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lunes, 17 de junio de 2024

Ivar da Coll y un encuentro entre dos mundos

 

Ivar da Coll


Ivar da Coll y un encuentro entre dos mundos


Luego de casi 40 años de darle vida a Chigüiro, uno de los personajes más queridos de la literatura infantil latinoamericana, el ilustrador y escritor bogotano viajó a las sabanas inundables de Casanare para conocer por primera vez al animal que inspiró su obra.


María Camila Peña

15 de junio de 2024


La única referencia que Ivar da Coll tuvo al crear su personaje Chigüiro fue una pequeña fotografía de los Llanos, que encontró en el archivo de la Biblioteca Nacional de Bogotá. Era 1985, internet aun no existía y, como ahora, poco se sabía sobre la biodiversidad de las sabanas de la Orinoquia. Esta imagen, sin embargo, fue suficiente en la mente del ilustrador y autor bogotano —de padre italiano y madre colombo-sueca— para imaginarse todo un universo en el que este tierno y peludo animal les enseñara a los pequeños, mediante las imágenes y expresiones como principal recurso, un mundo en el que la solidaridad existe entre los seres vivos.

Desde entonces, Chigüiro ha sido el favorito de miles de niños de toda Latinoamérica, acompañándolos con sus aventuras desde muy pequeños, incluso antes de que puedan identificar las letras, enseñándoles a ser creativos, buenos compañeros, amorosos y confiables, y generando una conexión entre las familias y las historias, con el arte y el libro como objeto. Traspasando fronteras y generaciones sin perder su vigencia, Chigüiro hoy está incluido en todos los planes de lectura desde México hasta Chile, y cada dos años se imprimen 18.000 copias de sus libros.



Hace pocas semanas y casi 40 años después de su creación, Ivar da Coll viajó por primera vez a Casanare para encontrarse con sus lectores en la Primera Feria Internacional del Libro de Yopal y cumplir una cita que había postergado con el mundo de la naturaleza: ver en su hábitat a los animales que le dieron vida a su mundo literario.

El mundo del chigüiro

El lugar del encuentro fue la Reserva el Encanto de Guanapalo, a 110 km de Yopal. Allí, familias enteras de chigüiros disfrutaban cerca de los espejos de agua del frescor de la tarde, después de la lluvia en la llanura. Los jóvenes jugaban unos con otros empujándose con las patas, las madres cuidaban a los pequeños de no estar solos y quedar a merced de las babillas, había quienes saltaban estruendosamente en el agua y luego reaparecían en la superficie tras una corta apnea, los más mayores simplemente miraban desde lejos con ese semblante más allá de este mundo que tienen los chigüiros, que da la impresión de siempre estar meditando.

La fantasía de Ivar de ingresar al universo de sus libros se volvía realidad. El autor miraba fascinado desde lejos a los animales, registrando cada detalle, como queriendo guardar en su mente cada una de sus formas, movimientos, interacciones, poses, miradas y sus maneras de ser, habitar, oler, comer, relacionarse... Era Da Coll ingresando a ese mundo chigüiro, no ya desde la creación literaria y artística, sino desde los sentidos, desde la exuberancia de lo vivo y del mundo natural.

“Cuando los vi en la vida real sentí una emoción muy grande, porque me di cuenta de que los animales son tal cual como me los imaginaba. Absolutamente tiernos, tranquilos, apacibles. Verlos meterse en el agua y jugar entre ellos es muy impresionante. Estar con ellos en el Casanare, en esta sabana plana, lo pone a uno en relación con lo que uno es respecto a la naturaleza, un ser ínfimo”, reflexiona Da Coll.

La expresión como lenguaje

Da Coll comenzó a hacer ilustraciones infantiles por encargo, así fue como nació Chigüiro. A mediados de los años 80 había pocas historias para niños basadas en personajes colombianos, hechas por autores colombianos, y se sumó al proyecto liderado por su amiga Silvia Castrillón, entonces editora de la Editorial Norma, de crear libros ilustrados para niños que contaran historias sin necesidad de usar letras. Castrillón sería la gestora de inolvidables series de la literatura infantil como Torre de papel, Abrapalabra y Un mundo de cosas para mirar.

“La primera historia, Chigüiro y el lápiz, la había creado para un primer proyecto que tenía como fin que estas historietas estuvieran impresas en los tarros de una bebida en polvo para niños. El proyecto al final no salió, pero la historia ya estaba, y cuando Silvia se fue a trabajar a Norma me llamó y me dijo que necesitaba cinco historias más”, cuenta el autor.

Chigüiro, desde entonces, ha sido su excusa para contar a través de su personaje la esencia humana, las emociones, “esa cuestión de la solidaridad, como todos podemos vivir juntos, como lo hacen las familias de chigüiros, y la importancia de protegernos unos a otros para que todo funcione y vivamos mucho mejor. Chigüiro es todos los niños latinoamericanos”.

Chigüiro también fue la manera en la que muchos de los niños de la ciudad conocieron por primera vez a este roedor, considerado el más grande del mundo y de los pocos herbívoros que habitan las sabanas de Colombia, el cual también está presente en las regionales tropicales de Panamá, Venezuela y Brasil.

El autor dentro de la obra

Para Da Coll, el éxito de la creación de su personaje y la razón por la que les gusta tanto a los niños radica en que es un ser construido por una serie de emociones que tiene una gran capacidad gestual. Esta técnica de darles vida a los personajes la aprendió gracias a su formación en el teatro de títeres, en donde el titiritero tiene la misión de transmitirle gestos con su mano a un objeto inanimado para que se convierta en un personaje.

“Lo que hago es contar desde las emociones para lograr sensibilizar al lector. Cuando se lee se genera un pensamiento crítico propio e independiente, esa es la misión de la buena literatura: generar cambios y por eso llevamos haciendo esto 40 años”, dice.

Hoy, sus libros son reeditados por la Editorial Babel dirigida por sus grandes amigas María Osorio y Silvia Castrillón. Hace 20 años, juntos lograron rescatar en las bodegas de Norma los originales con los que editaron los primeros libros de Chigüiro, y volver a traer a la vida sus aventuras para los niños de ahora; sumando a la tradicional serie de seis libros iniciales tres historias de un Chigüiro ya con ropa y textos, para los que comienzan a leer (editados por Margarita Valencia en Carlos Valencia Editores). Y la historia gráfica de una chigüiro llamada Jazmín, en donde el autor hace parte de la obra, encontrándose con el personaje y compartiendo momentos de felicidad y dolor, como un presagio de su encuentro real con el mundo chigüiro.

Para quienes nacimos en la década de los 80, que estamos próximos a cumplir los 40 años, como Chigüiro, seguir viendo vivo a este clásico de la literatura infantil colombiana ahora en los mundos imaginarios de nuestros hijos, y de otros niños, vuelve a recordarnos el amor y la conexión hacia el personaje que Ivar da Coll creó, y el espacio que ocupa en nosotros.


EL ESPECTADOR

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