Sarah Moss |
Sarah Moss: “Hay un modelo de masculinidad que no tiene cabida en el mundo de hoy”
En ‘Muro fantasma’, uno de los títulos de la llamada ‘brexlit’, la novelista habla de un grupo de nostálgicos que tratan de revivir la Edad de Hierro.
Laura Fernández
Barcelona, 7 de septiembre de 2020
Urdió la trama justo después de que Donald Trump ganara las elecciones y de que Reino Unido votara sí al Brexit. La novela Muro fantasma (Sexto Piso/Angle Editorial) narra la historia de Silvie, una adolescente atrapada en un falso poblado de la Edad de Hierro con su padre, un conductor de autobús obsesionado con los britanos, su sumisa madre, un grupo de estudiantes y un brumoso profesor universitario; y, aunque el libro no habla directamente de la política, sí critica el aura de elogio al pasado que impregna a sus personajes. Convertida en un clásico instantáneo, la novela de Sarah Moss se ha considerado un claro exponente de brexlit, es decir, de literatura sobre el Brexit.
Desde el dormitorio en el que ha instalado su escritorio en su pequeña nueva casa de Dublín, Moss (Glasgow, 45 años) esquiva la pregunta. “No sabría decir exactamente cómo una historia toma forma, no es un proceso deliberado”, dice. Asegura que ella no pensaba en el retroceso nacionalista cuando se puso a escribir Muro fantasma, pero no pudo evitar que esa reflexión se colara en la novela.
Después de todo, el libro trata de cómo un grupo de gente es llevada al pasado a la fuerza. Más concretamente de cómo los jóvenes son arrastrados allí, en especial, Silvie, porque los estudiantes simplemente están tomando una bizarra clase práctica, pero ella está condenada, mientras viva con sus padres, a vestir túnicas hechas de esparto y a tener que recolectar bayas para comer, por no hablar de lo de correr el riesgo de tener que lavarse el pelo con orín de vaca. Y es que su padre quiere jugar a que son britanos y viven en la Edad de Hierro.
“Es interesante, cuando escribes sobre la adolescencia, darte cuenta de cómo somos fruto de la narrativa de nuestros padres. Desde Freud, o puede que desde el Romanticismo, entendemos la crianza de los hijos como una acción narrativa. Pero puedes borrar una historia, volver a contarla, hacerla pedazos. De eso trata Muro fantasma, de que la historia de la protagonista, Silvie, no es la historia de su padre”, apunta.
“Los muros hoy no funcionan, porque al construirlos, das por hecho que has perdido la batalla”
Comparada con Shirley Jackson —hay algo del personaje Merricat Blackwood en Silvie—, y con El Señor de las Moscas de William Golding, la novela de Moss también tiene algo de Angela Carter, con su retrato de la adolescencia como un turbio periodo, y mucho de El bosque, la película de M. Night Shyamalan. Pero en Muro fantasma todos saben que están jugando, y, por eso, echan de menos el mundo de fuera.
“No es en absoluto una novela autobiográfica, mis padres son burgueses ex hippies y me animaron a tomar mis propias decisiones siendo aún muy joven. Lo que sí recuerdo de adolescente es querer escapar del estereotipo feminino”, confiesa Moss. “Nunca me atrajo la idea de ser un hombre, pero sí formar parte del bando de los ganadores en esto del patriarcado, y no sufrir ninguna de las limitaciones que padeció la generación de mi madre. El personaje de Silvie no rechaza a su padre, sino a su madre. Su supervivencia depende de no identificarse con la víctima, lo que implica que tiene que identificarse con el verdugo”, explica. En cualquier caso, no quería, asegura Moss, que “el padre fuese un monstruo”. Su propósito era que el lector entendiese “cómo el modelo de masculinidad con el que había crecido no tiene cabida en el mundo de hoy, y que esa es una de las razones por la que desear vivir en otro tiempo”, añade.
Moss dice tener miedo del mundo actual, le aterra la idea de que “la policía puede obligarte a quedarte en casa”. En su novela también habla del muro que los romanos construyeron para dejar fuera a los britanos, ¿a qué muros diría que nos enfrentamos hoy? “Lo cierto es que ninguno funciona hoy, porque al construirlos estás dando por hecho que has perdido la batalla”, concluye.
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