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jueves, 23 de mayo de 2019

Siri Hustvedt / Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019

Siri Hustvedt

Siri Hustvedt, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019

El jurado considera que la obra de la escritora estadounidense "incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista"


Carlos Geli
22 de mayo de 2019

La escritora estadounidense Siri Hustvedt (Northfield, Minnesota, 1955) ha ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019. El acta, que ha sido leída este mediodía en Oviedo por el presidente del jurado y director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, ha destacado que la obra de Hustvedt es "una de las más ambiciosas del panorama actual de las letras" e "incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista". Tanto desde la ficción como desde el ensayo, Hustvedt aborda los temas "como una intelectual preocupada por las cuestiones fundamentales de la ética contemporánea", ha valorado el jurado. Autores como Fred Vargas, Adam Zagajewski, Richard Ford, Leonardo Padura o John Banville han recibido el galardón en las últimas ediciones. 
Hustvedt ha tenido que luchar casi los 64 años que cuenta contra dos tópicos que le molestan especialmente: ser definida como “la esposa de...” por estar casada con el reputado escritor Paul Auster (que también recibió este premio en 2006), y la de que las mujeres no están especialmente dotadas para el pensamiento en general y la ciencia en particular. Ante ambos tópicos ha salido victoriosa la flamante premio Princesa de Asturias de las Letras. 
Quizá sin saberlo, ha luchado desde sus inicios contra ello. Hija de emigrantes de origen noruego, licenciada en Historia con poco más de 20 años, cambió los pasajes rurales de su Minnesota natal por la culturalmente bulliciosa Nueva York de los años setenta. En el bagaje, lecturas existencialistas de Kierkegaard y psicoanalíticas de Freud con apenas 16 años y una cada vez más voraz pasión por la neurociencia y el psicoanálisis, al que se somete dos veces por semana. “Funciona como el arte, tiene que ver con crear: lo que se crea, básicamente a partir del diálogo, es la persona que se psicoanaliza”, lo ha definido en más de una ocasión.
El resto lo ha forjado gracias a dedicar disciplinadamente, aún hoy, cuatro horas diarias a la lectura de ensayos, lo que en buena parte explique que sea autora hasta la fecha de una obra casi tan extensa en no ficción (con seis títulos), como en ficción (siete novelas). “Para mí son verdaderos vasos comunicantes”, dice a quien la crítica ha definido más de una vez como una “novelista de ideas”, etiqueta que ella misma admite con agrado.
Feminismo, arte y ciencia son las tres probetas con las que ha ido conformando su obra, que arrancó en 1992 con la elogiada novela Los ojos vendados y que ha marcado el tono literario de esta admiradora de Dickens (a cuyo análisis dedicó su tesis doctoral), en novelas que suelen ir y venir en sus hilos argumentales, que pueden armarse y desarmarse, mecidas por los vaivenes de la memoria de sus personajes, como puede comprobarse también en Recuerdos del futuro, el último título publicado hasta la fecha y editado hace apenas tres meses en España (Seix Barral / Edicions 62, en catalán).
Muchos de los personajes que protagonizan sus novelas, como Todo cuanto amé(2003), El verano sin hombres (2011) o Un mundo deslumbrante (2014), dejan entrever claramente las tesis de esta mujer enjuta, alta, que usa la ironía para encajar, siempre con una sonrisa muy suya, “ser la esposa de escritor famoso que ven siempre como el responsable de la educación de su mujer”, como ella misma lo define.
Fina analista de la trastienda comunicativa del arte (como demuestra en Los misterios del rectángulo, 2005), no es menos elegante al abordar su clara militancia feminista. Quizá la mejor fusión de sus intereses esté, hoy por hoy, en el último de sus ensayos, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (2016), que acoge algunas de sus mejores reflexiones publicadas entre 2011 y 2015. Una de las conclusiones que se extraen de su lectura puede ser, como defiende ella misma, que “todos somos un poco hombres y un poco mujeres”, algo que queda reflejado, dice, en la falsamente muy masculina elogiada obra de Karl Ove Knausgard.
Defiende su feminismo con una gran fuerza, la que proviene de la pura convicción: “Como mujeres debemos ejercer el poder y la autoridad sin esperar el permiso de los hombres para hacerlo”, sostiene quien recauda dinero para organizar la “resistencia” contra el presidente Trump, alguien que “en la guerra civil contra las ideas que tiene lugar en Estados Unidos dispara racismo y misoginia; en realidad, su elección fue fruto del miedo de los hombres a las mujeres; temen perder autonomía”. Una princesa, pues, muy de los tiempos.
EL PAÍS




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