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lunes, 27 de abril de 2015

Óscar Collazos / Sobre Sábato




Óscar Collazos
SOBRE SÁBATO

Heredero de una tradición que recuperó a Kierkegaard, Dostoievski y Kafka para la novela latinoamericana, se apartó del canon literario que distinguía a la literatura argentina.
Prodavinci | 6 de Mayo, 2011


Ernesto Sábato (1911-2011) debió de haber visto y admirado muchas veces el aguafuerte número 43 de la serie Los caprichos (1799), de Goya. El grabado es conocido por la inscripción que se destaca al pie de un hombre que duerme con la cabeza apoyada entre sus brazos, asediado por pajarracos y animales de todas las especies.
‘El sueño de la razón produce monstruos’ -título del grabado- podría haber sido la divisa de este raro y grande escritor. Heredero de una tradición que recuperó a Kierkegaard, Dostoievski y Kafka para la novela latinoamericana, Sábato se apartó desde el principio del canon literario que, entre Borges y Cortázar, distinguía a la literatura argentina.
La historia de Juan Pablo Castel y María Iribarne (asesino y víctima de El túnel) tuvo la fortuna de coincidir con el apogeo del existencialismo europeo. De allí el éxito entre los lectores de todos los idiomas y los elogios que le dispensaron Albert Camus, Thomas Mann y Graham Greene.
Sobre héroes y tumbas (1961) fue una novela intrusa entre las novelas del boom latinoamericano. No venía, como señalé, del universo alegórico de Borges, pero tampoco del realismo barrial de Roberto Arlt. Sábato era demasiado trágico para compartir las experimentaciones exultantes de Cortázar o el rompecabezas lúdico de Rayuela, pero admiró, seguramente, sus cuentos fantásticos.
Su temperamento atormentado, la ironía trágica con que respondía a la vida y aceptaba la proximidad de la muerte, no tuvieron nunca cabida dentro del optimismo mesiánico de la izquierda. Sábato rechazó, desde Uno y el Universo, la racionalidad que dio forma al Estado moderno. Esta racionalidad había hecho posible la colonia penitenciaria de Kafka, el campo de concentración nazi y el gulag comunista.
Entre 1983 y 1984, cuando presidió la Comisión Nacional contra la Desaparición de Personas, conoció la monstruosa dimensión que podía adquirir el Estado en dictaduras que pretendieron “defender la democracia” y “detener el avance comunista”. El informe, prologado por Sábato, es el más demoniaco expediente criminal que conozcamos en América Latina, pero permitió procesar, condenar y enviar a la cárcel a los responsables de las juntas militares de la dictadura.
La primera decepción de Sábato fue el comunismo. La segunda, la ciencia, que abandonó para dedicarse a la literatura, la pintura y la filosofía desde un humanismo alimentado quizá por la filosofía de Bertrand Russell. Al decir que El Uno y el Universo participaba “de la impureza y de la contradicción, que son los atributos del movimiento”, hacía su apuesta por el poder creativo de la incertidumbre.
Sobre héroes y tumbas y El túnel no tratan temas habituales en la literatura latinoamericana. Sábato, como Juan Carlos Onetti, parecía repetir el exabrupto de Sartre: “El hombre es una pasión inútil”. Entre El pozo (1939), del uruguayo, y El túnel (1948), del argentino, se traza, sin embargo, una línea que profundiza en el malestar del individuo, mucho más esencial que el malestar de las sociedades donde viven.
¿Es ‘El informe sobre ciegos’, capítulo de Sobre héroes y tumbas, una alegoría del mal, inherente a la naturaleza humana? “Seré siempre el que esperó a que le abrieran la puerta, junto a un muro sin puerta”, escribió. Nos recordaba así otro enigma: la alegoría de "Ante la ley", el relato de Kafka.
Sábato quiso empezar uno de sus últimos libros (La resistencia) con esta frase luminosa en medio de la oscuridad de sus fantasmas: “Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana está al alcance de nuestras manos”.


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