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lunes, 10 de octubre de 2016

Mauricio Vargas / Plebiscito de mentiras


Mauricio Vargas

Plebiscito de mentiras
Las mentiras de las campañas del Sí y del No me ayudaron a decidir mi voto.

1:14 a.m. | 25 de septiembre de 2016


Esta semana, el Consejo Electoral mandó quitar las vallas con la foto del jefe de las Farc, que decían: ‘Timochenko Presidente, vota Sí’. El argumento es que dichos anuncios violan las normas de publicidad para el plebiscito, pues tergiversan los acuerdos de La Habana. Y puede ser que los tergiversen como lo hace el discurso del No que asegura que lo pactado nos lleva al castrochavismo cuando, para poner un ejemplo, en el tema agrario los acuerdos ni siquiera tocan la propiedad privada.
Pero esas vallas y el cuento del castrochavismo no resultan menos manipuladores que la campaña por el Sí, con la palomita blanca y el engañoso mensaje de ‘Vota Sí a la paz’. En el fallo sobre el plebiscito, la Corte Constitucional notificó al Gobierno que no podía plantear la pregunta en términos de paz contra guerra, sino que la debía circunscribir a la aprobación, por los electores, de los acuerdos de La Habana con las Farc.
En cuanto a la pregunta, el Gobierno se pasó la Corte por la faja: aunque una de las claves del acuerdo es que fue firmado con las Farc y no con otros grupos que seguirán matando, la pregunta no menciona a esa organización y dice que lo pactado construirá “una paz estable y duradera”. El truco oculta factores de violencia que persisten, como el Eln o, peor aún, el inmenso mar de coca –más de 120.000 hectáreas, tres veces lo que había hace cuatro años–, una siembra de violencia y muerte que impide imaginar la paz a corto plazo. La pregunta es engañosa tanto como tramposo el umbral de aprobación, que, en la ley de participación, era de la mitad más uno del censo: la ley aprobada para esta ocasión lo bajó al 13 por ciento.
Otra mentira repetida por los impulsores del Sí es que se trata del mejor acuerdo posible. Con la ventaja militar adquirida por el Estado durante los últimos doce años, el Gobierno habría podido hacer muchas menos concesiones a las Farc, al menos en lo referente a la justicia, un capítulo que plantea enormes riesgos, como lo he explicado en este espacio.
La contraparte también miente, pues los promotores del No saben bien que si esa opción llega a ganar, la solución de continuidad que ha planteado el expresidente Álvaro Uribe –regresar a la mesa de La Habana– no es viable, aparte de sonar a pesadilla para muchos en este país que piensan, no sin razón, que en cada sentada de esas, las Farc sacan ventaja.
El listado sigue. No hay impunidad en lo pactado, dice el Gobierno. Los peores crímenes serán perdonados de manera automática, responden los del No. Todos mienten. Sí hay impunidad, mucha, pues autores de crímenes atroces pueden librarse de la cárcel. Eso sí, deben surtir un procedimiento que incluye la confesión total, luego no es un proceso automático.
Hace un par de semanas, ‘The Economist’ proclamó en su carátula la llegada a la política de la era de la ‘posverdad’, dominada por el arte de la mentira. Se refería a la carga de embustes y falacias que dominó la campaña del ‘brexit’ en Gran Bretaña, la de Donald Trump en Estados Unidos y que hoy manda en la política rusa, turca y de muchos países más. Le faltó la campaña colombiana del plebiscito. La revista sostiene que esto pone en grave riesgo la democracia. No hay que olvidar que la mentira llevó a Hitler al poder.
En cuanto al plebiscito, a mí semejante descarga de mendacidad me hartó hace rato. Y me ayudó a decidir mi voto para el 2 de octubre. Entre tanto ardid y tanta trapacería, el Sí tiene el triunfo garantizado y el uribismo, con el No, quedará de dueño de varios millones de votos. Me niego a darles una mano a unos o a otros. Hubiese querido votar en blanco, como expresión de rechazo. Pero la ley del plebiscito no abrió esa opción. Así que, por primera vez desde que tengo cédula, me abstendré.


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