Páginas

lunes, 10 de junio de 2024

Mauricio Vargas / El juego del miedo

 



El juego del miedo

Petro ha encontrado en algunos líderes de derecha grandes aliados en su juego de asustar al país.

Mauricio Vargas

8 de junio de 2024


Feliz se veía el jueves el presidente Gustavo Petro, durante un discurso en Aguachica, Cesar, en un evento al que –cosa rara– llegó a tiempo, que así de contento estaba. “Están asustados”, dijo con una amplia sonrisa, en referencia a los líderes de oposición que predicen que dará un golpe de Estado, y que piden unidad para derrotarlo en 2026.

Al Presidente le encanta asustar. En eso consiste su juego sobre convocar una asamblea constituyente: lo anuncia un día, a la semana siguiente lo desmiente y luego, tras desmentir el desmentido, vuelve a poner el tema sobre el tapete. Petro sabe que mucho más de medio país se aterra de solo pensar en un cambio constitucional impulsado por su gobierno, sobre todo si incluye la reelección presidencial. Y se regodea generando ese miedo.
Para lograr el objetivo de asustar, el Presidente cuenta con unos aliados tan inesperados como incondicionales: sus opositores, en especial la derecha dura. Son los mayores promotores de ese miedo. A diario, se levantan a denunciar que es inminente un golpe de Estado promovido por Petro, que buscaría –dicen– cerrar el Congreso y convocar por decreto la cacareada constituyente.
No digo que, con Petro en el poder, no haya riesgos de que intenta pasarse la carta por la faja. Pero Colombia ha demostrado que la separación de poderes funciona. El Congreso le hundió la nefasta reforma de la salud. El Consejo de Estado le ha tumbado numerosos decretos, como aquel con el que intentaba cambiar la ley de servicios públicos sin ir al Congreso. Y en cuanto a la Corte Suprema, en un hecho sin precedentes, les abrió investigación a todos los congresistas del Pacto Histórico, por la oscura financiación de la campaña del 2022.
Y qué decir de la Corte Constitucional: ya le tumbó una emergencia económica y media tributaria, y rechazó los argumentos del Ministerio de Hacienda para suavizar el impacto fiscal de la caída de las normas que gravaban por doble vía las regalías mineras. El regaño de los magistrados al Ministerio, por su incapacidad para demostrar el daño fiscal originado en el fallo, muestra que el alto tribunal –al que Petro ya llevó a uno salido de una terna suya– mantiene su independencia. No le va a dejar pasar una constituyente por la puerta de atrás.
Pocas ilusiones deben hacerse el excanciller Álvaro Leyva y el exfiscal Eduardo Montealegre, los gurús de la constituyente por decreto. No se sabe cuál de los dos resulta más cantinflesco al argumentar –contra toda lógica jurídica– que el Presidente puede convocar esa asamblea sin pasar por el Congreso. Ellos no dan miedo sino risa.
¿Que el año entrante el alto tribunal tendrá cuatro nuevos magistrados, y eso puede implicar un cambio de postura? Miremos primero quién elige a esos magistrados: el Senado, donde Petro ha tenido problemas para manejar sus mayorías. Y miremos quién presenta las ternas de candidatos: dos vendrán de la Corte Suprema, uno del Consejo de Estado y otro más –uno solo– del Presidente.
No tiene Petro cómo controlar eso. Un antecedente interesante: a inicios de 2010, una Corte Constitucional elegida en su mayoría durante el doble mandato de Álvaro Uribe le impidió intentar una segunda reelección. Fueron siete votos contra dos en la Sala Plena para atajar, con total independencia, el referendo que abría las puertas a un tercer mandato de Uribe.
Más que ayudar a Petro a asustar al país, como hacen hoy muchos, corresponde confiar y respaldar a las instituciones, las únicas llamadas a trancar los desvaríos del petrismo. En vez de contribuir al miedo nacional, los líderes opositores deben apoyar a las altas cortes y, en vez de pasarse el día hablando de golpes de Estado, deben dedicarse a hacer propuestas para la reactivación económica y para sacar a Colombia, a partir de 2026, del estado de postración en que la va a dejar el gobierno del cambio, del cambio para peor.
EL TIEMPO


No hay comentarios:

Publicar un comentario