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jueves, 18 de abril de 2024

Lorrie Moore: metáforas y humor para combatir un amor que se pudre

 

Lorrie Moore
Foto de John Foley


Lorrie Moore: metáforas y humor para combatir un amor que se pudre

La escritora firma una original 'road movie', ambientada justo antes de las elecciones estadounidenses de 2016, que protagonizan una mezcla de vivos, fantasmas, zombis y moribundos


Marta Rebón

15 de abril de 2024


Si este no es mi hogar, no tengo un hogar es una novela de tres diálogos en dos planos temporales que, hacia el final, se entrecruzan formando un mismo instante. Uno (¿el último?) es entre Finn, un profesor un tanto conspiranoico y amargado que se siente ajeno a la generación de sus alumnos, y su hermano Max, ingresado en un centro para enfermos terminales, al que visita. Otro es entre Finn y su aún amada expareja, Lily, a la que el can negro de la depresión ha llevado al filo de la muerte en varios intentos de suicidio.


SI ESTE NO ES MI HOGAR, NO TENGO UN HOGAR

Traducción de Albert Fuentes. Seix Barral. 288 páginas. 19,90 € Ebook: 9,99 €

Mientras Finn y Max hablan de todo y de nada, el primero recibirá la llamada que le informa de que Lily, esta vez, ha conseguido quitarse la vida, a pesar de estar ingresada en un centro de salud mental. Cuando llegue allí se encontrará con que ya la han enterrado en un cementerio ecológico. Eso no lo detendrá para emprender un viaje en coche al sur con ella, aún con algunos gusanos asomando de su cadáver. Porque Lily es ahora un zombi con el que puede tener una última oportunidad de comprensión mutua.

Y el tercero es un diálogo unidireccional, a modo de diario, entre una mujer que regenta un hotel en el territorio de la antigua Confederación, en torno a 1871, y su hermana muerta. Finn lo encontrará en la habitación del hotel en el que pernocta con Lily. El plantel de la novela, pues, es una mezcla de vivos, fantasmas, muertos vivientes y moribundos.

Que Lorrie Moore (Glens Falls, 1957), especialmente conocida por sus relatos -véanse las mil páginas de sus Cuentos completos, (Seix Barral)-, haya ambientado su road movie zombi unas semanas antes de las elecciones norteamericanas de 2016 y que Finn, al ir a visitar a su hermano, pase por la Torre Trump, acordonada como un "auténtico Checkpoint Charlie", e intente quitarle de la cabeza que el estrafalario magnate tenga alguna oportunidad de ganar -"No te borres de la vida pensando que Trump será presidente. No te vayas con esa alucinación o entonces sí que me sabrá mal por ti», le dice al pie de la cama-, no puede ser casual.

Como tampoco lo es que las "cartas" que se intercalan las escriba una mujer de la posguerra en la que el secesionismo sigue latente y que, de entre todos los personajes históricos, Finn sienta debilidad —o, mejor dicho, devoción— por Abraham Lincoln, cuando desde un tiempo a esta parte se ha ensayado profusamente en Estados Unidos sobre la posibilidad, aunque se quiera improbable, de una nueva guerra civil. Este detalle, además, nos recuerda a los lectores la novela de George Saunders, inspirada en la anécdota según la cual Lincoln, desconsolado por la muerte de su hijo, entró varias veces en su cripta para sostener su cuerpo inerte. "Quizá me quedé atrapada en la puerta giratoria del bardo", piensa Lily cuando Finn le pregunta si de verdad ha muerto.

¿Acaso el adiós sobrenatural de Finn al amor de su vida, con todos sus defectos, sea una alegoría de la despedida a un país en estado de descomposición? ¿Es el humor que utiliza la autora una tabla de salvación?"Los chistes son dispositivos de flotación en el gran mar de una vida de pesares. Son las señales de salida en un cuarto muy oscuro", reflexiona Lily, que en vida se vestía de payaso y practicaba risoterapia para "intentar arrancar a la gente, en su mayoría niños, de las garras de la tristeza".

Más bien, aludiendo al título, la pregunta primordial sea qué es un hogar, si un espacio físico o un sentimiento interior que nunca nos abandona, ni siquiera ante la muerte. Finn y Lily, que parecen sacados de un filme de Jim Jarmusch, tenían una relación difícil, pero el viaje "final" por carretera parece reconciliarlos. "¿Has pensado alguna vez que las relaciones que todos mantenemos con los demás son un invento? ¿Pero que a veces tienes la suerte de conseguir que otra persona participe del invento contigo?", formula Finn. Lástima que la buena premisa de esta novela, que solo brilla fugazmente, derive en un viaje a ninguna parte.


EL MUNDO


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