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jueves, 15 de febrero de 2024

Los misterios del legado de Edward Gorey

 

Edward Gorey

Los misterios

del legado de EDWARD GOREY

'Gorey’s World' analiza la obra del autor de culto Edward Gorey ('El murciélago dorado', 'La niña desdichada') a partir de su propia colección de arte, donada al museo 'Wadsworth Atheneum'.


Diego Parrado

11 de julio de 2018

'The Woman and the Bear'  de Eduard Munch.

'The Woman and the Bear,' (1808-09) de Eduard Munch.

Wadsworth Atheneum Museum of Art, legado de Edward Gorey, 2001.13.61


Un famoso filósofo, para colmo científico, dijo una vez que la cosa más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es una frase que el ensayista de arte debería grabar en su mesa para evitar el pecado de escribir sobre la obra de un artista como si se tratara de despejar una ecuación matemática, sacrificando el misterio de una pintura o una novela para invocar su pobre genio. El octavo círculo del Infierno arde con los libros de aquellos críticos de cine que vieron en El Resplandor la protesta de Kubrick contra la masacre de los indios americanos. Por suerte, ese no es el caso de Gorey’s Worlds . La mayor parte de este fantástico libro, dedicado a la doble misión de catalogar la colección de arte de Edward Gorey y, partiendo de esta, escudriñar su gusto, explica el arte a través del arte y no cae en esa tentación tan moderna de analizar una obra para acabar concluyendo que El huésped dudoso–una especie de pingüino con pelo, bufanda de rayas y zapatillas Converse dedicado a molestar porque sí a una familia de la alta clase eduardiana– es una metáfora de la gentrificación. Aún así, Erin Monroe y el resto de autores que escriben Gorey’s Worlds (Robert Greskovic, Arnold Arluke y Kevin Shortsleeve. Princeton University Press, 2018) consiguen resolver algunos misterios.

Uno es el de por qué el autor de La pareja abominable, que logró el éxito en Nueva York y que vivía en un puerto de Massachusetts –Cape Cod–, legó en su testamento su colección de arte al Wadsworth Atheneum Museum of Art, un pequeño museo de la ciudad de Hartford, en Connecticut, a más de 250 kilómetros de su casa y con el que Edward Gorey aparentemente no tenía relación alguna. Es esa colección la que ocupa las páginas de Gorey’s Worlds, en realidad un catálogo de una exposición que el pasado febrero se celebró en el museo de Hartford. ¿Por qué no prefirió Gorey alguno de Nueva York? Erin Monroe da con una solución al enigma en su ensayo: George Balanchine, el famoso coreógrafo ruso del New York City Ballet, vivió y fundó una escuela de ballet en Hartford antes de triunfar en Manhattan animado precisamente por el director del Wadsworth Atheneum. Los fans de Edward Gorey conocen de sobra su pasión por el mundo del ballet neoyorquino, al que dedicó muchas de sus historietas y dibujos. El ballet, de hecho, es el tema del segundo ensayo de Gorey’s Worlds y la llave de otro de los misterios de la obra de Gorey. El crítico de danza Robert Greskovic nos descubre en él que la famosa sombrilla fúnebre que luce la muerte en la portada de Los pequeños macabros, y que aparece en otras viñetas de Gorey, está inspirada en uno de los trajes que Salvador Dalí diseñó para el ballet Bacchanale, de Leonide Massine. Dalí imaginó al personaje de El Caballero de la Muerte como un gigantesco paraguas negro. De vuelta de esas veladas en el ballet de Nueva York, sigue explicando en su artículo Erin Monroe, Edward Gorey solía hacer una parada en el Wadsworth Atheneum, a mitad de camino entre Manhattan y Cape Cod.

Las historias, dibujos y teatrillos de Edward Gorey hunden sus raíces en las novelas de Jane Austen, los asesinatos de Agatha Christie, las mansiones eduardianas, Dracula o Alicia en el País de las Maravillas, por citar sus referentes más conocidos. En Gorey’s World, sin embargo, descubrimos que la colección donada al Wadsworth Atheneum no es precisamente anglófila. Edward Gorey prefería el arte francés: Balthaus, Eugène Delacroix, Manet, Charles Meryon, Odilon Redon o Eugène Atget son algunos de los artistas que colgaron de las paredes de Elephant House, como llamaba Gorey a su casa de Cape Cod. De estos, muchos tienen su eco en la obra de Edward Gorey: las lúgubres fotografías de Atget recuerdan algunos escenarios de sus viñetas, con Edouard Vuillard comparte el gusto por los interiores domésticos, y Erin Monroe ve en el sopor de las mujeres de Balthaus el origen de su historieta pornográfica, El curioso sofá, que Edward Gorey empezó a dibujar en la misma época en la que compró varios grabados de este artista. Otras adquisiciones parecen más caprichosas, pero, como dice Monroe, “este elemento de misterio es lo que nos empuja a los mundos de Gorey una y otra vez”. También llama la atención la escasez de obras sobre niños, protagonistas de la mayoría de historias de Edward Gorey. Sí hay muchos animales: murciélagos, dragones, perros, gatos, camellos y hasta vacas.

El único artista inglés que coleccionó Gorey es no obstante la clave de toda su obra: Edward Lear. Gorey compró uno de los dibujos que este hizo de su gato Foss bailando. Pues bien; en el último ensayo de Gorey’s World, centrado en los artistas surrealistas de la colección, el experto en literatura nonsense Kevin Shortsleeve nos habla de cómo el maestro de los limericks –unos poemitas absurdos que muchas veces acompañaba de dibujos– perfiló la sensibilidad de Edward Gorey. De él y Lewis Carroll aprendió sus juegos de palabras. Esto los fans ya lo sabían, pero es emocionante descubrir que los famosos gatos danzarines y acróbatas con jerseycito a rayas que tantas veces dibujó Gorey nacieron de la costilla del gato de Lear. Edward Gorey vivía con seis gatos y cultivó un aspecto físico muy parecido al del autor de El búho y la gatita. En el mismo ensayo, se nos revela el origen de otras dos de las criaturas más icónicas de Gorey: tanto su Huésped Dudoso como Figfash son primos hermanos del alter ego pajarero de Max Ernst, Loplop. También que sus viñetas sin texto, especialmente las extrañas habitaciones de El ala oeste, evocan las pinturas de René Magritte, otro de sus autores favoritos. Kevin Shortsleeve cierra su artículo con una cita del propio Edward Gorey: “Si un libro solo es lo que parece que será, entonces de alguna manera el autor ha fracasado”. En estos tiempos excesivamente literales, hay que agradecer la publicación de libros como Gorey’s Worlds. Quizás el inquietante pingüino de Gorey estuviera inspirado en Loplop, ¿pero de qué extraño lugar vino éste?


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