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lunes, 29 de julio de 2024

Los cacerolazos se extienden por Caracas

 


Ciudadano venezolano reacciona al triunfo de Maduro en los comicios de 2024

Un ciudadano venezolano llora tras conocer los resultados de las elecciones presidenciales, a las afueras de la Embajada de Venezuela en Ciudad de Panamá.BIENVENIDO 


Los cacerolazos se extienden por Caracas

El silencio atronador tras los resultados que daban como ganador a Maduro da pasos a las primeras protestas de la población


Florantonia Singer

29 de julio de 2024


Caracas ha amanecido este lunes con ruido de cacerolas en algunos balcones de la ciudad y gritos de fraude. Después del anuncio del resultado del Consejo Nacional Electoral (CNE) que daba ganador de las elecciones presidenciales a Nicolás Maduro, la gente se sumió en el silencio. Las únicas celebraciones chavistas fueron las que se congregaron en el Palacio de Miraflores, la sede del Gobierno, donde salió Maduro a darse por ganador. Rodeado de su cúpula, ni el presidente ni los suyos se mostraron muy entusiastas. A esas horas, las denuncias de fraude de la oposición y los distintos países que han vertido sus sospechas sobre el proceso electoral ya invadían la noche.

En realidad, fueron dos, dos noches. Una en la que la gente celebró anticipadamente los resultados, con base en lo que fue confirmando durante la jornada, conversando con sus vecinos y participando, no sin forcejeos, en los conteos de las papeletas de las mesas en las que votó, en las que las posibilidades de cambio político lucían claras. Otra en la que el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, dio un escueto boletín en que dio ganador a Nicolás Maduro por 52% de los votos con el 80% de la transmisión de los votos.

El país se sumió en un silencio, después de haber pasado casi 24 horas en la calle, porque miles de venezolanos decidieron madrugar para ser los primeros en votar y cuidar los centros de cualquier acción que pudiera impedir los comicios y luego decidieron nuevamente madrugar para esperar los resultados. Desde casa, los venezolanos quemados por un nuevo intento de lograr un cambio político y el fin de 25 años de un solo Gobierno, sonaron las cacerolas durante unos minutos. Algunos, gritaron con desespero “¡Fraude!”, “ladrones”, ante la pantalla en las que vieron las declaraciones de las autoridades electorales.

Con el cierre de los centros de votación, el Gobierno desplegó a la policía y los militares a la calle con equipos antimotines. Algunos grupos de civiles armados con los que todavía cuenta el chavismo hicieron escenas intimidatorias. Un hombre murió asesinado en Táchira y otras personas resultaron heridas en un ataque con morteros frente en el cierre de las votaciones. Pese a lo ocurrido, el mayor incidente de la jornada, la principal escaramuza, ocurrió en la televisión, mientras Amoroso leía los resultados.

Poco podía ocurrir en una noche en la que las calles estaban militarizadas. Por primera vez en unas elecciones, los policías —incluidos los temidos servicios de inteligencia— no estuvieron acuartelados y tuvieron un rol activo en las votaciones. Desde el viernes había alcabalas y patrullaje. En la Plaza Altamira, en la madrugada de los resultados estaban preparados para disuadir un enorme disturbio. Esta zona en el este de la ciudad, fue escenario de fuertes enfrentamientos desiguales entre los cuerpos de seguridad y manifestantes antichavistas; los primeros con balas y bombas lacrimógenas, y, los segundos, con piedras y escudos de madera. Las heridas de la represión de 2014, 2017 y 2019, con más de 150 asesinados, miles de heridos y detenidos están frescas en el asfalto. En la espera de los resultados, el contingente de más de 200 efectivos antimotines de la Policía Nacional Bolivariana apostado en el lugar, estaban echados en los bancos, viendo sus teléfonos y comprando cigarros en un kiosco que permanecía abierto.

Después de la descarga de cacerolas y gritos por los balcones, algunos a punto de ahogarse en el llanto y otros en la ira, solo había ruido frente al Palacio Miraflores. Un grupo con camisas rojas seguidores del chavismo esperaba festejar o había decidido hacerlo como sea. El Gobierno había instalado una pantalla y preparado una programación musical para festejar el 70º cumpleaños de Hugo Chávez y esperar los resultados.

Ante ese grupo, un Maduro distinto al histriónico y bailador de la campaña de los últimos meses, llevó el regalo de la victoria y la continuidad de la revolución envuelto en un fraude, cantado por la gente que se expresó desde sus ventanas y sobre el que una cascada de comunicados de la comunidad internacional había comenzado advertir rápidamente. Lo ocurrido estaba dentro de los escenarios de mayor costo político para el Gobierno y, en pocas horas, algunos habían comenzado a grafitear los murales que decían “futuro” que dejó el derroche de propaganda chavista para corregirlos con la palabra “fraude”.


EL PAÍS 


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