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jueves, 27 de junio de 2019

Griselda Gambaro / Estar lejos del poder es saludable


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DEFINICIÓN. "Es difícil saber cuál es el desencadenante de una obra, de qué imagen o idea surge". LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO

Griselda Gambaro: 

"Estar lejos del poder 

es saludable"

La autora -que sigue escribiendo a mano sobre papel- 

sostiene que el acto de la creación es misterioso.




6 de agosto de 2012
"Cuando me decido por una manera de relatar, sea dramaturgia, cuento o novela, lo hago con el mismo impulso; no tengo preferencias. Cuando surge una idea me concentro en ese trabajo sin hacer diferencias, porque siempre es literatura, aun el teatro, porque ese texto tiene una doble faz: la literatura y la hipótesis para el escenario".
Pausadamente, Griselda Gambaro dialoga con el periodista de LA GACETA, y cuando en un instante mira su reloj, con amabilidad está indicando que la entrevista debe terminar. La escritora, una de las más importantes del país, regresó a Tucumán después de 40 años de la mano del escultor Juan Carlos Distéfano, su compañero desde hace décadas. Él expone sus obras en el Museo Timoteo Navarro.
Autora de novelas, obras teatrales, cuentos y novelas para niños y textos periodísticos, a los 84 años no piensa en jubilarse: está terminando una novela semipolicial para adolescentes y, el año próximo, estrenará una obra de teatro que acaba de terminar.
Durante la entrevista, Gambaro no oculta su orgullo cuando confiesa que escribe a mano sobre el papel.

- ¿Para qué escribe? 
- Escribir es una manera de poner orden en el mundo. A mí me da un equilibrio en la vida, pero además el escritor crea un mundo particular; pone orden al caos del mundo, eso es lo importante, y no importa que esto sea inconducente.

- ¿Cómo es su proceso de creación? ¿Se puede decir que retrata la condición humana?
- Cualquier escritor escribe desde allí, desde su propia condición. Miro al otro, al que tengo enfrente, lo que lleva implícito lo social, por supuesto. La creación es misteriosa, es difícil saber cuál es el desencadenante de una obra. Ya hace tantos años que escribo piezas de teatro que si me pregunto el origen de la mayoría, no lo recuerdo. Sí de algunas, y siempre ha sido diferente. Por ejemplo, "El campo". Tuve un sueño, en el que estaba en un campo de concentración. Lo sabía pero no había ningún dato exterior que me lo dijera. "La persistencia" tuvo su origen en una información que leí sobre la matanza de unos chicos de la escuela que hicieron los chechenios. Pero no podría explicar épocas de vaciamiento, desasosiego y búsqueda, de qué manera aparecen ideas o imágenes que servirán para escribir. De todos modos, nunca atiendo imágenes o ideas que no surgen con mucha fuerza. A partir de allí hay asociaciones, se crean los personajes y se plantean situaciones. Pero es el texto el que manda, aunque yo estoy atenta a mis exigencias. El texto manda, pero yo lo controlo. Una vez que está escrito y consigo publicarlo, rápidamente lo olvido.

- ¿No es esa una actitud como la de una madre que abandona a su hijo?
- No se puede escribir si uno está pensando en lo que ya hizo. Me desapego de la obra, tomo distancia con lo que escribo, es como que ya no me pertenece. Por supuesto, siento satisfacción cuando se estrenan mis obras, pero estas hacen su camino, y no me corresponde controlarlo. A veces reviso una traducción, y leo y releo, pero siempre con distancia. Me digo: "qué mujer apasionada era".

- Decía que controla el texto...
- Sí, que no se infiltre una confusión o una palabra que no sea justa. Soy consciente de que la palabra es el material de mi oficio. Trabajo con esa cosa tan sutil, que tiene significados ambiguos, por eso me preocupa que esté la frase justa. Lo hago porque me gusta hacerlo, porque es un trabajo que hago con amor, con gusto. No soy una escritora atormentada. Escribir es parte de mi vida y no separo la escritura de la vida. Hay escritores que trabajan presionados o que sufren en esa búsqueda de la forma justa.

- Cuando escribe, ¿qué cosas pasan por su cabeza?
- No pienso en el lector ni en el espectador. Toda la atención está puesta en lo que escribo. Una vez editado, claro, uno siente satisfacción por el reconocimiento. No creo que nadie escriba para guardar sus cosas en un cajón.

- ¿Cómo escribe?
- A mano, y luego paso a una máquina. No porque esté en contra de la técnica, pero me gusta el papel y corregir sobre él; tengo cariño por la máquina, que la compré en España en 1978. En estos tiempos se pierde mucho el amor a las cosas por esta tecnología que siempre hay que cambiar. Pero no necesito remplazar nada con urgencia. Vivimos de un modo tan apresurado que uno nunca se detiene a ver lo importante y profundo. Internet es útil, pero no a ciegas. La otra vez aparecía una página mía con obras que no son mías, todo estaba equivocado.

- ¿Lee? ¿Qué autores son sus favoritos? ¿Va a al teatro?
- No leo con orden; el mercado es tan importante que es imposible ver todo lo que se oferta. Tengo muchos autores favoritos, así que para qué nombrarlos. Me gusta leer con curiosidad. Hay libros que piden su tiempo; pasa que se deja un libro y después de algunos años uno vuelve a conectarse con él. Si uno está angustiado, por ejemplo, estará en pocas condiciones para leer algo dramáticamente denso. Los libros piden una disponibilidad que a veces el lector no tiene. Y en cuanto al teatro, voy poco.

- ¿Tiene un estilo?

- Cada obra pide un lenguaje particular y tiene su propio estilo. Cómo hablan esos personajes será lo que determine el lenguaje.

- ¿Cómo vive la actualidad?
- Hay una situación difícil en el mundo que repercute en Argentina, pero me alegra que en América Latina por fin se hayan creado instituciones de unión y representatividad que permiten enfrentar mejor esos problemas, en eso tengo esperanza. Pero hay ciertos temas que realmente deben ser tratados con urgencia, como el de la infancia, la juventud, las drogas. Gobernar es muy difícil, lo sé.

- ¿Alguna vez se incorporó a la política?
- No, nunca. Estar lejos del poder es saludable para un escritor. Apoyar, sí, cuando es necesario, pero nunca perder el sentido crítico; cuando se lo pierde es peligroso. Los fanatismos no ayudan a solucionar los problemas; crean mitologías, y no lo digo en contra de la Presidenta. Los pueblos necesitan mitos, como Eva Perón, pero yo no puedo dejarla de pensar con sus virtudes y sus defectos. Eso me aclara al personaje histórico. 

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