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sábado, 28 de enero de 2017

El misterio de Peter Hujar, un fotógrafo insólito y maldito

 

Fran Lebowitz at home in Morristown, 1974.
Peter Hujar


EXPOSICIÓN EN MAPFRE BARCELONA

El misterio de Peter Hujar, un fotógrafo insólito y maldito

Al entrar en la amplia retrospectiva, el visitante debe prepararse para un recorrido nada habitual, un laberinto de vivencias que cobra otra dimensión

Peter Hujar (Trenton, 1934- New York, 1987) siempre será un misterio. Al entrar en la amplia retrospectiva que la Fundación Mapfre le dedica en su sede barcelonesa el visitante debe prepararse para un recorrido insólito, un laberinto de vivencias que cobra otra dimensión por el montaje expositivo que respeta las premisas del fotógrafo estadounidense, quien a lo largo de su trayectoria prefirió disponer las imágenes de sus muestras en aparente desorden, con yuxtaposiciones temáticas y secuencias sin unja cronología lineal que generaran dudas al espectador, consiguiéndolo con estrépito y una extraña elegancia.

Hujar fue un fotógrafo vocacional. Su mirada está marcada por el hecho fundacional de su biografía. Sus padres le abandonaron y desde entonces navegó solo por la existencia, empecinado en plasmarla para comprenderse mejor. Sus instantáneas beben de esa búsqueda interior, un intento anómalo de reflejarse en otros que en realidad eran teselas de un mosaico muy intrincado, repleto de malestar, marginación y extrañeza, pesquisas de una radiografía con aliento de muerte.

Su trayectoria se vio lastrada por una especie de inseguridad crónica. Amaba el séptimo arte y la moda, trabajó durante quince años de ayudante y no se estableció por cuenta propia hasta 1967, cuando un curso magistral de Richard Avedon le hizo decidirse a probar suerte en solitario, estableciéndose en el East Village de la ciudad que nunca reposa. 

Antes de esta revelación viajó varias veces a Italia. Sus imágenes de las catacumbas de Palermo anticipan el trabajo que más tarde desarrolló con seres humanos. Esas momias cristianas expresan una turbia incertidumbre marcada por ese gusto hacia la rareza que al mismo tiempo es un diálogo silencioso entre un inadaptado y las partes desplazadas de la normalidad, característica que pulió con los años hasta convertirla en su indiscutible seña de identidad.

Penes erectos y animales

Esos sótanos sicilianos eran un indicio de futuro. Para poder afirmar un lenguaje propio y reconocible Hujar se despojó de cualquier sospecha de plagio con Diane Arbus, quizá su mayor afinidad electiva en la distancia, y al hallar un lugar de predilección en el downtown neoyorquino desplegó sus habilidades vinculándolas tanto a la zona como a la comunidad. Su condición de homosexual explica esos retratos de hombres con el pene erecto o la que es su fotografía más famosa, 'Candy Darling' en su lecho de muerte, con una de las divas de Andy Warhol inmortalizada poco antes de fallecer. 

Más allá de su compromiso con el movimiento LGTB, para el que realizó un ilustre cartel de su frente de liberación, Hujar es un analista de lo insólito que está presente pero nadie se preocupa por ver ni plasmar. Sus retratos de animales están impregnados de un sentimiento que oscila entre la pena y la empatía. Al conectar con las bestias estas posaban para la cámara, mirándolo con naturalidad, y lo mismo acaecía con su paisajismo, repleto de una poesía de la desolación entre ruinas contemporáneas, suburbios enfrentados al centro urbano, olas serenas en su eterno divagar, acero concentrado en la inminencia de su derrumbe y rascacielos compactos que anulan el cielo para simbolizar con contundencia la pesadilla de esa cárcel esplendorosa en plena decadencia económica y social que era la Nueva York de los años setenta. 

Pese a publicar en revistas como Harper’s Bazaar, GQ o Newspaper y conocer a la flor y nata del universo cultural estadounidense, de William Burroughs a Susan Sontag, Hujar prefirió aislarse en la pobreza creativa, lo que le confirió libertad artística y un aura maldita corroborada por su escaso interés en publicar y su nula habilidad para establecer relación con marchantes y galerías. Estos factores hicieron que su nombre sonara a unos pocos entendidos y permaneciera oculto para la mayoría, algo que se acrecentó en los ochenta al fenecer el espíritu contracultural y entrar NY en un bucle donde el dinero lo era todo sin ninguna consideración para los aventureros que no se adaptaban a la norma imperante e ignoraban, con todo lo que ello supone, los dictámenes del mercado.

Tras su defunción el día de Acción de Gracias de 1987 el legado de Peter Hujar pasó por varias manos hasta que en 2013 The Morgan Library&Museum de NY lo adquirió. La exposición barcelonesa presenta al público más de ciento sesenta fotografías que resumen más de cuatro décadas de exploraciones del artista consigo mismo a partir del entorno. Si la obra del norteamericano trasciende y merece ser reconocida es porque consigue transmitir con maestría su desazón a quien contempla las imágenes. Si al acceder a las salas nos preguntamos qué encontraremos al salir los interrogantes se han incrementado y la estela de ese rotundo blanco y negro nos persigue, interpelándolos con suave brutalidad.

La exposición 'Peter Hujar: A la velocidad de la vida' podrá verse en la sede barcelonesa de la Fundación Mapfre hasta el 30 de abril de 2017.


EL CONFIDENCIAL





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