Al ver a una joven pareja y pensar que él se la coge y ella toma anticonceptivos o usa un diafragma, comprendo que ese es el paraíso
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que cualquier viejo ha soñado su vida entera olvidando ataduras y ademanes como a una antigua segadora, y los jóvenes bajando interminablemente, en su largo resbalón
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hacia la felicidad. Y quisiera saber si, cuarenta años atrás, alguien me miró, mientras pensaba: así debería ser la vida; no más Dios, ni sudores nocturnos
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a causa del infierno, o tener que ocultar lo que piensas sobre el sacerdote. Él y los suyos se irán en un largo resbalón como libres pájaros sangrientos. E inmediatamente
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antes que las palabras surge el pensamiento de altas ventanas: vidrios que contienen el sol y más allá, el profundo aire azul, que nada muestra ni está en ninguna parte y es infinito.
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