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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ana María Rodas / La poesía es una especie de lava que brota

Ana María Rodas
Ana María Rodas
LA POESÍA ES 
UNA ESPECIE DE LAVA QUE BROTA

María R. Doles*


Premio Nacional de Literatura Miguel Angel Asturias 2000. Ana María Rodas, nació en Guatemala, Guatemala, el 12 de septiembre de 1937. Ha publicado Poemas de la Izquierda Erótica, Cuatro esquinas del juego de muñecas (poesía), 1975; El fin de los mitos y los sueños (poesía), 1984; y, La insurrección de Mariana (poesía), 1993. 

Sus poemas han sido publicados en antologías en español, inglés y alemán en Centroamérica, Estados Unidos, Inglaterra, Colombia, México, Viena, Roma y Munich. 

En 1974 la Asociación de Periodistas de Guatemala le otorgó el premio Libertad de Prensa, premio otorgado solamente a periodistas que se destacan en la defensa de aquella libertad fundamental. 

Su primer libro de poemas, Poemas de la izquierda erótica, se inscriben ya como un referente obligado de la literatura guatemalteca. En 1980, su libro El fin de los mitos y los sueños recibió una mención de honor en el certamen de juegos florales de México, Centroamérica y el Caribe de 1980 de la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala. En 1990 recibió el primer premio poesía en el certamen de juegos florales de México, Centroamérica y el Caribe de 1990, con su obra La insurrección de Mariana. En el mismo año también obtuvo el primer premio en el certamen de cuento de juegos florales México, Centroamérica y el Caribe de 1990 con su cuento Mariana en la tigrera


—Algunos se preguntan por qué es menos agresiva en sus artículos y en sus cuentos, que en su poesía ¿Está de acuerdo o no con esta apreciación? 


—Todo el mundo puede opinar y cada quien tiene un punto de vista diferente. Pero diré que trabajo con tres géneros distintos. La poesía es una especie de lava que brota; se puede trabajar y publicar si está bien, o tirar si está mal. El cuento requiere más tiempo y es un proceso diferente, pues en mi caso implica crear personajes creíbles y dejar la trama un poco a oscuras. En cuanto a los artículos periodísticos, se escriben muy rápido. Vivimos en un país tan espantosamente dolorido que es preferible ser más simpático y sensible con los lectores de periódicos, excepto en los casos en los que verdaderamente no se puede callar. La gente tiene derecho a leer otro tipo de materiales en un periódico. 

—Viendo en retrospectiva su obra, ¿cómo sitúa los Poemas de La izquierda erótica? Muchos siguen viéndolo como su libro clave. 


—Y no deja de tener razón, porque en el fondo un autor siempre está escribiendo y rescribiendo el mismo libro. Sí, yo introduje cambios en el lenguaje poético, ese título es esencial y cuando veo hacia atrás me doy cuenta de que mis poemarios (La izquierda, Cuatro esquinas del juego, Una muñeca, el fin de los mitos y los sueños,La insurrección mariana), forman parte de una especie de gran libro que se fue escribiendo de a poquito. Admito que el primero tuvo importancia. Tanta gente no se puede equivocar al respecto (ríe). Pero más bien creo que Poemas de izquierda erótica respondían a una necesidad del momento. Los libros de mis amigos y mis compañeros Quinque Noriega o Luis Eduardo Rivera, que fueron publicados inmediatamente después, también reflejan irreverencia y desenfado. 


—Aunque su caso fue distinto, porque los versos venían de una mujer. 


—Claro, la gente se asombró, me criticó y demás, porque yo era mujer. Eso no debería ser, ni entonces ni ahora, pues la escritura se debe ver en función de su calidad, no de su origen creativo (si es de mujer o de hombre). Hablar de escritura de mujeres es una especie de machismo a la inversa. Se debería pensar si los versos tienen la validez dentro de la poesía en general, no podemos seguir haciendo esa diferenciación entre hombres y mujeres. 

—¿Cansa el hecho de que el interés se centre en una obra pasada, cuando se crean y escriben otros? 

—No. Aunque parezca inmodesto, admito que Poemas marcó algo. Entonces los lectores se referirán a esta obra como un cambio que se estableció en el lenguaje poético. Por otro lado, no me preocupa porque, insisto, uno escribe por la necesidad de hacerlo, publica porque el material vale la pena. Pero en cuanto se publican los libros, ya no se puede hacer nada por ellos y siguen solos su camino. Si una persona se interesa por mi poesía y quiere leer mis libros, solamente ella puede juzgar si hay continuidad o avance en mi creación. 

Por otra parte, cuando se publicó La izquierda erótica, yo era reportera y ocupé primeras páginas. Al presentar mi libro de cuentos (Mariana en la tigrera, 1996), ya no estaba en la misma situación en el periodismo y hubo un vacío espantoso. Pocos escribieron de él y llegué a pensar que no servía. Casi un año después pedí la opinión sincera de amigos como Luis Eduardo Rivera y Dante Liano. Ambos consideraron que el libro estaba bien. En una de sus visitas, Tito Monterroso lo elogió. Creo que esto responde al fenómeno de que en Guatemala no hay una respuesta pública a lo que se hace en el arte. Imagino que nadie quiere exponerse a hacer crítica porque tenemos la piel muy delgada. Seguimos siendo muy pueblerino en ese sentido.

*Siglo XXI











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