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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Los mejores libros de 2021 / Siete visiones desde América Latina

 

Siete visiones desde América Latina

RICHARD PARRA

 

La caza espiritual, de Miluska Benavides. Hipatia Ediciones

 

La mejor publicación que leí este 2021 es la reedición del libro de cuentos La caza espiritual de la escritora peruana Miluska Benavides. Se trata de un texto que superpone experiencias íntimas y genealogías con disímiles eventos históricos no expresamente vinculados. El libro es un ensamble de geografías, cuerpos y subjetividades lejanas; se constituye por formas diversas como la oralidad, el relato científico, la historia colonial genocida y la descripción de perturbadores sueños. Los cuentos poseen una cadencia unitaria; sin embargo, su discontinua sintaxis, temporalidad y erótica en las que sus materiales se intersectan se desvían radicalmente de la tradición estética occidental de la que se alimentan. Lo sublime kantiano otorgado a lo inconmensurable de la naturaleza se instala, más bien, dentro de lo siniestro freudiano; así, lo cotidiano se desplaza hacia un atroz malestar. En La caza espiritual, la reconstrucción de la trágica memoria colectiva cohabita con la fatal amenaza de su borramiento.

 

VANESSA LONDOÑO

Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística, de Yásnaya Elena A. Gil. Almadía

 

Pensar la lengua es trazar la cartografía de un mapa, y en Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística, Yásnaya Elena A. Gil nos localiza en el suyo. Un libro indispensable para repensarnos como latinoamericanxs, para desestabilizar el territorio de nuestras múltiples identidades, y cuestionarnos por qué nuestras antologías siguen construyéndose casi que exclusivamente desde los textos hispanohablantes. Aunque muchxs de nosotrxs desconocemos la expresividad y precisión de idiomas como el Mixe, este libro nos entrega las coordenadas suficientes para imaginarnos cómo sería pensar desde otra cosmogonía, desde otro lugar, e incluso con otros colores. Yásnaya nos recuerda que cambiar de lengua es enunciarnos desde otros mundos y desde otros saberes; de mundos y de saberes que, de manera absurda, han sido y siguen estando subordinados al español.

 

ANDREA JEFTANOVIC

 

Unas fotografías, de Carlos Altamirano. Ediciones UDP

Ambiente familiar, de Maivo Suárez. La Lumbre

 

En este período de umbral que nos trajo la pandemia, en tanto incertidumbre, aislamiento y contagio, me ha sido sostenedor leer (y claro, escribir). Leí torres de libros, clásicos pendientes, muchas publicaciones del 2020, y de todos los géneros con especial afición por ejemplares híbridos. Fue mi forma de protegerme y de participar en el mundo tejiendo subjetividades en silencio. De los libros que corresponden al 2021, y aprovechando este espacio para susurrar dos joyas secretas de mi país, Chile. Quisiera recomendar dos títulos.

Primero, el texto Unas fotografías, de Carlos Altamirano. Fue una sorpresa leer este libro inclasificable de un artista visual (famoso por los lentes trizados de Allende) que teje capítulos a partir de 16 fotografías, que toma por azar, para desarrollar un texto que oscila entre la memoria de la escena y que relaciona con sucesos biográficos. Son textos reflexivos, casi meditativos del oficio de artista y de la vida, de los años de resistencia en la dictadura, de los lazos afectivos. Por ejemplo, encontramos frases tales como “El tiempo recordado es elástico; se comprime y se estira sin el impulso de la voluntad. Hay un desfase entre la extrema rapidez de las cosas fugadas, y la velocidad pausada del cuerpo que busca hacerse y expandirse en un mundo que le falta”.

Otro libro asombroso es el conjunto de relatos Ambiente familiar, de Maivo Suárez. Esta autora, con oficio de visitadora social en el pasado, es una voz feroz que se venía destacando con su novela Sara. En este libro vuelve a mostrar que es una narradora que sabe armar atmósfera, construir personajes entrañables, en especial mujeres, con determinación y osadía en distintas etapas de vida. Entra con aplomo a mundos precarios, a vidas frustradas, a las promesas falsas de éxito fútil. O bien, al mismo tiempo, denuncia el abandono de personas vulneradas, señala las grietas sociales de Chile y Argentina (países donde ha vivido).

 

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

 

Profesión: espectador, de Sandro Romero Rey. Crítica

 

Sandro Romero ha escrito algo para cada género narrativo —novelas y cuentos, guiones y crónicas y memorias— y ha dirigido para el teatro, la televisión y el cine, pero Profesión: espectador es la obra del que está del otro lado de la creación. El libro es una colección de ensayos extraordinarios sobre todo lo que pueda aparecer en un escenario, desde las películas de Bergman o Fernando Trueba hasta la música de los Beatles, Sabina o Charly García. Romero es, por supuesto, un espectador ideal: sus ensayos tienen esa amplísima cultura que es una de las formas de la pasión, y están escritos en una prosa de inteligencia precisa que, cuando no nos lleva de la mano por los caminos de la mejor nostalgia, es capaz de un humor cómplice digno del cinéfilo Cabrera Infante. Como si eso fuera poco, Romero sabe admirar: al escribir sobre la obra de otros, tiene esa rara generosidad que acompaña con frecuencia al talento genuino. Profesión: espectador consigue ese milagro: darnos palabras que no teníamos para que recordemos por qué nos gusta lo que nos gusta. No se me ocurre mejor elogio.

 

CLYO MENDOZA

 

Chapeo, de Johan Mijail. Elefanta Editorial

 

El ritmo de la oralidad, el argot de las redes sociales, los rezos del sincretismo y el lenguaje inclusivo conviven en Chapeo, de Johan Mijail. Aquí, un desfile de hombres odiantes conforman la gran mafia eyaculatoria que ataca y seduce a las hijas, hijos e hijes de las mujeres esclavas que huyeron con semillas ocultas en los rizos y las trenzas. Semillas que harían crecer frutos lejos de sus amos y que darían de comer a todos esos cuerpos latinos y negros que hoy son objetivizados, exotizados e hipersexualizos, pero que bailan, igual, y gozan. Hay en este libro un ritmo caliente y frenético, parecido a la música para el desfogue, el olvido y el sexo que nace en los bajos mundos, en los barrios pobres; esa música que la industria musical ha aprovechado y que, paradójicamente, hace mover también los cuerpos de los que fueron colonos. Aquí el género ambiguo de sus personajes es un síntoma más del sincretismo, del desdoblamiento, de la capacidad de cambio. Quien protagoniza tiene la posibilidad de dejarse poseer por seres femeninos y masculinos y por toda la potencia de sus sexualidades (alberga incluso santas que le poseen para recomendarle lecturas sobre teorías de la emancipación). Chapeo es un libro loco y representa a un mundo plural, latino, afro, queer. Quizá por eso su género literario es, también, ambiguo y desafiante: delirio, rezo, manifiesto, poesía, ensayo, crónica, post y, sobre todo, una suerte de revancha.

 

PILAR QUINTANA

 

Las primas, de Aurora Veturini. Tusquets

 

El libro que más me gustó de 2021 fue publicado en Colombia en febrero por Tusquets. Es de una autora muy singular: Aurora Venturini. Tenía 85 años cuando lo presentó al Premio Nueva Novela del diario argentino Página/12 y salió ganadora. Se trata de Las primas, una historia sobre los secretos de una familia disfuncional de mujeres: los deseos, el sexo, las cosas que pasan en la sombra. "Tendría que domeñar la bestia hirsuta que araña mis entrañas", dice la narradora, que tiene un talento excepcional para el arte y se convierte en una pintora famosa, aunque es idiota. En esta novela todas las personajas tienen alguna tara mental o física. Es una novela perversa.

 

SERGIO RAMÍREZ

 

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara

 

Volver la vista atrás abre una nueva perspectiva de la manera de narrar las historias verídicas dentro del contexto de un aparato de ficción que se funde y se confunde con la propia realidad. La vida real de Sergio Cabrera, el personaje principal, es a la vez la vida de muchos que entraron en el túnel de la utopía y salieron hacia el extraño paisaje de la distopía. Y el novelista remacha todos los clavos de la historia con maestría, juntando y alternando diversos escenarios, de Medellín a la China de las brigadas rojas a la manigua de las guerrillas maoístas colombianas, como un cronista que sabe convertir hechos en ficciones, y viceversa.


EL PAÍS


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