Andrea Camilleri |
Andrea Camilleri
“Me gustaría ser Sancho Panza”
KARMENTXU MARÍN
El País, 9 DE DICIEMBRE DE 2007
Tiene 82 años, fuma sin parar, y dice que sus aficiones “son personas, no objetos inanimados. Por ejemplo, mis nietos son algo maravilloso”. El médico le está complicando la vida con sus prohibiciones, entre otras, la buena mesa. Dice que ha empezado a hacer comer más a su comisario Montalbano por una especie de compensación. Sale una hora diaria al aire, “como los presos”. En casa, lee y escribe.
El País, 9 DE DICIEMBRE DE 2007
Tiene 82 años, fuma sin parar, y dice que sus aficiones “son personas, no objetos inanimados. Por ejemplo, mis nietos son algo maravilloso”. El médico le está complicando la vida con sus prohibiciones, entre otras, la buena mesa. Dice que ha empezado a hacer comer más a su comisario Montalbano por una especie de compensación. Sale una hora diaria al aire, “como los presos”. En casa, lee y escribe.
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Pregunta. En “Las ovejas y el pastor” no aparece Salvo Montalbano. ¿Se ha aburrido ya de él?
Respuesta. En absoluto. En Italia ha salido ya otro libro suyo, La pista di sabbia, que está en los superventas, y el año próximo habrá otro más.
P. ¿Y en qué le mete ahora?
R. Yo no me invento nada. Me fijo en dos o tres noticias de crónica negra, las recorto y luego empiezo a elaborarlas hasta que se convierten en otra cosa.
P. Montalbano tiene el dilema entre el corazón y la ley. ¿No coinciden casi nunca?
R. Casi nunca. La ley es una entidad abstracta, y el corazón es una cosa extremadamente precisa.
P. ¿Sigue su comisario sin abordar la Mafia?
R. Yo no quiero, deliberadamente. Pienso que un novelista que se ocupa de la Mafia le hace un servicio, porque cualquier escritura ennoblece al mafioso y hace de él un personaje fantástico; y es un grandísimo riesgo.
P. En La temporada de caza dice: “Las mujeres son un mal sustituto de una buena paja”. ¿Es misógino?
R. No puede imputar al autor lo que dice el personaje. Ninguna paja sustituirá jamás a una mujer.
P. ¿Y cómo nos ve?
R. Soy partidario de dar todo el poder a las mujeres, porque tengo total confianza en ellas.
P. Usted nunca habría escrito El Padrino.
R. No, no, lo detesto. Los que mejor pueden escribir sobre ellos son los policías, los carabineros y los jueces que deciden la condena. Ésos son sus literatos.
P. ¿Montalbano es buen amigo de Pepe Carvalho?
R. Imposible. En la cocina se hubieran dado de palos. Porque a Montalbano le gustan las cosas tranquilas y genuinas. Estando en Barcelona con Manolo Vázquez Montalbán, y habiéndole visto comer morcilla, entendí lo que es Pepe Carvalho. Manolo era un genocida [ríe].
P. Es más civilizado su comisario: al menos no quema libros.
R. Pero Carvalho los quema tras haber razonado largamente sobre cuáles quemar. Es un hecho crítico.
P. Aunque a su poli se le dan peor las mujeres.
R. Carvalho las busca. Montalbano padece de fidelidad, enfermedad muy extendida en Sicilia, y muy mafiosa. Los mafiosos temen al hombre que no es fiel, porque puede ponerse a hablar con la amante y desvelar cosas.
P. Es que usted es muy cruel: le tiene a la novia en Génova.
R. Pues son los amores que duran más, porque para la convivencia se necesita voluntad de misionero. Habla quien este año ha hecho 50 años de casado.
P. Este verano recordó a Berlusconi sus inicios como cantante. ¿Se lo ha perdonado?
R. No lo sé, porque no tengo relación con él. Y, por otra parte, me importa un carajo.
P. ¿Cuándo se disolvió el PCI murió su corazón de izquierdas?
R. No. Mi corazón sigue siendo del PCI, a pesar de la muerte del PCI. Yo soy un viudo fiel.
P. Las ovejas y el pastor es una investigación histórica. Diez monjas mueren de inanición ofreciendo el sacrificio por su obispo. ¿Ya no quedan monjas como las de antes?
R. Me lo ha criticado mucho el actual obispo de Agrigento.
P. Quizá esté celoso, porque no tiene tanta monja dispuesta a dar su vida por él.
R. No creo que hoy encuentren diez monjas así.
P. ¿Mandaría a Montalbano a investigar en el Vaticano?
R. Creo que sería el único momento en el que se decidiría a presentar su dimisión.
P. Ha escrito ya el fin de Montalbano. Pero no se atreve a liquidarlo.
R. No muere, por si me trae mala suerte. Una vez en París, Manolo, Jean-Claude Izzo y yo hablamos de cómo hacer desaparecer a los personajes. Izzo hizo que su comisario, gravemente herido, fuera a la deriva en una barca; Manolo pensaba en un no retorno de Carvalho. Los dos han muerto y sus personajes han sobrevivido. Llegados a este punto, yo, tocando madera, hierro y otras partes anatómicas, he decidido no hacer morir a Montalbano.
P. ¿Usted tiene miedo a algo?
R. Ni siquiera a la muerte.
P. ¿Con qué personaje se identifica más: Don Quijote, James Bond o Indiana Jones?
R. Indiana Jones, en más divertido, y Bond, en menos, son dos imbéciles. Siendo un escritor de novela negra, comprenderá que piense que a un espía exhibicionista como Bond se lo liquidarían en cinco segundos. Don Quijote es uno de los libros más grandiosos que la humanidad haya concebido jamás, un inmenso regalo hecho al hombre. Pero yo no querría ser Don Quijote. Si acaso, me gustaría ser Sancho Panza.
P. ¿Por qué?
R. Porque no tengo el valor abstracto y la locura de Don Quijote. Creo que prevalecería en mí el jodido sentido común.
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