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lunes, 1 de junio de 2020

George V. Higgins / Los amigos de Eddie Coyle / Cuando lo negro es gris


George V. Higgins
LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE

Cuando lo negro es gris

Fernando Baeta
Madrid, 28 de noviembre de 2011

Lehane nos pone muy cachondos ya en las primeras líneas del prólogo: tienes en tus manos, dice, la novela negra que cambió las reglas del juego de los últimos 50 años. Casi nada. Y luego empiezas a leerla y exclamas: ¡Joder! ¡Es verdad! ¡Es la hostia! ¡Es la bomba! Es todo lo que queramos añadir y mucho más. Pura adrenalina, un chute de realidad, pero un chute en gris no en negro, un chute con el que viajaaaaaaamos a través de todas las tonalidades grisáceas de ese Boston gris de finales de los 60.
Lo curioso del caso es que, como dicen los expertos en impresión, el gris como tal no existe, es simplemente una degradación del negro más o menos intensa en función del tono que desee obtener el impresor. George V. Higgins se debió de sentir ese impresor a la hora de marcar el territorio de 'Los amigos de Eddie Coyle' (Libros del Asterioide) y dotar a sus personajes y a la propia historia de esos tonos que surgen de la simple degradación del negro.
Cuando el negro se convierte en gris todo el mundo utiliza a todo el mundo, los héroes no existen, los antihéroes, ¡qué coño es eso!, se han ido por el desagüe de la taza del water. No hay buenos, no hay malos, todos los personajes son lo uno y a veces lo otro, aunque más lo otro que lo uno. Todos se compran y se venden. Como dice Lehane son simples currantes que trabajan a ambos lados de una línea tan fina que nadie ve. Podríamos decir que estamos hablando de tipos normales, nada extraordinarios: que vienen y que van, que entran y que salen, que mueren o que malviven dentro de un universo que parece, solo parece, no cambiar. Tipos grises y sórdidos en una ciudad sórdida y gris dentro de un mundo gris y por supuesto sórdido, en el que no existen ganadores y los perdedores no saben que lo son. O quizá si.
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. No hay buenos, no hay malos, todos los personajes son lo uno y a veces lo otro, aunque más lo otro que lo uno. Todos se compran y se venden.
¡Y ahora ha llegado la hora de presentarles a Eddie Coyle y sus amigos! (a estas alturas ya habrán caído en que lo de amigos es entre comillas). Empezamos por un tipo -Jackie Brown- que se dedica a vender armas, otro -el propio Coyle- que se las compra y que tiene un marrón encima del que no sabe cómo salir; continuamos con dos individuos -Jimmy Scalisi y Artie Van- que roban bancos y que le compran a Eddie las armas que éste le ha comprado a Jackie; también hay un federal -Dave Foley- que trata de joder a todos por igual, aunque pone especial interés en la mafia, los Panteras y en que el protagonista, al que tiene pillado por los huevos, delate a sus amigos; y un barman -Dillon- que se dedica a algo más que a poner tragos. Luego encontramos secundarios de lujo -Deetzer, Andrea y Pete, Waters, Vardenais... por citar algunos- y hasta alguna que otra aparición estelar, como la de la bella Wanda.
Todos juegan a todo, pero pocos ganan. Y no son estos los mejores sino simplemente los que saben desenvolverse, los que sobreviven y para hacerlo en ese mundo tienen que jugar con cartas marcadas, con dados cargados, disparar por la espalda, hay que saber despachar para evitar que lo despachen a uno. Los hay que están al margen de la ley, los hay también que cobran por hacer cumplir la ley y la única diferencia entre unos y otros es quien paga la nómina semanal; hay también algunos que parecen soplones y otros que lo son realmente; y finalmente los hay que ordenan matar, otros que hacen el trabajo y otros que mueren. La vida misma.
Sumando lo anterior estaríamos todos de acuerdo en que hablamos de una novela sobresaliente, y ahí se quedaría, que no es poco, si no fuera porque esconde unos diálogos que la convierten en algo excepcional, en una pequeña-gran obra de arte. Muy pocas veces ¿quizá ninguna? unos personajes tan sórdidos, negros o grises, han tenido la voz que tienen aquí. Entre estas páginas los más tontos hacen bolillos y sus conversaciones los convierten en extraordinarios; los intercambios de palabras entre Eddie, sus "amigos", los actores secundarios y las apariciones estelares lo son todo en el libro: la exposición, el nudo y el desenlace por decirlo de algunas forma; lo que se puede leer directamente y lo que se logra adivinar entre renglones.
Además, Higgins tuvo el acierto de llenar estas páginas de medias palabras, insinuaciones, sobreentendidos, falsas apariencias, cínicas verdades y auténticas mentiras. Y por el medio, en el eje de la narración, la sombra alargada de un perdedor llamado Coyle que deambula con más pena que gloria camino de la expiación: "Me estoy haciendo viejo. He pasado toda la vida sentado en un antro cutre tras otro con una pandilla de pringados como tú, bebiendo café, comiendo carne estofada y viendo a otros volar a Florida mientras yo me devano los sesos preguntándome cómo diablos pagaré al fontanero la semana próxima".
Sirva como muestra de que los diálogos aquí son la caña estas pequeñas bombas incendiarias de maestría inigualable:
"¿Sabes una cosa? Hay algo que ella siempre ha detestado, y es hacerme una mamada. Y, desde que he vuelto a casa, si quiere lo otro, hago que me la chupe, porque, al menos, mientras lo hace está callada". (Un amigo de Dillon cuya mujer se ha hecho testigo de Jehová).
"Mira, una cosa sé. Si algo tiene que ocurrir, ocurre... Todo el mundo busca algún contacto y uno no caga en el pozo, porque, probablemente, otro día querrá beber de él". (Dillon).
"Una de las primeras cosas que aprendí fue no preguntarle a un hombre por qué tiene prisa". (Coyle).
"Ahora no quiero que me vengas con mandangas ni palabrería. Quiero comprarte 10 pistolas y tengo el dinero para pagarlas y las quiero para mañana por la tarde en el mismo sitio y yo estaré allí y tú estarás allí con las malditas pistolas. Porque si no estas, iré a buscarte y te encontraré, porque no seré el único que te busque y nosotros sabemos encontrar a la gente". (Coyle a Jackie Brown).
"Calculo que habré hablado con él unas 100 veces y nos sabría decirte cuanto de lo que me ha dicho es verdad... Nunca dejo de tener la sensación de que juega conmigo... La mitad de las cosas que le sonsaco, son cosas que descubro hablando con él. Él no sabe que me las está contando". (Foley sobre Coyle).
"Está muy caliente ahí dentro. No lleva bragas. Le pregunto por qué y dice que no tiene. Cuando trabaja lleva medias. Se pone los pantalones sin bragas. De vez en cuando me acerco a ella por detrás y meto la mano ahí abajo y se enciende. Es como si estuviera conectada a la electricidad. Nunca he visto nada igual". (Scalisi a Coyle sobre Wanda).
"Uno (un tío) murió anteayer. Y es curioso porque, normalmente, no se mueren a la vez. Mueren de semana en semana más o menos. Y, como ya he dicho, siempre se ponen muy enfermos a primera hora de la mañana y él tiene que ir a verlos. No me sorprendería que el que ahora está enfermo aguantara hasta la próxima semana. Pero si yo estuviera en su lugar, no haría planes más allá del martes por la mañana, digamos". (Wanda a Vardenais sobre Scalisi)
"Él no es de esos que se dejan tomar una foto mientras echa una meada, con una mano en la polla y sujetándose los pantalones con la otra". (Dillon sobre Coyle).
"No te lo tomes tan a pecho. Algunos mueren, los demás envejecemos, llega gente nueva, los antiguos se marchan... Las cosas cambian todos los días". (El fiscal al abogado de Jackie Brown).
No es de extrañar que Dennis Lehane diga también de 'Los amigos de Eddie Coyle' que es una de las cuatro o cinco mejores novelas negras de la historia.

EL MUNDO

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