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jueves, 6 de julio de 2023

Edward Albee / Un dramaturgo de éxito

 

Edward Albee
Michael Shane Neal


Edward Albee, un dramaturgo de éxito

Edward Franklin Albee nació un 12 de marzo de 1928 en Washington D.C., fallece en Montauk, East Hampton, Nueva York, el 16 de septiembre de 2016, a los 88 años de edad. Hijo adoptivo de Reed y Francis Albee de Larchmond, es bautizado con el nombre de Edward Franklin Albee III en distinción a su abuelo adoptivo, copropietario del Keith-Albee Theater Circuit. En 1939-1949 asiste a los cursos de la escuela diurna de Rye Country del distrito de Westchester, Nueva York; también estudia en la Academia Lawrenceville de Lawrenceville, New Jersey; a la Academia Militar de Valley Forge, Wayne, Pennsylvania, y se gradúa en la escuela Choate de Wallingford, Connecticut. Continúa durante año y medio los cursos en el Trinity College de Hartford, Connecticut.

Al dejar el Trinity College, Albee desafió a sus padres, el joven más rico de Greenwich Village dejó su hogar en el año de 1950, afrontaría la cruel realidad de tener que ganarse la vida en contra de sus padres adoptivos. Tuvo diferentes oficios en su primer año de vida independiente, escribió programas musicales para la radiodifusora WNYC, se prestó como mandadero de oficina para la agencia de publicidad Warwick y Legler; entre otras ocupaciones atendería el mostrador de la cantina de Manhattan Towers Hotel. El maestro Albee: “He vivido en muchos sitios —dijo a un periodista—. En un departamento sin agua caliente de quince dólares mensuales, de la zona este baja; en un espacioso desván situado en el corazón del distrito de la gente bien vestida, que me costaba setenta dólares por mes, y en dos o tres lugares más de Greenwich Village”. Esta nueva vida le fascinaba, cambiar a distintos empleos y moradas eran para Albee “una época cuyo olor mismo impregna la vida y el diálogo de Jerry, el solitario sicópata de The Zoo Story”. En aquella época de frivolidades Estados Unidos estaba a la deriva, es decir, una nación y una sociedad que sólo se sentaba a ver la televisión cómodamente y no pasaba absolutamente nada, esto le molestaba al dramaturgo, observaba una complacencia y un desagradable norteamericanismo.


Edward Albee


En la reflexión de Edward Albee, Broadway y Hollywood profanaban la verdadera diversión del oeste del Atlántico, junto con la televisión aniquilaban las esencias teatrales; un teatro que tenía una perfección técnica; una fotografía y dirección, interpretación con una música y efectos sonoros totalmente estereotipados y sentimentales en sus tramas, carácter y que decir de los temas. “Un público perezoso… produce un teatro holgazán e irresponsable. Los espectadores deben ‘levantarse de sus costosas plateas y descubrir qué es en realidad el teatro’”. No debemos olvidar que también institucionalizaban el criterio de lo cual sería un éxito o rotundo fracaso en las puestas en escena. Para Albee, el público es clave, en parte adquiere una responsabilidad tripartita público-autor-crítico en la creatividad teatral como lo muestra Tiny Alice, 1964, donde se ve sencillo y factible el contenido, una comedia que cede a uno con rapidez que tiene un valor de entretenimiento, a su vez, es una obra difícil que a simple vista no es entendible —pero qué arte es fácil—, es ahí, que el público cautivo está dispuesto a explorar nuevas sensaciones con intensidad.

Martin Esslin en The Theatre of the Absurd “no refleja ni desesperación ni un retorno a las oscuras fuerzas irracionales, sino el esfuerzo del hombre moderno por comprender el mundo en que vive”. Albee muestra la condición humana cual tal decoro del hombre radica en su capacidad misma de encarar la realidad en toda su falta de sentido. El teatro del absurdo para Albee es “la adopción en el arte de ciertos conceptos filosóficos existencialistas y posexistencialistas referentes principalmente al intento del hombre de dar sentido para sí a su situación misma sin sentido en un mundo desprovisto de todo sentido… Que carece precisamente de él porque las estructuras morales, religiosas, políticas y sociales, erigidas por el hombre para ‘crearse ilusiones’ se han desmoronado”, apresurándose a demostrar una reflexión analógica donde observamos sus influencias de Albert Camus, Eugene Ionesco y por supuesto Martin Esslin. Exalta la nueva vanguardia del teatro norteamericano con un matiz de realismo social como vemos en las obras The Zoo Story, The Sanbox, The Death of Bessie Smith y The American Dream mientras Paul Sartre, Samuel Beckett muestran un teatro existencialista.

Para Albee todo dramaturgo digno de tal nombre debe comenzar por formarse una idea directa y fijarse una meta a diferencia de los existencialistas que empiezan con la proposición de que el hombre existe de que sabemos que existimos, Albee duda de este principio. “Lo que acaece en mis obras teatrales, a mi juicio, un espejo exacto de la realidad. En el arte hay siempre cierta cantidad de selección e hipérbole, pero no tanta como para que lo que se dice por medio de él no sea cierto. Lo que suscita objeciones en mis comedias es cierta objetividad. Sufro por mis temas, desde luego, pero no me zambullo en el sentimentalismo”.

Intenta ver la realidad de otra manera más difícil y más profunda de los dramaturgos que le precedieron, es cuando Albee reitera su posición cuando explica que el dramaturgo no es un escritor que tiene que escribir sólo para divertir, sino todo lo contrario, es también un dramaturgo que censura a través de su escritura y muestra a una sociedad que puede divertir, censurar y criticar deliberadamente. Como vemos en The American Dream, clara aseveración: “Es una pintura de nuestro tiempo… tal como yo lo veo, naturalmente. Toda obra sincera es un alarido personal, privado, una expresión de nuestro placer o nuestro dolor individuales”.

Una crítica social, un examen de la gran escena norteamericana, un ataque a los valores reales por los insignificantes, es una condena a la complacencia a la castración a la vacuidad, es decir, una protesta totalitaria y contundente a la fábula de lo que es ilusorio en un país voluble.

Del statu quo un romance de evasión y que debe ver respuestas como en esta sátira expresionista The American Dream, una afirmación de que esta obra es una cartografía norteamericana. Escena Séptima: “SEÑORA BARKER: —Dicen que yo ya estuve aquí./ LA ABUELA: —Bueno, sí, estuvo. No estuvo precisamente aquí, porque nos hemos mudado muchas veces de un departamento a otro, subiendo y bajando por la escalera social como ratones, si es que le gustan las comparaciones”.

La tragedia en el absurdo contemporáneo de Albee en The Zoo Story se estrenó en Berlín un 28 de septiembre de 1959 en el Schiller Theater Werkstaff, el que es una evidencia típica en Central Park en primer término, los personajes Jerry y Peter muestran sus diferencias personales, económicas, sus ideologías, su estado civil, sus gustos literarios, su modo de comunicarse. Dos hombres de diferentes edades que se encuentran casualmente en un parque. El conflicto valores, el ataque al código burgués que Jerry prosigue mientras le queda aliento se produce en un banco del parque y es sin duda de las situaciones primordiales de la conducta humana, tal como presenta Albee esta condición humana se vuelve absurda y él lo demuestra con vigor cuando finalmente Jerry injurie a Peter, el sobreviviente. “Dese prisa, sus loros están preparando la cena… los gatos… poniendo la mesa…”.

The Zoo Story es la condición del hombre no sólo es absurda sino también subhumana. Peter a momentos es un enemigo entre cordialidad y odio, por el ánimo de Jerry no es más que en el fondo un reconocimiento, Albee habla del amor y odio juntos como “un sentimiento que enseña”, este entrelace de amor y odio es un estado emotivo del protagonista como del antagonista cuando cae el telón. Al inicio oímos a Peter repetir varias veces “¡Oh, Dios mío!”. Posteriormente, por orden de Jerry que empieza a retroceder, tambaleándose y fuera de escena, es un afligido aullido “¡Oh, Dios mío!” es, aquí, un absurdo drama por la supervivencia en pleno siglo actual con una vigencia notable.

SIEMPRE




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