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sábado, 7 de febrero de 2015

El húngaro es el único idioma que el diablo respeta


El húngaro es el único idioma
que el diablo respeta

Por Gustavo Patiño
El Malpensante, N° 83
Diciembre de 2007
La frase que da título a esta nota la dice Chico Buarque en su novela Budapest, y yo, como José Costa, su protagonista, así lo creo. Durante largas semanas en el país más plano de Europa mi duro oído se ha tratado de acostumbrar a las interminables palabras del húngaro, a sus ásperas kas y ches, a sus abundantes sobreesdrújulas y a las 14 vocales (sí, 14), 31 consonantes (entre sencillas, dobles y combinadas) y 4 tipos de tilde.

Un amigo coincidió en una reunión con una búlgara, y ella le comentó que alguna vez le preguntaron si el búlgaro era aquel «idioma imposible». Ella, con total seguridad, dijo: «No, es el húngaro».
Pero ¿cuál es el problema con este idioma? Todo comienza con que el endemoniado húngaro no es de raíz indoeuropea, la antiquísima lengua madre que dio origen a más de 80 idiomas, entre ellos el latíncon sus nueve hijos y el germánico, de donde provienen, entre otros, el inglés, el sueco, el danés y, claro, el alemán y hasta el islandés. A los húngaros les dio por hablar un idioma de base urálica, de la que sólo quedan tres lenguas: el húngaro, el estonio y el finés (o finlandés), que vienen siendo primos tan lejanos como el español y el rumano. Siendo así, uno prácticamente no reconoce ni una sola palabra, ni hablada ni escrita.
A esto vamos a añadirle que es un idioma aglutinante, es decir, va pegando letras y sílabas al final de las palabras para indicar lo mismo que en otras lenguas se hace con preposiciones y hasta con frases. Si quiero decir «en nuestra universidad», empiezo por la sustancia (egyetem), le agrego el posesivo (nk), aderezo con una vocal (ü) que permita «apoyar la lengua», como dijo mi profesora, y remato con la preposición (ön), todo en el mismo bocado: egyetemünkön.
Pero resulta que esas letras que se van pegando no sólo dependen de lo que uno quiera decir, sino también de las vocales que hay dentro de la palabra, porque para los herederos del rey san Esteban es de mal gusto combinar la a con la i o la e con la o, y como tienen 14 vocales, pues hay de dónde escoger. Entonces, realmente los sufijos se triplican, aunque signifiquen lo mismo: la k al final indica plural y debe ir precedida de la vocal «justa y armónica»; así hermano» es testvér y«hermanos» es testvérek, «casa» es ház, pero su plural no es házek, sino házak, porque en el singular hay una a, y «médico» es orvos, con su plural orvosok.
Ahí no para la cosa, el húngaro ¡conjuga los infinitivos! ¿Acaso el infinitivo no es precisamente el verbo sin conjugar? Pues en húngaro no. Mejor dicho, en español usamos el mismo infinitivo sin importar la persona, ni el número, ni el tiempo de los otros verbos: «tengo que estudiar»«vas a estudiar»«ella quería estudiar», etc. Pero en húngaro cada persona tiene su propio infinitivo (egoístas ad infinitum): «estudiar» se dirá tanulnom en primera persona, tanulnoden segunda y tanulnia en tercera del singular.
Y encima, cuando ya no es el infinitivo sino el verbo conjugado(«compro»«compras»«compraremos»), el húngaro también tiene sus propias formas que, como decía, no dependen sólo de «yo»«»,«nosotros», sino también de las vocales que tenga el verbo y, ademáspor que hay más dependen de si lo que viene es un objeto definido o indefinido, pues a los «llaneros de Europa» les gusta anunciar con la debida anticipación si van a ser precisos o imprecisos.
Igualmente, los orgullosos descendientes de Atila dicen que fue enterrado en el lecho del río Tisza se preocupan de si el que habla y el que escucha están solos o acompañados: no es lo mismo decir «adiós»si me despido de una persona (szia), que si me despido de una pareja o de un grupo (sziasztok), y no es lo mismo dar las gracias si estoy solo (köszönöm) que si otra persona me acompaña (köszönjük), aunque a ella no le hayan hecho el favor...
Pero la lengua de Márai y de Kertész tiene al menos dos ventajas: en términos generales, se pronuncia tal como se escribe (el gran lío del inglés) y todas las palabras se acentúan en la primera sílaba, lo que soluciona el problemita de las tildes que tenemos en español. Así, los símbolos sobre las vocales no indican dónde va el acento, sino el sonido.
Pero si eso está a su favor, lo que va en contra son sus ¡45 letras! condiferencias absolutamente imperceptibles para el sencillo oído hispano.Yo trato de pronunciar las vocales y, según Erika, mi profesora y ahora esposa, siempre me equivoco porque pronuncio la a abierta donde debería ir la inconcebible a contraanterior, y la o corta donde debería sonar una diáfana ö intermedia vibrante simple (vaya uno a saber qué contorsión de lengua implica eso). Resulta que el secreto no está en abrir más la boca ni en juntar más los dientes, tampoco en pronunciar la letra durante un segundo más, ni siquiera basta con hacer descender la glotis; simplemente esos registros no están en mí, y máximo llegaré a una vulgar imitación que mi familia política habrá de soportar con serenidad.
Como nosotros, los húngaros tienen el sonido de la eñe y lo representan con ny, pero va cerrando sílabas e incluso llegan a la inverosímil doble eñe al final de una palabra: könny: «lágrima».
Podemos decir que formar los gentilicios es simple: tan sólo agregar una i al final. «Colombia» se escribe Kolumbia, y «colombiano»,kolumbiai. Hasta ahí, fácil. El problema es que muchísimos topónimos que en todas las otras lenguas de Occidente son parecidos, aquí son únicos, empezando por el mismo nombre del país: Hungría en húngaro se dice Magyarország (magyar es la tribu primigenia yország es «país de los»), Italia es Olaszország, Grecia es Görögországy Croacia es Horvátország, por ejemplo.
El húngaro le ha regalado al español seis palabras, de las cuales cuatro no nos sirven para nada, a menos que uno suela contar anécdotas del tipo: «El húsar se despojó de su chacó magiar antes de bailar una alegre czarda» (¿qué hace una «c» seguida de una «z» en español? Ni idea, pero ahí aparece en los diccionarios). Las otras dos palabras, en cambio, son muy comunes: «páprika» y «coche». La primera es el símbolo de Hungría y aparece, cómo no, hasta en la sopa. En cuanto a la segunda, ese sinónimo de «carro» que nos han querido implantar los doblajes mexicanos viene del húngaro kocsi y por extensión también la palabra «cochera», para no decir «garaje».
En contraprestación, nosotros le hemos dado por lo menos cuatro palabras al húngaro; las de siempre, las que el español les ha brindado a todos los demás idiomas: «vainilla»«toreador»«macho» y«conquistador» (suficientes para mi buena fama en las calles de Kiskunhalas).
Hace unos días, al comienzo de un viaje de 14 horas en carro (ésa es la distancia que hay entre «el Corazón de Europa» y la playa), mi pequeña sobrina me preguntó cuántas palabras sabía en húngaro. Como el viaje iba para largo, empecé, papel y lápiz en mano, a hacer la lista, y llegué a la muy envidiable cifra de 83 palabras (y en húngaro no se puede hacer trampa contando los diminutivos), las cuales, sumadas a las casi dos docenas que he aprendido desde entonces, indican que reconozco y casi pronuncio unas 108 palabras en húngaro. Así, a pesar de lo complicado que ha sido comunicarme aquí, esto significa que hablo más húngaro que la mayoría de colombianos juntos. Aún más, hablo más húngaro que el 99,78% de la población mundial y, por si fuera poco, me voy ganando el respeto del Patas, que no es cualquier cosa.
Sziasztok!,

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