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jueves, 4 de noviembre de 2021

Nadifa Mohamed / La mamba negra

 

Nadifa Mohamed

La mamba negra

SFQ
8 de octubre de 2014

Hargeisa es la actual capital de Somalilandia, ese país de facto, pero no reconocido internacionalmente que limita al norte con el golfo de Adén y que en 1991 se declaraba independiente de Somalia. Allí nació en 1981 Nadifa Mohamed, en un momento especialmente duro, ya que a lo largo de la década de los 80, el régimen de Siad Barre (1969-1990) utilizó tácticas cada vez más represivas contra los que empezaban a mostrar su disconformidad, disidentes de todos los clanes, sobre todo en el noroeste.





Tras el derrumbe del régimen de Siad Barre en 1991, Somalia se sumió en un conflicto interno que pospuso los deseos de la familia de Nadifa de regresar a su país. Los recuerdos de la escritora de su país natal llegan hasta 1986, año en el que su familia se mudó a Londres, donde creció y donde vive en la actualidad. Cinco años que ha tenido que completar con la historia de su padre para dar forma a este libro, La mamba negra, que entresacó de las entrevistas que mantuvo con él.

Nadifa Mohamed
Nadifa Mohamed. Foto: The Guardian

La cita de R. Tagore elegida para abrir el libro, “Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos, ¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!”, puede hacer referencia a todas esas infancias truncadas, como la de la propia Nadifa Mohamed, y arrancadas de su tierra y también a la de los “niños de la calle” que pueblan la historia. La escritora se vale de la historia de su padre, “soy su Griot”, ha dicho al respecto, para recrear el personaje de Jama, el niño que tras la muerte de su madre y solo, hace un recorrido desde Yemen (1934) hasta Gales (1947), al principio en búsqueda de su padre, completando el ciclo de iniciación y madurez, hasta encontrar al final “su lugar en el mundo”.

Mussolini en África

Lo más meritorio de este libro es el poner el foco en la poco recordada y brutal actuación italiana en África. Italia, adelantada por otros vecinos más poderosos, llegó tarde y tuvo que conformarse con las zonas no-colonizadas de África: Libia, Somalia, Etiopía y Eritrea.

Etíopes saludan un retrato de Mussolini en noviembre de 1935. Foto: Paradox

Un año antes del inicio de la novela, octubre de 1934, Mussolini había invadido Abisinia (actual Etiopía).  El 9 de mayo de 1936, Mussolini declaró la creación de un “imperio italiano”.

El protagonista, el niño Jama, tras la muerte de su madre, viaja hacia Yibuti (septiembre 1936), en el camino se juntará con somalíes que ya expresan sus temores “Francia, Italia, Gran Bretaña y Abisinia se habían repartido su país (…) La inminente tragedia se intuía ya en los vientos abrasadores procedentes de Abisinia, que olían a mostaza, mientras que el silencio de la Liga de Naciones era motivo de chismorreo entre los nómadas del desierto” (pág.89).

Los fascistas se van adueñando de todo, “En Eritrea han tratado de exterminarnos, en Somalia matan de hambre a los granjeros y en Abisinia lanzan veneno desde sus aviones” (pág.110)

“-Aquí está Sudán- dijo Idea, señalando con la uña un país de color rosa- Y nosotros estamos aquí (Yibuti)-añadió, mientras clavaba otra uña en el mapa, esta vez en un punto morado- Los italianos controlan todo lo que está en el medio-prosiguió, señalando una amplia extensión amarilla-Todo esto es un matadero. Los italianos son unos demonios, capaces de meterte en la cárcel o de obligarte a combatir con su ejército. Cada día leo en los periódicos que han ejecutado a diez o cincuenta eritreos. No hay ciudad ni pueblo que no tenga horca. Matan a los adivinos por pronosticar su derrota y a los trovadores por burlarse de ellos.” (pág.104)

Ascari
Askari. Eritrea. 1939. Foto: wikipedia

En Eritrea contemplará como algunos hombres alzan el brazo ante el retrato de Mussolini. Conocerá a gente que acoge a los italianos “Ahora las carreteras están muy bien, porque los ferenyis han traído el progreso a este país” (pág.120) y a los askari, los soldados africanos que luchaban con las tropas coloniales europeas, y a los que había pertenecido el padre de Jama.

Tras la Batalla de Adua (1896) en la que las tropas italianas resultaron derrotadas, “los prisioneros italianos fueron tratados como prisioneros de guerra, pero a los askaris eritreos que capturaron, se les consideró traidores por los etíopes, y su castigo fue la amputación de sus manos derechas y sus pies izquierdos.””Jama inspeccionó el lugar en el que su padre había permanecido durante tanto tiempo. Era un reino de color caqui, en el que no se veía a una sola mujer. Los italianos iban por ahí avasallando, armados con látigos con piel de hipopótamo que llevaban colgados del cinturón y tan bronceados que su piel había adquirido casi el mismo color que la de aquellos a los que presumían de estar civilizando.” (pág.149)

El niño Jama también pasará por el reclutamiento que los funcionarios fascistas realizaron por el África oriental italiana, “Le entregaron el rifle, una camisa, un par de pantalones, una manta y un petate con toda clase de artilugios, un cuchillo, un cuenco, vedajes de emergencia, una cantimplora de agua…Era mucho más de lo que Jamás había poseído en toda su vida.” (pág.175) y que le llevará de nuevo junto a sus amigos de la calle, Shidane y Abdi, con los que descubrirá las atrocidades del régimen italiano.

La mamba poco mordedora

Nadifa Mohamed no logra con esta novela realizar un fresco vibrante de unos años y unos lugares a los que casi nunca se presta atención. Le falta pasión. La narración parece un cuento algo ingenuo (en esto nada tiene que ver que esté contado desde la vivencia del niño, no es eso, la escritora no logra dar con esa voz), contado para ensalzar la figura del padre más que para tratar de profundizar en lo que supusieron aquellos años en el maltratado país de su infancia.

La relación de Jama con su madre es lo mejor de todo el texto y también la camaradería que entabla el niño con el resto de acompañantes de la calle. Si bien la realidad de los “niños de la calle” aparece bajo algunas pinceladas, en esta novela se puede contemplar el aspecto menos conocido, ya que se suele identificar a los “niños de la calle” con los huérfanos o abandonados, pero en La mamba negra aparece otra visión: el del niño que tiene familia pero permanece prácticamente todo el tiempo en la calle como lugar de residencia, relación y sustento.

El itinerario de Jama está bien descrito, pero la novela pierde al colocarlo como una marioneta cuyo único propósito es señalarnos que estuvo allí, parece ir pasando de etapa a etapa como si siguiera una mera ruta. Tampoco el vocabulario elegido nos ayuda a comprender mejor al muchacho. Demasiado “buenismo” y demasiadas “buenas intenciones”. Nadifa Mohamed, en esta su primera novela (acaba de publicar la segunda; The Orchard of Lost Souls por la que ha sido reconocida por “Granta” entre los mejores novelistas jóvenes británicos) ha tenido el acierto de tratar una historia poco frecuentada, pero le sobra poesía y le falta profundidad.

Soy takaruri y vengo de Kano, una ciudad musulmana en la otra punta de África. Hace cincuenta años, mi abuelo y su gente atravesaron muchos países en su peregrinación a La Meca. Cuando llegaron aquí, ya no les quedaba comida ni dinero, así que decidieron quedarse, con la esperanza de ganar lo suficiente para cruzar a Arabia. Por orden de Alá, algún día lo conseguiremos-dijo el hombre, echándose a reír.

-¿Y a qué distancia está Kano de aquí?-quiso saber Jama.

-A tres años a pie-le respondió el hombre, con expresión sombría. (pág. 132)

Ficha:

  • Título original: Black Mamba Boy (2009)
  • Idioma: Original: Inglés
  • Traducción al castellano: Editorial Emecé (2011)
  • Traductora: Montse Triviño
  • Páginas: 309
  • Premios de la obra: 2010 Betty Trask Prize, The Guardian first book award shortlist 2010.



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