Erica Jong
HOMBRES Y CHISMORREO
Lo mejor de estas aventuras parecía ser cómo nos poníamos histéricas contándonoslas la una a la otra. Por lo demás, en su mayor parte no nos procuraban placer alguno. Los hombres nos atraían, pero cuando llegaba el momento de comprenderse y de mantener una buena conversación, nos necesitábamos. Gradualmente, los hombres se redujeron a objetos sexuales.
Hay algo muy triste en ello. Acabamos por aceptar la mentira, por representar un papel y avenirnos a las componendas de manera tan completa que los hombres eran invisibles, incluso para nosotras mismas. De manera automática empezamos a ocultarnos cosas acerca de nuestros hombres. Nunca les permitiríamos que supieran, por ejemplo, que hablábamos de ellos entre nosotras, que discutíamos su manera de joder e imitábamos su manera de andar y hablar.
Los hombres siempre han detestado el chismorreo de las mujeres porque sospechan la verdad: toman sus medidas y comparan. En las sociedades más paranoicas (árabe, judía ortodoxa) se mantiene a las mujeres totalmente ocultas bajo abrigos (o bajo pelucas) y separadas del mundo tanto como se pueda. En cualquier caso, chismorrean: es la forma original de despertar la conciencia. Los hombres pueden burlarse de ello, pero no son capaces de prevenirlo. El chismorreo es el opio de los oprimidos.
En consecuencia, la búsqueda del hombre imposible siguió adelante.
Pia no se casó nunca. Yo me casé dos veces…, pero la búsqueda siguió. Cada uno de mis numerosos psicos era capaz de decirme que estaba buscando a mi padre. ¿Lo eran todos? La explicación no me convencía totalmente. No es que me pareciera errónea, sino demasiado elemental. Quizá la búsqueda fuera una especie de ritual en el que el proceso era más importante que el fin. Quizá se trataba de una especie de investigación. Quizá no existiera el hombre en absoluto, sino que fuera sólo un espejismo creado por nuestra añoranza y nuestro vacío. Cuando te vas a dormir hambrienta, sueñas con comer. Cuando te vas a dormir con la vejiga llena, sueñas con levantarte para mear. Cuando te vas a dormir y estás caliente, sueñas que te dan un revolcón. Quizás el hombre imposible sólo fuera un espectro hecho de nuestra propia ansia. Quizás era como el intruso audaz, el violador fantasmal que las mujeres esperan encontrar bajo las camas o en los armarios. O quizás estuviera verdaderamente muerto y fuese el último amante. En un poema, lo imaginé como el hombre bajo la cama.
El hombre bajo la cama
El hombre que ha estado allí esperando años
el hombre que espera que flote con pies descalzos
El hombre que es silencioso como solitarias
avanzando en las tinieblas
El hombre cuyo aliento es la respiración
de pequeñas mariposas blancas
El hombre cuya respiración oigo al coger el teléfono
El hombre en el espejo cuyo aliento ennegrece la plata
El hombre calavera en los armarios
que sacude las bolas de naftalina
El hombre al final del final de la línea
Me lo encontré ayer noche Siempre me lo encuentro
En pie en el aire ámbar de un bar
Cuando el camarón se enrosca como los dedos que hacen señas
Y corren por el aire como los sesgos de los palillos
Cuando se quiebra el hielo y voy a caer
dispone su cara alrededor de los agujeros
me abre sus ojos sin pupilas
Durante años ha esperado para arrastrarme
y ahora me cuenta
que sólo me ha esperado para llevarme a casa
Bailamos el vals por la calle como la muerte y la doncella
Flotamos a través de la pared de la pared de mi habitación
Si es mi sueño volverá a plegarse en mi cuerpo
Su aliento escribe cartas de neblina en el cristal de mis mejillas
me envuelvo a su alrededor como la oscuridad
respiro en su boca
le hago real


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