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martes, 12 de diciembre de 2017

La danza de la gaviota / Sabroso Montalbano



LA DANZA DE LA GAVIOTA

Sabroso Montalbano

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
19 MAR 2013 - 04:14 COT






Sabroso Montalbano

Leer a Andrea Camilleri suele tener un efecto médico, balsámico, es una terapia segura para huir de todos los agobios, la crisis y el estrés. Uno comienza a zambullirse en esa prosa veterana y sabia, en ese universo en el que puedes asomarte a los crímenes de más solera de Sicilia con el mejor de los humores posibles, con tanta alegría, y comprueba una vez más que gratifica y divierte desde la línea uno. ¡Qué más da si se cepillan a un chivato o si trafican con armas químicas! La trama siempre es lo de menos cuando hablamos del comisario Montalbano; lo importante es el ambiente, la disección humana, el costumbrismo, el placer de una pluma que se ríe consorna afilada -y la dosis exacta de respeto o de falta de respeto- de todo lo que le rodea.
La danza de la gaviota (Salamandra, 2012, traducida por Teresa Clavel Lledó) es otra entrega sabrosa de esa andadura genial. El gran comisario no solo se merienda intelectualmente como siempre a su superior; avanza como suele al estilo de Sherlock Holmes, movido más por la adivinación que por las pistas (¡qué fácil parece, pero qué bien le queda!); aprende también a reírse tanto de sí mismo que se adentra en nuevos escenarios en su relación con las mujeres. Pero esta vez, además, y leído a la luz de lo ocurrido en Italia en las elecciones, aporta en pocos párrafos un retrato muy cercano de este sinsentido italiano que ya se ha vuelto siniestro.
Veamos qué le ocurre al llegar al aeropuerto y saber que el vuelo que espera llega, como siempre, con retraso:
" - Un café y un cornetto (pide a un camarero en un bar).
- No hay cornetti.
- ¿Se han terminado?
-No. Esta mañana los traerán tarde.


¡Hasta los cornetti llevaban retraso!
Se bebió el café de mala gana, pidió un periódico, se sentó y se puso a leer. Todo puro parloteo y cháchara.
El gobierno parloteaba, la oposición parloteaba, la Iglesia parloteaba, la patronal parloteaba y los sindicatos parloteaban, y además la prensa parloteaba sobre una pareja importante que se había separado, sobre un fotógrafo que fotografiaba lo que no debía, sobre el hombre más rico y poderoso del país, al cual su esposa había escrito una carta abierta para reprenderlo por ciertas palabras dichas a otra mujer, parloteaba y requeteparloteaba sobre los albañiles que caían como peras maduras de los andamios, sobre los inmigrantes clandestinos que morían ahogados en el mar, sobre los pensionistas reducidos a la miseria, sobre los niños violados...
Se parloteaba sin parar y por doquier de cualquier problema, siempre en vano, sin que el parloteo se transformara nunca en la más mínima medida, en ningún hecho concreto...
La república del parloteo
Montalbano decidió que había que modificar el artículo 1 de la Constitución en los siguientes términos: "Italia es una República basada en la venta de droga, el retraso sistemático y el parloteo vano".
Esto fue escrito en 2009, pero los años no pasan para esta Italia entretenida de nuevo ante el espectáculo Berlusconi, capaz de ir cambiando las leyes a la medida de sus intereses, o ahora de Beppe Grillo, que llena las plazas de carcajadas sin importarle distinguir laderecha de la izquierda.
Pero -de nuevo- nos hemos puesto muy serios. Y esto iba de disfrutar. Que nadie tema por ello. Al viejo profesor Andrea Camilleri, que creó a su Montalbano al borde de los 70 años y suma ya 19 entregas, no le tiembla el pulso para divertir a ese lector que va a paladear tanto las berenjenas o salmonetes que se calza el comisario como la intriga humanizante de La danza de la gaviota.
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