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viernes, 5 de diciembre de 2008

Vasili Grossman / Todo fluye / Anhelos de libertad




Vasili Grossman (1905-1964), en Svatovo en 1943.


Anhelos de libertad


Luis Fernando Moreno Claros
5 de diciembre de 2008

El escritor y periodista ruso Vasili Grossman (1905-1964), conocido en España por su extraordinaria novela Vida y destino -"la Guerra y paz del siglo XX" (Galaxia-Círculo)-, fue cronista de guerra en la batalla de Stalingrado y el primer periodista en informar al mundo de la existencia de los campos de exterminio alemanes. Las horribles experiencias de la II Guerra Mundial, el sufrimiento de combatientes y civiles así como los crímenes de Stalin abrieron los ojos a Grossman, que dejó de creer en los ideales comunistas y, en la medida de lo posible, se atrevió a criticar los absurdos de un régimen político cada vez más inhumano. Su actitud terminó por condenarlo al ostracismo, e incluso tras la muerte de Stalin, Jruschov prohibió la publicación de Vida y destino, que sólo aparecería en 1980 fuera de Rusia, gracias a que un amigo del autor sacó el manuscrito microfilmado.

Todo fluye

Vasili Grossman

Traducción de Marta Rebón

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

Barcelona, 2008

288 páginas. 20 euros

Todo fluye es una hermana menor de aquélla, aunque participa de la misma pasión por desvelar la verdad de hechos irrefutables: los crímenes y la esclavitud del pueblo ruso bajo el leninismo y el estalinismo. Grossman recuerda a Chéjov por la minuciosidad con la que transmite la psicología de los personajes con mínimos detalles; es claro y dice lo que tiene que decir, de ahí el placer de leerlo. Pero esta "novela" sin acción sólo merece este nombre en parte, pues se trata más bien de un lúcido ensayo con personajes, de un veraz informe de denuncia. La sencilla historia argumental da pie a múltiples reflexiones sobre la tragedia política que asoló Rusia tras la revolución roja de 1917 y determinó el trágico destino de millones de personas; los primeros atisbos de "libertad" duraron apenas unos meses y se extinguieron para siempre.


El personaje central, Iván Grigórievich, pasó treinta años en campos de trabajo siberianos. Encanecido ya, regresa a los lugares de su juventud, Moscú y Leningrado, y encuentra que cuantos se plegaron al régimen o tuvieron la suerte de que sus vecinos no les denunciasen como a elementos sospechosos de "traición a la patria" viven con cierta opulencia y ostentan cargos de relevancia. Ver a Iván les da que pensar, pues ninguno tiene la conciencia tranquila. Sin embargo, la reflexión del narrador los exime en parte de su culpa, pues "todos son víctimas: acusados y jueces". El mayor logro del terror imperante en la "patria de los trabajadores y los obreros" fue generar millones de no culpables que se hacían la vida imposible entre sí.

El grado de brutal represión imperante en la Unión Soviética y lo absurdo del régimen eran tales que Grossman apelaba a razones obvias para combatirlo, y que hoy nos parecen de sentido común: "La libertad es el derecho a sembrar lo que uno quiera, a confeccionar zapatos y abrigos, a hacer pan con el grano que uno ha sembrado y a venderlo o no venderlo, lo que uno quiera". Es esa libertad, desconocida en Rusia "desde hace mil años", la que obsesiona al narrador: "Libertad es vida; el estalinismo mataba la libertad y mataba la vida". Ninguna justificación histórica cabe para un régimen así: "No todo lo real es racional, todo lo que es inhumano es absurdo e inútil".


La historia de Rusia que el lector va conociendo a través de las reflexiones del excarcelado es absurda y espeluznante. Terribles son las páginas sobre el asesinato en masa de los kulaks o campesinos "ricos", acusados por los estalinistas de sabotear la aberrante nueva economía de los koljós. Stalin condenó a cientos de miles de personas a morir de inanición al requisarles el grano y prohibir sus cosechas. A ello se añadieron las deportaciones obligatorias de calmucos, chechenos y otras etnias minoritarias condenadas por decreto a la extinción; y los incontables crímenes políticos, las delaciones por naderías que conllevaban ajusticiamientos e internamientos durante décadas en campos de trabajo. "Todo fluye, todo muta", este pánta rei que enunció Heráclito significa para Grossman que el mal en Rusia nunca dejó de transformarse para adquirir nuevas formas de someter y torturar.


En suma, Todo fluye da una lección absorbente de negra historia, esa que es necesario conocer a fin de que sea más difícil repetirla. Quienes leyeron con admiración Vida y destino comprenderán Todo fluye, escrita con más desesperación y a modo de testamento por alguien que ya ni siquiera esperaba ser leído. La excelente versión de la gran traductora Marta Rebón confiere al lenguaje de Grossman eficacia y solidez. -






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