacia el cuarto de estar donde todos hablaban y bebían (Georgette parecía que la había estado observando), y cuando cruzó su mirada con la de Sal se sonrojó y se volvió hacia Rosie y volvió a decir su nombre. Rosie seguía sentada en el rincón con la cabeza apoyada en las rodillas. Camille se dirigió a ella, evitando cuidadosamente el infiernillo, le preguntó si estaba bien. ¿Por qué no vienes con todos, Rosie? Y le tocó suavemente el hombro. Rosie dijo no con la cabeza, mordió la mano de Camille, la miró durante un momento y luego volvió a apoyar la cabeza en las rodillas. Camille soltó un alarido y volvió corriendo al cuarto de estar, agitando la mano herida y extendiéndola delante de ella. Me ha mordido, esa maldita loca. Dio la vuelta en redondo, con la mano todavía extendida, dando saltitos. ¿Qué hostias te pasa? Me ha mordido. Por el amor de dios, Camille, siéntate inmediatamente. Me ha mordido. Cierra esa boca. Harry la empujó y Camille tropezó con Lee y las dos gritaron tratando de recuperar el equilibrio, pero Camille iba cayendo a medida que recordaba que le habían mordido la mano y trataba de agarrarse, y al fin agitando las manos cayó encima de Lee y Lee se debatía frenéticamente para que no se le levantara la falda, y le gritaba a Camille todo el tiempo que se apartase de ella y por fin Camille consiguió ponerse de rodillas y se cogió la mano poniéndose a buscar las marcas de los dientes. No te preocupes, cariño, que no vas a coger la rabia. Lee se enderezó y se arregló la falda y lanzó una maligna mirada a Camille, eres estúpida de verdad, y sacó un espejito del bolso, se estudió la cara y luego rebuscó en el bolso y sacó un peine y maquillaje y se retocó rápidamente la cara. Por fin Camille se sentó y siguió mirándose el dedo, ignorando totalmente las risas de los demás. Fue terrible. Lo único que quería era hablar con ella y me mordió. Me mordió como… como un animal. Fue terrible, de verdad. ¿Por qué no la muerdes tú a ella? Mete el dedo en este café caliente. Goldie reía tan fuerte como los demás, pero se las arregló para consolarla y ofrecerle unas anfetas. Oh, sí, por favor. Me ha dejado hecha polvo, ha sido terrible. Oh… Cogió las anfetas y se las metió en la boca (con la mano sana) y luego cogió su café (con la mano sana) y dio unos tragos hasta que consiguió tragar las anfetas. Oye, ¿a qué hora empieza la siguiente función? Todos se rieron, excepto Camille. Lee, al principio, sólo había hecho una mueca pero cuando terminó de arreglarse la cara se sintió relajada otra vez y se unió a los demás. Cada nuevo comentario provocaba más risas, algunas pretendidamente refinadas; Camille estaba sentada con expresión de enfado en la cara; los chicos se morían de risa, no demasiado seguros de por qué se estaban riendo, pero disfrutando de la situación y de los escalofríos que les provocaban las anfetas y de la extraña sensación en la mandíbula al juntar los dientes (Harry se preguntaba si debería ir a la cocina y cepillarse a Rosie allí mismo); Georgette, contenta de relajarse y reír (ya le había metido tres goles a Lee) todavía buscaba la oportunidad de ser el centro de atención; y Goldie se sentía etérea… las cosas iban tan bien que se estremeció de gusto por adelantado; pero la pobre Camille estaba avergonzada y trataba de reírse y relajarse pero… resultaba tan terriblemente difícil. Lee estaba decidida a mantener las distancias (aunque no quería enfadarse con Goldie), las distancias exigidas por su categoría y belleza. Las risas continuaron aunque ya no tenían aliento para seguir haciendo comentarios y Goldie pidió más café y Rosie volvió a servirlo nuevamente y se retiró a la cocina y preparó otra cafetera y se sentó en el rincón con la cabeza apoyada en las rodillas. Goldie contó las anfetas decidiendo que quedaban bastantes para unas cuantas rondas más (después, ya estaría abierta la farmacia) y les ofreció a todos. Vinnie pidió más ginebra (todavía se oían risas) y Georgette le pasó su vaso pero Vinnie rehusó (hay una regla que prohíbe beber del mismo vaso que un maricón) así que Georgette le sirvió ginebra en otro vaso de plástico, esperando que aquello no cambiaría nada y miró a Lee, pero ésta no pareció notarlo; y Tony dijo gracias después de coger una anfeta preguntándose si también ella se lo podría hacer con los chicos mientras trataba desesperadamente de pensar en algo qué decir o hacer para atraer la atención de los demás y conseguir que fueran conscientes de su presencia y a lo mejor a Goldie le gustaba que uno de los chicos la encontrase atractiva. Lanzó una ojeada por la habitación, sonriendo y pestañeando… luego se puso de pie y abrió un cajón de un aparador y sacó una vela nueva. Cerró el cajón violentamente y se dirigió poco a poco hacia la vela que casi había ardido del todo, encendió la nueva y la colocó con mucho cuidado encima de la vieja. Eso es, así está mucho mejor, y luego se sentó muy contenta y resplandeciente, segura de que Goldie apreciaría lo que acababa de hacer.
    Todo el mundo miró la nueva vela y las sombras que creaba la vacilante llama, y siguieron hablando en voz baja, fumando, bebiendo café y ginebra; vieron como se ponía blanda la parte de arriba de la vela y caía la primera gota de cera mientras la mecha ardía más roja y más intensa en el centro de la llama… después se deslizó otra gota sobre la primera; y otra empezó a deslizarse vela abajo mientras la llama se doblaba y el borde de arriba se consumía y enseguida rodaban vela abajo pequeñas gotas de cera que se apilaban y todo el mundo se relajó aún más, tranquilizados por la nueva llama y ligeramente enervados por las risas, y se hundieron todavía más en las butacas y los chicos estiraron las piernas aún más y las chicas se pusieron todavía más melosas y coquetas; y sus ojos pronto se apartaron de la llama y todo pareció más tranquilo y hasta Lee se sintió parte del grupo y se dio la vuelta en el asiento para ponerse cara a los demás y empezó a contar anécdotas sobre cosas que pasan entre bastidores en el teatro y enseguida todos se unieron a ella y cuando no hablaban escuchaban dos o tres anécdotas al tiempo. Lee les contó que casi todos los actores eran gays (y hasta muchos pastores de la iglesia… y sabes a quién me refiero, cariño), y que a todos los del reparto de una de las revistas en que trabajaba los habían detenido y cerrado el club porque entre bastidores todos se drogaban… Y movía las manos y los chicos hacían caer la ceniza de sus pitillos… Podéis creerme, se armó un follón terrible. Caldonia estaba tan pasada… me refiero a que llevaba un montón de horas bebiendo sin parar y de pronto allí, en el cruce de Broadway con la calle Cuarenta y cinco, se puso a cacarear como un pollo, Kikiriki Kikiriki… y es verdad, la cogieron cuando estaba a punto de follarse a un borracho. Era muy amiga mía. Trabajaba en un hospital, ya sabéis, en la morgue, y casi se quiere follar a uno de los que guardaban allí… Rosie llenó las tazas otra vez y volvió corriendo a la cocina cuando Harry quiso meterle mano y se sentó en el rincón con la cabeza apoyada en las rodillas… Y vosotros creéis que conocéis a tipos raros…, bueno, pues yo me lo hago con un cabrito que quiere que le pegue con un cinturón… Eso es masoquismo, querida… Ya lo sé, pero tengo que ponerme sostén… azul claro con encaje y una braga a juego, y medias y un liguero y él pasa las manos por mis piernas y da tironcitos a las ligas llenándome de morados, y cuando por fin se corre, yo ya casi no puedo con mi brazo… Hay uno igual en este barrio. Es dueño de una peluquería que está en el cruce de la Ochenta con la Tercera y viene dos o tres veces por semana… Sí, conozco a este tipo. Tiene un Dodge nuevo. Verde. Eso es. Y coge a unos cuantos chicos y los lleva a dar una vuelta y les paga veinticinco centavos para que se tiren pedos… Tony seguía echándose hacia delante cada vez más, escuchando, riéndose, y asegurándose de que todos se daban cuenta de que escuchaba lo que contaban los demás y de que le gustaba; trataba de pensar en alguna anécdota para contarla, algo divertido que le hubiera pasado o que hubiera visto… o incluso algo de una película… Volvió a llenar el vaso de ginebra, sonriendo a Goldie; asentía con la cabeza, sonreía, se reía, siempre tratando de pensar en algo divertido, pasando revista a años de recuerdos sin encontrar nada… ¿Y qué es de Leslie?… ¿Leslie? ¿Esa marrana?… Anda por Central Park a las cinco de la mañana buscando condones usados y los chupa. ¡Santo Dios! Bueno, pues yo me lo hago a veces con un cabrito que quiere que le tire pelotas de golf… En la trena había un chaval que se metió un número de Life en el culo y no se lo podía sacar… Me encantan los que casi se echan a llorar al terminar y se ponen a contarte cuánto quieren a su mujer y a sus niños. Y cuando empiezan a enseñarte las fot… Esos a mí no me gustan nada… Oye, y qué me decís de ese tipo que Spook conoció en el Village una noche y le dio diez pavos por su zapato izquierdo. Spook le dijo que por diez pavos le daba los dos y hasta los calcetines… Goldie seguía mirando a Malfie y el modo en que se peinaba con un tupé; y Georgette se inclinó un poco hacia Vinnie y todos parecían tan cerca unos de otros como si unos se pertenecieran a otros y todo era tan maravilloso… ¿No os habló nunca Francene de lo que le pasó con un árabe que conoció una noche? Bueno, guapas, pues se la metió tanto que creyó que la había traspasado. Eso debe de ser algo divino… Camille miraba nerviosa a Sal… Es tan maravilloso conocer a un hombre que te folle de verdad. Sí, querida, pero casi tuvieron que hacerle una histerectomía. ¿De verdad? Y también estaba aquel tipo que…
    La puerta se abrió violentamente y una joven con el rostro tumefacto y una barriga enorme entró tambaleándose y se dirigió a Tony. Tony miró a los otros como pidiéndoles disculpas y atravesó la habitación en dirección a su hermana, la llevó a la cocina y la ayudó a tumbarse. Cogió la cafetera del infiernillo y aumentó la llama. Rosie las miró a ellas, pero como Goldie no dijo nada volvió a bajar la cabeza apoyándola en las rodillas. Tony se arrodilló al lado de su hermana, confusa porque sabía que a Goldie y las demás no les gustaba Mary, y le preguntó qué le pasaba. Mary levantó ligeramente la cabeza y luego la volvió a dejar caer y pareció que rebotaba en el suelo (Goldie y Lee se dieron la vuelta, disgustadas. Camille miraba asombrada), luego la movió a un lado y a otro, gimiendo, intentando erguirse, gritando, abombando su voluminoso abdomen, golpeando el suelo con cabeza y brazos, encogiendo y estirando las piernas, agarrando a Tony de los hombros al sentir un nuevo retortijón. ¡Suéltame! ¡Suéltame!, me haces daño, y las manos de Mary cayeron al fin y se quedó quieta y Tony miró a la otra habitación, esperando que no le echaran a ella la culpa de todo aquello; y las locas volvieron la cabeza y los chicos miraban sin comprender, dando otra chupada o tomando otro trago, algo interesados, y Tony preguntó si podía llamar a la policía para que la llevasen a un hospital. No se te ocurra llamar a la pasma. No mientras estemos aquí… ¿Entonces qué puedo hacer? ¿Por qué no la echas a la calle? Asquerosa puta… Va a tener un niño. ¿De verdad? Creí que a lo mejor eran gases. Estallaron en risas (Rosie abrió los ojos, con la cabeza apoyada en las rodillas, luego los volvió a cerrar) y Tony casi se echó a llorar (¿por qué coño había escogido aquel momento?; me habían invitado arriba y hubiéramos acabado siendo amigas). ¿Por qué no vas a buscar a ese con el que vive? Después de todo, es el padre, no nosotras. Te lo aseguro. Volvieron a estallar en risas… ¿Cómo sabes que es hijo suyo? Podría ser casi de cualquiera. (Camille todavía sentía algunas náuseas pero estaba decidida a ignorarlas y ser como las demás chicas). Oye, ¿no se habrá tragado una pepita de sandía? Hasta Harry, con este comentario, provocó largas carcajadas, aunque la verdad es que todos se estaban poniendo tensos, y en especial las locas. Aquello podría estropearles una noche perfecta. Como la cosa se prolongase más echaría a perder todos sus planes… ¡Mary comenzó a retorcerse! ¡A gritar! Pero no era sólo un grito. Era uno detrás de otro. La cara se le ennegreció y parecía a punto de reventar. Los cardenales que tenía en la cara se pusieron a sangrar y se sentó como si la empujaran desde atrás, aullando, gimiendo, berreando… Tony reculó y chocó contra la pared (Rosie seguía con la cabeza apoyada en las rodillas) y Camille se llevó las manos a la cara. Los gritos continuaban y los ojos se le salían de las órbitas; tendía las manos hacia Tony mientras la cara se le ennegrecía todavía más… Luego se interrumpió y cayó de espaldas estrellando la cabeza contra el suelo y los gritos y el sonido de la cabeza al chocar contra el suelo resonaron en la habitación y en los oídos de todos sin querer apagarse, como el sonido del mar en una caracola… ¡¡¡Ay Ay Ay Aay!!! Rompió aguas. Las locas se pusieron de pie de un salto y Harry miró con curiosidad el líquido que se extendía por el suelo. Sácala de aquí. Sácala de aquí. ¡Sácala de aquí! Venga, joder, sácala de aquí antes de que venga la pasma. Me ha dejado de piedra la hijaputa. Puta de mierda. Rosie. ¡ROSIE! Sácala de aquí. ¡Sácala de aquí! Rosie la agarró del brazo, pero éste estaba empapado de sudor y se le escurrió. Levantó la falda de Mary y se secó las manos y secó los brazos de Mary, luego se fijó en la cara y se la secó también y le dijo a Tony cógela por el otro brazo. Ella tiró y Tony se tambaleó a causa del peso y miró con aire culpable a Goldie y Rosie le gritó que tirase y el cuerpo de Mary se retorcía a cada tirón y temblaba a cada acometida de dolor y el sudor le picaba en los ojos y la cegó y lo único que podía hacer era aullar y aullar y Harry se levantó y se dirigió a ellas y dijo voy a ayudaros. Se puso detrás de Mary y la cogió por las tetas, sonriendo a los chicos, y la levantó y Rosie volvió a tirar con más fuerza y casi se caen todos al suelo, y poco a poco levantaron a la enorme Mary y la arrastraron hasta la puerta. Harry le dijo a Tony que fuese a buscar un taxi y Rosie la llevó hasta la calle. Tony se fue y Rosie la sostuvo por el brazo mirando a Harry mientras la arrastraban por el vestíbulo chorreando sangre y agua en dirección a la puerta, Harry preguntó a Rosie qué tal y ella no dijo nada. Se limitaba a agarrarla del brazo y a mirar a Harry. Éste se rió y dejó a Mary en el suelo y esperó al taxi.
    Cuando Harry y Rosie volvieron todos estaban callados; las sombras se agitaban en las paredes y Harry preguntó qué pasa, es que estamos en un velatorio o qué, y se sentó y encendió un pitillo. Tío, por lo menos pesaba una tonelada. Pero tenía un buen par de tetas. No podía abarcarlas con las manos de grandes que eran… Los demás seguían callados y ni siquiera fumaban, y Rosie volvió a poner la cafetera en el infiernillo y esperó. A Lee la escena le repugnaba, así de simple…, desde luego, aquello no podía ser más desagradable de lo que era. ¿Qué estabas diciendo, Sal? Ya sabes, tener un niño y que un tipo te mande a la mierda… Camille seguía muy asustada… Los otros estuvieron de acuerdo con Sal en que aquello era una putada tremenda. A un tipo así habría que liquidarlo, valiente hijoputa, aunque fuera de la pasma… Y Goldie y Georgette se angustian. Lo habían preparado todo y habían esperado toda la tarde y las cosas habían ido tan bien que no era justo que ahora todo se fuera a la mierda… ahora que se acercaba el momento… y Georgette buscaba desesperadamente algo que decir o hacer… algo que no sólo arreglase la noche… algo que la convirtiera otra vez en el centro de todo. Echó una ojeada por la habitación…, pensaba…, luego se acordó de un libro y sí, todavía seguía allí. Lo cogió, lo abrió, lo miró durante un momento y luego decidió no decir nada, sino empezar a leer.
    Erase una lúgubre medianoche en que yo meditaba, débil y cansado…
    Las primeras palabras fueron lentas, dubitativas, pero al oír resonar su voz que llenaba la habitación por encima de la respiración de los demás, se entusiasmó y empezó a leer más alto, y cada palabra era clara y auténtica
    Cuando el suave llamar de alguien sonó a la puerta de mi aposento.
    «Es algún visitante —murmuré— que llama a la puerta de miaposento…».
    y todos callaron y Vinnie volvió su cara hacia ella
    ¡Ah!, recuerdo claramente que era en el gélido diciembre.
    Y por separado cada ascua moría, sobre el suelo labrando su espectro.
    Ansiosamente anhelé la mañana; vanamente había intentado alcanzarla…
    ahora todos la miraban (¿estaría mirando Rosie también?). Todos la miraban. ¡A ELLA!
    En la profunda oscuridad escrutando, largo tiempo quedé preguntándome, temiendo,
    Dudando, soñando sueños que ningún mortal había osado soñar antes;
    Pero el silencio no fue roto, y la quietud siguió impasible…
    lo dramático del momento agitaba su pecho y el poema surgía con belleza y sentimiento y el aliento de su boca hacía vacilar la llama de la vela y comprendió que todos veían un Cuervo entre las sombras
    Veré, pues, quién anda ahí, y exploraré este misterio…
    Que mi corazón se calme un momento y exploraré este misterio;
    ¡Es el viento y nada más!
    y ya no leía únicamente un poema, sino que el poema era ella y cada palabra procedía de su alma y todas las sombras maravillosas se arremolinaban a su alrededor.
    Entonces, como este pájaro de ébano inducía a sonreír a mi triste fantasía,
    Por el grave y sereno decoro de su figura,
    «Aunque te falta la cresta —dije—, seguro que no eres un cobarde,
    Torvo, espectral y antiguo Cuervo que errante llegas de las nocturnas orillas…».
    Los chicos miraban atentamente y Vinnie parecía tan cerca que Georgette podía notar el sudor de su cara y hasta Lee escuchaba y la miraba leer y todos sabían que allí estaba ella; y todos sabían que era LA REINA.
    Pero el Cuervo no dijo más… ni después removió una pluma…
    Hasta que apenas murmuré: «Otros amigos han volado antes…
    Y por la mañana él me dejará también cuando mis esperanzas todas también vuelen».
    Entonces el pájaro dijo: «Nunca más»…
    Vinnie miraba fijamente a Georgette, a la que las sombras dilataban los ojos, las mejillas, los ojos de nuevo…, pensaba que era una pena que fuera gay. Que un tipo tan guapo sea marica…, estaba sinceramente conmovido por lo que leía Georgette, pero aunque la anfeta estimulaba su imaginación, le resultaba imposible ir más allá de la extrañeza y la curiosidad
    Fantaseando, fantaseando y pensando que este siniestro pájaro de antaño
    Quería decir graznando: «Nunca más».
    Me senté dedicado a profundizar, pero sin decir ni una sílaba
    Al ave cuyos ojos en llamas ahora quemaban hasta el fondo de mi corazón;
    Esto y más, sentado trataba de adivinar con la cabeza cómodamente reclinada
    Sobre los cojines de terciopelo donde la luz de la lámpara brillaba…
    ¡Ah, nunca más!
    y Bird seguía tocando (¿lo oyes, Vinnie? ¿Lo oyes? Es Bird. ¿Lo oyes? Está tocando amor. Tocando amor para nosotros) y los ritmos incongruentes se arremolinaban y resonaban…, luego se aunaban y ¡Oh, Dios mío, qué belleza!
    «… ¡Bebe, oh bebe de este buen nepentes y olvida a tu perdida Lenore!».
    Dijo el Cuervo: «Nunca más».
    «¡Profeta! —dije yo—, ¡ser maligno! ¡Pájaro o demonio, siempre profeta!…
    Te haya enviado el tentador o te haya arrojado aquí la tempestad,
    A esta orilla desolada y sin embargo indómita, a esta tierra desértica encantada…».
    y por una rendija de las negras sombras Georgette vio puntos grises que bailaban y la luz pronto estrió el cielo y las sombras se dulcificaron y bailaron y la débil luz del amanecer asomó por la Ventana barriendo las sombras de los rincones oscuros y las velas pronto se consumirían
    Y el Cuervo, sin aletear, sigue quieto, siempre quieto
    Sobre el pálido busto de Pallas justo encima de la puerta de mi aposento:
    Y sus ojos se parecen a los de un demonio que sueña,
    Y la luz de la lámpara que sobre él alumbra sobre el suelo marca su sombra;
    Y mi alma de esa sombra que yace en el suelo
    No se levantará… ¡Nunca más!
    y Bird tocó un estribillo final y los demás instrumentos no callaron, pero el saxo de Bird se extinguió lentamente y no se podía saber cuándo desapareció de verdad y los sonidos seguían flotando y enredándose en los oídos y todo era amor… dijo Bird una vez más… Y las llamas se doblaban y fundían el borde de las velas y hasta Harry dejó de luchar contra su letargo y no intentó romper el hechizo y Georgette dejó el libro en su regazo con gesto dramático y las palabras finales todavía giraron alrededor de la luz y se quedaron en el oído como el mar en una caracola y Georgette estaba sentada en un trono maravilloso de un maravilloso país donde las personas se amaban y besaban y estaban sentadas unidas y en silencio, cogiéndose de la mano y recorriendo noches mágicas y Goldie se levantó y besó a la Reina y le dijo que había sido muy hermoso, sencillamente hermoso, y los chicos murmuraron y sonrieron y Vinnie luchó contra la dulzura que le poseía, tratando, durante un momento, y sinceramente, de entender lo que pasaba, luego dejó de pensar en ello y dio a Georgette un palmadita en el culo, con suavidad, como se hace a un amigo, y le sonrió… y Georgette casi se echó a llorar al ver el resplandor de ternura en sus ojos… Vinnie sonrió y buscó las palabras luchando contra sus limitaciones y luego dijo, oye, eso estuvo muy bien, Georgie, chico; al darse cuenta de que sus amigos estaban allí, en especial Harry, se activaron los efectos de las anfetas y cambió su estado de ánimo y se volvió a sentar enseguida, cogió un vaso y dio una chupada al canuto de Harry.
    La luz se abría paso por los muchos agujeros de las persianas…, las velas poco a poco se volvían anónimas. Goldie abrió la caja de anfetas lentamente y se la tendió a Georgette. Ésta cogió dos, sólo dos, gracias, sonrió y se las puso en la lengua y tomó un trago de ginebra. Todos charlaban distendidamente, sonriendo, bebiendo, en paz con todas las cosas y Georgette se reclinó en el respaldo de su silla hablando quedamente con Vinnie y con los demás si le dirigían la palabra, y todos sus movimientos: al fumar, al beber, al asentir, eran lentos y majestuosos; se sentía extremadamente humana; contemplaba el mundo (su reino) con agrado, con dulzura; esperaba, excitada pero no nerviosa, la ocasión, próxima, de decirle a su amante… Pero el sol continuaba alzándose y la habitación se llenaba de luz y las chicas se apercibieron de las marcas de sudor en su maquillaje, deseando que los chicos no lo notaran antes de subir a retocarse la cara. Goldie no dejaba de mirar el reloj y escuchaba por si Sheila y el cabrito que estaba con ella se iban, deseando salir de aquella horrible habitación y subir al piso de arriba con los chicos antes de que la luz los dejara tirados y olvidaran lo que les había proporcionado Georgette; temía que una bajada de anfetas los volviera brutales y no como ella quería. Veía que la habitación se llenaba más y más de luz, y escuchaba, escuchaba…
    Entonces oyó que algo (alguien) entraba en el portal y Tony abrió la puerta… —a Goldie le latía con fuerza el corazón y trató de ignorar a Tony para escuchar pasos (cuatro) en la escalera— y empezó a pedir disculpas, mirando a Goldie, antes de cerrar la puerta y por fin Goldie se volvió hacia ella y le dijo cállate. Tony obedeció de inmediato (había dejado a su hermana en el hospital y mandó esperar al taxi y volvió enseguida, esperando llegar antes de que se hubiera ido Goldie; esperando que la invitaran a unirse a ellas; no quería quedarse sola allí en aquel maldito apartamento y quería tanto ser amiga de Goldie, para pasarse con ellas y tener otras chicas con las que hablar), obedeció de inmediato y se interrumpió en mitad de una palabra y lanzó una ojeada a la habitación pero todos la ignoraron… Goldie se puso de pie y se dirigió a la puerta, escuchó y luego la abrió un poco… Conque Tony atravesó el cuarto (entre ellas… entre ellas. Van a mirarme. Sé que lo van a hacer. No fue culpa mía) y se sentó… Goldie se volvió y dijo que se iban. Rosie, recoge nuestras cosas. Se marcharon. Tony se sentó, luego se levantó y anduvo por la habitación (ni siquiera una anfeta… ni una); fue a la cocina, se sirvió una taza de café (tal vez debería haberme quedado con ella. Habría hecho bien) y volvió a sentarse.
    Goldie corrió al cuarto de baño a arreglarse la cara. Georgette cogió la botella de whisky medio llena que había dejado el cabrito y le sirvió un vaso a Vinnie, con hielo, luego encendió la radio. Notaba que Vinnie y los chicos cada vez estaban más colocados y cuando se acabara el whisky (todavía quedaba ginebra y enseguida llegaría una nueva provisión de anfetas) no sabrían ni dónde estaban. ¡Oh, qué día tan maravilloso! (Fue a las ventanas y cerró las persianas para que no entrase demasiada luz). Recorrió distintas partes de la habitación, hablando, sonriendo, sirviendo copas, cantando (Vinnie, Vinnie), bailando; incluso se rió con Lee. Camille corrió al cuarto de baño en cuanto salió Goldie con el pelo recién cepillado, las uñas retocadas y muy pintada. Goldie le dio a Rosie dinero para anfetas, luego llamó a Georgette aparte y le pidió que hiciera de intermediaria entre ella y Malfie y Georgette dijo pues claro; y Goldie le dijo que tenía algo que picarse y que dentro de unos minutos cuando las cosas estuvieran un poco más asentadas irían al cuarto de baño y se lo meterían. Georgette la besó y la verdad es que se puso muy contenta. Un poco de morfina ahora, sería algo perfecto. Oh, sí, perfecto. ¡Dios mío!… ¡¡¡Un poco de morfina y Vinnie!!! Llenó un vaso de ginebra y se sentó junto a Vinnie (¿debería ofrecerle un poco?) hablando con él y los chicos (no, podría echarlo a perder todo) y hasta Harry y sus comentarios absurdos resultaban soportables (¡Dios mío! Esperemos que las anfetas tampoco le sienten mal), pero claro, hizo todo lo posible por no discutir con él (si los demás se fueran podríamos sentarnos juntos y él me besaría y yo le acariciaría el cuello y le besaría el lóbulo de la oreja y nos desvestiríamos uno al otro y nos tumbaríamos en la cama estrechamente abrazados y le pasaría las yemas de los dedos por las nalgas y se le tensarían los músculos y nos estremeceríamos un poco y yo le besaría el pecho y le acariciaría la espalda y olería su sudor y pondría mis piernas alrededor de sus caderas…). ¿Qué decías, guapa? Georgette se volvió y empezó a abrir los brazos y Vinnie le pellizcó la mejilla, qué tal si vamos ahí dentro y la pones en funcionamiento, y se levantó lentamente cogiéndose la entrepierna con la mano. Georgette bajó una mano (no, todavía no… un poco más tarde) y dejó que la otra se deslizara por la pierna de Vinnie. ¿No me quiere ayudar a vaciar este aparato? Y se balanceaba ligeramente y luego separó las piernas y se reían mientras él se sopesaba las pelotas con la mano. Georgette se inclinó levemente hacia delante (¡¡¡no no no!!!, podrías echarlo todo a perder) y él se dio la vuelta, toda vía riendo, y fue al cuarto de baño (los ojos se le salían de las órbitas. ¡Oh, Dios mío! Está pasadísimo. ¡¡¡Será maravilloso!!!), y ella se echó a reír cuando Camille salió disparada del cuarto de baño perseguida por Vinnie, dejando caer sus cepillos. Luego, se detuvo, mirando la puerta del cuarto de baño, los recogió y atravesó rápidamente el cuarto de estar.
    Georgette se volvió a sentar y saboreó su ginebra durante unos largos segundos. Harry se levantó y dijo algo a Georgette, totalmente pasado, y se dejó caer al lado de Lee. Georgette le siguió con la vista, todavía bebiendo su ginebra y luchando por controlarse. No podía joderlo todo ahora. La cosa no iba a tardar. No iba a tardar. Vinnie y un poco de morfina. Cogió la botella de ginebra y volvió a llenar el vaso de Malfie y le preguntó si quería hacerlo con Goldie. Malfie cerró los ojos un momento y sonrió y le quitó el vaso de la mano. ¿Te queda alguna anfeta? Georgette le dio unas palmaditas en la cara y fue por un par de pastillas y le dijo a Goldie que todo estaba arreglado. ¡Oh, todo es tan maravilloso! Vinnie y sus amigos estaban totalmente pasados y ella pronto tendría a Vinnie. Goldie la llevó al dormitorio y le dio una ampolla. ¿No te vas a poner una tú? Todavía no, guapa. Esperaré hasta que ese gallo me haya follado. Conque Georgette se chutó y esperó a que pasara la primera oleada y luego volvió a su trono, junto a Vinnie. Éste hablaba con Malfie y Harry… Lee y Camille se les unieron, y Goldie se limitó a mirar y ocasionalmente reía… y le tiró de la oreja cuando ella se sentó. Georgette sonrió e hizo un movimiento de danza del vientre al sentarse, saludando modestamente ante los aplausos. A Georgette le daba vueltas la cabeza mientras contemplaba la escena en la que todos estaban encantados. Incluso Harry y Lee lo estaban, y de la radio llegaba música y Camille llevaba el compás con los dedos (un poco indiscreta si quieres que te diga la verdad, pero tampoco estaba mal porque nosotros [Vinnie y la morfina… VINNIE] estamos encantados) y todo marchaba como debía y las palabras eran las precisas; y Goldie se sentó al lado de Malfie y éste hizo una mueca, aspet… una moment ; y Camille se sentía muy femenina y atrevida y le guiñó el ojo a Sal y él trató de hablar pero no consiguió dejar de rechinar los dientes y la cabeza se le balanceaba adelante y atrás, y unas gotas de whisky le resbalaban por la barbilla, pero era tan fuerte y tan guapo… ¡Oh, qué barbilla tan maravillosa!… Y Camille rió pensando en la carta que les iba a escribir a sus amigas del pueblo: Queridas, no sabéis nada de nada. ¡Qué modo tan maravilloso de perder la virginidad! Sal se rió y canturreó, tengo una puta estupenda AAAAH; y Malfie vació su vaso, lo llenó de nuevo y siguió a Goldie al dormitorio y Georgette miraba y alrededor de sus cabezas sonaba el bop de SALT PEAnuts, SALT PEAnuts (citando a Diz [2] )… Vinnie y morfina… VINNie y morfina… Y Lee se apartó unos centímetros y Harry la agarró por el brazo y la hizo volver adonde estaba antes. ¿Dónde crees que vas, guapa? Y la cogió por la muñeca y la obligó a que separara las piernas. Tengo una buena polla y te la voy a meter, y Vinnie gritó: ¿Es que no se deja, Harry?, y los dos rieron y Lee sintió miedo e intentó soltarse de aquel brazo, pero Harry la agarraba con fuerza y se lo retorció hasta que ella se puso a gritar: ¡Ya está bien! ¡Quieto! Estás haciéndome daño, so bruto (maravilloso, maravilloso. Eso te servirá de lección, jodida maricona. Es lo que te mereces. VINNie y morfina… VINNie y morfina… porque celebramos una fiesta y todos son maravillosos…) y a Harry se le salieron los ojos de las órbitas todavía más y se levantó y tiró a Lee en el sofá de un empujón, ahora verás hijaputa. Tienes pinta de puta y te voy a follar como a una puta (Camille se llevó las manos a la boca, tropezó contra el sofá y se dirigió al otro extremo [pero ¿es que no le gusta eso ?])… Ven aquí, Vinnie, ven. Vamos a pasarlo bien. Mierda, tío, estoy por los suelos. Vamos. Pero Vinnie cogió a Lee por el otro brazo y empezaron a arrastrarla hacia el dormitorio, y ella gritaba, suplicaba, y ellos se reían y le retorcían los brazos y Harry la cogió del pelo, su precioso pelo rubio que le llegaba a los hombros, y le dio una bofetada. Vamos de una puta vez, mamona de mierda. Un momento, quietos, mierda. Oye, Malfie, abre la puerta. Malfie abrió la puerta e hizo una mueca y arrastraron a Lee dentro, y Goldie soltó un alarido y salió corriendo de la habitación cerrando de un portazo. Georgette oía gritar a Lee y que los chicos le pegaban y maldecían mientras le desgarraban la ropa… Luego Goldie tragó media docena de anfetas; Camille miró a Georgette, que no se había movido (¡No! ¡No! ¡Jodida puta! VINNie, VINNie… ¡¡¡VINNIE!!! Con Lee no. Yo te quiero, Vinnie, te quiero. Tienes que ver mis bragas rojas. Por favor, Vinnie, Vinnie…), Camille miró a Georgette, luego a Sal, que atravesaba la habitación dando tumbos en dirección a ella. Ahí dentro no hay sitio. Se abrió la bragueta y sacó la polla (es tan grande. Y roja. Cuidado con los ojos. Cógele el culo con las manos) ¿¿¿¿OOOOH???? ¿Sal? Un momento, Sal. Por favor, por fav… aquí tienes algo bueno… Sal… Él se la metió en la boca y la cogió por el pelo brillante y ondulado… Lee dejó de defenderse mientras Vinnie y Malfie la sujetaban y Harry la montaba. Vaselina. ¡Vaselina! Por favor, sin vaselina no. Vinnie le dio el tubo, luego Lee dijo muy bien, y cerró los ojos y gimió cuando Harry la penetraba. Vinnie y Malfie se apoyaron en la pared, y el sudor de Harry cayó en la cara de Lee, y ésta sonrió y le besó el cuello y gimió, deseando que tardara en correrse y que siguiera metiéndosela y metiéndosela y metiéndosela… Así es como se hace, Camille. Muy bien, JAJA OOOOOH… Oye, cuidado con la lengua, y Camille se agarraba a su cinturón deseando estar haciéndolo bien; y Goldie sacó la ampolla del bolso, más tranquila ahora que se habían terminado los gritos, y pensó que no le gustaba que Camille hiciera sexo allí en público aunque debía admitir que Camille tampoco tenía demasiadas oportunidades al respecto, y la verdad es que los dos lo estaban pasando muy bien (espero que después de aquello Malfie no quede inutilizable), y se picó. Todo parece haberse desarrollado a la perfección… Vinnie tuvo que ayudar a sus amigos. Claro, por qué no iba a ayudar a Harry a que se la follase. Estamos en una fiesta y todo el mundo es maravilloso… Harry cogió unas bragas de un cajón y se limpió la polla. Supongo que te habrás enterado de que te he follado a fondo. Harry y Malfie se rieron y Lee miró a Vinnie cuando se le puso encima y luego cerró los ojos… y anudó los pies en torno a su cintura. Goldie volvió al cuarto de estar y se sentó en el sofá, ignorando a Camille y Sal mientras miraba el humo que se le escapaba de la boca y escuchaba la música de la radio; y las piernas de Sal se doblaron y Camille soltó un gruñido y tragó moviendo frenéticamente la cabeza, clavándole las uñas en el culo, tratando de que toda la polla le entrara en la boca… Pronto. Pronto… (Bebe, oh, bebe de este buen nepentes); y oiremos las sirenas de los remolcadores… Sal puso el pantalón en el respaldo de una silla y encendió un pitillo y tomó un trago; Camille fue al cuarto de baño con su cepillo de las uñas, su cepillo de los dedos, su cepillo de las manos, su cepillo del pelo y su cepillo de dientes… Los chicos salieron del dormitorio y el sudor empapaba sus caras, y llenaron unos vasos de ginebra y hielo. Lee llamó a Goldie y le preguntó si podía prestarle un vestido, y Goldie dijo, claro. Ese azul tan provocativo que llevé al baile del año pasado está en el armario, si te apetece te lo puedes poner. Algo que me pueda echar por encima bastará. JAJAJAJA. Los chicos tomaron unas cuantas anfetas más y se instalaron en el cuarto de estar. Eh, Sal, ¿qué coño estás haciendo? ¿Posando para fotos porno? Todos rieron y Goldie miró orgullosa a Malfie. Vinnie se sentó junto a Georgette y le metió un dedo mojado en saliva en la oreja. ¿Cómo te va, Georgie? Oh, Vincent (claro, no lo había hecho), no me hagas esas cosas, y se retorció y trataba de reír pero no lo consiguió y se sintió dominada por una especie de movimiento centrífugo y la cara se le crispó en una mueca. ¿Qué te pasa? ¿Te gusta Bird? ¿Bird? Pero ¿qué te pasa, guapísima?, y le dio un pellizco en la mejilla y se volvió hacia los otros, ¿os gusta el alpiste?, y se rió. Claro, tío, quieres decir eso que comen los cuervos. Eso mismo. Pues claro que sí. Llévame ahí dentro, Vinnie (???), y dejó que su mano descansase en la pierna de Vinnie. ¿Qué te pasa? ¿Tienes hambre? Y le pasó la mano por la entrepierna. Cuesta mucho llevarme a la cama, guapa, y alzó el vaso hasta la boca y la ginebra se le deslizó por la barbilla, ¿cuánta pasta tienes? Tengo amor, tengo amor… (Camille volvió del cuarto de baño fresca como una rosa y con el pelo perfectamente cepillado y con reflejos deslumbrantes y cruzó a paso rápido la habitación. Oh, chica, se diría que es la primera polla que te metes en la boca. Camille movió con gracia los dedos en dirección a Goldie y se sentó al lado de Sal)… tengo amor y a Bird. (Oh, dios mío, no después de ella . Vinnie. Oh Vinnie. Por favor. Hace tanto tiempo. Tanto tiempo. ¿Cuándo? ¿Cuándo? Era mi hermano y la braga roja)… Lee salió del dormitorio y corrió al cuarto de baño. No sé por qué no tiene por lo menos un cepillo para el pelo… (Goldie no es ni la mitad de atractiva que yo)… Se quedó en silencio y trataba, trataba de reír con coquetería, pero aquello no pasaba, no pasaba. Y Bird se había ido. ¡Ido del todo! Sólo un cuervo. Nunca más… Y ella daba vueltas y vueltas y vueltas y el humo daba vueltas y Vinnie reía, reía. Vinnie reía y pronto la cogería y la llevaría al dormitorio… Una voz. Una voz. Oh, Dios, no un chulo. No puedo. Ahora no puedo. No después de… Lee entró en la habitación muy desenvuelta llevando un par de medias de Sheila y sus mejores zapatos y se sentó delicadamente y miró a Harry con una mirada húmeda, provocativa…, feliz. Oh, feliz de no ser una degenerada como esos pervertidos; pero adorando su sexo vicioso, y la próxima vez estaremos solos y él podría hacer las cosas más raras que se le ocurrieran, y me chupará la lengua, y se correrá muchísimas veces… si yo quiero. Miró a Georgette y alzó una ceja. ¿Cómo te va, querida? (¡puta! ¡maldita puta! ¡Déjame en paz!). Bien, Georgie. Levanta el culo. No querrás que se te enfríe la cena, ¿verdad?
    Georgette se levantó muy digna… Ven y tómame, cariño… Y caminaron cogidos de la mano entre la suavidad y la dulzura y él le dio una rosa y ella la cogió con la mano como si fuera un cetro y se la llevó suavemente a los labios y su fragancia hechizaba y sonrió con la sonrisa de una rosa, tan suave, tan delicada, y Bird sonaba una vez más, y puso la rosa en su cojín de satén y dejó que el vestido se deslizase por su cuerpo… ¿Qué haces?… Y su vestido formaba suaves pliegues a sus pies… Sólo me la vas a chupar. Aquí tienes, y ten cuidado de no morderme, ja, ja… Una rosa. ¡Una rosa! No. Fue Harry. ¡Nunca más! ¡Nunca más! ¡¡¡NUNCAMASNUNCAMAS!!! Oh, Vinnie, Vinnie amor mío, amor mío… Déjate de tanta mierda, tío, y ponte a chupar de una puta vez (amor mío, amor mío). Y él quitó la ceniza del pitillo, se rió, y cogió un vaso. ¿Va a gemir de gusto ahora? Tienes que conseguir que gima de gusto, y Georgette le soltó el cinturón y le bajó los pantalones y le acarició el culo (amor mío, amor mío) y él la cogió de las orejas y se rió y ella seguía acariciando suavemente los músculos en tensión de su culo (ahora, ahora), notando los pelos de su culo…, la sensación, el tocar…, el sabor…, no. No. ¡¡¡DIOS MIO, NO!!! Sólo es el olor de la cama… No te olvides de los cojones, por el amor de dios. Eso no es mierda. Por favor. No se la ha follado. No quiero que sea mierda…, el tacto, el sabor, el olor… ¡EL OLOR! Vinnie cogió el calzoncillo del suelo. Ya está, Georgie, y le dio una palmadita en la cabeza a la reina arrodillada. Podrás hacerlo cuando quieras. Una pena que no estuvieras allí en la trena. Hubiéramos podido ligar. Y Georgette le miró y sonrió. ¿Vinnie? Él la miró a la cara, se agachó y le dio un golpecito cariñoso en la mejilla. Ven, Georgie, vamos a tomar un trago.
    Se quedó sentada entre sus ropas y vio como se iba. ¿Por qué no me besa? Si al menos me dejara besarle. Miró su pantalón y el agujero que había en una pernera, dejando que sus dedos se deslizasen por la herida de la navaja. Baila Ballerina Baila. ¿Sueños? ¿Ahora? ¿Cuándo? ¿Cuándo? Fue mío. Lo hice con él. Pero se la folló a ella. El olor, el sabor… En la cama. Por culpa de Harry. Eso fue. Estuvo bien. Fue muy hermoso. Fue lo que yo quería. Es… es… pero ha sido mío. Vinnie. Otra vez. Trató de arrancar la costra de la herida con la uña pero sólo se quitó un poco; intentó quitársela de un rápido tirón… La mano no quería moverse. Dolía. Se hacía daño… Se tapó la herida con la mano y cogió una jeringuilla del cajón, se buscó una vena del brazo y luego volvió a llevarse la mano a la pierna. Y aquello era ahora. Ahora. No era ayer y no es mañana… Pero habrá un mañana y habrá sueños… realizados… realizados…, no, eso no era… Fue Harry. Vinnie puede contar conmigo. En cualquier momento…, sí, en cualquier momento… Pero Rosie es diferente…, no es lo mismo… Cogió la jeringuilla, jugueteó con ella unos momentos, y se la metió en una vena de la pierna, luego dejó la jeringuilla en la cama y salió corriendo del apartamento. Las otras miraron cómo se iba y Camille le preguntó ¿adónde vas? Oh, tiene la libido tan desatada que necesita dar tres vueltas corriendo a la manzana para calmarse. Sí. Ya le gustaría tenerla.
    Cerró dando un portazo y se quedó apoyada en la barandilla hasta que se le pasaron las náuseas; luego bajó la escalera dando tumbos (Tony la miraba) y salió a la calle. El sol calentaba y la luz era excesiva y la deslumbraba al reflejarse en las ventanas, parabrisas, capós, anuncios metálicos, botones de las camisas, chapas de botellas y trozos de papel de la calle. Le ardían las tripas y se apoyaba en los coches aparcados, pero avanzaba, avanzaba, y todo se volvía más brillante, más blanco, más caliente. Se cogió a la barandilla y bajó, tambaleándose, la escalera del metro, el hermoso y oscuro metro. Pocas personas. Ninguna cerca. Se cruzó de brazos y apoyó la cabeza en el asiento que tenía delante. Estaba fresco. La refrescaba. Sí, estaba fresco y su cabeza maravillosamente caliente y volvería a hacerlo con Vinnie y la próxima vez le besaría. Y saldrían juntos. Al cine. Y se cogerían de la mano o darían una vuelta y él le encendería los pitillos… Sí, protegería la cerilla con las manos con el cigarrillo en la comisura de los labios, y pondré mis manos alrededor de las suyas y apagará la cerilla y la dejará caer… pero no iremos a bailar. Sé que no le gusta bailar. Y llevaré un vestido estampado. Algo muy sencillo. Algo que resulte elegante y vivo. ¿Vinnie? Sólo Harry… No. No necesitaré vestirme de mujer. Los desafiaremos a todos, nos amaremos, nos amaremos… Nos amaremos. Y nos querrán todos, todos. Y Bird volverá a tocar amor y volaremos… Oh, esa maldita puta. Vestida de mujer resulto mucho más convincente que Lee. Lee se parece a Chaplin. Y bailaré como Melissa. Si fuera un poco más baja. Ya le enseñaremos nosotros a Lee, ¿verdad, Vincent?… (Georgette bailaba por la habitación canturreando, con unas bragas de seda y un sostén con relleno, y un tipo estaba sentado en el borde de la cama y el sudor empapaba su cuerpo grasiento y tocaba la seda cuando Georgette pasaba cerca de él y jugueteaba con sus genitales y se chupaba los labios y le salía saliva por la boca; luego Georgette se quitó las bragas y él la cogió, enterró su cara en ella y se dejó caer en la cama gimiendo…) NO. No. Es ahora. Mañana. Vinnie… sí, sí. Vincennti. Vincennti d’Amore. Che gelida manina … sí, sí. Fresco, oh, adorado mío. Si me chiamano Mimi … Sí, una vela. La suave luz de una vela… y leeré para ti. Y beberemos vino. No. No hace frío. De verdad que no. Sólo es la brisa del lago. Es tan agradable. Tan hermoso. Fíjate en las olas que se forman en la superficie. Y en los sauces, sí. Sí . Sauces majestuosos que se inclinan mirándose en las aguas; y asienten, y nos dicen sí, sí. Sí, sí, sí… Oh, Vincennti, abrázame. Más fuerte. Vincennti d’Amore. O soave fanciulla … (Georgie es mi amigo, me la chupará por veinticinco centavos o)… El lago. El lago. Y la luna… Sí. Mira. Mira. ¿No la ves allí? Un cisne. Oh, qué bello es. Qué sereno. La luna le sigue. Mira cómo lo ilumina. Con cuánta gracia. Oh, sí, sí, sí, Vinnie, haré lo que quieras… Vincennti… Ves. ¿Ves? Viene hacia nosotros. Nosotros. Para nosotros. Qué blanco. Sí. Más blanco que la nieve de las montañas. Y ya no hay sombras. Sólo brilla y resplandece. El rey de las aves. Sí. Oh, sí, sí. Violoncelos. Cientos de violoncelos y nos deslizaremos en el claro de luna y llegaremos al CISNE y le besaremos la cabeza y saludaremos a los sauces y a la noche y nos bendecirán…, nos bendecirán y el lago nos bendecirá y sonreirá y la luna nos bendecirá y la montaña nos bendecirá y la brisa nos bendecirá y el sol se alzará suavemente y sus rayos nos alcanzarán y hasta los sauces levantarán la cabeza y la nieve se pondrá más blanca y las sombras se elevarán de las montañas y hará calor… sí, hará calor… las sombras se quedarán, pero el claro de luna estará caliente (Baila Ballerina Baila), ¿¿¿Vinnie???, el claro de luna estará caliente. Hará más calor todavía. Abrázame Vincennti. Ámame. Ámame y nada más. Pero los campos de flores son tan encantadores al sol. A la luz del brillante sol. Caliente y brillante. Y las hierbas altas huyen y se separan y los colores estallan y pequeñas gotas de rocío brillan y todo es rojo y violeta y púrpura y verde y blanco… Sí, blanco, y dorado y azul y rosa, rosa pálido, y mira las luciérnagas… como flores de la noche… Oh, sí, sí, flores de la noche. Delicadas lucecitas. Encantadoras lucecitas. Oh, tengo tanto frío. La commèdia è finita . ¡No! ¡No! Vincennti. Sí, sí, querido. Si me chiamano Mimi . Pobre Georgie. Bird. Escucha, Vinnie. Es Bird. Sí, queridísimo. Te amo. Teamo. Oh, Vinnie. Vincennti. Tu boca, tus labios, son tan cálidos. D’Amore. Oh, mira cómo brillan las estrellas en el cielo. Sí, como joyas. Oh, Vinnie, tengo tanto frío. Ven, demos un paseo. Sone andati . Sí, amor mío, lo oigo. Sí. Está tocando amor. Amor, Vinnie…, tocando amor…, no, ¡NO! ¡¡¡Dios mío, no!!! Vinnie me quiere. Me quiere. Eso.
    No era.
    Mierda.

Hubert Selby
Última salida para Brooklyn, 1964



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