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jueves, 29 de octubre de 2020

Colson Whitehead / Tren subterráneo hacia la libertad

 


Tren subterráneo hacia la libertad

El norteamericano Colson Whitehead revive el trauma de la esclavitud en una compleja y exigente novela de gran carga moral que destila belleza y potencia


Eduardo Lago
18 de septiembre de 2017

Esclava rescatada por soldados del Regimiento de Abolición en 1862.
Esclava rescatada por soldados del Regimiento de Abolición en 1862.  ALPHA HISTORICA / ALAMY STOCK PHOTO

Colson Whitehead (Nueva York, 1969) forma parte de una formidable constelación de escritores afroamericanos, algunos de cuyos nombres más relevantes son Yaa Gyasi, Jesmyn Ward, Ta-Nehisi Coates, Teju Cole, Chimamanda Adichie, Paul Beatty o el canadiense Lawrence Hill, hombres y mujeres que están cambiando el rostro de la literatura que se escribe hoy en aquel país. Nacido en Nueva York en 1969, Whitehead es autor de seis novelas que llaman la atención por su inventiva y por la destreza con que saquea las posibilidades de los géneros narrativos. Entre sus títulos más destacados cabe señalar El intuicionista, su mágico debut; Los días de John Henry, en torno a un personaje legendario celebrado en baladas de folk; Sag Harbor, emotiva historia de adolescentes, o Zona Uno, novela de zombis en un Manhattan posapocalíptico. El ferrocarril subterráneo (2016), su última novela, obtuvo los Premios Pulitzer y Nacional del Libro. El título es una alusión metafórica a la compleja red de caminos y refugios secretos que tenían como fin posibilitar la huida de los esclavos de las plantaciones del sur hacia los Estados donde podían vivir en libertad. Se calcula que en la primera mitad del siglo XIX cerca de 100.000 hombres y mujeres de raza negra lograron escapar por medio del sistema del tren subterráneo, en cuyas operaciones de salvación colaboraron numerosos abolicionistas blancos.

Tren subterráneo hacia la libertad

La novela de Colson Whitehead sigue la suerte de la última representante de un linaje de esclavas, desde Ajarry, que tras ser raptada en África Occidental por unos traficantes efectúa un viaje atroz a bordo de un barco de esclavos, yendo a parar a una plantación de Georgia. En la novela, la metáfora del tren subterráneo se hace realidad. Hay, en efecto, un ferrocarril en el que los esclavos pueden huir hacia los Estados abolicionistas. Mabel, hija de Ajarry, logrará huir en él, abandonando en la plantación a su hija Cora, protagonista de la novela. Andando el tiempo, Cora también conseguirá escapar en compañía de un esclavo llamado César. El contrapunto de la historia es el personaje de Arnold Ridgeway, cazador de esclavos que no soporta no haber sido capaz de atrapar a Mabel, cuya fuga la convirtió en un personaje de leyenda.

Son muchas las líneas maestras que confluyen en la escritura de White­head; el referente más inmediato es Toni Morrison, pero hay otros entrecruzamientos patentes, desde Twain y Faulkner hasta Pynchon, con quien Whitehead comparte ciertas afinidades narrativas. El ferrocarril subterráneo es una novela compleja y exigente, escrita con una prosa que destila belleza y potencia. Whitehead hace gala de una gran destreza técnica, logrando una voz de gran elasticidad. En todo caso, la dimensión dominante es de orden moral. Las atrocidades que se describen trascienden los límites de lo soportable. En una fiesta celebrada en una plantación los propietarios desuellan a latigazos a un esclavo llamado Big Anthony, y tras castrarlo lo rocían con aceite, quemando después su cuerpo aún con vida a fuego lento. De la suerte que aguarda a las esclavas, mejor no hablar, aunque conviene recordar que nada es invención del autor. Al narrar el viaje subterráneo de Cora, Whitehead no hace más que revivir uno de los traumas que definen el ser su nación. Arnold Ridgeway, el cazador de esclavos, tiene un nombre para justificar sus acciones indecibles: “El imperativo americano”. Hoy lo llamaríamos supremacía blanca y se sigue hablando de ello en los periódicos. La novela deja en el lector la inquietante sensación de que el ferrocarril subterráneo no ha llegado aún a su destino. Como dice un personaje: “América es un engaño, el más grandioso de todos. En su fuero más íntimo, la raza blanca cree que está en su derecho de apropiarse de la tierra, de matar a los indios, de hacer la guerra, de esclavizar a sus hermanos. Si hubiera alguna justicia en el mundo, esta nación no debería existir, pues sus cimientos son el robo, el asesinato y la crueldad”.

EL PAÍS



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