John Banville |
John Banville: “Nunca crecí, solo me he hecho viejo”
El autor de 'El mar', conspicuo candidato al Nobel, publica ‘La alquimia del tiempo’, un paseo por Dublín y por su memoria
Debería haber vivido más y escrito menos”... escribe John Banville (Wexford, 1945) en La alquimia del tiempo (Alfaguara), un recorrido, quizá una reparación, por ese Dublín que no ha exprimido en sus novelas porque ya lo había hecho Joyce. Recorre Dublín en el espacio y el tiempo. Y se recorre a él desde esa infancia que, dice, no acaba nunca. “No crecemos, solo nos embotamos”, formula, y se pregunta sorprendido en estememoir sobre literatura y teatro, vida y vidas, clases altas y bajas, si de verdad, como dice Wordsworth, “es el niño el padre del hombre”.
“Quizá este libro sea mi disculpa a Dublín”, reconoce en Madrid el autor de novelas comoEl mar y conspicuo candidato al Nobel. “Pero sobre todo quería recordar el pasado, mi infancia, qué era Dublín. Un lugar bastante sombrío, muy gris y muy pobre, económica y espiritualmente. Pero no lo sabíamos. Parecía el lugar más sofisticado y cosmopolita del mundo. Solo ahora veo lo estrecho que era. Aun así me encantó y aún lo hace”. Y eso que en el libro lo compara a la Europa del Este. “Cuando la visité en los años setenta y ochenta, pensé: estoy en Irlanda. Ellos tenían el comunismo y nosotros el catolicismo. Era un poder absoluto. Obedecíamos reglas que no existían, las inventábamos. Cuando mi esposa estadounidense vino a Dublín de París a principios de los setenta un día en un pub pidió una pinta de Guinness. El barman le dijo: ‘Eres mujer, no puedes’. Ella dijo: ‘¿Puedo tomar dos medias pintas?’. ‘Sí’. Mi esposa me preguntó: ‘¿Es la ley?’ ‘No, pero los pubs no sirven pintas a las mujeres’. ‘¿Por qué?’. ‘No lo sé, es la regla’. No había ninguna. Nos lavaron el cerebro para que obedeciéramos. Todo estaba prohibido. Cosas inocentes. Amenaza en la sombra , de Nicolas Roeg, en Irlanda era bastante corta. Pero, Dios, ese cine en Dublín, el Astor, era glorioso. Pura magia. Veíamos películas que no entendíamos, pero sentíamos que ese era el gran mundo, el mundo real”.
“Nací en 1945, he vivido un tiempo relativamente pacífico y no tiránico, pero las cosas están volviendo a cambiar”
Sobre la sombra de Joyce, lo compara a las estatuas de piedra de la Isla de Pascua diciendo: ‘Mira lo que hice, ¿qué vas a hacer, hombrecito?’. Todos sentimos eso e intentamos encontrar alguna forma de escapar. Yo me convertí en un escritor europeo más que irlandés. Y tengo reservas sobre el Ulises . Roddy Doyle dijo hace diez años que le vendría bien un buen editor. Tiene razón”.
Aunque la infancia pesa más que Joyce. “Todos los artistas han guardado la infancia dentro de sí. Me siento bastante infantil. Creo que nunca crecí, solo me he hecho viejo. La infancia nunca termina, en ella descubrimos el mundo, todo brilla, y a medida que envejecemos las cosas empiezan a oscurecerse. Los artistas mantenemos a ese niño, lo nutrimos. Pienso del mismo modo que cuando tenía 12 años. El mundo me desconcierta. No lo entiendo en absoluto. Los árboles, un arco iris, son fenómenos extraordinarios. ¿Cómo nos acostumbramos a eso?”.
En cambio, no le sorprende la política de hoy. “La humanidad se aburre y entra en su fase de locura de vez en cuando. Lo haremos de nuevo. He tenido mucha suerte. Nací en 1945, al final de la guerra. He vivido tiempos maravillosos, ha habido calamidades y guerras, pero ha sido relativamente pacífico y no tiránico. Las cosas están volviendo a cambiar. La gente se aburre y hará cualquier cosa para no aburrirse. Tenemos demasiado. Demasiados coches, televisores, cosas. Así que vamos a derribarlo. No tiene muy buena pinta, ¿pero qué sé yo?”. Porque, concluye, “paso demasiado tiempo sentado en una habitación escribiendo estos sueños extraños. Una novela es un sueño controlado. Se podría decir que dormí la mayor parte de mi vida soñando lo que vivían otras personas. No me arrepiento, pero me habría gustado tener algunas aventuras más”.
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