Páginas

jueves, 9 de octubre de 2025

László Krasznahorkai / “El ser humano sigue siendo lo mismo, peligroso para sí mismo”


Patti Smith y László Krasznahorkai





László Krasznahorkai: “El ser humano sigue siendo lo mismo, peligroso para sí mismo” 

El Nobel de Literatura 2025 reflexiona sobre los ataques a los valores de la Ilustración y las relaciones personales en la era digital. El escritor húngaro conversó con WMagazín durante la entrega del Premio Formentor de las Letras 2024


“Había caído la noche cuando K. llegó. El pueblo estaba sumido en la nieve. No se veía nada del cerro del castillo, lo rodeaban niebla y tinieblas, y ni la lucecita más débil sugería el gran castillo. K. permaneció largo rato en el puente de madera que llevaba de la carretera al pueblo, mirando al aparente vacío de allí en lo alto. Luego…”.

Estas fueron las primeras palabras que sellaron, a los doce años, el destino de László Krasznahorkai (Hungría, 1954), premio Nobel de Literatura 2025. Son las de Franz Kafka en el comienzo de su novela El castillo. Lo que empezó en aquel niño como un juego para que lo aceptaran en el círculo de amigos de su hermano, seis años mayor que él, terminó convertido en el motivo y la pasión de su vida: la literatura; la lectura y la escritura; una forma de observar y de sentir el mundo y de percibir y de intuir los derroteros de la vida.

Tras Kafka llegaron sus dioses tutelares: Fiódor Dostoievski y Leon Tólstoi. Y, a su alrededor, el séquito de escritores rusos como Nicolas Gógol e Iván Turguénev. Autores que Krasznahorkai leyó en traducciones al húngaro porque no terminaba de leer muy bien en ruso, pese a que, como su país estaba bajo el dominio de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los obligaban a aprender ese idioma.

Maestros literarios a los que está eternamente agradecido. Lo expresó en septiembre de 2024, en Marrakech (Marruecos), cuando recibió el Premio Formentor de las Letras. Lo hizo a través de un autorretrato literario de su vida, emotivo, bonito y profundo, convertido en un elogio a los recuerdos de su infancia y a los amigos que lo convirtieron en un gran escritor. En ese pequeño rosario de agradecimientos estaban nombres que ayudan a conocer su génesis y su evolución literaria:

“Ernő Szabó y a Imre Simonyi, poetas desconocidos de Gyula, a los que admiraba y que soportaron de un modo digno y viril  mi admiración,

a Péter Hajnóczy, el narrador húngaro más estremecedor, que sucumbió en la lucha frente a sus visiones aterradoras y por eso ya no está entre los vivos,

gracias al arte de la Grecia clásica,
al Renacimiento italiano,
a Attila József, el poeta húngaro que me mostró la fuerza mágica de las palabras”.

El Nobel de Literatura László Krasznahorkai en Marrakech (Marruecos) cuando recibió el Premio Formentor de las Letras 2024. /WMagazín

«Estos resultados maravillosos son gracias a la Ilustración»

Al día siguiente, Lásló Krasznahorkai, como un caribeño en el Mediterráneo, de andares pausados y modales tranquilos, vestido con pantalón negro y un polo blanco y tocado por un sombrero de fieltro, cuya sombra sobre la cara, de bigote y barba blancas, intensificaba el azul de sus ojos, se sentó en un salón de hotel. Sonrió y habló con tres de los periodistas que habíamos sido invitados por la Fundación Formentor a la entrega del premio y a las Conversaciones literarias. Es autor de títulos, todos en editorial Acantilado, como Melancolía de la resistencia (2001)—con la que se presentó a los lectores en lengua española—, Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (2005), Guerra y guerra (2009), Ha llegado Isaías (2009), Y Seiobo descendió a la Tierra (2015), Tango satánico (2017), Relaciones misericordiosas (2023) y El barón Wenckheim vuelve a casa (2024).

Tras hablar sobre sus autores más queridos y la literatura húngara quise saber su opinión sobre dos acontecimientos que trastocan el presente y parecen alterar el rumbo de la historia, uno lo vivió en sus primeras tres décadas, pero ahora a nivel mundial, y el otro es una revolución que conecta al ser humano con su futuro: los ataques a los valores de la Ilustración y las relaciones humanas en la era digital.

“La Ilustración fue una cosa increíble, excelente en la época de la Ilustración, en la historia de la humanidad y del desarrollo de la historia del conocimiento de la humanidad. Esto ha sido un proceso inevitable, pero en aquel momento de la Ilustración, terminó una época y con ella empezó una nueva, una que tuvo que ocurrir. Hoy en día tenemos una opinión totalmente diferente sobre la historia del conocimiento, desde la Ilustración, el pensamiento racional y de causalidad que nos ha conducido a unos resultados maravillosos en el siglo XXI que lo son gracias a esa Ilustración. Todas las revoluciones filosóficas quieren cambiar al ser humano, pero el ser humano no se puede cambiar.

Cambian las circunstancias tecnológicas, técnicas. La fuerza de la civilización para nuestra era, para el siglo XX, XXI, se ha reforzado muchísimo y no hace ni cuatrocientos años de esto prácticamente.  Si pensamos en los días cotidianos de finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, y luego damos un gran salto a nuestra época del siglo XXI, vamos a ver que los avances tecnológicos han reforzado extremadamente la civilización actual.

El problema es que la revolución digital, tampoco ha cambiado al hombre, aunque era el objetivo. Tenemos esta civilización digital extraordinaria, increíble, por una parte, y, por otra parte, tenemos a los usuarios. El ser humano, al fin y al cabo, sigue siendo lo mismo, peligroso para sí mismoLa única esperanza que queda es que del destino de la humanidad no la decidirá el hombre. La supervivencia, realmente, no la decidimos nosotros, sino el instinto de supervivencia que habita en nosotros”.

En esa metamorfosis y mudanza de la civilización hacia lo digital están en juego las emociones y conceptos como la amistad que corren el riesgo de desvirtuarse o reinterpretarse. Para responder, László Krasznahorkai se remonta a sus días en la comunidad de Extremadurra, al occidente de España:

“En Extremadura la amistad no corre peligro. Cuando estuve allí yo circulaba por esas carreteras de excelente calidad, pero había tan poquita circulación que cuando dos conductores se veían paraban sus coches y empezaban a hablar. Al principio, pensaba que estas dos personas se conocían, pero no, eran de granjas diferentes. Estuve un tiempo viajando por toda Extremadura y nunca he conseguido tantos amigos nuevos, hay muchos de ellos con los que sigo guardando contacto. Entonces, yo diría que lo de la amistad depende de donde estemos, ¿no? Cuando la amistad cambia realmente desaparece o deja de existir, ese es el cambio de la amistad. Pero, también hay que decirlo, cuando hay algún problema siempre surgen nuevas amistades muy rápido, incluso fuera de Extremadura.

En cuanto al mundo digital, cuando estamos delante del ordenador y entablamos una amistad virtual con alguien y llevamos tiempo en contacto y, de repente, uno dice: ‘Oye, por qué no quedamos en persona’. Cuando llega el encuentro esa persona que aparece como mujer en el entorno virtual resulta ser un hombre o viceversa. Después, de ahí puede salir una bonita amistad. Pero, también, es verdad que tendemos a exagerar esa participación virtual como todo. Creo que algunos exageran sobre los peligros de eso. Todos necesitamos contactos personales, necesitamos amistades. No olvides lo que he dicho de que el hombre es un animal, al fin y al cabo, y necesita de amistades.

Entonces, el egoísmo también tiene sus límites. Pero el ser humano necesita estar en contacto con otros. La civilización no te exime de que desaparezca ese egoísmo. Ese individualismo que tenemos no es un buen negocio. Nosotros no solo somos animales, también somos hombres de negocios, hay que sobrevivir, no sabemos por qué, no lo sabemos, pero hay que sobrevivir”.

László Krasznahorkai, Nobel de Literatura 2025, y algunos de sus libros traducidos al español. /WMagazín

Los dioses tutelares

El dominio soviético sobre países como Hungría, en gran parte del siglo XX, dejó a su población el regalo del descubrimiento de maestros rusos del siglo XIX. Sobre esos primeros pasos en la literatura preguntaron los otros dos periodistas a Krasznahorkai:

“La literatura rusa tuvo un impacto enorme en mí, sobre todo cuando era adolescente. Prácticamente me gustaban muchísimo más cada uno que ellos entre ellos, no podría comparar la relación entre Dostoievski y Turguénev. Todas sus obras las leí en una traducción bastante mala en mi adolescencia, porque en ese momento yo apenas llevaba siete años estudiando ruso. Como recordarán, nosotros estábamos en el territorio ocupado por la antigua Unión Soviética y era obligatorio estudiar ruso. Pasamos cuarenta años bajo el régimen ruso. Estuvimos en una resistencia pasiva y esa resistencia pasiva lo incluía todo. Los dos autores más importantes para mí eran Dostoievski y Tolstoi, los dos genios que más impacto me causaron, hasta el día de hoy, los respeto como santos. Aunque su influencia no se refleja en mis obras.

Cuando era adolescente mi familia, como familia burguesa, idolatraba a Sándor Márai. A mí, más bien, me irritaban sus escritos, me irritaba que utilizase grandes palabras, hipérboles. Creo que sus diarios lo mantendrán entre los literatos, son excelentes. No soy un gran fan de Márai, pero estoy muy de acuerdo y me identifico muchísimo con sus valores morales, porque esa actitud de burgués europeo en la que él persistía, que él ostentaba hasta el final, creo que va a ser un ejemplo para Europa del Sur durante muchísimo tiempo, el norte ya está perdido.

El poeta Attila József fue un genio único. Lo siento muchísimo por todos los españoles que no tienen esa oportunidad de leerlo en una buena traducción o que dejan de leerlo porque notan que las traducciones que se han hecho no son adecuadas, se pierden a un poeta único, extraordinario. En vida no lo tuvieron en muy alta consideración en Hungría como poeta, después de su muerte, prácticamente, todos han encontrado en su obra las partes que han podido utilizar. Me gustaría muchísimo que, por fin, la literatura descubriera el genio que fue Attila József.

Lo que a mí me conecta a estos escritores es que todos utilizamos la lengua húngara que es común en nosotros. Nosotros vivimos de ese entorno lingüístico infinito, porque es la lengua que utilizamos para expresarnos y que nos ayuda en nuestro cometido. Es una conexión muy fuerte. Pero el idioma húngaro, también, es cruel. Enseguida enseña quién es quién y condena, condena sobre nuestra calidad. No digo que vayan inmediatamente a la librería y compren todo lo que es de algún escritor húngaro, porque podría decir, igualmente, haz lo mismo con todos los italianos o todos los griegos contemporáneos.

La literatura húngara como tal solo es importante para nosotros porque tiene su escala de valores particulares, como los tiene la historia de la literatura española y así en cada literatura.

Una persona que tiene problemas con el lenguaje está en una situación de mucha ventaja. La persona que empieza a escribir tiene problemas con el mundo o consigo mismo. Al contrario, no es el problema lo que le insta a escribir, sino pensando en la literatura profética, porque ven algo y dicen tengo que escribir esto, me insta a escribir lo que he previsto o he visto”.

El arte contra el terror apocalíptico

László Krasznahorkai fue distinguido con el Nobel de Literatura 2025 “por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. László Krasznahorkai es un gran escritor épico de la tradición centroeuropea, que se extiende desde Kafka hasta Thomas Bernhard, y se caracteriza por el absurdo y el exceso grotesco. Pero tiene más recursos, y también mira hacia Oriente al adoptar un tono más contemplativo y refinado.

Se trata de un cuentista, novelista y ensayista de mirada poética, buscador de la realidad real y más cruda, rastreador de la belleza en lo corriente y doloroso, defensor de la transmisión de la experiencia y las tradiciones y recordador de la importancia de un tempo calmado para vivir la vida.

Krasznahorkai nació en la Hungría bajo el dominio de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en la ciudad de Gyula, el 5 de enero de 1954. Allí vivió y estudió hasta los 20 años, luego viajó a estudiar derecho y artes a Budapest y salió por primera vez de su país en 1987, rumbo a Berlín occidental. Tras la caída del muro, en 1989, ha vivido en diferentes países como Francia, España, Estados Unidos, Inglaterra, Países Bajos, Italia, Grecia, China y Japón, pero visita con frecuencia su país.


WMAGAZINE





No hay comentarios:

Publicar un comentario