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martes, 7 de octubre de 2014

Juan Ramírez de Luca / La cantidad de veces que lo he visto

Juan Ramírez de Luca

Juan Ramírez de Luca

“¡La cantidad de veces que lo he visto!”

Los veteranos de la prensa descubren que su compañero de avatares fue el amante de Lorca


“¡La cantidad de veces que lo he visto!”. El mundillo periodístico madrileño, especialmente los más veteranos, desayunó ayer con la sorpresa de descubrir que Juan Ramírez de Lucas, ese crítico de arte y arquitectura, tan reconocido también por sus propios compañeros, había sido la gran pasión amorosa de Federico García Lorca. Con toda seguridad, a casi ninguno se le había pasado por la cabeza que esa persona, con la que en un tiempo se cruzaban casi a diario en ruedas de prensa y presentaciones, pudiera tener una historia oculta tan luminosa y dramática a la vez.
“Era muy culto y muy atractivo, de joven debió ser una belleza. Tenía encanto, sentido del humor y simpatía. Aun jubilado se le veía por muchos sitios. Era una de esas personas inquietas que no se retiran nunca. Acudía con regularidad a exposiciones y conferencias”, contó un excompañero. Otro periodista destacó su importancia como pionero en la crítica de arquitectura, de los primeros en su época, que no siendo arquitectos escribía crónicas. Le gustaba mucho hablar de las casas ecológicas. Era tan riguroso como fiable”.
Trató a la mayor parte de los pintores de su época y fue el que montó la primera exposición de Antonio López, pero la gran pasión de Ramírez de Lucas fueron el arte popular y la pintura naíf, a su juicio injustamente valorados históricamente como artes menores. Gracias a su profesión tuvo ocasión de viajar por todos los continentes, situación que aprovechó para reunir una de las colecciones de arte popular más importantes de España. Allá donde iba volvía con las maletas cargadas de objetos tan curiosos como valiosos. En una entrevista, concedida a un periódico de Albacete, contaba cómo en los años del telón de acero descubrió en un mercado soviético, entre frutas, patatas y coles, unos juguetes de madera que lo volvieron loco. Se los llevó todos. Cuando abandonaba el país, la policía los descubrió, guardados en una maleta: “Es que tengo muchos sobrinos”, le respondió al policía, que no entendía dónde iba con aquellas baratijas.
Entre otros objetos, Ramírez de Lucas coleccionaba belenes, máscaras y juguetes antiguos. A su muerte donó una parte importante de su impresionante colección al Museo Municipal de Albacete, su ciudad natal con la que siempre mantuvo cierta relación.
Julia Saénz-Angulo, vicepresidenta de la Asociación de Críticos de Arte, asociación a la que pertenecía Ramírez de Lucas, lo calificó como un “excelente” poeta.


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