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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Alberto Barrera Tyszka / El mundo del espectáculo



El mundo del espectáculo

“Rating”, del venezolano Alberto Barrera Tyszka, utiliza la televisión para narrar sobre relaciones humanas.

POR MAURO LIBERTELLA

Clarin, 25 de junio de 2012
Alberto Barrera Tyszka

Venezuela no es un país conocido por exportar novelas, pero el siglo XX lo ha dotado con un género de mayor alcance en nuestro continente: la telenovela. Sin embargo, en los útlimos años el imperio de las lágrimas televisadas fue languideciendo y el centro del mercado latinoamericano lo conquistó Colombia, por razones que nos exceden. Carolina Acosta-Alzuru, estudiosa del tema, apuntó en una entrevista: “La telenovela venezolana en mi opinión tiene que volver a hablarnos a los venezolanos primero y recuperarnos como público. El mercado internacional vendrá después, y sólo si tenemos una estrategia de mercadeo más eficiente y honesta. Es clave que nuestra industria telenovelera nunca subestime la inteligencia del público y luche contra la fuerte tendencia de la cultura popular a repetirse a sí misma”. Y ahora que esta expresión de lo popular empieza a ser en Venezuela un archivo, un recuerdo de décadas anteriores, puede llegar una novela como Rating que la arrebate como tema y la intervenga desde los mecanismos de la literatura.

En apariencia, la de Alberto Barrera Tyszka es una novela sobre el funcionamiento de la televisión y la industria del espectáculo. No está escrita desde Guy Debord, ni desde Buadrillard, ni desde Pierre Bourdieu, ni desde Marshal McLuhan; tiene un sesgo teórico más personal y fracturado, esparcido en pequeñas “historias de vida”, y es más bien un relato que usa a la televisión para narrar las relaciones humanas. Vamos a la trama, bien rápido: uno de los principales canales de aire venezolanos viene en franca decadencia, y a un gerente casi retirado se le ocurre una idea epifánica, que redimirá las finanzas de la empresa: montar un reality show con indigentes. Para darle forma recurren a Manuel Izquierdo, un viejo guionista de telenovelas, resentido y de vuelta de todo. El contrapunto de aquel personaje es Pablo, un joven aspirante a poeta que arranca en el mundo de los medios y lo tiene todo por aprender. El hombre que ya vivió mil batallas y el joven entusiasta, una vieja fórmula. A partir de las charlas que tienen los dos guionistas, el libro repasa la estructura y la identidad de la televisión venezolana bajo la recapitulación de telenovelas exitosas, y finalmente lo que le está enseñando Izquierdo a Pablo es cómo narrar las emociones, extremándolas, manipulándolas.

El libro está codificado bajo una forma narrativa que funciona. Un capítulo es narrado por Pablo, otro por Izquierdo y otro por un narrador omnisciente. A medida que avanza la historia, las voces narrativas aparecen en un mismo capítulo, hasta casi juntarse del todo. La técnica sirve para ofrecer distintas versiones de una misma escena, y la narración puede navegar por la conciencia de los personajes con total libertad. La contratapa de esta edición consigna, por lo demás, que el personaje central, el del guionista de telenovelas, se ha vuelto “cínico y descreído”. Es cierto, pero la adjetivación quizá sea un poco desmedida. A diferencia de novelas de un talante parangonable (y del mismo sello), como Recursos naturales de Antonio Ortuño o Lodo, de Guillermo Fadanelli, la acidez del personaje es más bien suave. Lo mismo sucede con el tópico del reality con indigentes: podría ser una plataforma para lo escabroso y lo perverso, de donde saldría, felizmente, una buena novela oscura, pero lo “políticamente incorrecto” se diluye y la idea pasa, si se quiere, a un segundo plano. Quizás, entonces, no haya que leer este libro como una novela sobre la identidad venezolana, ni sobre la industria del espectáculo, ni sobre el mundo del trabajo, sino como una novela más sobre las relaciones entre hombres y mujeres.

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