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jueves, 11 de julio de 2019

‘Vacío perfecto’ de Stanislaw Lem / Morada existencial












‘Vacío perfecto’ de Stanislaw Lem: morada existencial


Miguel Pradas
13 de octubre de 2016
En las entretelas de ‘Vacío perfecto’, cosidas con las semblanzas de 15 libros imaginarios, Stanislaw Lem nos sugiere un abismo sin fondo: atmósferas descabelladas y escritores excéntricos que provocan una infinidad de caminos. Nos acoge en un ciclón creativo, con una abrumadora propuesta que se lee en un suspiro.
«¿Creyó Lem que su maquinación pasaría desapercibida?», expresa el propio Stanislaw Lem en la reseña de ‘Vacío perfecto’ en ‘Vacío perfecto’. Sí, efectivamente, es la reseña del libro en la que se incluye, la reseña de un libro que estamos leyendo. Esa pregunta se lanza como un contraataque a un crítico literario que desgranara su propia obra o a un autor que se autoevaluara haciéndose pasar por crítico literario: «Sería el ardid de afirmar que no fui yo, el crítico, sino él mismo, el autor, quien escribió la presente reseña, e incluirla, como un texto más, en ‘Vacío perfecto’».
En un compendio de obras imposibles, Stanislaw Lem se desliza, como él mismo reconoce, en las reglas del pure nonsense. Ahí está el repaso genial al ficticio movimiento del Do Yourself a Book, una caja repleta de tiras de papel con fragmentos de prosa impresos en ellas e instrucciones para componer material literario: «Coges ‘Crimen y castigo’ o ‘Guerra y paz’ y haces con sus personajes lo que se te antoje». Sería como un juego para adulterar y deformar las versiones originales de obras maestras. Al fin y al cabo, una mirada desafiante al «Olimpo de las Bellas Artes y sus diosecillos», en la que, por ejemplo, Anna Karenina engañara a su marido no con Vronski, sino con su lacayo…
Durante ‘Vacío perfecto’, Lem analiza las novelas de supuestos autores en un ejercicio de preciosismo, como en el caso de ‘Perycalypsis’, donde se ensalza el arte de ser profeta a manos de un escritor alemán que se dirige en holandés a los franceses dándoles explicaciones en inglés y que idea el Fondo para la Salvación de la Humanidad, un escudo ante el acaparador influjo de la cultura. «El dinero del Fondo servirá para pagar a todos los creadores: quien no escribe nada, no proyecta, no pinta, no patenta ni propone nada, cobra una remuneración vitalicia». Una herramienta ante el hecho, según constata el profeta, de que la cantidad de esculturas, cuadros, novelas u obras teatrales ya es suficiente para las necesidades de varios siglos.
Lem retuerce lo leído, lo vivido, lo sentido, de modo que autores inventados como Raymond Seurat le sirvan de vehículo para acercarse, por ejemplo, a la soledad hermética del marqués de Sade, en un mundo estanco no pensado para sacrificar a un personaje cualquiera, sino más bien al lector, víctima de torturas impresas, en una batalla contra el servilismo de la literatura, dice, en una obra que se sublevaría contra la relación narrador–lector. Lem se abraza a sus escritores improbables para dibujar un nuevo Cosmos, en el que resultara aniquilado todo lo creado por la ciencia y la fe al paso de los siglos. Como afirma, un desierto cubierto de escombros, la pesadilla del humanista muerto de miedo. Lem representa juegos fingidos, vidas espontáneas, como en la personética de un tal Arthur Dobb –«la ciencia más cruel que haya creado el hombre», producción artificial de seres racionales–, como el infernal rompecabezas que representa el ‘Gigamesh’ de alguien llamado Hannahan, un irlandés con aroma a ‘Ulises’ y ‘Finnegan’s Wake’, una amenaza ante la que los expertos en literatura –se dice, irónicamente– acabarían en el paro: «James Joyce había confeccionado sus deslumbrantes charadas sin dotarlas de ninguna interpretación, cada crítico puede lucir su erudición (…) e incluso su genial capacidad de interpretación. Hannahan, en cambio lo hizo todo él mismo (…), añadió un aparato explicativo dos veces más voluminoso que la novela». Lem cuestiona la realidad desde la extravagancia, en páginas llenas de luz que se convierten al fin en templos de veneración, en una rara mezcla de alocada fantasía y nervio.

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